Hace poco comentábamos en este portentoso blog sobre un tal señor "Nanches", quien mucho presume de sus supuestos vínculos con "el Cheik" (sic) que gobierna los Emiratos Árabes Unidos. No me extraña que al señor Nanches -nuevo rico en su versión más grotesca- esté tan impresionado con Dubai, ciudad ciertamente increible consruida con la pasión por al ostentación y el lujo de nuevos ricos en su máxima potencia que utilizaron sus petroldolares para levantar en lo que era sólo un solar polvoriento con unas temperaturas imposibles una ciudad con ejemplos colosales de lujo, despilfarro y arquitectura innovadora, alguna muy buena, mucha de plano absurda. Tanto dispendio atrae a los ricachones más prepotentes, ostentosos y vulgares del mundo entero amantes del "doradillo" y la horterada estilo rococó, que encuentran en esta ciudad en plena construcción auténticos ejemplos de arquitectura icónica.
Eso sí, cuando digo que es un paraíso de ricachones, no lo digo por decir. Pronto se terminará de construir la torre Burj Dubai, la más alta del mundo: más de 800 metros que va a combinar centro comercial, oficinas y residencias de hiper lujo. Impresionante ostentación, grosero relumbrón, sin otro fin más allá que el de impresionar. Para observar las cifras del mostrenco sólo hay que pasarse por la web oficial. Otros ejemplos del novoriquismo de estos árabes son las torres bailarinas, el conjunto de estadios (¿quién los llenará?) de la Dubai Sports City y el precioso hotel Burj Al Arab, con su forma de gigantesco velero, único hotel de 7 estrellas del mundo, donde ponen disposición del cliente un Rolls Royce y la cena en el restaurante-acuario sale a 500 euros por piocha y donde el señor Nanches dice vivi en una suite especialmente habilitada para él por órdenes expresas del Cheik. Se proyecta también un nuevo hotel, de 7 estrellas,construido a 300 metros de la costa y accesible sólo por yate o helicóptero para que el resto del mundo "mame", como dice Nanches. Es la fiebre de siete estrellas, el amor por recrear un lujo más allá de los límites imaginables y sin complejos por su obscenidad. Es sin duda un lujo obsceno y artificial, pero es el concepto de lujo que más se lleva y cada vez con más fuerza entre las personas con más dinero. Un absurdo monumento estilo Las Vegas al derroche, basado en la creencia de ser millonarios por merecérselo.
Otra excentricidad es el archipiélago llamado The World, que recreará a escala los cinco continentes, y cuyos terrenos ya están siendo adquiridos por famosos y millonarios (Nanches entre ellos, desde luego).
Los Emiratos Arabes existen hace sólo tres décadas, pero hoy es una de las potencias económicas del mundo. En tiempo récord, el país pasó de ser de un pequeño reino de nómadas a una próspera potencia petrolera. El señor Nanches asegura que "no sólo es el petróleo, cabrón, Dubai es uno de los centros turísticos y financieros más importantes del mundo", y es innegable que ya tiene una cara que deslumbra, aunque habría que decirle al señor Nanches que la base de este centro financiero son, se quiera o no, los petrodólares, que como centro turistico aspira a atraer especialmente a las clases adineradas europeas (que justo ahora se encuentran tan temerosas) y que las crisis finciera actual ha golpeado la ecoomía de Dubai, sobre todo en lo concerniente al precio de sus bienes raíces, otra de las grandes apuestas de los "cheiks"
Pero eso no quita que Dubai sea la joya del golfo Arábigo y una de las ciudades más sorprendentes del mundo. En rigor habría que llamarla emirato igual que a sus seis compañeros federados que conforman los Emiratos Arabes Unidos: Abu Dhabi (el más grande, Dubai es el segundo), Ajman, Fujairah, Ras Al Khaimah, Sharjah y Umm Al Quwain. Si bien todos comparten el hecho de ser una especie de oasis en el desierto de Rub al Kahli –uno de los más áridos del mundo–, la diferencia está en que cada uno tiene su propio gobernante y sus propias leyes.
En su origen Dubai no era más que un pequeño asentamiento humano a orillas del golfo Arábigo, sustentado por la pesca y el comercio de piedras preciosas. Siempre fue un pueblo dominado, primero por los turcos, luego por los mongoles, los portugueses y, finalmente, los ingleses. Ellos estuvieron en la zona hasta 1971, cuando la mayoría de los reinos (excepto Qatar y Bahrein) acordaron unirse y formar los Emiratos Arabes Unidos. El artífice de ese hecho fue el sheikh Zayed bin Sultán Al Nahyan, que gobernó Dubai hasta su muerte, en noviembre de 2004. Bajo su mandato, noviembre de 2004. Bajo su mandato, este emirato se convirtió en una urbe ultramoderna, con una economía poderosa, basada fundamentalmente en el petróleo pero que, como vimos, aspira a diversificarse con el comercio y el turismo.
Otras maravillas de Dubai que le encantan al señor Nanches se pueden ver en su famoso distrito comercial: The Emirates Towers y el World Trade Center, el "barrio de las grúas" (donde se están edificando más de cien rascacielos al mismo tiempo). Los proyectos, algunos en construcción y otros ya listos, son todos espectaculares. The Dubai Mall será el shopping más colosal del planeta y promete tener entre sus atractivos la pista de patinaje sobre hielo y el cine tipo Imax más grandes del mundo. La idea es preparar la ciudad para los diez millones de turistas que se prevé llegarán en 2010 (¿llegarán?), y que disfrutarán con maravillas aún en construcción como la Dubai Marina, con sus once km de muelles y condominios corriendo a lo largo de la costa; o Dubailand, que anuncia ser el centro de entretenimientos más grande del planeta, con seis mundos temáticos y una megaciudad deportiva donde se podrán practicar todos los deportes, incluido un enorme cerro nevado para esquiar (www.dubailand.ae); o Hydropolis, el primer hotel submarino del mundo ( www.hydropolis.com ).
Este es el jactancioso mundo del novoriquismo en su máxima expresión, tan bien representada por el imaginativo señor Nanches, orgulloso nuevo rico mexicano.