martes, 8 de septiembre de 2020

La ignominiosa esperanza de Trump

 

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Tras su pésima gestión del coronavirus, Donald Trump ha iniciado una “guerra cultural” contra sus rivales políticos y los medios de comunicación. Las manifestaciones provocadas por el asesinato de George Floyd a manos de la policía no llevaron al presidente a reflexionar sobre las desigualdades de la sociedad estadounidense o a tratar de calmar las tensiones políticas. Todo lo contrario. Descalificó a las protestas, en su gran mayoría pacíficas, como “disturbios anárquicos” y procedió a utilizar la fuerza para dispersarlas. Con ello se juega una arriesgada apuesta hacia su cada vez más improbable reelección.

Al igual que otros dirigentes autoritarios, Trump atiza y sabe sacarle provecho a polarización. Se emplea a fondo en su retórica como el defensor de un Estados Unidos “sitiado” por los "izquierdistas" y las élites cosmopolitas y describe a sus críticos como “inherentemente antiestadounidenses”.

Ordenó, de forma completamente injustificada, el despliegue de las tropas federales del Departamento en Portland. Se trata de una fuerza de seguridad fuertemente armada, reservada para operaciones antiterroristas o enfrentar a narcotraficantes. Se han visto escenas de gases lacrimógenos, manifestantes arrestados sin órdenes judiciales. Y ahora la amenaza se cierne sobre Nueva York, Chicago, Filadelfia, Detroit y Baltimore, ciudades gobernadas por demócratas.

En solidaridad con Portland, las protestas se ampliaron por diversas lugares de Estados Unidos, sobre todo en Seattle y, de manera trágica, en Austin, donde falleció una persona.

Trump acusa a las ciudades de estar sometidas al crimen, pero es un rubro de responsabilidad local, las fuerzas federales sólo intervienen a solicitud expresa. No es el caso.

Se trata de un recurso desesperado de un líder fracasado. Trump se vendió a sí mismo como administrador nato, pero literalmente se desmoronó cuando Estados Unidos enfrentó al COVID-19. Muy sintomático de este fiasco ha sido la absurda guerra contra los cubrebocas. Durante meses, el presidente se negó a usar una. “Sólo los débiles liberales la usan”, era el mensaje. Las consecuencias están a la vista. Pocas cosas han estimulado la propagación del virus como la negativa de muchos estadounidenses a usar cubrebocas.

Ahora, Trump pretende cambiar la atención de los electores al tema de la “guerra cultural” contra una supuesta "mafia izquierdista". "Hay un nuevo fascismo de extrema izquierda en ascenso en Estados Unidos y yo soy el único capaz de detenerlo”, declaró el magnate en Monte Rushmore.

Está en juego el peligroso discurso sobre la “verdadera identidad nacional”, enfrentando a estadounidenses "reales" contra aquellos “menos auténticos”. ¿Servirá esta estrategia? Para muchos exhibe al presidente como moral y mentalmente incompetente, pero él aun cree en el mito de la “mayoría silenciosa”. Sus partidarios, simplemente, se avergüenzan de expresar públicamente su simpatía por Trump. Esa es la ignominiosa esperanza del republicano.

Pedro Arturo Aguirre Ramírez

Columna Hombres Fuertes

29 de julio de 2020

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