Sin dejar reconocer, antes que nada, que la Noche de
Tlatelolco y Fuerte es el Silencio son dos documentos extraordinarios que mucho
me ensañaron y emocionaron en pasadas
etapas de mi vida (aunque dudo muchísimo que por sí mismos den para un Premio
Cervantes de Literatura), quiero reiterar aquí lo que ya he dicho en otras
redes sociales: ¡Qué mal me cae Elena Poniatowska! Respeto a quienes aprecian
su obra (muchísimos muy queridos amigos míos, entre ellos) pero más allá de los
presuntos y muy, muy cuestionables méritos literarios la figura pública que ha
creado Poni es aborrecible. La señora es la exaltación viva de la
"pose", la pedantería y el esnobismo izquierdista. Se ha convertido
en la quintaescencia del intelectual "progre" latinoamericano que
esencialmente maniqueísta, manipulador, reduccionista e hipócrita, contaminada
de esa actitud política de
presunta superioridad moral de quien divide al mundo entre "yo y quienes
piensan como yo, los buenos, y el resto del mundo, los malos", indigna de
quien se asume como una intelectual crítica. Pero sobre todo
hipócrita. La princesita siempre
ha vivido bajo la sombra del poder jugando a la disidente
¡Ay, y esa
antipática pose de progre a ultranza!
De su literatura no
quiero hablar mucho porque allá cada quien sus gustos, pero en lo que a mí
respecta más allá de ciertos rescatables pasajes de algunas de sus novelas lo
demás es completamente prescindible. En todo caso, algo anda mal en el mundo
cuando se prefiere premiar con el máximo galardón de la lengua española a una
“escritora comprometida” sobre la obra de un escritor extraordinario y portentoso
como lo es Fernando del Paso.
Hace algunos años
surgió una polémica enorme cuando el Cervantes se le otorgó al refunfuñón
conservador, pero magnífico escritor y, ese sí, mago de la lengua española,
Francisco Umbral. Toda la progresía española y los
campeones de la corrección política se incendiaron en hogueras de indignación.
Hubo protestas de todo tipoy hasta se habló de un presunto “empobrecimiento cultural del
Partido Popular que intenta manejar y desmantelar el mundo de la cultura con
mayúscula”. Se acusó al premio de estar “politizándose”. Por eso al llegar el
PSOE al poder se tomó la decisión de dizque “despolitizar” el Premio Cervantes.
Se corrigió el hecho de que el Jurado estuviera integrado al caso 80% por
miembros elegidos por el Gobierno. Hoy que se premia a una “escritora
comprometida” (pero, eso sí, muy de izquierda) sobre una gloria de nuestras
letras cabe preguntarse qué tan exitosa fue esta supuesta labor de
“despolitización”.
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