miércoles, 11 de noviembre de 2020

La Sombra de Pinochet

 




El régimen de “hombre fuerte” terminó en Chile en 1990 cuando el general Augusto Pinochet fue relevado en la presidencia por el democristiano Patricio Aylwin y desde entonces ha regido en Chile una democracia funcional, dicha sea la verdad, sobre todo si la comparamos con los fallidos experimentos ocurridos en muchas naciones del entorno latinoamericano. Sin embargo, a pesar de los años de estabilidad política y económica logrados por Chile en las últimas décadas, su democracia ha sido incompleta, y no tanto debido a los “enclaves autoritarios” heredados de la dictadura y plasmados en la Constitución hoy rechazada, sino por las omisiones concernientes a las obligaciones sociales del Estado y la persistente presencia de una cierta cultura autoritaria

La Constitución chilena careció de legitimidad de origen por ser herencia de la dictadura. Contenía disposiciones autoritarias erradicadas en su mayoría en 2006 durante la presidencia de Ricardo Lagos. Se hicieron 58 enmiendas tales como suprimir a los senadores designados y vitalicios, restituir la facultad presidencial para remover a los jefes de las Fuerzas Armadas y de Carabineros, modificar al Tribunal Constitucional, acortar el periodo presidencial y derogar al injusto sistema electoral llamado “binominal”. Pero no se hizo nada en lo concerniente a los derechos sociales. El texto constitucional conservó la idea de un “Estado subsidiario” el cual no provee directamente prestaciones de salud, educación o seguridad social.

El domingo los chilenos votaron abrumadoramente por redactar una nueva constitución, ello como resultado del estallido social iniciado en el país desde el año pasado. Las protestas surgieron en demanda de los derechos públicos no garantizados por la Constitución. El simple hecho de elevar a rango constitucional dichos derechos no soluciona todos los problemas cual si de una panacea se tratase, pero, quizá, represente un primer paso en el camino correcto.

La "convención constitucional” será integrada por 155 miembros, mitad hombres y mujeres, a través de elección directa. Será el primer órgano paritario en redactar una Constitución en la historia. Un sector de los representantes estará reservado para las minorías étnicas.

La transición a la democracia en Chile ha sido un episodio complejo debido, primero, a la presencia y protagonismo del ex dictador en la vida política del país, y su muerte no implicó la desaparición de su oscuro legado. Los años subsiguientes los gobiernos de la Concertación avanzaron con paso firme en la consolidación de la democracia, pero siempre debieron bregar contra el recuerdo de un turbulento pasado. Pinochet proyecta una larga y persistente sombra no solo en las instituciones, sino también en la conciencia moral del país. La dictadura dejó un pesado legado de rencor y actitudes autoritarias e insolidarias. El gran reto chileno es, a la par de construir un Estado bienestar, borrar esta ominosa sombra.

Pedro Arturo Aguirre 


Publicado en la columna Hombres Fuertes

28 de octubre 2020

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