La monarquía
absoluta terminó en 1932 para dar paso a un sistema formalmente democrático, aunque
sumamente inestable. Desde entonces Tailandia ha sufrido doce golpes de Estado,
redactado veinte constituciones y el ejército se ha erigido en el árbitro final
de la política. El rey Bhumibol (Rama IX, padre del actual rey) gozó del cariño
del pueblo porque siempre supo manutenerse respetuoso de su papel
constitucional, pero Maha Vajiralongkorn tiene todos los rasgos de un decadente
emperador romano. Obliga a sus colaboradores a arrastrase en su presencia, manda
afeitar las cabezas de los cortesanos desobedientes y nombró a su perrito
caniche Foo Foo “mariscal del aire”. Para enfrentar al Covid decidió encerrarse
en un lujoso castillo en Baviera con una veintena de concubinas.
Este nuevo
Calígula ha tenido cuatro esposas. Los divorcios con las tres primeras fueron asaz
escandalosos. Pocos meses después de su cuarto matrimonio elevó a una concubina
a la condición de "noble consorte real". Es la primera mujer en tener
este título desde la implantación en Tailandia de la monarquía constitucional. Dicha
mujer cayó de la gracia poco después de su elevación y desapareció de la vista
pública por varios meses, pero en septiembre fue reinstalada y declarada
"no contaminada".
La deriva
autoritaria en Tailandia no empezó con el rey “bala perdida” actual. En 2014 un
golpe de Estado (uno más) reimpuso la ley marcial y disolvió al movimiento Futuro
Adelante, el cual enarbolaba un discurso antimilitarista. Pero desde la llegada
de al trono la tendencia es a una concentración de poder en manos del monarca. Este
año la gota derramó en el vaso. Estallaron las protestas. El 14 de octubre
miles de manifestantes marcharon frente a la Casa de Gobierno. Esa noche el gobierno
decretó el Estado de emergencia, prohibió las reuniones de más de cuatro
personas y censuro la información sobre temas "dañinos a la seguridad
nacional". Advirtió a los manifestantes sobre la vigencia de una ley de
delitos “lesa majestad” por la cual quienes insulten a la monarquía pueden ser procesados
y condenados a penas de hasta quince años de prisión. Pero lejos de menguar, el
movimiento crece y ahora incluye la remanda de una Constitución
democrática, el fin del régimen militar y
una reforma a la monarquía.
Pedro Arturo Aguirre
publicado en Hombres Fuertes 2/XII/20