Los cultos a la personalidad capaces de arraigar e
incluso, en algunos casos, de trascender la vida del líder idolatrado son
aquellos cuyo origen es espontáneo y producto de la férrea voluntad del pueblo
en creer, a como dé lugar, en las cualidades extraordinarias de un “Salvador”.
La gente de todas las latitudes del planeta ama
entregarse a lo irracional, creer en milagros y en hombres providenciales. Ello
es tan viejo como la humanidad misma.
Para algunos estudiosos del culto a la personalidad, tres
factores son indispensables para forjar una intensa adoración: carisma,
elocuencia e inteligencia táctica.
Pero ello no es necesariamente cierto. El populismo
latinoamericano ha demostrado como una característica más importante saber
conectar con las ansias místicas del pueblo.
En nuestra región prevalece una diversidad de
creencias y religiones las cuales cohabitan con sus distintos ritos y devociones.
Esta convivencia es flexible, adaptable y prohíja fervores mágico-religiosos,
caldo de cultivo ideal para políticos con delirios mesiánicos. Esto lo han
sabido, entre otros, el matrimonio Perón, Evo Morales, Rafael Correa y, sobre
todo, Hugo Chávez.
Millones de venezolanos querían ver en el comandante cualidades
sobrehumanas, decidieron ver en el presidente a alguien capaz de atender todos
los problemas y brindar todas las soluciones, a pesar de la palmaria
incompetencia de su gobierno.
Científicos, tecnócratas, especialistas quedaban muy
cortos en sus juicios ante la sabiduría de Chávez, quien contaba con la gracia
divina y, como encarnaba al pueblo, siempre tenía la razón.
Tras la muerte del comandante, Nicolás Maduro convirtió
su endiosamiento del comandante en el eje de su supervivencia política. Por eso
el discurso oficial presenta a Chávez con el título de “máximo redentor de los
pobres”.
También se echa mano, sin escrúpulo alguno, a la
vocación cristiana de la mayoría de los venezolanos al afirmar cosas como “fue un Cristo, hizo milagros en vida y con él
la cruz recobró su símbolo antiimperialista”.
El culto post mortem a Chávez supone prácticas religiosas las cuales fusionan
elementos propios de la santería y la brujería con celebraciones eucarísticas y
oraciones comunitarias presididas, muchas veces, por sacerdotes católicos.
Un fenómeno de santificación solo comparable al
experimentado por ese otro ídolo de la mística populista latinoamericana: Eva
Perón, o “Santa Evita”, “abanderada de los humildes”, “jefa espiritual de la
Nación argentina”.
Todo ello es muestra de cómo saber construir una especie
de “nexo místico” con el pueblo en una región tan crédula es el verdadera clave
en los cultos a la personalidad en América Latina, y para ello ni siquiera es
necesario contar con una personalidad arrolladora o tener una elocuencia extraordinaria.
Basta con un demagogo lo suficientemente hábil y
sensible para ser capaz de entender y manipular las enraizadas inclinaciones místico-religiosas
de los gobernados.
Pedro
Arturo Aguirre