La Alternativa Socialdemócrata
Fundación por la Socialdemocracia de las Américas
Primera edición 2002; segunda edición, 2004
Texto de la introducción:
"Debemos renunciar al sueño de una sociedad futura que sea “completamente” distinta y en la cual los hombres sean “completamente” diferentes a como han sido hasta ahora y son aún hoy. Tenemos que aprender a vivir en la duda, pues es productivo dudar. Tenemos que dejar de buscar una única verdad y aprender a vivir con las diversas verdades que forman nuestra vida."
Willy Brandt
"La Fundación por la Socialdemocracia de las Américas publica la segunda edición, corregida y actualizada, de este libro, el cual pretende, como en su primera edición, ofrecer al lector un panorama general del desarrollo de la socialdemocracia en el mundo, así como una reflexión sobre su situación actual y un análisis sobre su viabilidad en México y América Latina. La importancia de la socialdemocracia como una de las grandes tendencias del pensamiento político universal es incuestionable. Su presencia en Europa ha sido fundamental y, a pesar de sus vaivenes electorales, nadie duda de su viabilidad hacia el siglo XXI tanto a nivel de los gobiernos nacionales como en la construcción de la unidad económica y política europea, la cual no podría concebirse sin la poderosa influencia que en ella han tenido las ideas de la socialdemocracia. México y el resto de América Latina han sido testigos de la eclosión de numerosas organizaciones y corrientes de orientación socialdemócrata las cuales, al igual que otras corrientes ideológicas y políticas que han surgido en las incipientes democracias latinoamericanas, en la mayor parte de los casos han conocido grados muy cuestionables de aceptación popular y éxito político.
Ahora que los mexicanos debemos consagrarnos a la labor de consolidar nuestro aún equívoco régimen democrático, la construcción de opciones políticas viables, responsables y modernas se hace condición imprescindible. Sin duda alguna la socialdemocracia, entendida como una alternativa progresista empeñada en conciliar la necesidad de respetar la libertad individual con el imperativo de implantar equilibrio social y bienestar compartido, será una de estas opciones.
Las primeras partes del libro se dedican a estudiar a la socialdemocracia como tendencia de pensamiento político fundamental en la historia contemporánea. El primer capítulo hace un breve recorrido por la historia y desarrollo de la socialdemocracia en Europa desde el histórico Congreso de Gotha de 1875 hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial. En el segundo se aborda el tema del Estado bienestar, desde su auge una vez terminada la Segunda Guerra Mundial hasta su crisis, evidenciada por la recesión internacional de los años setenta. El tercer capítulo analiza los vaivenes electorales socialdemócratas que se ha verificado en Europa en el transcurso de las dos últimas décadas. El cuarto trata sobre la polémica que se ha generado en torno a la renovación de la socialdemocracia, la aparición de la tercera vía y el estilo de gobernar de los actuales dirigentes socialdemócratas europeos. Los dos últimos capítulos están consagrados a reflexionar sobre la viabilidad de la socialdemocracia en América Latina y México.
Características muy distintas en los renglones económico, social, político y cultural presenta nuestra región en relación a las sociedades europeas. Las desigualdades sociales (muchas veces abismales), la inexistencia de cultura y de tradiciones democráticas arraigadas, la debilidad de los sistemas de partidos, las palmarias imperfecciones constitucionales, el personalismo, el cuadillismo y la concepción patrimonialista del poder son, entre otros, factores que obstruyen al desarrollo de la democracia en América Latina. En este contexto, pensar en la construcción de una alternativa de centro izquierda viable debe, como premisa fundamental, tener en cuenta el ominoso peso de nuestras realidades.
A pesar de los grandes obstáculos que la democracia debe enfrentar en América Latina, esta región ha sido testigo del surgimiento de opciones inspiradas en la socialdemocracia europea. Sin embargo, estas opciones han contado con poca fortuna en el momento de ocupar el gobierno, ya sea por que caen en la tentación populista o por que se ven compelidas a aplicar las recetas neoliberales.
Por otra parte, se ha afirmado que en México el PRI, durante las décadas que ha gobernado al país, ha adoptado algunas de las políticas propias de la socialdemocracia. Sin embargo, el PRI gobernó al país, fundamentalmente, bajo una lógica autoritaria y clientelista por completo ajena a la socialdemocracia.
Sin embargo, a pesar de los obstáculos y de los fracasos, pensar en la construcción de alternativas socialdemócratas en América Latina tiene sentido, precisamente por las profundas desigualdades sociales que nos afectan y por la necesidad que tenemos de arraigar auténticos regímenes democráticos. La socialdemocracia tiene como fundamental premisa la instauración de un estado social democrático y de derecho que no renuncie bajo ninguna circunstancia a su compromiso como garante de parámetros mínimos de derechos y bienestar para la población. Ese es él al que los socialdemócratas latinoamericanos deben dedicar su actividad política, frente a la palmaria realidad que presenta una derecha incapaz de presentar propuestas verdaderamente integrales y de largo alcance en lo concerniente a la política social, y que no esta interesada en respetar y tolerar de manera irrestricta las decisiones que los ciudadanos toman respecto a su vida personal.
La socialdemocracia latinoamericana deberá adaptarse a las realidades que cada país de la región presenta en los terrenos económicos, políticos y sociales. Una socialdemocracia mexicana que pretenda tener éxito ajustarse a estos imperativos, Constituir una alternativa incluyente y flexible que sepa alejarse lo más posible de ataduras ideológicas. Sin embargo, inmersos, como estamos, en una etapa de transformaciones históricas, en el contexto de un mundo globalizante en constante y vertiginosa evolución, deberá defender valores que se mantienen imperturbables: tiene la obligación de aspirar a una sociedad en la que el hombre, como individuo, alcance plena dignidad en la cultura, en el trabajo, en la seguridad y en la salud; y, como integrante de la sociedad, afirme los sentimientos de solidaridad, tolerancia y de búsqueda del bienestar colectivo.
En lo político, la socialdemocracia deberá ser patrocinadora de la democratización, pero en el entendido de que esta labor requiere de ritmos adecuados para garantizar su éxito. En México, es vital para nuestro futuro democrático el saber acompasar los cambios. Lo que está en juego es la construcción de una nueva cultura política basada en la tolerancia y en la pluralidad. Se trata, sin duda, de un proceso largo y complejo que demanda la participación activa y constante de toda la sociedad. Se debe insistir en que la tarea de la transformación nacional es un ejercicio de corresponsabilidad, que a todos involucra y a todos compromete.
Por eso es que se deberá procurar impulsar reformas que no descuiden el problema de la gobernabilidad. La búsqueda de la gobernabilidad democrática es una de las prioridades esenciales hacia el siglo XXI de nuestro país. La democratización necesitará de una etapa de maduración para garantizar su arraigo y estabilidad. Para ello, se deberá trabajar en la construcción de un régimen de partidos verdaderamente fuerte y representativo, en el desarrollo de diseños constitucionales capaces de asegurar en la mayor medida posible el buen desempeño de la actividad gubernamental, en fortalecer nuestro federalismo y en fomentar la responsabilidad política de los principales actores sociales. Si no somos capaces de lograr esta gobernabilidad democrática, México será susceptible de caer, nuevamente en la tentación autoritaria.
En lo económico, la propuesta socialdemócrata tiene que ver, sobre todo con el papel que desempeña el Estado en la economía. La crisis del denominado “Estado bienestar” nos ha obligado a repensar sobre los alcances y límites de la actividad gubernamental. Resulta claro que el Estado propietario y omnímodo que en todo pretende intervenir e influir ya no corresponde a las necesidades impuestas por las realidades del fin de siglo. La revolución científica y tecnológica, la intensificación de los vínculos comerciales y económicos entre las naciones, y la necesidad de incrementar nuestra capacidad competitiva con el exterior son algunos de los factores que nos han obligado a emprender una redimensionamiento del aparato estatal. En nuestros días, ya es inconcebible un Estado obeso, despilfarrador y propietario. Se imponen criterios de racionalidad en la distribución de los recursos, eficiencia administrativa e impulso al sector privado.
Sin embargo, esto no significa que el Estado deba abandonar por completo su injerencia en el desarrollo económico y social de un país en un país en vías de desarrollo, como es el nuestro. El Estado moderno debe efectuar sus funciones de forma eficaz, para disminuir costos y maximizar beneficios para la sociedad. Necesita saber impulsar al sector privado, para convertirlo en el motor principal de la actividad económica, pero también es indispensable que se preocupe en propiciar igualdad de oportunidades a través de una justa distribución del ingreso. No es posible concebir una nación justa sin un Estado que dedique buena parte de sus energías y recursos a atender las demandas sociales más elementales, como son salud, educación y vivienda. En México, la lucha contra la pobreza y la inequidad es, y seguirá siendo, una de las misiones estatales fundamentales.
Finalmente, una alternativa de socialdemocracia renovada en México deberá siempre actuar con aquella altura intelectual de los partidos que no asumen un “credo de cruzada”, sino una actitud profundamente crítica del entorno real, y, como lo propuso Crossman, utilizando una filosofía “escéptica pero no cínica; independiente, pero no neutral; racional, pero no dogmáticamente racionalista”.