El
reconocimiento diplomático por parte de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) a
Israel ha puesto el foco de la atención internacional en este país y en su hombre fuerte, el sheik Mohamed bin Zayed
(MbZ). Todo el mundo sabe de los rascacielos, islas artificiales y hoteles de Abu Dhabi y Dubai, pero es mucho
menos conocido este sheik, tercer hijo del jeque Zayed bin Sultan Al Nahayan,
fundador de los Emiratos Árabes Unidos quien murió en 2004 a los 86 años después de ser
testigo de la forma como su país (antaño conocido como la Costa de los Piratas)
transitó de la extrema pobreza a la más extravagante opulencia gracias a sus hidrocarburos.
Detrás del
reconocimiento a Israel está la intención del sheik de asegurar la conservación
de su régimen y ampliar sus influencia. Perciben MbZ amenazas en el ascenso de
Irán y en la posibilidad de revueltas pro democracia del tipo “Primavera Árabe”.
Los Emiratos
tienen un régimen dictatorial controlado por un grupo de familias poderosas, el
cual se distingue por ser violador sistemático de los derechos humanos. No hay
lugar para la disidencia, ni elecciones libres, ni libertad de expresión. Socialmente
parece vivir en el medioevo. En los EAU, besarse en público está prohibido, la
homosexualidad es ilegal y los latigazos
siguen aplicándose como castigo, por ejemplo, para el “delito” de adulterio.
Aquí viven
unos diez millones de habitantes, el 85% de ellos inmigrantes, la mayoría del
sudeste asiático, trabajadores sometidos a un régimen explotación laboral. Impera
el sistema kafala, el cual establece una “protección” a los trabajadores
extranjeros por parte de un patrón (kafil). Los trabajadores no pueden cambiar
de ocupación o abandonar el país sin la autorización de su “protector”. La
kafala ha sido descrito como un sistema arcaico próximo a la esclavitud.
Las mujeres
migrantes son especialmente vulnerables. Si resultan embarazadas, aunque sea
como resultado de una violación, son encarceladas o deportadas.
Pero el
sheik asegura su intención de hacer de los Emiratos la nación más feliz del
mundo, y para ello ha creado un Ministerio de Estado para la Felicidad, cuya
responsabilidad es mantener al país y a la población contentos. Mejor sería,
según muchos críticos, concentrarse en mejorar el marco jurídico del país y en la
defensa de los derechos humanos.
El de los
Emiratos no es el único ministerio de la Felicidad. Experimentos parecidos ha
habido en naciones con regímenes populistas, como Venezuela y Ecuador. La
intención al usar la “Felicidad” (un término confuso e indefinible) como meta
de Estado e indicador del éxito de gestión es rehuir al fracaso real en lo
concerniente a indicadores más objetivos como el crecimiento económico, el
índice de desarrollo humano o los niveles de desempleo.
Pedro Arturo Aguirre
Hombres Fuertes
26 de agosto de 2020
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