En lo personal
estoy completamente a favor de la apertura en el tema energético, pero creo que
lo justo y democrático es un referéndum. A fin de cuentas de eso se trata la
democracia. Yo tengo la esperanza de un triunfo del Sí, pero si el noble y
generoso pueblo de México no quiere, pues tiene todo el derecho, faltaba más.
Aquí la pregunta es. ¿Somos o no somos demócratas? Yo lo soy, con todo el
escepticismo del mundo, pero lo soy.
No crean, en una
de esas los mexicanos no somos tan insensatos. A fin de cuentas, lo partidos
que apoyan la reforma representan dos terceras partes del electorado, ¿O no?
démosle una oportunidad al pueblo y callémosle la boquita en las urnas al Duce
de Macuspana de una buena vez. Y si el pueblo vota No, repito, es su pleno
derecho, su facultad, su sino, ¡Carajo! ¡Qué el pueblo junte todo el gas y el
petróleo que habita en su subsuelo y le prenda un cerillo si esa es su regalada
gana! ¿Somos demócratas o no, amigos? ¿Lo somos o no lo somos? Ese es el quid. Respondámonos
a esa pregunta honestamente. Yo soy demócrata y me atengo a las consecuencias
del resultado de una consulta popular. En lo personal me parece RIDÍCULO el
nacionalismo petrolero mexicano, pero acato, como el vil ciudadano de a pie que
soy, la voluntad mayoritaria.
Insisto: yo creo
que ganaría el Sí y sería de una utilidad histórica extraordinaria:
superaríamos un absurdo tabú e iniciaríamos una práctica de democracia directa
que es bastante útil en varias democracias avanzadas del mundo. Para los
mexicanos votar Sí en un eventual referéndum sobre la reforma energética sería
como llegar a la luna: una hazaña que nos liberaría de estúpidos atavismos y
nos ubicaría camino a la modernidad. ¡Qué gran paso hacia adelante! Y logrado
por nosotros como adultos que, se supone, somos.
Y si no somos
demócratas y pensamos que el pueblo es irremediablemente estúpido y hay que
guiarlo porque no sabe por sí mismo a dónde ir, entonces lo que pensamos es en
una dictadura o un régimen autoritario. Noticias: ya tuvimos uno y fue un
fiasco. Entre otras cosas nos heredó los prejuicios y clichés del llamado
“nacionalismo revolucionario” con los que ahora tanto batallamos. Con mentiras
como esta del nacionalismo petrolero nos engañaron por más de seis décadasmpara
legitimar su hegemonía.
A fin de cuentas,
los sistemas autoritarios y las dictaduras son un mal mayor ante las
democracias, ciertamente despreciables, pero males menores.
Celebremos un
referéndum y convirtámonos en uno de los pocos países del mundo que han sabido superar
sus atavismos y mitos demagógicos y nacionalistoides de forma democrática. Se
puede. Sería como un nuevo renacer, un verdadero día de la independencia. Un
Estado de derecho se fundamenta en la voluntad de las mayorías, y una decisión
de la envergadura del tema energético necesita, en nuestro país, del consenso
de las urnas. Es una pena, pero la cuestión petrolera tiuene un innegable peso
histórico, político, hasta psicológico en el mexicano. Yo digo que le demos la
oportunidad de liberarse de este pesado fardo por sí mismo. ¡Qué importante
sería eso! ¿Se dan cuenta? Y de ganar el No, pues eso nos confirmaría en el
fatalismo de los complejos y el "ahí se va", pero ¡muy nuestro gusto,
chingao!
México merece un
referéndum. ¡Celebrémoslo, ya!
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