Que estamos en una
crisis de liderazgo a nivel mundial no es un secreto para nadie. Por doquier
nos encontramos a demagogos, timoratos, populistas, oportunistas ineptos y/o
corruptos que quedan muy chiquitos ante la magnitud de los retos a enfrentar en
estos tiempos tan azarosos de grandes sacudidas y crisis. Pero lo que resulta
el colmo es constatar la carencia de formación intelectual de los actuales
líderes, al grado que uno se pregunta si
los gobernantes del mañana no acabarán, de plano, siendo analfabetas.
Obama es una notable excepción a esta regla. A riesgo de ser censurado por
tanta buena alma nacionalista que hay por ahí indignada porque, según esto, el presidente
de Estados Unidos “nos deslumbró como lo hicieron los conquistadores en el
siglo XVI”, reconozco que Obama se lució, otra vez, con el magnífico discurso que
dio en el Museo de Antropología, mientras que de Peña Nieto ¡ni hablar! desarticulado
e insustancial se vio el pobre cuando padeció el suplicio de improvisar unas
palabras ante su distinguid invitado. La verdad Peña dio pena ajena.
Politólogos,
sociólogos y toda clase de expertos
coinciden en señalar la creciente falta de formación y preparación
académica de los políticos en la actualidad. Se trata de personajes
soberanamente incultos que en el mejor de los casos lograron terminar estudios
de especialización en algunas ramas administrativas o jurídicas, pero que han
descuidado de forma flagrante su formación intelectual e incluso profesional.
Por supuesto, tenemos como caso incontestable de incultura el oso (y no Bruno, precisamente) de Peña Nieto
con aquello de los famosos tres libros, pero si repasamos a los
“distinguidos integrantes” tanto del actual gabinete como del pasado y del
antepasado gobierno veremos que muy pocos brillan por tener una formación
relevante. Profesionales de medio pelo y eso en el mejor de los casos, la mayor
parte de los cuales ni siquiera llegó a conocer más o menos bien los temas
específicos de las secretarias que ocuparon y una fauna aún más espeluznante
encontramos en la lista de gobernadores y legisladores.
La política se ha
convertido en el modus vivendi de personajes que adolecen de una escasa
formación profesional. La experiencia de la mayoría de nuestros políticos muy
rara vez rebasa el ámbito del sector público. La llamada “clase política” se ha convertido
en el caldo de cultivo de profesionales de partido con una muy escasa
formación. Es la apoteosis de los Martí Batres. Y es que se le exige poco a quienes nos representan.
Los dirigentes partidistas priman la fidelidad por encima del mérito o la
capacidad en el momento de confeccionar las listas de candidatos a puestos de
elección popular. No se busca calidad, sino rellenar espacios y la gente
rellena-espacios nunca es la más preparada”. Por otra parte, poco ha
contribuido a mejorar la calidad de los políticos la exagerada mediatización de
los procesos electorales, así como el encarecimiento de las mismas. Ser bonito
o tener dinero cuenta más que la formación política, profesional e intelectual
del candidato.
Obviamente, no
quiero olvidar a la tecnocracia. No han sido precisamente pocos los altos
funcionarios que han mostrado expedientes académicos brillantes, sobre todo en
el manejo de las finanzas públicas, aunque a muchos de nuestros tecnócratas les
ha faltado cultura humanista.
Este problema es a
nivel mundial. Obama, como apunto líneas arriba, es una notable excepción: estudió
Derecho en Harvard y se graduó en la Universidad de Columbia en la
prestigiosa escuela de Derecho Harvard. Lo hizo con un expediente
brillante, magna cum laude.
Durante doce años fue profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de
Chicago y en la Universidad de Columbia estudió Ciencias Políticas y se
especializó en Relaciones Internacionales. Pero el resto deja mucho que desear:
Angela Merkel sobresalía desde joven en matemáticas e idiomas, se convirtió en
una especialista en química cuántica y se doctoró en Física por la Academia de
Ciencias Berlinesa, pero sus aportaciones intelectuales como canciller de
Alemania no se acercan ni de lejos a las ofrecidas, en su momento, por Willy
Brandt o Helmut Scmidt. El pedestre de Nicolás Sarkozy y el burocratilla de
Hollande avergüenzan a gente como Mitterrand, Giscard, Pompidou o De Gaulle. Cameron,
Aznar, Zapatero, Rajoy deslucen frente a muchos de sus muy dignos antecesores,
ya por no hablar del bufón Berlusconi. O de los aterradores casos de gente como
Chávez, Maduro, Menem, Cristina K., Evo y esa horda de ignorantes y palurdos
que mal gobiernan hoy en nuestro subcontinente o lo han hecho en el pasado. Ya
se están acabando los Fernando Herique Cardoso, Belisario Bentancourt,
Sanguinetti y Lagos, entre otras destacadas excepciones de gobernantes
latinoamericanos dueños de solidez intelectual.
Evidentemente, no
basta con ser culto o contar con antecedentes académicos relevante para ser
buen gobernante. Muchos elementos juegan para hacer a un buen político:
sensibilidad, intuición, paciencia, aplomo, carácter, etc. Obama mismo no
destaca precisamente como un gran estadista, esa es la verdad. Pero una formación
intelectual otorga una amplia visión del mundo y de la vida con la que un estadista
debe contar. Ojalá las cosas no acaben siendo como una frase que leí el otro
día en Facebook: “Si sigue devaluándose la calidad educativa, al final solo
seremos capaces de formar políticos”.