lunes, 19 de octubre de 2020

Mujer Fuerte en Argentina

 



Siempre sí: Cristina Kirchner ha vuelto a ser la mujer fuerte de Argentina. La influencia política e ideológica de la vicepresidenta sobre el presidente Alberto Fernández es apabullante y está arruinando a su gobierno. Cristina es una de las más deplorables representantes del neopopulismo latinoamericano. Su gobierno concluyó en el más absoluto desastre económico y social, y es considerado como uno de los más corruptos en la historia argentina, récord asaz difícil de obtener. Ahora, en un fenómeno bautizado por los argentinos como el “hipervicepresidencialismo”, la señora controla a la mayor parte de los diputados y senadores peronistas, varios gobernadores responden solo a sus directrices, aliados suyos tienen mayoría en el Consejo de la Magistratura Judicial e incluso su autoridad dentro del Poder Ejecutivo crece constantemente con Santiago Cafiero -el jefe de Gabinete- como su incondicional servidor.

Cristina ha sido capaz de imponer una agenda gubernamental casi exclusivamente dedicada a garantizar su impunidad respecto a los graves casos de corrupción donde se le imputa, a ejecutar sus deseos de venganza en contra del expresidente Macri y de sus allegados y a perfilar a su hijo Máximo Kirchner, jefe del peronista bloque de diputados del Frente de Todos, como próximo candidato a la presidencia. Todo esto en plena pandemia y con una situación económica y social extremadamente grave. La acometida de Cristina se hizo aún más evidente con un reciente intento de desplazamiento de tres magistrados judiciales involucrados en la investigación de causas judiciales sobre corrupción de la era kirchnerista. También consiguió la liberación de la gran mayoría de exfuncionarios y empresarios ligados a ella condenados por corrupción. Sin embargo, hace unos días el Tribunal Supremo de Argentina, por decisión unánime, decidió paralizar el traslado de los tres jueces. Señaló la máxima institución judicial al respecto “la  inmensa e inusitada gravedad institucional" implícita en este movimiento.

Alberto Fernández consiguió una imagen positiva con la decisión de decretar una cuarentena temprana ante la pandemia, pero también porque parecía responder a las expectativas creadas en torno a él y a  su capacidad de actuar con independencia frente a su voraz vicepresidenta. Pero ello duró poco. El presidente empezó a enfrentarse con las autoridades sanitarias y con todos quienes habían sido buenos aliados en la batalla contra el Covid. Ahora Argentina es uno de los países con peores resultados frente a la pandemia. En las encuestas el presidente ronda apenas el 41 por ciento de aprobación ciudadana.

La nueva crisis institucional argentina, con un presidente desdibujado y la vicepresidenta como chivo en cristalería, es nueva prueba de la importancia de mantener vigente y sana la separación de poderes. Está en tela de juicio la forma como limitamos al poder y garantizamos nuestras libertades frente al quienes mandan.

 Pedro Arturo Aguirre

publicado en la columna Hombres Fuertes

7 de octubre 2020

 

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