La principal tesis de campaña de Joe Biden es el presunto
deseo de una mayoría de estadounidenses de un “regreso a la normalidad”. Esto
parecería contradictorio. Recuérdese como Donald Trump llegó a la Casa Blanca apenas
hace cuatro años precisamente enarbolando las banderas del cambio radical y con
el ofrecimiento de enterrar definitivamente a la clase política tradicional. ¿De
verdad se ha apoderado de Estados Unidos una nostalgia por los “Business as
Usual”? Pues al parecer hay mucho de eso. Estos últimos cuatro años han sido turbulentos.
Trump estresa a sus gobernados porque su régimen ha sido catastrófico y su
personalidad es insolente y confrontacionista. Tanta estridencia cansa, por eso
en uno de los anuncios de la campaña demócrata se pregunta a los ciudadanos: “¿Se
acuerdan cuando no teníamos que preocuparnos por el presidente todos los días?”
La administración Trump ha sido incompetente y
disfuncional. Se multiplican las malas decisiones en políticas públicas Otro de
sus rasgos es la inestabilidad, manifiesta en los constantes cambios de colaboradores.
Su nativismo ha minado el liderazgo estadounidense en el mundo. Sus obsesivos
intentos por suprimir el Obamacare le han resultado contraproducentes en virtud
a la inusitada popularidad adquirida por este programa. Su desprecio por la ley
es palmario. La mentira es esencial en el estilo de gobierno. Trump
abusa de los recursos estatales para beneficio personal. Padece
de
una megalomanía galopante. Es grosero, racista y sexista. Tiene una base ultranacionalista
blanca a la cual adula y protege. Por carecer de empatía es absolutamente
incapaz de desempeñar el papel simbólico del presidente como gran unificador
del país. Ello le impide ser una inspiración nacional, sobre todo en momentos
difíciles.
Hace precisamente 100 años, en los comicios
presidenciales de 1920, el regreso a la normalidad (Back to Normalcy) fue el
lema con el cual ganó el entonces
candidato republicano Warren Harding. El público estaba cansado de los años de la
Primera Guerra Mundial, de la gripe española y del excesivo activismo internacionalista
del presidente Woodrow Wilson. Harding, candidato poco carismático y aburrido
como Biden, ofreció “No heroicidad, sino normalidad; no agitación, sino ajuste;
no exaltación, sino serenidad; no lo dramático, sino lo desapasionado”. Más o
menos esto propone Biden un siglo después.
Fue la de 1920 la primera elección donde las mujeres
pudieron emitir su voto. Hoy las mujeres serán decisivas. Aquí Trump también lleva
todas las de perder. Las encuestas le dan a Biden hasta treinta puntos
porcentuales de ventaja sobre el presidente en el voto femenino. Y no solo con
las profesionales progresistas, las universitarias o las liberales de las
grandes ciudades, sino también con las mujeres blancas habitantes de los suburbios,
conservadoras, clave en la victoria republicana hace cuatro años, ahora
desilusionadas ante tanta indecencia.
Pedro Arturo Aguirre
publicado en la columna Hombres Fuertes
21 de octubre de 2020