lunes, 9 de diciembre de 2013

La Otra Muerte que Conmovió a Sudáfrica: El Asesinato del “Anti Mandela”


 

Hendrik Verwoerd
Ocurrió hace casi cincuenta años una muerte que también conmovió a Sudáfrica, pero a diferencia de ahora entonces quien falleció fue un hombre infame. Hendrik Verwoerd, fue el arquitecto del apartheid y artífice de los “bantustanes”, los territorios creados para no blancos que se diseñaron para segregar a la población de color. Este hombre, que fue psicólogo, sociólogo , periodista y político, nació en Ámsterdam en 1901 y fue toda su vida, como él siempre lo admitió sin rodeos, un “Afrikaner de extrema derecha”. Obtuvo un doctorado en la Universidad de Stellenbosch y luego se fue a Estados Unidos y Europa, donde realizó estudios de postgrado en varias universidades, incluyendo Hamburgo y Berlín. En 1928 regresó a Sudáfrica (donde había arribado con su familia cuando tenía dos años) y fue nombrado profesor de Psicología Aplicada y Sociología en la Universidad de Stellenbosch. Desde muy joven desarrollo inclinaciones filo nazistas y de supremacismo racial. En 1936 se unió a un grupo de seis profesores radicales que protestaron vehementemente contra la admisión en Sudáfrica de refugiados judíos de la Alemania nazi. Con este hecho Verwoerd demostró que estaba destinado a ser rodeado por la polémica. Al año siguiente se convirtió en el primer editor de Die Transvaler, el periódico del Partido Nacional en Johannesburgo, que bajo su dirección editorial se convirtió en un instrumento propagandístico de los nazis en Sudáfrica. Con la derrota de Hitler, Verwoerd se vio obligado a moderar sus inclinaciones nacionalsocialistas, pero su racismo y odio por todo lo que no fuera como él se mantuvo intacto. En 1948, el Partido Nacional llegó al poder en las elecciones generales y Verwoerd fue electo senador. Dos años más tarde entró en el Consejo de Ministros como encargado de Asuntos Nativos , donde mucho contribuyo a la instauración del apartheid, definido eufemísticamente por Verwoerd como “el sistema que proporciona igualdad de oportunidades a todas las personas…pero estrictamente dentro de su propio grupo racial”.


En 1958 Verwoerd se convirtió en primer ministro. Como gobernante consolidó el sistema de discriminación racial y reprimió brutalmente las protestas de la mayoría negra (como en la célebre masacre de Sharpeville en 1960), encarcelando a sus principales dirigentes, siendo uno de ellos un tal Nelson Mandela. El 6 de septiembre de 1966, en plena sesión parlamentaria, justo cuando tomaba asiento en su escaño un ujier de la cámara de nombre Dimitri Tsafendas se le acercó de repente, sacó de entre sus ropas una daga, levantó con ella la mano derecha y apuñaló a Verwoerd cuatro veces en el pecho . Cuatro miembros del Parlamento que eran los médicos se apresuraron a la ayuda del Primer Ministro, quien de inmediato fue trasladado a un hospital cercano donde murió a los pocos minutos de su llegada. Que yo sepa, Verwoerd ha sido uno de los dos únicos mandatarios que han sido asesinados durante una sesión parlamentaria, siendo el otro Spencer Perceval, asesinado a la entrada de la Cámara de los comunes en 1812 y convirtiéndose, así, en el único primer ministro británico en ser asesinado. La historia de este magnicidio es magistralmente narrada por el escritor Henk Van Woerden en la novela El asesino (piublicada en español por Mondadori en 2001). No hubo ninguna interpretación ni  intencionalidad política sobre este asesinato. Muy pronto, y sin las dudas que suelen acompañar a los eventos de este tipo, quedó claro que fue obra de un asesino solitario, quedando descartada cualquier posibilidad de complot. El hombre que lo mató era hijo ilegítimo de un padre griego y de una madre africana. Su pecado fue vivir en el lugar equivocado, la Sudáfrica del racismo y el apartheid, donde solo era uno más entre tantos parias, en un hombre sin patria ni identidad. Deambuló por toda África embarcado en cargueros, hasta que en Ciudad del Cabo buscó asentarse e iniciar una nueva vida. Pero Tsafendas “era demasiado negro para los blancos y demasiado blanco para los negros”. Consiguió un trabajo como ujier en el Parlamento y poco después decidió cometer su hazaña.

Van Woerden estremece con su relato. Presenta a Tsafendas como un hombre roto, siembre maltratado, ninguneado, escarnecido en la infame Sudáfrica del apartheid que un buen día decide matar al racista por antonomasia, al filonazi irredimible, al irreductible supremacista racial. Muy pocos fuera de Sudáfrica lamentaron la muerte de tan siniestro personaje, pero a su funeral asistieron más de un cuarto de millón de afrikáners. Un pedazo de alfombra con la sangre derramada de Verworerd se exhibió como recuerdo en el vestíbulo de la sala de sesiones del Parlamento hasta que en 2004 el gobierno decidió retirarla. Hoy ya nadie quiere acordarse de Verwoerd, símbolo de un oscuro pasado.  

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