Uno de los episodios más emocionantes y hermosos de la historia reciente de América Latina se verificó a finales de 2001 cuando el pueblo argentino salió a la calle a protestar contra su deleznable clase política al grito de ¡Qué se vayan todos! Con eso fue derribado el gobierno de De la Rúa, y aunque en la actualidad siguen gobernando allá más o menos los mismos politiquillos de siempre, ese episodio marcó al mismo tiempo un hito y una advertencia: la gente tiene un límite, debe tener un límite.
Esto viene a cuento en México gracias al discurso pronunciado ayer por el Sr. Alejandro Martí ante los inútiles gobernantes que padecemos, en donde este infortunado señor les espeto, con toda justicia, "Si no pueden ¡Renuncien!". Muy bien dicho. Ahora bien, yo no se que más pruebas necesitamos los mexicanos para entender que estos idiotas no están a la altura. Hay que gritarles ¡Váyanse! sin nuevos plazos, sin cortapisas, sin seguir dándoles la oportunidad de destrozar al país. . La inmensa mayoría de ciudadanos mexicanos estamos asqueados de nuestra podrida clase política. Es cierto que eso no explica todos nuestros males y que como sociedad bastantes defectos tenemos como para andar endilgando toda la culpa a unos políticos que, a final de cuantas, nosotros elegimos y consecuentamos, pero por eso mismo llegó la hora de no seguir tolerándolos. Exijámosnos, a nosotros mismos, un mejor nivel de gobernantes y mandemos al demonio a estos mediocres.
Urge en México una versión del ¡Qué se vayan todos! lo más radical y lo más inmediato posible. ¿Por qué tenemos que ser lo mexicanos tan pasivos y dejados? El sábado habrá una marcha pacífica para protestar otra vez contra la infame inseguridad que nos tiene atosigados. Asistiremos, pero creo que necesitamos ser más rigurosos, exigentes y, sobre todo, más valientes. Exijamos qué se vayan todos, ¡ya! Hagam0s una limpia, aunque sea parcial y aunque sólo sirva de gran advertencia, como en Argentina, lo que no es poco. No tengamos miedo. Reclamemos con todo vigor nuestros derechos. Estos sujetos que nos mal gobiernan no sirven para nada. Ya está más que comprobado. Echemos de sus oficinas al mediocre Calderón, al gato Ebrard y al resto de miasmas que los acompañan en la innoble labor de fastidiarnos la existencia.
¡QUÉ SE VAYAN TODOS! ¡YA!
1 comentario:
Vaya estupidez la de Calderón, indignado por la impunidad en el país de los impunes. Acierta Rocha cuando expone que en Palacio Nacional en lugar de haber hecho un Consejo de seguridad mejor hubieran efectuado una redada. Calderón reunido allí con los pillos y con los ineptos (en la mesa de acuerdos del Consejo estaban sentados dos lideres sindicales: Carlos Romero Deschamps y Elba Esther Gordillo, de ese tamaño es la vara para combatir la impunidad en México).
Que bobada es esta de que en lugar de estar discutiendo las maneras inteligentes de acabar de una vez por todas con la delincuencia y la violencia estuvimos mas atentos a que dos politiqueros se tomen una miserable foto, que se den un abrazo, que se peguen un besito. ¿Tan mal estamos que lo importante sea esto?
Mientras tanto siguen extorsionando, siguen plagiando, siguen acuchillando, siguen golpeando, siguen el miedo y los asaltos
Yo de esos golfos que mantenemos no espero nada. En cambio si es pero –y mucho- de mis vecinos de la próxima marcha. Pululan los mexicanos valemadristas, esos que se vuelan los altos -“al fin y al cabo no viene nadie y ni tránsito hay”-, los que están acostumbrados al moche y a la dádiva, los confían más en las relaciones personales que en la iniciativa individual, los que creen que un poquito de nepotismo no le hace daño a nadie, de éstos, decía, se dan por miles. Pero también los hay privilegiados, los que pudimos ir a la universidad, los que tienen un coche, un ipod, el celular de moda; los que podemos ir al concierto, los del facebook, los que leemos mas de 10 libros al año. Esta eternamente victimizada pero a la vez privilegiada clase media tiene las armas y el deber de sacar a este país de la postración en que se encuentra.
Sí es posible acabar con el muestrario de injusticias, de impunidades y de corrupción que nos rodea. Sí es posible terminar de una buena vez con la mediocridad, el cinismo colectivo, la falta de confianza. Ojalá la gran marcha sirva para “reforzar los vínculos solidarios hoy por hoy doblegados bajo el peso del individualismo”. René Delgado escribía que si la impunidad criminal es intolerable, la impunidad política es imperdonable. Que no vengan con la batea de que, ahora sí, se va a dar la madre de todas las batallas. Ese cuento, de repetido, enfada y desespera. Como a los policías, a los políticos también hay que pasarlos periódicamente por pruebas de confianza. Si no pueden, no tienen por qué estar.
¿Queremos tener un porvenir? El tiempo ha llegado
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