Pedro Arturo Aguirre
Las
potencias emergentes tienen problemas. Brasil desacelera su economía y enfrenta
graves protestas ciudadanas en las calles, Rusia enfrenta poderosos cuellos de
botella y su economía es demasiado dependiente de los hidrocarburos, China
entra en una etapa de menor crecimiento y posibles turbulencias. Situaciones
similares se encuentran en Turquía, Sudáfrica y los países de la ASEAN. Pero el
caso más preocupante de problemas económicos lo presenta la India, el segundo
país más poblado del mundo el cual parecía hasta todavía hace poco estar en una
espiral de crecimiento imparable de desarrollo y ahora padece serios problemas y
las perspectivas para los próximos meses son bastante malas. La paridad de la
rupia ha sido sumamente inestable durante las últimas semanas, las ventas de
las emergentes empresas del país han caído estrepitosamente y las perspectivas
en el índice del crecimiento del PIB son cada vez más reducidas. El evidente deterioro
de la economía ha dejado al descubierto profundos y crónicos dilemas, los
cuales han sido soslayados durante los años recientes de bonanza. La India
padece de una infraestructura obsoleta, una legislación laboral anquilosada y
un mercado inmobiliario peligrosamente sobrevalorado. Por su parte, las mastodónticas empresas del Estado siguen
siendo demasiado ineficientes, poco productivas y muy mal preparadas para la
competencia internacional.
El gobierno acaba
de subir el precio de los combustibles y de otros productos importados que
cotizan en dólares. Las congestionadas y ruinosas rutas del país y el desastroso
suministro del servicio eléctrico son dos renglones que son buena muestra del lamentable estado
de las infraestructuras. Los transportes tardan demasiado tiempo en llegar a los
puertos debido a que las tan prometidas autopistas nunca se construyeron.
Y el pésimo estado de caminos y puentes
para conectarse con el interior del país no son el único problema de
infraestructura. El precio del fluido eléctrico es verdaderamente exorbitante en
virtud a que no existen en este enorme país suficientes plantas generadoras. La
situación de los puertos también es desastrosa. El costo de los alquileres para
las empresas está sobrevaluado y los servicios de agua, alcantarillado,
seguridad y transporte aéreo también dejan mucho que desear.
El alto
precio de la propiedad y el costo de la energía eléctrica les deja a las
empresas muy poco margen para pagar sueldos decorosos a los trabajadores y
seguir siendo competitivas. También es cierto que la burocracia sigue siendo
enorme y, en muchos casos, obstructiva. La corrupción gubernamental es
rampante. Hay grandes desafíos en torno a los temas de integración religiosa y
regional, fin del sistema de castas y superación de la discriminación de la
mujer, asuntos que ponen en peligro la continuación del desarrollo económico de
este gigante. Más grave es la pobreza. El desarrollo económico ha logrado hacer
crecer a la clase media de este país en una escala impresionante. Se calcula
que unas 300 millones de personas pertenecen a los estratos medios. Sin
embargo, el 28% de la población vive bajo la línea de pobreza (otras mediciones
aseguran que esta cifra supera el 35%). Hay muchos programas sociales
destinados a cambiar esta situación, pero más importante es que el gobierno
está consciente de que no lo puede hacer todo y que es menester abrir nuevas
oportunidades a las empresas para que éstas produzcan más riqueza y más empleo.
Con un ritmo
de crecimiento demográfico que triplica al de China, India para el 2025 se convertirá
en el país más poblado del mundo. Si pretende lograr que todo este potencial
humano se desarrolle de forma equilibrada clave será enfatizar la necesidad de
que las nuevas generaciones acentúen el arraigo de una mentalidad emprendedora
que supere de forma definitiva ideas fatalistas y mentalidades conformistas que
esperen a que el gobierno todo les resuelva. Y esto es bueno tanto para la
India como para el resto del mundo, sea desarrollado o no.
No está de
más recordar que India surgió como potencia emergente gracias a que en los años
90 cambio de forma radical su mentalidad económica. Abandonó un paradigma
estatista donde el gobierno concentraba todo el poder económico y adoptó una
estrategia en la que se dieron nuevos impulsos al sector privado y se abrieron
nuevas y numerosas oportunidades para las empresas y las inversiones
extranjeras, proceso que corrió en paralelo con la apertura comercial y la
globalización. Fundamental en esta transformación histórica fue un cambio de
mentalidad en muchos indios. Una nueva cultura empresarial ha logrado
arraigarse en los sectores más modernos de la población y hoy es una nueva
generación de emprendedores la que lidera el crecimiento de la India. Los
jóvenes progresaron, en buena medida, a partir de Internet y la industria del
software. Pero si este enorme país pretende seguir en la vanguardia mundial
necesita cobrar un nuevo y definitivo ímpetu renovador.
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