Confieso que
nunca he sido fan de Angela Merkel. Sí, ayer esta mujer que ganó de forma
apabullante un tercer mandato casi con
mayoría absoluta y gobernará al país más rico de la pobre Europa tiene
argumentos para sostener que es la dirigente política más talentosa de su
generación y probablemente de Occidente, comparada, por ejemplo- con esa dos
grandes desilusiones que han sido Obama o Cameron, con esa nulidad que es
Hollande y ya por no hablar de gente como Rajoy o Berlusconi. Se habla del
“enigma” Merkel, pero en realidad su éxito es el triunfo de la pazguatería y la
mediocridad pequeño burguesa en un país que es hiper conformista y corto de
alcances. El sueño alemán es mantener empleo y estabilidad económica, nada más.
Y no es que esto esté mal, pero solo si estuviésemos hablando de algún país
periférico compo tantos que hay por ahí. Alemania es la cuarta economía
mundial, la locomotora de Europa y la ausencia de una visión global terminará
por perjudicarle gravemente. Al tiempo.
Cierto que
con su sencillez campesina y su look tan espantosamente convencional "Mutti" (mamá, como la apodan los
germanos) protege y tranquiliza a sus compatriotas, pero su falta de enfoque global
y su incapacidad de asumir riesgos -como lo hiciera su predecesor Schroeder con
las históricas reformas de la Agenda 2010- van a revertírsele a los alemanes. El
paisaje político alemán está peligrosamente adormecido. Eso no es bueno para la
democracia, y el peor síntoma de esto es, quizá, la ausencia de una voluntad de
parte de Alemania por asumir un el
liderazgo internacional y europeo en momentos en los que el viejo continente
tanto necesita de un rumbo. En todos los foros internacionales donde participa
(OTAN, G8, G20, ONU) Alemania se conforma casi siempre un convidado de piedra,
y en cuanto a la integración europea, este país que fuera por mucho tiempo uno
de sus principales promotores opta hoy por una Europa políticamente menos integrada. Siguiendo
la posición de la esa mayoría de alemanes, que piensan que el costado económico
de la integración europea es genial, pero que el costado político es cada vez
más siniestro, Merkel recula en Europa. Y ese es otro de los defectos de Mutti,
tan común a tantos políticos: gobernar a golpe de encuesta. Pero esta postura
hacia Europa es arriesgada porque descansa sobre el inexacto presupuesto de que
la integración económica y la integración política pueden separarse, cuando la
lección más elemental que deja la crisis del euro es que una no es posible sin
la otra.
En resumen,
el legado de la muy popular Merkel hasta ahora es un vergonzante e insostenible
abstencionismo estratégico, gobierno para complacer a las encuestas, recetas para
enfrentar la crisis del Euro que han provocado graves daños colaterales y un giro hacia un
insano bilateralismo dentro de la Unión Europea que pone en peligro la
supervivencia misma de la UE. Pero Alemania no puede ni debe pretender ser una "Suizota", es decir, un país con mucha lana pero con pocos o nulos alcances internacionales e incapaz de adquirir los compromisos internacionales de una verdadera potencia mundial.
La Alemania
de Merkel rechaza cualquier ambición
geopolítica. Cierto que en esta decisión mucho pesan las sombras de la historia,
pero ha llegado el momento de que el gigante económico germano renuncie a ser
un enano político. Para asumir esa responsabilidad histórica se necesita mucho
más que la figura sosa y maternal de Angelita.