Arce logró una
apabullante victoria en las urnas en buena medida gracias a la notable incompetencia
del Gobierno de transición encabezado por Jeanine Áñez, quien aplicó torpes medidas
enfocadas tratar de revertir las políticas de Evo Morales, reprimió de forma
salvaje manifestaciones en su contra y gestionó de forma catastrófica la
pandemia del coronavirus.
La postulación de Arce
como candidato del Movimiento al Socialismo (MAS) tuvo sus dificultades. El nuevo presidente es
un académico de clase media, no un militante de las organizaciones sindicales y
campesinas las cuales conforman gran parte de las bases del MAS. Logró ser
candidato exclusivamente gracias a la insistencia de su mentor, Evo Morales. Es
decir, sus bases reales de sustentación y autonomía política son cuestionables.
Esto es grave porque los retos de Arce como presidente son ingentes. Recibirá
una economía muy castigada por la crisis del coronavirus y una sociedad gravemente
polarizada. Bolivia se enfrenta a su peor recesión desde los años ochenta y la
situación actual es muy diferente a la experimentada por el país en los buenos tiempos,
cuando los precios de las materias primas estaban por las nubes. La pandemia ha
reducido el comercio de las materias primas a nivel global, perjudicando mucho
a los países productores. Asimismo, la oposición boliviana se ha fortalecido,
sobre todo un sector de extrema derecha encabezado por el empresario Luis
Fernando Camacho. El nuevo presidente deberá procurar un gobierno menos confrontacionista
para ampliar su base social y calmar los ánimos en el país.
Pero ello se ve difícil.
El principal reto de Arce será lidiar con la sombra del caudillo. La
megalomanía de Evo Morales es grande, se siente un “líder indispensable elegido
por la historia”. Según el nuevo presidente, Evo se mantendrá al margen del
gobierno, pero tal cosa es imposible de creer. Véase si no: Morales adelantó su
regreso a Bolivia y organizó para ello una marcha triunfal de tres días con una
caravana formada por más de 800 vehículos la cual recorrió más de mil
kilómetros desde la frontera con Argentina (donde lo despidió el presidente
Alberto Fernández) hasta Chimoré, enclave cocalero en Cochabamba donde los
recibieron unas 100 mil personas ¡Ni Napoleón tras su regreso de Elba!
Pedro Arturo Aguirre
Columna Hombres Fuertes publicada 18/XI/20
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