sábado, 17 de octubre de 2020

El Arlequín de Westminster

 




Boris Johnson es un apayasado personaje incapaz de gobernar de forma constructiva, por ello evita a toda costa el escrutinio y promueve el caos. La pésima gestión del coronavirus por parte de su gobierno ha provocado una debacle. El Reino Unido se ha convertido en el país europeo con más víctimas del Covid. La contracción económica será una de las más altas del mundo: más del 14 por ciento. También hubo precipitación al ordenar reactivar la economía y retirar medidas de confinamiento. Los contagios de la segunda ola se han disparado y el primer ministro debió revertir la desescalada. Otro desastre han sido las negociaciones para concretar un acuerdo comercial con la Unión Europea, las cuales están al borde del colapso. El llamado “Brexit duro” está a la vuelta de la esquina, con todas sus muy perjudiciales consecuencias.

Además, el gobierno británico impulsa una nueva ley aduanera la cual es violatoria del acuerdo de salida firmado por el Reino Unido con la UE el año pasado porque afecta el tema de Irlanda, cuestión asaz delicada. Una frontera “dura” amenazaría el proceso de paz de la región. El acuerdo del Brexit deja a Irlanda del Norte oficialmente en el territorio aduanero del Reino Unido, pero para evitar frontera dura con la República de Irlanda, también queda alineada a los códigos comunitarios de comercio. Ahora, Boris sale con la novedad de desconocer este acuerdo de forma unilateral. Esto amenaza con convertirse en un escándalo internacional mayúsculo porque pone en entredicho la honorabilidad de la “pérfida Albión”. En el debate parlamentario del pasado lunes la oposición destrozó los argumentos de Johnson con rotundidad. “El primer ministro firmó el acuerdo de salida y lo presumió como jun rotundo éxito. Hoy se arrepiente. Si es un fracaso, es su fracaso. Por primera vez en su vida, el primer ministro debe asumir la responsabilidad por sus actos”, le exigió en el exlíder del partido laborista Ed Miliband. También los cinco ex primeros ministros vivos han expresado su crítica a la actitud de Johnson por el irreparable daño a la credibilidad británica y lo mismo hicieron una veintena de rebeldes parlamentarios conservadores.

Muchos analistas ven en este temerario paso de Boris una vulgar fullería: aprovechar la crisis del coronavirus para tener un Brexit duro sin acuerdos comerciales y poder culpar a la pandemia del caos económico consecuente. Pero es jugar con fuego. Boris ya tiene al frente del opositor del Partido Laborista a un contrincante muy solvente, Keir Starmer. También crece el fantasma del secesionismo escoces e incluso irlandés. Dentro del Partido Conservador se escuchan los cuchillos largos. Cierto, el demagogo goza de una aplastante mayoría parlamentaria, pero nada le garantiza un gobierno longevo si insiste en mantener un talante frenético.

Pedro Arturo Aguirre

publicado en la columna Hombres Fuertes

16 de septiembre de 2020



 

 

 

 

 

 

El “Coco” de Putin

 



 

El más temible opositor de Vladimir Putin es Alexei Navalny, por eso no extraña el intento de envenenarle, máxime considerando el carácter gansteril del actual régimen ruso. Y es el más temible porque, a diferencia de muchos opositores del pasado reciente, no es un “plutócrata” añorante de los irredimibles tempos de Boris Yeltsin, ni un liberal amigo de Occidente, ni un ex comunista, ni un demagogo alcohólico e irrelevante como Vladimir Zhirinovski. Navalny es un populista, como Putin, y quizá nada le produce más pavor a un populista que enfrentar a otro populista.

Navalny (44 años) comenzó su carrera política en el partido liberal Yabloko, pero fue apartado de éste por sus posturas xenófobas. De ahí se involucró en el movimiento "Marcha Rusa", de orientación derechista y antiinmigracionista, pero no tardó en abandonarlo para iniciarse como bloguero. Con sus audaces denuncias contra la corrupción, su carisma de “antipolítico” y su discurso llano y directo ganó en YouTube casi dos millones de seguidores. Las autoridades empezaron a preocuparse y en 2011 acusaron a Navalny de una supuesta malversación de fondos. El juicio tuvo un inconfundible tufo político. Fue  hallado culpable, pero la sentencia suspendida después de verificarse numerosas y multitudinarias protestas en apoyo de Navalny y del rechazo al procedimiento por parte de la Corte Europea de Derechos Humanos. En 2013 se lanzó para las elecciones a la alcaldía de Moscú. Alcanzó un sorprendente segundo lugar, con alrededor del 27 por ciento de los votos. La campaña consolidó su carisma como “enemigo acérrimo de la corrupción” y lo convirtió en la única persona capaz de disputar el poder a Putin.

Perfiló para las presidenciales de 2018 una plataforma bastante difusa con énfasis, eso sí, en la lucha contra la corrupción “el principal problema de Rusia”, y con las facilonas propuestas de siempre: aumento de los salarios, construcción de carreteras y hospitales, elevar las pensiones, impulsar la educación gratuita, mejorar el servicio de salud, desgravar a trabajadores y pequeños emprendedores, etc. También insistía en el antiinmigracionismo al prometer limitar el número de trabajadores procedentes de Asia Central y Transcaucasia. En política exterior, proponía terminar las intervenciones rusas en Siria y Ucrania, pero fue más cauto en cuanto a la muy popular anexión de la península de Crimea. El tema de la democracia brillaba por su ausencia.

Navalny fue impedido de participar en las elección presidencial de 2018. Con todo el andamiaje estatal en sus manos, Putin es capaz de emplear a placer recursos formales para impedir la consolidación legal de cualquier alternativa opositora. Pero con un populista como Navalny, capaz de ganar la calle, eso no basta. De ahí lo de apelar a ciertos recursos “informales”, como el veneno, uno de los favoritos del dictador ruso.


Pedro Arturo Aguirre

publicado en la columna Hombres Fuertes

2 de septiembre de 2020


 

martes, 8 de septiembre de 2020

La estrategia del miedo…y sus riesgos

 

Hands on Wisconsin: Donald Trump isn't the president of law and order |  Opinion | Cartoon | madison.com 

La estrategia del miedo volverá a ser central en la campaña de Trump, presidente fracasado, pero hábil a la hora de propalar temores, mentiras y odios. La idea es recuperar a los votantes suburbanos blancos en los estados cruciales del Medio Oeste. En 2016, Trump ganó la elección gracias a los sufragios de este sector, pero desde entonces su apoyo ha mermado, particularmente el de las mujeres. Por eso, de nuevo el miedo. "Si la izquierda gana el poder, demolerán los suburbios, confiscarán sus armas y nombrarán a jueces que borrarán la Segunda Enmienda (derecho a poseer y portar armas) y otras libertades constitucionales", dijo Trump en su espeluznante discurso de aceptación.

Pero es una estrategia con grandes riesgos la cual, de hecho, ya ha cobrado sus primeras víctimas mortales. En Kenosha, escenario de disturbios raciales recientes, un joven “vigilante” disparó y mató a dos manifestantes, y pocos días después una persona fue asesinada en Portland cuando partidarios del presidente realizaron una caravana en la ciudad. En lugar de tratar de desescalar las tensiones, Trump pasó el domingo twitteando mensajes de odio, describió a sus violentos partidarios como “GRANDES PATRIOTAS” y se abstuvo de condenar la violencia. El lunes defendió al asesino de Kenosha: “Seguramente actuó en defensa propia”, afirmó el supuesto jefe del mundo libre.

Está por verse si el aumento del caos beneficiará a Trump. La violencia como estrategia para la reelección puede muy fácilmente salirse de carril. Los tweets, junto con las actitudes y declaraciones imprudentes, reflejan una extraordinaria abdicación de responsabilidad de quien, a fin de cuentas, es actualmente el presidente en funciones, es decir, la máxima autoridad  a cargo de mantener la paz en el país. En una encuesta de Yahoo!/YouGov, el 48 por ciento de los entrevistados ven a Trump como "la fuente del caos", y sólo el 21 por ciento cree en su imagen de “protector”. Fue tomada antes los últimos acontecimientos. En un sondeo más reciente de ABC News/Ipsos, el 59 por ciento desaprueba el mensaje incendiario del Partido Republicano y el 62 por ciento considera deben verse los incidentes de Kenosha con una óptica más amplia en torno a la cuestión racial en Estados Unidos.

Con la economía en recesión, el coronavirus desatado, una desventaja aun apreciable en los sondeos (unos 8,8 puntos porcentuales por detrás de Biden) y a menos de 70 días para las elecciones, Trump se aferra a la violencia como as bajo la manga para su victoria. Sin duda, el mensaje le gusta a tan atrabiliario personaje pero, ¿funcionará? Una cosa también es cierta, en mucho dependerá de la reacción de Biden, quien deberá robustecer su táctica electoral. No le bastará al demócrata ser “Mr Nice Guy”.

Pedro Arturo Aguirre

Hombres Fuertes

2 de septiembre de 2020

 

 

El Sheik y la Felicidad

 

MbZ and Netanyahu incite Trump to fight Iran - Emirates Leaks

El reconocimiento diplomático por parte de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) a Israel ha puesto el foco de la atención internacional en este país y en su  hombre fuerte, el sheik Mohamed bin Zayed (MbZ). Todo el mundo sabe de los rascacielos, islas artificiales  y hoteles de Abu Dhabi y Dubai, pero es mucho menos conocido este sheik, tercer hijo del jeque Zayed bin Sultan Al Nahayan, fundador de los Emiratos Árabes Unidos quien  murió en 2004 a los 86 años después de ser testigo de la forma como su país (antaño conocido como la Costa de los Piratas) transitó de la extrema pobreza a la más extravagante opulencia gracias a sus hidrocarburos.

Detrás del reconocimiento a Israel está la intención del sheik de asegurar la conservación de su régimen y ampliar sus influencia. Perciben MbZ amenazas en el ascenso de Irán y en la posibilidad de revueltas pro democracia del tipo “Primavera Árabe”.

Los Emiratos tienen un régimen dictatorial controlado por un grupo de familias poderosas, el cual se distingue por ser violador sistemático de los derechos humanos. No hay lugar para la disidencia, ni elecciones libres, ni libertad de expresión. Socialmente parece vivir en el medioevo. En los EAU, besarse en público está prohibido, la homosexualidad es ilegal  y los latigazos siguen aplicándose como castigo, por ejemplo, para el “delito” de adulterio.

Aquí viven unos diez millones de habitantes, el 85% de ellos inmigrantes, la mayoría del sudeste asiático, trabajadores sometidos a un régimen explotación laboral. Impera el sistema kafala, el cual establece una “protección” a los trabajadores extranjeros por parte de un patrón (kafil). Los trabajadores no pueden cambiar de ocupación o abandonar el país sin la autorización de su “protector”. La kafala ha sido descrito como un sistema arcaico próximo a la esclavitud.

Las mujeres migrantes son especialmente vulnerables. Si resultan embarazadas, aunque sea como resultado de una violación, son encarceladas o deportadas.

Pero el sheik asegura su intención de hacer de los Emiratos la nación más feliz del mundo, y para ello ha creado un Ministerio de Estado para la Felicidad, cuya responsabilidad es mantener al país y a la población contentos. Mejor sería, según muchos críticos, concentrarse en mejorar el marco jurídico del país y en la defensa de los derechos humanos.

El de los Emiratos no es el único ministerio de la Felicidad. Experimentos parecidos ha habido en naciones con regímenes populistas, como Venezuela y Ecuador. La intención al usar la “Felicidad” (un término confuso e indefinible) como meta de Estado e indicador del éxito de gestión es rehuir al fracaso real en lo concerniente a indicadores más objetivos como el crecimiento económico, el índice de desarrollo humano o los niveles de desempleo.

Pedro Arturo Aguirre

Hombres Fuertes 

26 de agosto de 2020

Las Mujeres de Belarús

 

Belarus crackdown: Women form human chains in 'solidarity' protests |  Euronews


Mujeres valientes vestidas de blanco y sosteniendo flores en lo alto se manifestaron en Minsk durante toda la semana pasada en portentosa protesta silenciosa. Iban solidarias con las miles de personas golpeadas y abusadas horas antes por haber demostrado su inconformidad contra el fraudulento resultado oficial de las elecciones presidenciales en las cuales salió reelecto, por sexta ocasión, el déspota Alexandre Lukashenko.

El de Bielorrusia es un levantamiento inspirado y dirigido por las mujeres. Los candidatos presidenciales masculinos de la oposición fueron arrestados o huyeron del país antes de la votación. Svetlana Tikhanovskaya, esposa de uno de ellos, decidió tomar la estafeta de su marido y, aliada con otras dos mujeres líderes opositoras, se propuso derrotar a Lukashenko. El dictador, como era de esperarse, dedicó pedestres burlas a su adversaria, sugiriéndole dedicarse mejor “a cocinar la cena para sus hijos”. Pero esta estulticia sólo hizo crecer la popularidad y determinación de Tikhanovskaya: ella y sus dos compañeras de lucha se han convertido en un símbolo de libertad.

Lukashenko es el "último dictador de Europa", continente donde (monarcas aparte) es con mucho el gobernante más veterano. Se perpetúa en el poder gracias a una urdimbre de represión, populismo y apoyo ruso. Triunfó en la elecciones de 1994 como un candidato ajeno a las élites poscomunistas. Presumía ser un paladín contra la corrupción. Era, en el fondo, un nostálgico del régimen comunista, enemigo jurado del curso tímidamente prooccidental y promercado iniciado por Bielorrusia desde su separación de la URSS en 1991. Ya en el poder revirtió las cosas, restableció los controles estatales de la economía e instauró esquemas asistencialista para la población.

También alteró leyes e instituciones para perpetuarse en el poder. Hoy nada reta su caudillaje. Ni siquiera se ha valido de un partido propio porque prefiere ser el “protector sin intermediarios” del pueblo. Rehúye cualquier signo de sofisticación y patentiza constantemente su adhesión a los “valores, creencias y tradiciones del pueblo bielorruso”. El Parlamento del país se ha convertido en un adorno, las libertades fundamentales son sistemáticamente conculcadas, la oposición es débil y fragmentada, y los procesos electorales distan muchos de satisfacer los mínimos estándares democráticos.

Pero el tiempo del oprobio se agota. La bancarrota económica es absoluta, la gente está harta de la dictadura y el colmo llegó con el pésimo tratamiento dado al coronavirus. Convocada por Tikhanovskaya, el domingo se celebró la llamada "Marcha de Libertad", la mayor protesta en la historia del país. Por eso Lukashenko ha decidido recurrir a su “hermano mayor”: el peligroso Vladimir Putin, en una jugada no exenta de riesgos. Desde hace tiempo el mandamás ruso pretende engullirse a la Belarús. A ver si al tirano no le sale más caro el caldo que las albóndigas.

Pedro Arturo Aguirre

Hombres Fuertes

19 de agosto de 2020

Venezuela y su viacrucis sin fin

 

Nicolas Maduro Venezuela de Cartoonarcadio | Política Cartoon | TOONPOOL


Si hacemos caso a las cifras oficiales, Venezuela es uno de los casos más exitosos del combate al coronavirus. La semana pasada, las autoridades reportaron poco más de veinte mil casos y apenas 178 muertes, de las estadísticas más bajas en América Latina. Pero la realidad es muy distinta. El sistema sanitario del país se ha colapsado y Venezuela es una de las naciones del mundo donde menos pruebas se han realizado para detectar al virus. Varios médicos y periodistas han ido a la cárcel por cuestionar los datos oficiales.

En Venezuela se ha politizado el coronavirus. La principal preocupación de Nicolás Maduro reside no en combatirlo, sino en ganar, a como dé lugar, las elecciones parlamentarias agendadas para el próximo 6 de diciembre. La mayor parte de la oposición ha anunciado su no participación en estas elecciones a causa de vicios en su convocatoria y organización, pero, aun así, para el chavismo es vital movilizar votantes en masa, en medio de la pandemia, para intentar revestirse de una legitimidad puesta en entredicho desde hace tiempo.

El país arrastra una desbocada inflación, la más alta de mundo, 15 mil por ciento para 2020, y un decrecimiento del PIB de 18 por ciento. Los tradicionales aliados extranjeros de  Maduro (Turquía, China, Rusia) no podrán seguir apoyándolo. El gobierno emprende la campaña electoral sin recursos y sin posibilidad de hacer mítines por la cuarentena, pero aspira a desquitarse -pese a no ser  unas elecciones realmente competitivas- de su derrota de 2015, cuando la oposición ganó mayoría calificada.

Para ello, Maduro aferra su control sobre las instituciones electorales. El Tribunal Supremo de Venezuela suspendió el liderazgo del dos de los principales partidos opositores (Primero Justicia y Acción Democrática) y, además, nombró, en abierta violación a la Constitución, a los nuevos miembros del Consejo Electoral, la mayoría de ellos adictos al gobierno.

Maduro se siente lo suficientemente seguro para consolidar su gobierno. Desde el principio de la crisis emitió toques de queda y comenzó a aparecer diariamente en televisión detallando medidas. Si en algún momento en los últimos parecía débil, ahora eso se revierte.

Su decisión de poner a los militares a cargo de la respuesta al coronavirus fortaleció su control social. Militares fueron desplegados para imponer medidas estrictas de distanciamiento social y, más recientemente, comenzaron a manejar estaciones de servicio para racionar combustible.

La comunidad internacional ha protestado, pero poco podrá hacer. Maduro y algunos de sus funcionarios más cercanos han estado bajo sanciones directas de Estados Unidos y se le ha aplicado un embargo petrolero. El chavismo ha sobrevivido varios intentos de derrocarlo y soslayado todos los intentos de negociar una solución pacífica a la crisis.

La viacrucis venezolana se eterniza.

Pedro Aguirre Ramírez

Publicado en la columna Hombres Fuertes

12 de agosto de 2020


Hombres Fuertes en la Unión Europea

 

The illiberal tandem vs Europe | openDemocracy

Polonia y Hungría son dos de los países más beneficiados por las políticas de subvenciones y fondos de cohesión  de la Unión Europea. Sin embargo, ello no ha impedido a los gobiernos de estas naciones actuar de forma crecientemente autoritaria, en detrimento del espíritu democrático de la integración europeísta. Tanto el húngaro Viktor Orban como el  polaco Jaroslaw Kaczynski, hombres fuertes de sus respectivos países, han logrado consolidar sus carreras políticas utilizando un discurso antieuropeísta y xenófobo, aderezado con absurdas teorías de conspiración.

El Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha arbitrado contra Polonia y Hungría en varias ocasiones durante los últimos meses a causa de su notable deterioro institucional. A Europa le preocupa cuestiones como la llamada “Ley Habilitante”, la cual otorga al primer ministro húngaro poderes absolutos para gobernar por decreto mientras dure la pandemia del Covid-19, y la reforma judicial en Polonia, diseñada para otorgar al ministro de Justicia la capacidad de decidir a discreción la prolongación de los mandatos de los magistrados.

La semana pasada, Polonia se retiró de la Convención de Estambul, el primer instrumento jurídicamente vinculante diseñado para combatir la violencia contra las mujeres. Establece como actos punibles la violencia física y psicológica, el acoso, el matrimonio forzado, la mutilación genital femenina, el aborto, la esterilización forzada y los llamados “los crímenes de honor”.

No solo eso, además de este retiro, propiciado por los ultraconservadores polacos, el Convenio recibió el rechazo  del Parlamento húngaro. Les molesta la definición, contenida en el documento, del término "género" como: “las funciones, comportamientos, actividades y atributos socialmente construidos que una sociedad determinada considera apropiados para las mujeres y los hombres”. La consideran “demasiado amplia” y susceptible a interpretarse para dar paso al reconocimiento de un “tercer género”. Sin embargo, según el propio Convenio, el género y el sexo son dos conceptos separados y la definición no tiene por objeto sustituir los términos "mujeres" y "hombres".

Los ultraconservadores acusan al Convenio de propalar una supuesta “ideología de género”. Pero no se trata de ideología. No es de derecha o izquierda, progresista o conservador defender la integridad de las mujeres.

La Unión Europea acaba de anunciar un colosal paquete de beneficios a sus miembros para superar la crisis del coronavirus. En el caso de Hungría y Polonia no quedó suficientemente clara una vinculación entre el otorgamiento de las ayudas y la preservación de los valores democráticos. El comunicado final de la cumbre contiene frases susceptibles a ser interpretadas por las partes a su conveniencia, pero el Parlamento Europeo lamentó esta grave omisión, y  aprobó una resolución critica a las medidas tomadas por los gobiernos de Hungría y Polonia durante la crisis del coronavirus describiéndolas como "totalmente incompatibles con los valores europeos".

Pedro Arturo Aguirre Ramírez

Publicado en la columna Hombres Fuertes

5 de agosto de 2020

La ignominiosa esperanza de Trump

 

La imagen puede contener: texto que dice "an KAL KAL"


Tras su pésima gestión del coronavirus, Donald Trump ha iniciado una “guerra cultural” contra sus rivales políticos y los medios de comunicación. Las manifestaciones provocadas por el asesinato de George Floyd a manos de la policía no llevaron al presidente a reflexionar sobre las desigualdades de la sociedad estadounidense o a tratar de calmar las tensiones políticas. Todo lo contrario. Descalificó a las protestas, en su gran mayoría pacíficas, como “disturbios anárquicos” y procedió a utilizar la fuerza para dispersarlas. Con ello se juega una arriesgada apuesta hacia su cada vez más improbable reelección.

Al igual que otros dirigentes autoritarios, Trump atiza y sabe sacarle provecho a polarización. Se emplea a fondo en su retórica como el defensor de un Estados Unidos “sitiado” por los "izquierdistas" y las élites cosmopolitas y describe a sus críticos como “inherentemente antiestadounidenses”.

Ordenó, de forma completamente injustificada, el despliegue de las tropas federales del Departamento en Portland. Se trata de una fuerza de seguridad fuertemente armada, reservada para operaciones antiterroristas o enfrentar a narcotraficantes. Se han visto escenas de gases lacrimógenos, manifestantes arrestados sin órdenes judiciales. Y ahora la amenaza se cierne sobre Nueva York, Chicago, Filadelfia, Detroit y Baltimore, ciudades gobernadas por demócratas.

En solidaridad con Portland, las protestas se ampliaron por diversas lugares de Estados Unidos, sobre todo en Seattle y, de manera trágica, en Austin, donde falleció una persona.

Trump acusa a las ciudades de estar sometidas al crimen, pero es un rubro de responsabilidad local, las fuerzas federales sólo intervienen a solicitud expresa. No es el caso.

Se trata de un recurso desesperado de un líder fracasado. Trump se vendió a sí mismo como administrador nato, pero literalmente se desmoronó cuando Estados Unidos enfrentó al COVID-19. Muy sintomático de este fiasco ha sido la absurda guerra contra los cubrebocas. Durante meses, el presidente se negó a usar una. “Sólo los débiles liberales la usan”, era el mensaje. Las consecuencias están a la vista. Pocas cosas han estimulado la propagación del virus como la negativa de muchos estadounidenses a usar cubrebocas.

Ahora, Trump pretende cambiar la atención de los electores al tema de la “guerra cultural” contra una supuesta "mafia izquierdista". "Hay un nuevo fascismo de extrema izquierda en ascenso en Estados Unidos y yo soy el único capaz de detenerlo”, declaró el magnate en Monte Rushmore.

Está en juego el peligroso discurso sobre la “verdadera identidad nacional”, enfrentando a estadounidenses "reales" contra aquellos “menos auténticos”. ¿Servirá esta estrategia? Para muchos exhibe al presidente como moral y mentalmente incompetente, pero él aun cree en el mito de la “mayoría silenciosa”. Sus partidarios, simplemente, se avergüenzan de expresar públicamente su simpatía por Trump. Esa es la ignominiosa esperanza del republicano.

Pedro Arturo Aguirre Ramírez

Columna Hombres Fuertes

29 de julio de 2020

Xi Jinping contra el mundo

 

China (Xi) Eliminates Term Limits | The Elephant


China asume una actitud confrontacionista en su política exterior. Tras muchos años de ejercer “una diplomacia sutil, pero perspicaz, dedicada a garantizar el ascenso pacífico y silencioso al estatus de gran potencia”, según la línea dictada por Deng Xiaoping, ahora vemos agresividad y prepotencia bajo el liderazgo de un ambicioso “hombre fuerte” quien no duda ni un segundo en encararse con otros países para cumplir, a ultranza, su anhelo de hacer de China el país más poderoso y rico del planeta para el año 2049, centenario de la fundación de la República Popular. 

La nueva generación de diplomáticos chinos es conocida como los “lobos guerreros”. Son contestatarios y hasta groseros en su empeño por defender las posiciones de Pekín. Nada conservan de los embajadores de la China de antaño, caracterizados por su discreción.

En aras de “Hacer a China otra vez grande”, Xi ha estrechado el cerco sobre Taiwán, hizo aprobar para Hong Kong una férrea Ley de Seguridad Nacional para “combatir el secesionismo y la injerencia extranjera”, disputa de forma crecientemente violenta la soberanía de aguas territoriales estratégicas con sus vecinos del sudeste asiático, se enfrentó con India en el incidente fronterizo más sangriento en 50 años y se lleva mal con Japón, Australia y Canadá.

En el ámbito interno reprime movimientos separatistas en el Tíbet y Sinkiang, la región occidental del país en la que viven los uigures, una minoría musulmana la cual se ha convertido en objetivo de una inicua campaña de internamiento en campos de “readiestramiento ideológico”.

En el renglón económico, China se ha propuesto ponerse a la cabeza de la carrera tecnológica. Ya lidera el desarrollo del 5G  y hace progresos en la exploración espacial. También impulsa el ambicioso proyecto de la “Nueva Ruta de la Seda”, macroproyecto comercial y de infraestructuras de enorme  trascendencia geoestratégica diseñado para ubicar a China como eje central de las dinámicas internacionales. Así, Xi se convertiría en la personificación de la imagen clásica del emperador gobernante “de todo cuanto hay  bajo el cielo”.

Pero, ¿es necesaria tanta agresividad para alcanzar este objetivo? ¿No bastaría con la  buena administración del “poder blando” preconizada por Deng Xiaoping? Muchos expertos opinan que la asertividad china se debe a presiones internas resultado de la pandemia y la ralentización económica. Xi pretende disipar cualquier sensación de una “China debilitada”.

Tanta agresividad provoca la desconfianza de la comunidad internacional. La India ha prohibido 59 apps chinas (entre ellas la popular TikTok), el Reino Unido ha retirado su participación en la red 5G, Japón y Taiwán se rearman y sus empresas empiezan a abandonar China, Estados Unidos diseña nuevos trazados para sus líneas de suministro. La prepotencia, producto de la inseguridad, le puede salir cara a Xi.

Pedro Arturo Aguirre Ramírez

Publicado en la columna Hombres Fuertes

22 de julio de 2020

Erdogan, el Otomano

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 Recep Tayyip Erdogan, hombre fuerte de Turquía desde 2003, siempre ha tenido la obsesión de reivindicar la herencia otomana de Turquía y ello lo ha llevado a arremeter contra el Estado laico erigido por Atatürk y a tratar de obtener un protagonismo internacional de primer orden.

A principios de este año el Parlamento turco aprobó, por iniciativa de Erdogan, el despliegue de tropas en Libia para apoyar al gobierno de ese país, debilitado por la rebelión del general Haftar. Quiere el presidente tener influencia en el Mediterráneo Oriental, zona con importantes yacimientos de hidrocarburos, y para ello firmó con el gobierno de Trípoli acuerdos para asegurar la futura explotación de esos recursos y extender la zona económica marítima turca hasta hacerla limitar con la frontera marítima libia, idea enérgicamente rechazada por Grecia y Egipto. Así, Turquía se ha convertido en un elemento más de inestabilidad en una región de por sí conflictiva.

Aunado a su aventurerismo militar, Erdogan afrentó a la comunidad internacional al anular el estatus de “museo” que tenía Santa Sofía desde 1934 para volver a convertirla en una mezquita, ello pese a la inconformidad de la Unesco. El sitio fue nombrado como Patrimonio de la Humanidad en 1985. También Francia, Estados Unidos y Rusia protestaron, y Grecia calificó esta decisión como una “provocación abierta” al mundo civilizado.

Erdogan toma estas medidas porque le urge desviar la atención del electorado turco ante las insuficiencias de su gobierno: crisis económica, creciente autoritarismo, mal funcionamiento del sistema presidencialista. Para hacerlo atiza un debate polarizador, recurso consustancial del buen líder populista.

El líder turco ha atraído el voto de conservadores, nacionalistas y religiosos impulsando a la más rancia tradición musulmana con medidas como el libre uso del velo en todas las instancias del Estado, una mayor presencia pública del islam, el aumento del número de escuelas religiosas, la islamización del currículum educativo, etc.

Pero la economía ha estado muy castigada en los últimos años, con un raquítico crecimiento de 0.9% en 2019, alto desempleo, moneda inestable e inflación de dos dígitos. Y para empeorar el cuadro, llegó  el coronavirus.

El descontento crece, y con ello la represión. En el último mes, decenas de diputados de oposición, activistas de derechos humanos y periodistas han sido detenidos por cargos de espionaje y terrorismo.

El debilitamiento del gobierno de Erdogan, otrora asaz popular, se manifestó claramente el año pasado con el rotundo revés del partido oficialista en las elecciones municipales del año pasado, en Estambul y Ankara, las principales ciudades del país.

Ahora Erdogan apuesta a una muy arriesgada intervención militar en Libia y a la decisión sobre Santa Sofía para recuperar popularidad, pero Turquía perderá mucha de su reputación como un país internacionalmente confiable.

Pedro Arturo Aguirre Ramírez

publicado en la columna Hombres Fuertes

15 de julio de 2020