jueves, 25 de marzo de 2010
Respuesta a Jorge Castañeda
Perdóname, querido Jorge que difiera nuevamente de tus puntos de vista, pero en lo personal me parece imprescindible defender la pluralidad política en México. Me permití hacer algunos comentarios al artículo que publicaste hoy en Reforma :
Dices: "La proporcionalidad perfecta como proponen el PRD y algunos analistas, inspirada en el modelo alemán, parece más democrática y sí permite la plena expresión de las minorías. Su desventaja es, como lo vemos en México, la parálisis."
Digo yo: En México no tenemos un sistema "proporcional perfecto". Lo que en esencia tenemos es un sistema tripartidista cuyos principales protagonistas no permiten la apertura a nuevas expresiones. Nuestra ley es una de las más restrictivas del mundo en lo concerniente a la posibilidad de participar en comicios (como bien te consta). La triada está protegida, con lo que muchas expresiones políticas genuinas se encuentran sin voz en México. Eso no es justo, ni democrático.
Dices: “La generación de mayorías tiene la ventaja de la gobernabilidad y da al Presidente una mayoría al menos tres años para poner en práctica su programa. Su inconveniente radica en la sobrerrepresentación, que puede ser excesiva y con el riesgo de borrar minorías. Hay que optar: he optado por el sistema mayoritario desde mi libro Somos Muchos en 2004, y en particular en el ensayo con Aguilar Camín que publicamos en Nexos. Las posturas no son conciliables, se pueden atemperar pero no compatibilizar”.
Digo yo: “Muy bien Jorge, pero ahora explícame la meridiana contradicción en que caes. Tú has hecho una certera y profunda crítica a los partidos dominantes del México actual y has luchado para que el sistema se abra a la participación de candidatos independientes, lo cual mucho te honra, pero también nos dices que quieres que un solo partido con mayoría sólida maneje la mayoría en el Congreso para garantizar la gobernbilidad. En ese caso, dejemos de luchar por candidaturas independientes y permitamos que el PRI y PAN definan la mayoría absoluta en el congreso en distritos uninominales, para que el ganador goce de una clara mayoría y gobierne sin obstáculos. ¿Para qué queremos Jorges Castañedas y candidatos independientes que podrían perturbar la buena marcha de la mayoría absoluta? (Por cierto, ¿Sabes que efectos tuvo para la dichosa gobernabilidad la presencia de más de un centenar de independientes en la Duma rusa durante el régimen de Yeltsin. Échale un ojo, te va a interesar)
Por otra parte, ¿Cómo es posible que pidas reelección legislativa con el argumento de que los ciudadanos tendrán mayor posibilidad de llamar a cuentas a sus representantes al mismo tiempo que ponderas como un bien mayor la obtención por parte de un partido de mayoría absoluta en las Cámaras para poder aplicar su programa de gobierno. Es obvio que para lograr esa gobernabilidad sin mácula de la que nos hablas la disciplina de voto de los parlamentarios a las directrices de la dirigencia partidista sería indispensable. Entonces, ¿Dónde quedó la dizque llamada a cuentas ciudadana?
Dices: “Ni la proporcionalidad perfecta ni el sistema mayoritario son válidos para todos los países todo el tiempo. Depende de cada país en cada coyuntura. En Alemania la proporcionalidad perfecta ha funcionado porque ha existido un amplio consenso a lo largo de estos cinco años entre los principales partidos. En Francia, en los 80 cuando Mitterrand la restableció, no dio resultados.”
Digo: Perdóname Jorge, pero el resultado de las elecciones parlamentarias de 1986 en Francia, únicas que funcionaron con la reforma de Mitterrand, fue exactamente el mismo qué el que hubiese arrojado una elección con el sistema tradicional a dos vueltas: mayoría de la alanza de centro derecha UDF-Gaullistas, la cual gobernó aplicando sin mayores obstáculos su programa de gobierno con Chirac como primer ministro. ¿Te acuerdas? Digo, exactamente el mismo resultado. Entonces, ¿Por qué dices que no funcionó? La centroderecha volvió al sistema de dos vueltas por que le convenía, únicamente por eso. Pero de ahí a que no haya funcionado para efectos de la gobernabilidad hay una distancia.
Dices. “Para México hoy me parece preferible el sistema mayoritario, eso no quiere decir que sea permanentemente idóneo, ni para este país ni para otros. La razón es que el país requiere de capacidad de decisión. Las mayorías se pueden lograr mediante segunda vuelta en las elecciones legislativas o eliminando el candado de sobrerrepresentación y/o restableciendo la cláusula de gobernabilidad o alineando las elecciones legislativas con las presidenciales -propuestas ya adelantas por Aguilar Camín y por mí. Todas tienen ventajas y desventajas. Todas logran más o menos el mismo objetivo.”
Digo: Vuelvo a lo mismo, si la prioridad es la gobernabilidad y los partidos que tenemos son los indicados ¿Para qué tomarse la molesta en participar? ¿De qué sirve lanzarse como independiente? ¿Qué justifica la critica a la “partidocracia”? Mejor pedimos nuestra afiliación al PRI o al PAN y ya está ¡A trabajar en aras de la gobernabilidad!
Y sobre todo, ¿Para qué diablos querríamos que un intelectual independiente eventualmente llegara a la presidencia del país sin el apoyo en las cámaras de una mayoría absoluta y disciplinada bajo la férula de un partido?
Dices: “El país tiene un gran futuro sólo con reformas de gran calado. Por eso, hoy en día, se necesita un sistema que dé al Presidente la posibilidad de aplicar el programa por el cual fue electo, y que puede ser rectificado en elecciones de medio periodo si así quieren los ciudadanos”.
Digo: Jorge, la dicotomía que manejas multiupartidismo = desmadre, gobierno de mayoría = progreso es completamente falsa y basta con darse una asomadita a la experiencia internacional para darse cuenta de ello. Aquí varios botones de muestra:
¿Qué me dices de Brasil, impresionante país que se asoma como una potencia del siglo XXI, donde Cardoso y Lula han sacado adelante reformas de gran caldo pese a que en el congreso brasileño coexisten ¡más de una decena de partidos!?
O Uruguay, país extraordinariamente estable que sale adelante con los partidos Blanco, Colorado y la más de una decena de organizaciones que integran el Frente Amplio, actualmente en el poder
O Chile, otro buen ejemplo de desarrollo y estabilidad, donde bajo la cobertura de dos grandes coaliciones tienen presencia en el parlamento la UDI, los Renos, el PSCh, el PPD, el PRSD, el PD, los humanistas y los comunistas.
¿Qué pasó en Colombia, donde el ineficaz bipartidismo tradicional liberal-conservador (cuántos gobiernos colombianos gozaron de mayoría en las cámaras, y ya ves) quebró para dar lugar a un sistema de partidos más abierto y mucho más funcional?
¿Por qué Italia (Sí, la desmadrosa Italia, donde le echaban la culpa de todo al proporcionalismo y la partitocrazia) regresó al proporcionalismo?
¿Por qué tronó el tradicional bipartidismo radical-perionista en Argentina? ¿Qué sucedió cuando los peronistas (con Menem) y los radicales (con de la Rúa) y nuevamente los peronistas con Kirchner pudieron aplicar sin trabas sus programas de gobierno gracias a que contaban con mayorías parlamentarias? ¿Es eso un ejemplo a seguir?
¿Por qué en el Reino Unido el parlamento acaba de aprobar un sistema electoral que supone la aplicación de un tipo de correctivo presidencial (sistema de voto único alternativo, se llama) que daría al traste con el gobierno de mayoría para dar lugar a la posibilidad del gobierno de coaliciones?
Dices: “Entiendo la preferencia de otros por el empate tripartidista. No entiendo a quienes buscan conciliar ambos sistemas, ni a quienes evitan escoger entre ellos”.
Digo: Otra falsa dicotomía. La discusión sobre el sistema de partidos va más allá de la de gobierno de mayoría Vs el tripartidismo actual a la mexicana. En concreto, nosotros proponemos:
a. Un sistema electoral y de representación política que promueva la construcción de ciudadanía y la participación ciudadana en la formación y el ejercicio del poder público, mediante la apertura del sistema de partidos y las candidaturas a cargos de elección popular, de tal forma que se superen el ambiente de descrédito y la pérdida de legitimidad de nuestra frágil e incipiente democracia. En este sentido, hace falta señalar que, desde la promulgación de la ley electoral federal de 1946, han regido disposiciones destinadas a restringir la creación y participación de nuevos partidos. De hecho, nuestra legislación electoral ha sido un caso sui generis a nivel internacional, pues prácticamente en ninguna democracia del mundo se exigen tantos requisitos para la constitución y registro de nuevos partidos, al mismo tiempo que se mantiene el monopolio de registro de candidatos a favor de los partidos existentes. En las democracias consolidadas, existen criterios diferenciados para el registro de los partidos políticos. Se exigen diferentes condiciones para participar en elecciones, para recibir recursos públicos y para lograr acceder a la representación parlamentaria.
b. Generar mayores incentivos para la participación política ciudadana y por asumir el genuino sentido de la pluralidad en las democracias constitucionales, para lo cual se requiere romper el círculo vicioso de las reglas que pervierten a los institutos políticos desde su creación, levantar las restricciones que aún pesan sobre el ejercicio del derecho de asociación política y permitir la participación de candidatos independientes a cargos de elección popular. Se trata de abrir la competencia sin debilitar el sistema de partidos, como lo han hecho y lo prueban las experiencias de otros países en donde participar en elecciones es fácil, aunque con exigencias mayores para acceder al parlamento y, sobre todo, para recibir financiamiento público.
c. Establecer la figura del “registro condicionado al resultado electoral”, con requisitos asequibles a la ciudadanía y a sus organizaciones políticas para tener derecho a participar en elecciones, lo cual no implica utilizar recursos públicos para ello. Esto significa que una organización política pueda obtener “registro condicionado” y aparecer en las boletas electorales como partido político nacional acreditando el apoyo en firmas de un porcentaje mínimo del padrón, contar con declaración de principios, programa y estatutos y comprobar actividad política previa a nivel nacional; que un partido político con registro condicionado pueda validar su registro y obtener el reembolso de gastos de campaña si, y sólo si, cumple cabalmente con las obligaciones establecidas en ley en materia de transparencia y rendición de cuentas, hasta por el monto que para tal efecto se haya establecido, y siempre y cuando haya obteniendo al menos el 1% de la votación efectiva; que un partido con registro condicionado tenga el derecho a la asignación de legisladores por el principio de representación proporcional cuando obtenga al menos el 2% de la votación nacional efectiva (en el marco de un sistema electoral mixto, con 50 por ciento de mayoría y 50 por ciento de representación proporcional para la integración de la Cámara de Diputados).
martes, 23 de marzo de 2010
China y su obsoleta Realpolitik
Los dirigentes chinos son uno de los principales problemas que deberá enfrentar el mundo en el siglo XXI. La dictadura del PCCH mantiene una obsoleta visión de realpolitik basada en esquemas y ópticas cortoplazistas y “westfalianas” (soberanista a ultranza) que deberá ser rebasada si el siglo XXI pretende ser aunque sea un poco menos violento que la pasada centuria. Esto no quiere decir que Estados Unidos, Europa y, sobre todo, Rusia, no pequen (en mayor o menor medida) de mantener visiones realistas en sus relaciones internacionales, pero las democracias liberales en alguna medida han logrado matizar las ambiciones demasiado desmedidas o egocéntricas de sus gobiernos, mientras que la dictadura China no tiene absolutamente ningún contrapeso que ayude a moderar los atentados que constantemente perpetran contra el orden internacional
Fue Bismarck quien inauguró el concepto de Realpolitik siguiendo principios acuñados por Metternich tras las guerras napoleónicas: una política exterior fundada exclusivamente en el interés nacional, en desmedro de cualquier actitud de solidaridad con otros pueblos y alejada de los principios de generales de ética. Claro que a Bismarck, igual que a muchos de sus antecesores y sucesores en las aventuras de la política internacional, le funcionó la receta de la Realpolitik en la lucha por hacer más grande a sus Estado, pero el problema qué tenemos hoy consiste en que el planeta ya no da para soportar que las naciones resuelvan sus disputas mediante la ley del más fuerte o del más astuto. Los recursos se acaban, el medio ambiente declina y las armas nucleares hacen inviable la resolución de disputas entre las potencias mediante conflictos armados, como sucedía en las gloriosas épocas de Alejandro, Napoleón o Julio César.
Sólo el establecimiento de sistemas en los que las naciones puedan a arribar a consensos sobre sus conflictos de interés y en los que se responsabilicen mutuamente a sacar adelante los acuciantes temas. Ahora que mi amigo Rodolfo Santos trabajo en un libro la historia, panorama actual y perspectivas del G8/20 nos damos cuenta que pese a sus limitaciones esta instancia tuvo la posibilidad de generar acuerdos trascendentales en materia de política exterior entre las principales democracias en el mundo. Quizá en su momento no se notó y las cumbres parecían ser solo photo ops irrelevantes, pero decisiones clave en política económica y comercial, así como en los terrenos de la paz y seguridad internacional, se adoptaron en este ámbito de negociación. Pero la unilateralidad del gobierno de Bush y ahora las reticencias de China a aceptar someterse a unas reglas del juego mundiales que la obligarían a renunciar al cortoplacismo y al hiperrealismo hacen que el futuro del ahora g 20 sea demasiado prometedor. Sencillamente se ha roto el consenso sobre cuáles son las formas para tratar de resolver los grandes temas mundiales, y las autoridades chinas son las principales (si bien no las únicas) responsables.
Fue Bismarck quien inauguró el concepto de Realpolitik siguiendo principios acuñados por Metternich tras las guerras napoleónicas: una política exterior fundada exclusivamente en el interés nacional, en desmedro de cualquier actitud de solidaridad con otros pueblos y alejada de los principios de generales de ética. Claro que a Bismarck, igual que a muchos de sus antecesores y sucesores en las aventuras de la política internacional, le funcionó la receta de la Realpolitik en la lucha por hacer más grande a sus Estado, pero el problema qué tenemos hoy consiste en que el planeta ya no da para soportar que las naciones resuelvan sus disputas mediante la ley del más fuerte o del más astuto. Los recursos se acaban, el medio ambiente declina y las armas nucleares hacen inviable la resolución de disputas entre las potencias mediante conflictos armados, como sucedía en las gloriosas épocas de Alejandro, Napoleón o Julio César.
Sólo el establecimiento de sistemas en los que las naciones puedan a arribar a consensos sobre sus conflictos de interés y en los que se responsabilicen mutuamente a sacar adelante los acuciantes temas. Ahora que mi amigo Rodolfo Santos trabajo en un libro la historia, panorama actual y perspectivas del G8/20 nos damos cuenta que pese a sus limitaciones esta instancia tuvo la posibilidad de generar acuerdos trascendentales en materia de política exterior entre las principales democracias en el mundo. Quizá en su momento no se notó y las cumbres parecían ser solo photo ops irrelevantes, pero decisiones clave en política económica y comercial, así como en los terrenos de la paz y seguridad internacional, se adoptaron en este ámbito de negociación. Pero la unilateralidad del gobierno de Bush y ahora las reticencias de China a aceptar someterse a unas reglas del juego mundiales que la obligarían a renunciar al cortoplacismo y al hiperrealismo hacen que el futuro del ahora g 20 sea demasiado prometedor. Sencillamente se ha roto el consenso sobre cuáles son las formas para tratar de resolver los grandes temas mundiales, y las autoridades chinas son las principales (si bien no las únicas) responsables.
lunes, 22 de marzo de 2010
Frase para ser escrita en letras de oro en la Cámara de Diputados.
jueves, 18 de marzo de 2010
Nueva Propuesta al Senado de Reforma Política
México D.F., a 11 de marzo de 2010
SEN. CARLOS NAVARRETE RUÍZ
Presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido de la Revolución Democrática
SEN. GUSTAVO ENRIQUE MADERO MUÑOZ
Presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional
SEN. SENADOR MANLIO FABIO BELTRONES RIVERA
Presidente del Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Revolucionario Institucional
SEN. FRANCISCO AGUNDIS ARIAS
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Verde Ecologista de México
SEN. LUIS MALDONADO VENEGAS
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Convergencia
SEN. ALBERTO ANAYA GUTIÉRREZ
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido del Trabajo
P R E S E N T E S
La reforma política debe atender, desde nuestro punto de vista, tres exigencias indispensables para la consolidación de la democracia y para un ejercicio de gobierno eficaz en el marco de la pluralidad:
1. Garantizar que los cambios en el diseño, los mecanismos y los procedimientos de las instituciones democráticas establezcan las condiciones y los incentivos necesarios para la construcción de acuerdos en el ámbito del Poder Legislativo Federal y, sobre esta base, generar una relación funcional entre éste y el Poder Ejecutivo Federal. Esto supone desechar la pretensión, a la vez autoritaria y simplista, de resolver los retos de la pluralidad a través de la supresión o la reducción de la pluralidad misma. Y supone también asegurar que los acuerdos para la formación de mayorías y la elaboración de la agenda legislativa sean una expresión de responsabilidad y transparencia. Por ello manifestamos lo siguiente:
a. Reconocemos en los proyectos de reforma del PRI y el PRD elementos significativos a favor de la incorporación de principios, mecanismos y procedimientos parlamentarios, orientados a la funcionalidad del sistema presidencial en el marco de la pluralidad, como la ratificación del gabinete, el nuevo formato presidencial y la moción de censura.
b. Observamos en los proyectos del Ejecutivo y del PRI un compromiso a favor del fortalecimiento del Poder Legislativo, mediante la reelección de los representantes en ese ámbito (siempre y cuando no se combine con la segunda vuelta y otras restricciones directas a la pluralidad).
c. Rechazamos, en cambio, las propuestas del Ejecutivo para reducir la pluralidad a su mínima expresión, a través de la segunda vuelta en las elecciones presidencial y legislativa (que conducen a un formato bipartidista) y del incremento del porcentaje (al 4 por ciento) para la preservación del registro de los partidos y la obtención de representación parlamentaria, así como la intención del Ejecutivo y del PRI de reducir el componente de la representación proporcional en la integración de la Cámara de Diputados.
2. Corregir las distorsiones legislativas e institucionales que, si bien no son materia propia del ámbito electoral, lo afectan directamente y, en los hechos, anulan las condiciones imprescindibles para el desarrollo de contiendas equitativas, sobre todo por la intervención abierta o encubierta de recursos públicos provenientes de los gobiernos federal, estatales y municipales, así como por la persistente participación de los llamados poderes fácticos en las campañas políticas que, en la práctica, han adquirido cada vez mayor peso en la formación y en el ejercicio del poder público, en contra de los principios más elementales de la representación política democrática, situando por encima de los intereses generales la representación y promoción de intereses particulares. En este sentido, proponemos:
a. El fortalecimiento de la pluralidad en los congresos locales y el establecimiento de la función electoral con carácter nacional, mediante bases constitucionales generales con ese fin, de tal modo que se fijen límites democráticos al ejercicio del poder público de los gobernadores y el jefe de gobierno del Distrito Federal. El objetivo es revertir una de las paradojas de la transición a la democracia que, al acotar o suprimir los poderes extra constitucionales del viejo régimen presidencial, no sustituyó los contrapesos centralistas y autoritarios por contrapesos y controles democráticos y, con esa omisión, abrió paso a la conformación de poderes sin límites efectivos en los ámbitos de las entidades federativas.
b. Poner fin a la intervención apenas simulada de recursos ilícitos, provenientes de empresas, sindicatos y crimen organizado, para la promoción de candidaturas y, en efecto, para la formación y el ejercicio de los órganos del poder público, violando con ello la legislación electoral y los principios básicos para contiendas electorales transparentes y equitativas.
3. Regular y garantizar en los hechos el derecho ciudadano de asociación y participación política y, por lo tanto, el derecho a votar y ser votados, como derechos imprescindibles en cualquier democracia, expresamente consagrados en nuestra Constitución, pero restringidos en la práctica y, peor aún, colocados en la mira de quienes pretenden, como lo hace el Ejecutivo en su proyecto de reformas, reducir la pluralidad a su mínima expresión. Con esos fines nos pronunciamos:
a. Por un sistema electoral y de representación política que promueva la construcción de ciudadanía y la participación ciudadana en la formación y el ejercicio del poder público, mediante la apertura del sistema de partidos y las candidaturas a cargos de elección popular, de tal forma que se superen el ambiente de descrédito y la pérdida de legitimidad de nuestra frágil e incipiente democracia. En este sentido, hace falta señalar que, desde la promulgación de la ley electoral federal de 1946, han regido disposiciones destinadas a restringir la creación y participación de nuevos partidos. De hecho, nuestra legislación electoral ha sido un caso sui generis a nivel internacional, pues prácticamente en ninguna democracia del mundo se exigen tantos requisitos para la constitución y registro de nuevos partidos, al mismo tiempo que se mantiene el monopolio de registro de candidatos a favor de los partidos existentes. En las democracias consolidadas, existen criterios diferenciados para el registro de los partidos políticos. Se exigen diferentes condiciones para participar en elecciones, para recibir recursos públicos y para lograr acceder a la representación parlamentaria.
b. Por generar mayores incentivos para la participación política ciudadana y por asumir el genuino sentido de la pluralidad en las democracias constitucionales, para lo cual se requiere romper el círculo vicioso de las reglas que pervierten a los institutos políticos desde su creación, levantar las restricciones que aún pesan sobre el ejercicio del derecho de asociación política y permitir la participación de candidatos independientes a cargos de elección popular. Se trata de abrir la competencia sin debilitar el sistema de partidos, como lo han hecho y lo prueban las experiencias de otros países en donde participar en elecciones es fácil, aunque con exigencias mayores para acceder al parlamento y, sobre todo, para recibir financiamiento público.
c. Por establecer la figura del “registro condicionado al resultado electoral”, con requisitos asequibles a la ciudadanía y a sus organizaciones políticas para tener derecho a participar en elecciones, lo cual no implica utilizar recursos públicos para ello. Esto significa que una organización política pueda obtener “registro condicionado” y aparecer en las boletas electorales como partido político nacional acreditando el apoyo en firmas de un porcentaje mínimo del padrón, contar con declaración de principios, programa y estatutos y comprobar actividad política previa a nivel nacional; que un partido político con registro condicionado pueda validar su registro y obtener el reembolso de gastos de campaña si, y sólo si, cumple cabalmente con las obligaciones establecidas en ley en materia de transparencia y rendición de cuentas, hasta por el monto que para tal efecto se haya establecido, y siempre y cuando haya obteniendo al menos el 1% de la votación efectiva; que un partido con registro condicionado tenga el derecho a la asignación de legisladores por el principio de representación proporcional cuando obtenga al menos el 2% de la votación nacional efectiva (en el marco de un sistema electoral mixto, con 50 por ciento de mayoría y 50 por ciento de representación proporcional para la integración de la Cámara de Diputados).
d. Por establecer que los partidos políticos con registro local puedan postular candidatos a diputados federales y senadores en el ámbito de la entidad federativa que corresponda, recibiendo en consecuencia las prerrogativas y financiamiento en condiciones de equidad respecto de los partidos políticos nacionales.
Estamos convencidos que el esfuerzo para una reforma política orientada a la consolidación democrática y a la eficacia del ejercicio de gobierno en un marco de pluralidad y libertades, quedaría inconcluso si no se aprovecha la oportunidad histórica de ajustar el diseño de las instituciones, sus mecanismos y procedimientos, a estas exigencias; si no se establecen límites y controles democráticos a los gobiernos de las entidades federativas y de los municipios, así como a los llamados poderes fácticos; y si no se abre el sistema de partidos y se incorpora y garantiza el derecho a candidaturas independientes a cargos de elección popular.
No puede haber democracia sin ciudadanía. No puede haber ciudadanía sin derechos universales y efectivos de participación política. La disyuntiva es clara: o consolidamos una democracia de verdad que, en la pluralidad, permita responder a las demandas de desarrollo y bienestar de la sociedad, o corremos el riesgo de destruir la democracia que aún no hemos sido capaces de construir con la calidad, la eficiencia, la responsabilidad, el compromiso ético y la transparencia que la ciudadanía demanda con toda razón.
SEN. CARLOS NAVARRETE RUÍZ
Presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido de la Revolución Democrática
SEN. GUSTAVO ENRIQUE MADERO MUÑOZ
Presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional
SEN. SENADOR MANLIO FABIO BELTRONES RIVERA
Presidente del Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Revolucionario Institucional
SEN. FRANCISCO AGUNDIS ARIAS
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Verde Ecologista de México
SEN. LUIS MALDONADO VENEGAS
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Convergencia
SEN. ALBERTO ANAYA GUTIÉRREZ
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido del Trabajo
P R E S E N T E S
La reforma política debe atender, desde nuestro punto de vista, tres exigencias indispensables para la consolidación de la democracia y para un ejercicio de gobierno eficaz en el marco de la pluralidad:
1. Garantizar que los cambios en el diseño, los mecanismos y los procedimientos de las instituciones democráticas establezcan las condiciones y los incentivos necesarios para la construcción de acuerdos en el ámbito del Poder Legislativo Federal y, sobre esta base, generar una relación funcional entre éste y el Poder Ejecutivo Federal. Esto supone desechar la pretensión, a la vez autoritaria y simplista, de resolver los retos de la pluralidad a través de la supresión o la reducción de la pluralidad misma. Y supone también asegurar que los acuerdos para la formación de mayorías y la elaboración de la agenda legislativa sean una expresión de responsabilidad y transparencia. Por ello manifestamos lo siguiente:
a. Reconocemos en los proyectos de reforma del PRI y el PRD elementos significativos a favor de la incorporación de principios, mecanismos y procedimientos parlamentarios, orientados a la funcionalidad del sistema presidencial en el marco de la pluralidad, como la ratificación del gabinete, el nuevo formato presidencial y la moción de censura.
b. Observamos en los proyectos del Ejecutivo y del PRI un compromiso a favor del fortalecimiento del Poder Legislativo, mediante la reelección de los representantes en ese ámbito (siempre y cuando no se combine con la segunda vuelta y otras restricciones directas a la pluralidad).
c. Rechazamos, en cambio, las propuestas del Ejecutivo para reducir la pluralidad a su mínima expresión, a través de la segunda vuelta en las elecciones presidencial y legislativa (que conducen a un formato bipartidista) y del incremento del porcentaje (al 4 por ciento) para la preservación del registro de los partidos y la obtención de representación parlamentaria, así como la intención del Ejecutivo y del PRI de reducir el componente de la representación proporcional en la integración de la Cámara de Diputados.
2. Corregir las distorsiones legislativas e institucionales que, si bien no son materia propia del ámbito electoral, lo afectan directamente y, en los hechos, anulan las condiciones imprescindibles para el desarrollo de contiendas equitativas, sobre todo por la intervención abierta o encubierta de recursos públicos provenientes de los gobiernos federal, estatales y municipales, así como por la persistente participación de los llamados poderes fácticos en las campañas políticas que, en la práctica, han adquirido cada vez mayor peso en la formación y en el ejercicio del poder público, en contra de los principios más elementales de la representación política democrática, situando por encima de los intereses generales la representación y promoción de intereses particulares. En este sentido, proponemos:
a. El fortalecimiento de la pluralidad en los congresos locales y el establecimiento de la función electoral con carácter nacional, mediante bases constitucionales generales con ese fin, de tal modo que se fijen límites democráticos al ejercicio del poder público de los gobernadores y el jefe de gobierno del Distrito Federal. El objetivo es revertir una de las paradojas de la transición a la democracia que, al acotar o suprimir los poderes extra constitucionales del viejo régimen presidencial, no sustituyó los contrapesos centralistas y autoritarios por contrapesos y controles democráticos y, con esa omisión, abrió paso a la conformación de poderes sin límites efectivos en los ámbitos de las entidades federativas.
b. Poner fin a la intervención apenas simulada de recursos ilícitos, provenientes de empresas, sindicatos y crimen organizado, para la promoción de candidaturas y, en efecto, para la formación y el ejercicio de los órganos del poder público, violando con ello la legislación electoral y los principios básicos para contiendas electorales transparentes y equitativas.
3. Regular y garantizar en los hechos el derecho ciudadano de asociación y participación política y, por lo tanto, el derecho a votar y ser votados, como derechos imprescindibles en cualquier democracia, expresamente consagrados en nuestra Constitución, pero restringidos en la práctica y, peor aún, colocados en la mira de quienes pretenden, como lo hace el Ejecutivo en su proyecto de reformas, reducir la pluralidad a su mínima expresión. Con esos fines nos pronunciamos:
a. Por un sistema electoral y de representación política que promueva la construcción de ciudadanía y la participación ciudadana en la formación y el ejercicio del poder público, mediante la apertura del sistema de partidos y las candidaturas a cargos de elección popular, de tal forma que se superen el ambiente de descrédito y la pérdida de legitimidad de nuestra frágil e incipiente democracia. En este sentido, hace falta señalar que, desde la promulgación de la ley electoral federal de 1946, han regido disposiciones destinadas a restringir la creación y participación de nuevos partidos. De hecho, nuestra legislación electoral ha sido un caso sui generis a nivel internacional, pues prácticamente en ninguna democracia del mundo se exigen tantos requisitos para la constitución y registro de nuevos partidos, al mismo tiempo que se mantiene el monopolio de registro de candidatos a favor de los partidos existentes. En las democracias consolidadas, existen criterios diferenciados para el registro de los partidos políticos. Se exigen diferentes condiciones para participar en elecciones, para recibir recursos públicos y para lograr acceder a la representación parlamentaria.
b. Por generar mayores incentivos para la participación política ciudadana y por asumir el genuino sentido de la pluralidad en las democracias constitucionales, para lo cual se requiere romper el círculo vicioso de las reglas que pervierten a los institutos políticos desde su creación, levantar las restricciones que aún pesan sobre el ejercicio del derecho de asociación política y permitir la participación de candidatos independientes a cargos de elección popular. Se trata de abrir la competencia sin debilitar el sistema de partidos, como lo han hecho y lo prueban las experiencias de otros países en donde participar en elecciones es fácil, aunque con exigencias mayores para acceder al parlamento y, sobre todo, para recibir financiamiento público.
c. Por establecer la figura del “registro condicionado al resultado electoral”, con requisitos asequibles a la ciudadanía y a sus organizaciones políticas para tener derecho a participar en elecciones, lo cual no implica utilizar recursos públicos para ello. Esto significa que una organización política pueda obtener “registro condicionado” y aparecer en las boletas electorales como partido político nacional acreditando el apoyo en firmas de un porcentaje mínimo del padrón, contar con declaración de principios, programa y estatutos y comprobar actividad política previa a nivel nacional; que un partido político con registro condicionado pueda validar su registro y obtener el reembolso de gastos de campaña si, y sólo si, cumple cabalmente con las obligaciones establecidas en ley en materia de transparencia y rendición de cuentas, hasta por el monto que para tal efecto se haya establecido, y siempre y cuando haya obteniendo al menos el 1% de la votación efectiva; que un partido con registro condicionado tenga el derecho a la asignación de legisladores por el principio de representación proporcional cuando obtenga al menos el 2% de la votación nacional efectiva (en el marco de un sistema electoral mixto, con 50 por ciento de mayoría y 50 por ciento de representación proporcional para la integración de la Cámara de Diputados).
d. Por establecer que los partidos políticos con registro local puedan postular candidatos a diputados federales y senadores en el ámbito de la entidad federativa que corresponda, recibiendo en consecuencia las prerrogativas y financiamiento en condiciones de equidad respecto de los partidos políticos nacionales.
Estamos convencidos que el esfuerzo para una reforma política orientada a la consolidación democrática y a la eficacia del ejercicio de gobierno en un marco de pluralidad y libertades, quedaría inconcluso si no se aprovecha la oportunidad histórica de ajustar el diseño de las instituciones, sus mecanismos y procedimientos, a estas exigencias; si no se establecen límites y controles democráticos a los gobiernos de las entidades federativas y de los municipios, así como a los llamados poderes fácticos; y si no se abre el sistema de partidos y se incorpora y garantiza el derecho a candidaturas independientes a cargos de elección popular.
No puede haber democracia sin ciudadanía. No puede haber ciudadanía sin derechos universales y efectivos de participación política. La disyuntiva es clara: o consolidamos una democracia de verdad que, en la pluralidad, permita responder a las demandas de desarrollo y bienestar de la sociedad, o corremos el riesgo de destruir la democracia que aún no hemos sido capaces de construir con la calidad, la eficiencia, la responsabilidad, el compromiso ético y la transparencia que la ciudadanía demanda con toda razón.
martes, 16 de marzo de 2010
"Ciudadanos" contra políticos: el caso de Italia
Por fin pude ver la estupenda película Il Divo, basada en los últimos años en el poder de Giulio Andreotti, viejo zorro de la política italiana durante un periodo asaz turbio y complicado. Cuando uno reflexiona sobre un político profesional como Andreotti, siete veces jefe de gobierno y sempiterno dirigente de la desaparecida Democracia Cristiana, no se puede evitar darse cuenta de cuán falaz es el discurso pretendidamente "ciudadano" que algunos esgrimen para tratar de enterrar a la clase política con el agumento de que los políticos no están a la altura de los "impolutos" ciudadanos a quienes dicen representar. Italia es el caso más claro que demuestra la falsedad de ese discurso que hoy abajofirmantes y anulistas nos quieren endilgar en México. La vieja clase política italiana fue barrida por corrupta para ser sustituida por unos gobernantes aún más corruptos, ineficientes y pedestres pero, eso sí, muy "ciudadanos". Silvio Berlusconi es su epítome.
"Que todo cambie para que todo permanezca igual"; la vieja fórmula gatopardiana cobró plena vigencia en su país de origen. Tras varios años de haberse suscitado la histórica rebelión de un electorado harto de inestabilidad y corrupción, que llevó a la espectacular caída en desgracia de casi la totalidad de la clase política tradicional, los italianos son testigos hoy de como sus nuevos dirigentes no solo han sido incapaces gobernar con honradez y eficacia, sino que son aún más venales y frívolos que sus vilipendiados antecesores. Se trata, como la definió Indro Montanelli, de una generación de “políticos pigmeos”, que hacen aparecer a los turbios Andreottis, Craxis, La Malfas y Martellis del pasado como estadistas añorables.
Por cierto que una de las pocas reformas que concretó la nueva clase política italiana tiene que ver con una propuesta hoy en boga en México: la reduccióin de los espacios para la representación proporcional en el Parlamento. Uno de los males principales que le reprochaban a la llamada Primera República italiana (el sistema que sustituyó a la monarquía parlamentaria tras la Segunda Guerra Mundial) consistió en el exceso de poder que ostentaban sobre el sistema político las burocracia partidistas, fenómeno al que se le conoce como partitocrazia. La solución de los aladides ciudadanos de allá fue aprobar una reforma para hacer que la mayoría de los escaños parlamentarios fueran electos en distritos uininomilaes dizque para que "los parlamentarios tuvieran un contacto más directo con los ciudadanos". Muy ponto se comprobó la ineficacia de dicha medida. Los parlamentarios siguen dependiendo en la misma proporción que antes de las burocracias partidistas y la partitocrazia goza de cabal salud en Italia. ¿Por qué, pues porque los partidos tienen varios mecanismos internos para lograr disciplinar a sus cuadros palamentarios, y eso es válido tanto para sistemas parlmentaristas como para los presidenciales. Cualquiera que se tome la molestia de conocer a fondo estos sistemas se dará cuenta que con la mera implantación de recetas facilonas no basta para obtener resultados genuinamente si no se atacan también los vicios, usos y prácticas que están más arraigadas en una cultura política disfuncional comno la italiana (o la mexicana, para el caso) como lo son el clientelismo, el patrimonialismo, el corporativismno, etc. ¿Cuándo entenderán esto los abajofirmantes? ¿Cuándo se van a poner a estudiar política comparada nuestros politólogos?
En Italia, bajo estas "ciudadanizadas" nuevas reglas electorales se celebraron los comicios de 1994, los cuales marcaron el fin definitivo al viejo sistema de partidos. La Democracia Cristiana sucumbió para dar lugar a formaciones centro derechistas pequeñas. El Partido Socialista desapareció definitivamente de escena. En cambio, surgió como la principal fuerza electoral la formación Forza Italia, una coalición de personalidades y grupos de derecha capitaneada por el empresario y ciudadano Silvio Berlusconi, quien fue designado por el Parlamento para formar gobierno gracias a la alianza que entonces concertó con el líder de los neofascistas (ahora disfrazados bajo nueva denominación) Giafranco Fini y en el dirigente de la Liga Norte, el enjundioso Umberto Bossi.
Todos esperaban que la administración de Berlusconi fuera revolucionaria. Después de todo, se trataba del ascenso al poder de una clase política completamente nueva, "ciudadana", sin nexos con los viejos partidos ni con los intereses que estos representaban y, por lo tanto, comprometidos únicamente con el cambio. Además, la representación proporcional había mnguada en favor de un sistema que supuestamente permitía mayor contacto (y, en consecuencia, mayor rendición de cuentas entre el ciudadano de a pie y su diputado). Pero las esperanzas de reforma fueron nuevamente desairadas. El gobierno de Berlusconi y de sus aliados Fini y Bossi navegó el la indecisión y la mediocridad, hasta que cayó víctima del mismo mal que había llevado a la vieja clase política al desastre: la corrupción. En 1996 se hicieron necesarias nuevas elecciones generales, las terceras en cuatro años, de las que salió triunfante la centro izquierdista Coalición del Olivo, formada principalmente por el Partido de la Izquierda Democrática, la cual postuló como candidato a primer ministro al ex democristiano. Romano Prodi, hombre de poca experiencia política, pero que se había destacado como un gran administrador. También fracaso estrepitosamente. Hoy Berlusconi está de nuevo en el poder con una serie de sumarios anticorrupción que lo persiguen y con el país estancado económica, social y políticamente.
Es evidente la diminuta dimensión de la nueva clase política italiana, integrada por magnates egocéntricos, neofascistas renovados, independentistas mesiánicos y comunistas reconvertidos en socialdemócratas. No hace mucho, mediante una genial alegoría, Michelangelo Bovero imaginó el más execrable régimen posible, la Kakistocracia, resultado de la nefasta combinación de las peores formas de gobierno: tiranía, oligarquía y oclocracia, en una crítica apenas velada contra tres de los principales dirigentes de la Italia actual: Fini, Berluscuni y Bossi.
Lo que sucede en Italia es una advertencia, por cierto que no la única, que debemos tomar en cuenta en México cuando escuchamos las voces seráficas de nustros adalides ciudadanos: no basta con la disolución de una vieja clase política corrompida e ineficaz para garantizar el éxito de un régimen democrático, si quienes la relevan en el poder son aún más corruptos e ineficaces. Y menos aún si a corrupción e ineficacia sumamos demagogia, populismo y mesianismo.
"Que todo cambie para que todo permanezca igual"; la vieja fórmula gatopardiana cobró plena vigencia en su país de origen. Tras varios años de haberse suscitado la histórica rebelión de un electorado harto de inestabilidad y corrupción, que llevó a la espectacular caída en desgracia de casi la totalidad de la clase política tradicional, los italianos son testigos hoy de como sus nuevos dirigentes no solo han sido incapaces gobernar con honradez y eficacia, sino que son aún más venales y frívolos que sus vilipendiados antecesores. Se trata, como la definió Indro Montanelli, de una generación de “políticos pigmeos”, que hacen aparecer a los turbios Andreottis, Craxis, La Malfas y Martellis del pasado como estadistas añorables.
Por cierto que una de las pocas reformas que concretó la nueva clase política italiana tiene que ver con una propuesta hoy en boga en México: la reduccióin de los espacios para la representación proporcional en el Parlamento. Uno de los males principales que le reprochaban a la llamada Primera República italiana (el sistema que sustituyó a la monarquía parlamentaria tras la Segunda Guerra Mundial) consistió en el exceso de poder que ostentaban sobre el sistema político las burocracia partidistas, fenómeno al que se le conoce como partitocrazia. La solución de los aladides ciudadanos de allá fue aprobar una reforma para hacer que la mayoría de los escaños parlamentarios fueran electos en distritos uininomilaes dizque para que "los parlamentarios tuvieran un contacto más directo con los ciudadanos". Muy ponto se comprobó la ineficacia de dicha medida. Los parlamentarios siguen dependiendo en la misma proporción que antes de las burocracias partidistas y la partitocrazia goza de cabal salud en Italia. ¿Por qué, pues porque los partidos tienen varios mecanismos internos para lograr disciplinar a sus cuadros palamentarios, y eso es válido tanto para sistemas parlmentaristas como para los presidenciales. Cualquiera que se tome la molestia de conocer a fondo estos sistemas se dará cuenta que con la mera implantación de recetas facilonas no basta para obtener resultados genuinamente si no se atacan también los vicios, usos y prácticas que están más arraigadas en una cultura política disfuncional comno la italiana (o la mexicana, para el caso) como lo son el clientelismo, el patrimonialismo, el corporativismno, etc. ¿Cuándo entenderán esto los abajofirmantes? ¿Cuándo se van a poner a estudiar política comparada nuestros politólogos?
En Italia, bajo estas "ciudadanizadas" nuevas reglas electorales se celebraron los comicios de 1994, los cuales marcaron el fin definitivo al viejo sistema de partidos. La Democracia Cristiana sucumbió para dar lugar a formaciones centro derechistas pequeñas. El Partido Socialista desapareció definitivamente de escena. En cambio, surgió como la principal fuerza electoral la formación Forza Italia, una coalición de personalidades y grupos de derecha capitaneada por el empresario y ciudadano Silvio Berlusconi, quien fue designado por el Parlamento para formar gobierno gracias a la alianza que entonces concertó con el líder de los neofascistas (ahora disfrazados bajo nueva denominación) Giafranco Fini y en el dirigente de la Liga Norte, el enjundioso Umberto Bossi.
Todos esperaban que la administración de Berlusconi fuera revolucionaria. Después de todo, se trataba del ascenso al poder de una clase política completamente nueva, "ciudadana", sin nexos con los viejos partidos ni con los intereses que estos representaban y, por lo tanto, comprometidos únicamente con el cambio. Además, la representación proporcional había mnguada en favor de un sistema que supuestamente permitía mayor contacto (y, en consecuencia, mayor rendición de cuentas entre el ciudadano de a pie y su diputado). Pero las esperanzas de reforma fueron nuevamente desairadas. El gobierno de Berlusconi y de sus aliados Fini y Bossi navegó el la indecisión y la mediocridad, hasta que cayó víctima del mismo mal que había llevado a la vieja clase política al desastre: la corrupción. En 1996 se hicieron necesarias nuevas elecciones generales, las terceras en cuatro años, de las que salió triunfante la centro izquierdista Coalición del Olivo, formada principalmente por el Partido de la Izquierda Democrática, la cual postuló como candidato a primer ministro al ex democristiano. Romano Prodi, hombre de poca experiencia política, pero que se había destacado como un gran administrador. También fracaso estrepitosamente. Hoy Berlusconi está de nuevo en el poder con una serie de sumarios anticorrupción que lo persiguen y con el país estancado económica, social y políticamente.
Es evidente la diminuta dimensión de la nueva clase política italiana, integrada por magnates egocéntricos, neofascistas renovados, independentistas mesiánicos y comunistas reconvertidos en socialdemócratas. No hace mucho, mediante una genial alegoría, Michelangelo Bovero imaginó el más execrable régimen posible, la Kakistocracia, resultado de la nefasta combinación de las peores formas de gobierno: tiranía, oligarquía y oclocracia, en una crítica apenas velada contra tres de los principales dirigentes de la Italia actual: Fini, Berluscuni y Bossi.
Lo que sucede en Italia es una advertencia, por cierto que no la única, que debemos tomar en cuenta en México cuando escuchamos las voces seráficas de nustros adalides ciudadanos: no basta con la disolución de una vieja clase política corrompida e ineficaz para garantizar el éxito de un régimen democrático, si quienes la relevan en el poder son aún más corruptos e ineficaces. Y menos aún si a corrupción e ineficacia sumamos demagogia, populismo y mesianismo.
domingo, 14 de marzo de 2010
El estilo y el porte no bastan (por lo menos en Gran Bretaña)
Por primera vez en muchos meses los sondeos electorales en Gran Bretaña indican la posibilidad de que los laboristas británicos conserven el poder en las elecciones previstas para el 6 de mayo. Según esas encuestas, el partido del primer ministro Gordon Brown obtendría 35% de los votos, contra 37% para los conservadores, pero por las pecularidades del sistema electoral británico,esa frágil diferencia podría traducirse en 317 bancas para el laborismo contra sólo 236 para los tories . Brown debería, en ese caso, gobernar apoyándose en una coalición con los demócratas-liberales (LibDem), el tercer partido en importancia en el escenario británico.
Tras una terrible travesía del desierto, esta recuperación representa casi un milagro para el primer ministro británico. La crisis financiera, la recesión, el escándalo de los gastos de representación de sus parlamentarios, el pantano afgano, las luchas intestinas del laborismo y sus repetidas gaffes habían terminado por cansar a los británicos. Y pensar que hasta hace pocas semanas, David Cameron, líder de los conservadores desde 2005, parecía seguro de la victoria.
¿Qué pasó?, ¿Cómo es posible que un gobernante comprobadamente ineficaz y impopular aspire, de repente y contra todo pronóstico, a salvar la chamba? ¿Cómo es posible que los tories haya perdido la abismal ventaja que tenían hasta hace poco. Pues señores, es que en política el estilo y el buen porte no basta (o no debería bastar). Los británicos no sólo esperan de él estilo, sino también contenidos que justifiquen el relevo en Downing Street. David Cameron, antiguo ejecutivo de Relaciones Públicas, ha sabido crearse la imagen de líder próximo y carismático, pero le han faltado ideas de cómo resolver los problemas económicos del país. El estilo sin contenido no sirve de nada.
Cameron es el líder del partido conservador (los “Tories”) desde hace tres años. Llegó a este cargo con 39 años, siendo un auténtico desconocido pra la mayoría de l opinión pública. Poco a poco, su equipo fue “desvelando” detalles sobre él: hijo de un stockbrocker, creció en una casa de campo, se educó en el elitista Eton (donde también fueron los príncipes Guillermo y Enrique) y se graduó en la no menos presitigiosa Oxford. Su mujer está emparentada con la realeza y tuvo un hijo que nació con parálisis cerebral (ya murió). Guapo y de porte aristocrático, trabajó como Director de Comunicación en una gran empresa de la City (Carlton Communication), donde aprendió a manejar su propia imagen ante los medios y reposicionar a su partido. Llegó a hacerlo tan bien, que la prensa internacional llegó a decir que Cameron había conseguido “make Conservatives cool again”. Sin embargo, las dudas sobre su capacidad de gestión planean desde el principio. Gordon Brown lo ha etiquetado como el “do-nothing conservative” y aprovecha cualquier oportunidad para llamarlo “novato”.
Y es que Cameron ha tenido momentos en los que no ha sabido dar respuesta a problemas del país. Como en septiembre del año pasado: cuestionado por la quiebra del Lehman Brothers apareció dubitativo, no supo decir si estaba a favor o en contra de apoyar a los bancos con dinera público. Ahora carga con el sambenito de “insustancial” que le han endilgado los labroristas, que está calando entre el electorado.Quizá sea demasiado tarde para salvar al pobre de Gordon Brown, pero toda esta caída tan inesperada y de último momento de Cameron demuestran que el británico es un electorado relativamente más refinado que algunos otros que se conforman con un buen copete y una historia de telenovela.
¿Verdad, Enrique Peña Nieto?
miércoles, 10 de marzo de 2010
Propuesta al Senado para la apertura del sistema de partidos
Este es el texto de la propuesta para la apertura del sistema de partidos que un grupo de ciudadanos mexicanos presentamos al Senado de la República. Lo hicimos preocupados por la tendencia que exhiben los tres grandes partidos políticos a cerrar aún más la posibilidad de que nuevas organizaciones políticas tengan la posibilidad de participar en elecciones. Si se lee y entiende bien el texto, se verá qu no se trata de formar nuevos negocios que medren del erarario público (de hecho, solicitamos eliminar el subsidio a priori las elecciones), sino de eliminar las injustas trabas que prevalecen actualmente para la formación de partidos emergentes que los obligan, entre otras cosas, a recurrir a pactos corporativos y clientelares para poder participar en las elecciones.
México D.F., a 9 de marzo de 2010
SEN. CARLOS NAVARRETE RUÍZ
Presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido de la Revolución Democrática
SEN. GUSTAVO ENRIQUE MADERO MUÑOZ
Presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional
SEN. SENADOR MANLIO FABIO BELTRONES RIVERA
Presidente del Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Revolucionario Institucional
SEN. FRANCISCO AGUNDIS ARIAS
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Verde Ecologista de México
SEN. LUIS MALDONADO VENEGAS
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Convergencia
SEN. ALBERTO ANAYA GUTIÉRREZ
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido del Trabajo
P R E S E N T E S
Asociarse pacíficamente, así como participar en elecciones para votar y ser votados son derechos elementales de los ciudadanos en cualquier democracia y están expresamente consagrados en nuestra Constitución. Resulta por ello necesario, en el marco de un ánimo generalizado de participar en la reforma política del país, que en el tema de la representación estos elementos prevalezcan. No deben ser ni el gobierno, ni mucho menos los partidos políticos ya existentes, los que determinen quienes deben participar en los comicios, sin escuchar la voz del ciudadano. Esta voz exige más espacios de participación, requisitos sencillos para organizar nuevos partidos y competir en condiciones de equidad, independencia y pluralidad como principios fundamentales del sistema democrático.
Desde la promulgación de la ley electoral federal de 1946, han regido disposiciones destinadas a restringir la creación y participación de nuevos partidos. De hecho, nuestra legislación electoral ha sido un caso sui generis a nivel internacional, pues prácticamente en ninguna democracia del mundo se exigen tantos requisitos para la constitución y registro de nuevos partidos, al mismo tiempo que se mantiene el monopolio de registro de candidatos a favor de los partidos existentes. En las democracias consolidadas, existen criterios diferenciados para el registro de los partidos políticos. Se exigen diferentes condiciones para participar en elecciones, para recibir recursos públicos y/o para lograr acceder a la representación parlamentaria.
Nuestro marco legal vigente establece que para constituir un partido político se deberá formular una declaración de principios, un programa de acción y estatutos, así como contar con 3,000 afiliados en por lo menos veinte entidades federativas, o 300 afiliados en por lo menos 200 distritos uninominales. Esto, sin que el número total de afiliados pueda ser inferior al 0.26% del Padrón Electoral Federal. Además de realizar asambleas en ese mismo número de entidades o distritos, con un elevado número de asistentes y en presencia de notarios públicos o funcionarios electorales.
Las condiciones que impone la ley, de afiliar y celebrar asambleas estatales o distritales en un tiempo límite, han tergiversado la naturaleza de la participación ciudadana, que debe sustentar el origen y derecho al registro legal de los partidos. En la práctica, ha obligado a las organizaciones que aspiran a constituir un nuevo partido político a depender de grupos y corporaciones con capacidad de movilización, utilizando métodos innobles, como efectuar rifas, sorteos y eventos populares o, descaradamente, pagar por la presencia de los supuestos afiliados.
Mantener un criterio restrictivo, privilegiando dinámicas del pasado, favorece la petrificación y esclerosis del actual sistema de partidos, quienes están lejos de representar la pluralidad existente en nuestra sociedad. Si aspiramos a vivir una democracia plena, debemos acabar con ese círculo vicioso que pervierte a los institutos políticos desde su creación, levantar las restricciones que aún pesan sobre el ejercicio del derecho de asociación política y permitir la participación de candidatos independientes a cargos de elección popular. Ofrezcamos más canales de participación a nuevos actores que, de manera individual o colectiva, quieren participar en la transformación nacional.
Es imperativo garantizar la consolidación de un sistema de partidos fuerte y representativo con el propósito de trabajar en favor de la gobernabilidad, pero también es importante ampliar los canales de participación. Hay formas de abrir la competencia sin debilitar el sistema de partidos, como lo prueban las experiencias de otros países en donde participar en elecciones es fácil, pero no lo es tanto acceder al parlamento y/o recibir financiamiento público. Urge abrir el abanico de opciones sin que esto implique mayores recursos del contribuyente. Por ello, pedimos se considere volver a adoptar en nuestro país el modelo de “registro condicionado al resultado en las elecciones” para nuevos partidos políticos. Por ello, proponemos a esta H. Soberanía:
1. Establecer requisitos asequibles a la ciudadanía y a sus organizaciones políticas para tener derecho a participar en elecciones, lo cual no implica utilizar recursos públicos para ello. Esto es, que una organización política pueda obtener “registro condicionado” y aparecer en las boletas electorales como partido político nacional acreditando el apoyo en firmas de un porcentaje mínimo del padrón (0.5%), contar con declaración de principios, programa y estatutos y comprobar actividad política previa a nivel nacional.
2. Que un partido político con registro condicionado pueda validar su registro y obtener el reembolso de gastos de campaña si, y sólo si, cumple cabalmente con las obligaciones establecidas en ley en materia de transparencia y rendición de cuentas, hasta por el monto que para tal efecto se haya establecido, y siempre y cuando haya obteniendo al menos el 1% de la votación efectiva.
3. Que un partido con registro condicionado tenga el derecho a la asignación de legisladores por el principio de representación proporcional cuando obtenga al menos el 2% de la votación nacional efectiva.
4. Establecer que los partidos políticos con registro local puedan postular candidatos a diputados federales y senadores en el ámbito de la entidad federativa que corresponda, recibiendo en consecuencia las prerrogativas y financiamiento en condiciones de equidad respecto de los partidos políticos nacionales.
El esfuerzo de una reforma política quedaría inconcluso si no se aprovecha la oportunidad histórica de abrir el sistema de partidos y de acercar a éstos a los ciudadanos. Retomemos el espíritu de la reforma política de 1977 y apostemos a un México plural. Oxigenemos la vida política de México fortaleciendo y fomentando la participación, abriendo más opciones para los ciudadanos.
ATENTAMENTE,
México D.F., a 9 de marzo de 2010
SEN. CARLOS NAVARRETE RUÍZ
Presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido de la Revolución Democrática
SEN. GUSTAVO ENRIQUE MADERO MUÑOZ
Presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional
SEN. SENADOR MANLIO FABIO BELTRONES RIVERA
Presidente del Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Revolucionario Institucional
SEN. FRANCISCO AGUNDIS ARIAS
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Verde Ecologista de México
SEN. LUIS MALDONADO VENEGAS
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Convergencia
SEN. ALBERTO ANAYA GUTIÉRREZ
Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido del Trabajo
P R E S E N T E S
Asociarse pacíficamente, así como participar en elecciones para votar y ser votados son derechos elementales de los ciudadanos en cualquier democracia y están expresamente consagrados en nuestra Constitución. Resulta por ello necesario, en el marco de un ánimo generalizado de participar en la reforma política del país, que en el tema de la representación estos elementos prevalezcan. No deben ser ni el gobierno, ni mucho menos los partidos políticos ya existentes, los que determinen quienes deben participar en los comicios, sin escuchar la voz del ciudadano. Esta voz exige más espacios de participación, requisitos sencillos para organizar nuevos partidos y competir en condiciones de equidad, independencia y pluralidad como principios fundamentales del sistema democrático.
Desde la promulgación de la ley electoral federal de 1946, han regido disposiciones destinadas a restringir la creación y participación de nuevos partidos. De hecho, nuestra legislación electoral ha sido un caso sui generis a nivel internacional, pues prácticamente en ninguna democracia del mundo se exigen tantos requisitos para la constitución y registro de nuevos partidos, al mismo tiempo que se mantiene el monopolio de registro de candidatos a favor de los partidos existentes. En las democracias consolidadas, existen criterios diferenciados para el registro de los partidos políticos. Se exigen diferentes condiciones para participar en elecciones, para recibir recursos públicos y/o para lograr acceder a la representación parlamentaria.
Nuestro marco legal vigente establece que para constituir un partido político se deberá formular una declaración de principios, un programa de acción y estatutos, así como contar con 3,000 afiliados en por lo menos veinte entidades federativas, o 300 afiliados en por lo menos 200 distritos uninominales. Esto, sin que el número total de afiliados pueda ser inferior al 0.26% del Padrón Electoral Federal. Además de realizar asambleas en ese mismo número de entidades o distritos, con un elevado número de asistentes y en presencia de notarios públicos o funcionarios electorales.
Las condiciones que impone la ley, de afiliar y celebrar asambleas estatales o distritales en un tiempo límite, han tergiversado la naturaleza de la participación ciudadana, que debe sustentar el origen y derecho al registro legal de los partidos. En la práctica, ha obligado a las organizaciones que aspiran a constituir un nuevo partido político a depender de grupos y corporaciones con capacidad de movilización, utilizando métodos innobles, como efectuar rifas, sorteos y eventos populares o, descaradamente, pagar por la presencia de los supuestos afiliados.
Mantener un criterio restrictivo, privilegiando dinámicas del pasado, favorece la petrificación y esclerosis del actual sistema de partidos, quienes están lejos de representar la pluralidad existente en nuestra sociedad. Si aspiramos a vivir una democracia plena, debemos acabar con ese círculo vicioso que pervierte a los institutos políticos desde su creación, levantar las restricciones que aún pesan sobre el ejercicio del derecho de asociación política y permitir la participación de candidatos independientes a cargos de elección popular. Ofrezcamos más canales de participación a nuevos actores que, de manera individual o colectiva, quieren participar en la transformación nacional.
Es imperativo garantizar la consolidación de un sistema de partidos fuerte y representativo con el propósito de trabajar en favor de la gobernabilidad, pero también es importante ampliar los canales de participación. Hay formas de abrir la competencia sin debilitar el sistema de partidos, como lo prueban las experiencias de otros países en donde participar en elecciones es fácil, pero no lo es tanto acceder al parlamento y/o recibir financiamiento público. Urge abrir el abanico de opciones sin que esto implique mayores recursos del contribuyente. Por ello, pedimos se considere volver a adoptar en nuestro país el modelo de “registro condicionado al resultado en las elecciones” para nuevos partidos políticos. Por ello, proponemos a esta H. Soberanía:
1. Establecer requisitos asequibles a la ciudadanía y a sus organizaciones políticas para tener derecho a participar en elecciones, lo cual no implica utilizar recursos públicos para ello. Esto es, que una organización política pueda obtener “registro condicionado” y aparecer en las boletas electorales como partido político nacional acreditando el apoyo en firmas de un porcentaje mínimo del padrón (0.5%), contar con declaración de principios, programa y estatutos y comprobar actividad política previa a nivel nacional.
2. Que un partido político con registro condicionado pueda validar su registro y obtener el reembolso de gastos de campaña si, y sólo si, cumple cabalmente con las obligaciones establecidas en ley en materia de transparencia y rendición de cuentas, hasta por el monto que para tal efecto se haya establecido, y siempre y cuando haya obteniendo al menos el 1% de la votación efectiva.
3. Que un partido con registro condicionado tenga el derecho a la asignación de legisladores por el principio de representación proporcional cuando obtenga al menos el 2% de la votación nacional efectiva.
4. Establecer que los partidos políticos con registro local puedan postular candidatos a diputados federales y senadores en el ámbito de la entidad federativa que corresponda, recibiendo en consecuencia las prerrogativas y financiamiento en condiciones de equidad respecto de los partidos políticos nacionales.
El esfuerzo de una reforma política quedaría inconcluso si no se aprovecha la oportunidad histórica de abrir el sistema de partidos y de acercar a éstos a los ciudadanos. Retomemos el espíritu de la reforma política de 1977 y apostemos a un México plural. Oxigenemos la vida política de México fortaleciendo y fomentando la participación, abriendo más opciones para los ciudadanos.
ATENTAMENTE,
martes, 9 de marzo de 2010
Comparsa su chingada madre, Sr. Reyes Heroles Junior.
El día de hoy en el diario Reforma el opinador Federico Reyes Heroles publicó un artículo ofensivo, haciendo gala de tonito pedante y autoadulatorio que siempre le ha caracterizado a sus escritos, acusando a todos quienes criticamos las propuestas de reforma electoral -tanto las presidenciales como la del PRI y el PRD- de ser "comparsas del status quo de siempre". Quizá el hijo del insigne autor de El Liberalismo Mexicano no se ha enterado, pero muchos de quienes nos oponemos a las propuestas de reforma de la triada partidista lo hacemos preocupados porque buscan mantener cerrado al sistema de partidos, hecho que de suyo es gravísimo e implica una grave regresión en nuestro régimen representativo. Conocedor como, se supone, este pedante tan pomposo como engreído es de lo que sucede en el mundo, debería saber que no basta con candidaturas independientes y con reelección legislativa para contar con un sistema de partidos fuerte y representativo. En ninguna parte del mundo la legislación electoral impone tantas y tan injustas trabas a las organizaciones emergentes como en México. Ese, me parece a mí y a mucha gente especializada en el tema, es el problema de fondo. Pero Reyes H nos llama "comparsas" únicamente porque no estamos de acuerdo con él. ¡Qué vergüenza y que falta de mesura de quien se cree uno de los puntales del mundo intelectual mexicano!
En ninguna parte de su articulito de hoy veo que Reyes H se preocupe por comentar las objeciones de quienes exigimos abrir al sistema de partidos a nuevas expresiones políticas derogando las injustas condiciones actuales y de quienes estamos preocupados por las limitaciones que pretenden imponerse a la representación proporcional. Ojalá este señor fuera un poquito menos grandilocuente a la hora de aquilatar sus presuntas aportaciones al debate político mexicano y se tomara la molestia de entender cuáles son nuestras críticas, objeciones y propuestas y de comentarlas con seriedad.
Entiéndalo, ser Reyes Heroles junior: demandamos la apertura del sistema de partidos y el fin efectivo del oligopolio actual, y las propuestas del PAN , del PRI y, en buena medida, del PRD procuran exactamente lo contrario. Por eso son regresivas. Ustedes, con sus desplegados y sus firmas, apoyan un regresión en el sistema de partidos mexicano. ¿Cómo se atreve a decirnos a nosotros que estamos a favor del status quo de siempre simplemente porque nos atrevemos a no estar de acuerdo con los abajofirmantes?
Entiéndalo, ser Reyes Heroles junior: demandamos la apertura del sistema de partidos y el fin efectivo del oligopolio actual, y las propuestas del PAN , del PRI y, en buena medida, del PRD procuran exactamente lo contrario. Por eso son regresivas. Ustedes, con sus desplegados y sus firmas, apoyan un regresión en el sistema de partidos mexicano. ¿Cómo se atreve a decirnos a nosotros que estamos a favor del status quo de siempre simplemente porque nos atrevemos a no estar de acuerdo con los abajofirmantes?
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México ese lugar sin remedio
viernes, 5 de marzo de 2010
Las inminentes elecciones británicas y sus lecciones para México y sus abajofirmantes.
Se acercan las elecciones en Gran Bretaña y para México estos comicios representan una oportunidad muy especial para comprobar como funcionan en la realidad ciertos mecanismos electorales que ahora mismo algunos (el gobierno de Calderón, para empezar) nos quieren vender como si se tratase de la última Coca Cola en el desierto. En concreto, me refiero a la reelección parlamentaria y a la guerra que se pretende declarar en contra del proporcionalismo. El Reino Unido tiene un añejo sistema electoral donde no existe representación proporcional y, por lo tanto, todos los miembros del parlamento son electos en distritos uninominales, lo cual, desde la óptica de nuestros frívolos adalides de la democracia "ciudadana" es ideal ya que permite, se supone, que exista una relación directa entre representantes y gobernados y, por lo tanto, los electores se ven en la posibilidad de aprobar o censurar con su voto la actuación del diputado de su distrito. Eso sencillamente es falso. Lo es en el caso del Reino Unido y lo es en el de otras naciones que carecen de representación proporcional (el de Estados Unidos es un ejemplo sui generis y difícilmente ejemplar, como lo hemos visto en otros post del Oso Bruno). Los electores asisten a las urnas no con el afán de "premiar" o "castigar" la labor de su representantes en concreto, sino para elegir al gobierno nacional. Encuestas más o menos recientes (2004) efectuadas en el Reino Unido demuestran que poco menos del 30% de los ciudadanos que asisten a las urnas sabe el nombre del representante de su distrito ante el Parlamento de Westminster, y que la abrumadora mayoría vota teniendo en mente quien será el próximo primer ministro y no como reacción a la forma particular en que el diputado del respectivo distrito se haya desempeñado en lo personal.
En mayo los británicos eligiran entre dos candidatos: Brown o Cameron, y quien afirme lo contario sencillamente no conoce al sistema político británico. Y si uno se asoma en el resto de las democracias europeas, latinoamericanas e incluso asiáticas la actitud del elector es practicamente idéntica: asiste a votar en los comicios generales sabiendo qué lo que está en juego es la formación de un gobierno nacional y por lo tanto vota antes por el partido que por el candidato, cuyo nombre incluso ignoran en la inmensa mayoría de las veces. Y si esto sucede en el Reino Unido y en naciones sin representación proporcional como Canadá, Chile, Francia y otros más, con mayor razón se experimenta en países donde priva l proporcionalismo como Brasil, Argentina, España y un largo etc.
Otra lección que deberían sacar los abajofirmantes del caso británico (si de verdad tiene algo de honestidad intelectual) es la apremiante necesidad que tiene el Reino Unido de adoptar esquemas de representación proporcional para lograr que las fuerzas políticas del país obtengan una bancada parlamentaria más afín a la votación que reciben en las urnas. Las demandas en este sentido son añejas e incluso ya fue aprobado en el Parlamento de Westminster un esquema de Voto Único Alternativo que podría funcionar en comicios futuros. Pero nuestros abajofirmantes creen que es muy democrático reducir los espacios a la representación proporcional. ¿Por qué no dejan de lado sus clichés y buenos deseos y se ponen a estudiar lo que pasa en el mundo real con las fórmulas que nos proponen? ¿Por qué no dejan por un rato a un lado el tonito melodramático y cursi con el que redactan sus desplegados y hacen uso de la famosa curiosidad intelectual para darle un repaso crítico a la historia electoral de las democracias modernas?
La realidad que los mexicanos debemos entender de los próximos comicios británicos es la siguiente: pronto habrá elecciones en Gran Brataña. Los electores irán a las urnas no para "premiar" o castigar" a su diputado, sino en la inteligencia de que decidirán entre Gordon Brown y David Cameron para ser primer ministro, entre laboristas o conservadores para definir al partido del gobierno, y lo harán haciendo uso de un deficiente sistema electoral que reduce injustamente la influencia política que deberían tener terceras fuerzas con destacada presencia nacional, como es el caso del Partido Liberal, a causa de no contar aún con ningún tipo de paliativo proporcional.
En el Reino Unido y sus maneras de elegir gobernante hay un par de lecciones para México. ¿Cuáles creen que sean, señores abajofirmantes?
martes, 2 de marzo de 2010
¡Jaime Bayly para presidente!
El Oso Bruno está feliz desde que se enteró que no de sus alter ego favoritos, el estupendo satirista, escritor y periodista peruano Jaime Bayly, se presentará como candidato a las elecciones presidenciales peruanas de 2011. Aunque muchos de los politiquillos profesionales se niegan a tomar en serio las pretenciones de este satirista, lo cierto es que será una estupenda oportunidad para evidenciar las múltimples miserias de la clase política peruana. Y ¡cuidado! en muy pocas semanas Bayly ya tiene un 6 por ciento de la intención de voto sólo en Lima y pasa el 3 por ciento en el resto del país, cifras bastante razonables a estas alturas, sobre todo si se recuerda que, por ejemplo, ALberto Fuimori empezó con menos y al final resultó electo (para desgracia de Perú, por cierto).
Claro, hay que reconocer que nuestro amigo rema contra corriente, cual debe de ser en un país tan profundamnete conservador como lo es Perú. Las propuestas económicas y sociales de este liberal irrestricto incluyen cosas como legalizar las drogas, despenalizar el aborto, permitir los matrimonios homosexuales, desaparecer a las Fuerzas Armadas en el Perú y eliminar las subvenciones económicas a la Iglesia Católica, son demasiado controvertidas para la derecha, mientras que la izquierda radical lo detesta por sus constantes críticas y burlas a los populistas latinoamericanos (en especial Chávez), mismas que no se cansa de erigir en su programa de televisión El Francotirador. Desde luego, en un país con políticos tan mediocres, la sola presencia de Bayly causa revuelo y ha recibido críticas de sus más probables oponentes, a los que el genial satitista ha dado puntual respuesta en su columna del diario Perú 21. He aquí algunas de sus respuestas
A Lourdes Flores, líder del Partido Popular Cristiano (PPC), quien señaló que la candidatura del periodista y escritor no debería tomarse en serio ya que "la gente busca encauzar su descontento con un personaje como él. Pero no siento que sea una propuesta válida", Bayly respondió de forma rápida e irónica: "El problema con Lourdes es que no ha tenido suerte en el amor. Yo le deseo suerte, pero ella lo que necesita no es ser presidenta del Perú, sino conseguir un buen esposo que le dé las satisfacciones que ella se merece". Además, apuntó que "la señorita debería aprender a usar mejor las palabras. Puede decir que mi candidatura no le gusta o le da miedo, pero la validez o invalidez no la decidirá ella, sino la autoridad electoral competente".
Por su parte, Ollanta Humala, el populista candidato de Hugo Chávez en las pasadas elecciones de 2006, dijo que "Jaime Bayly podría ser propuesta de un sector del poder económico" y que se buscaba con ello "dispersar el voto de la derecha(sic)"algo que el presentador del programa "El francotirador" respondió claramente: "Sabemos que es un mantenido, pero no sabemos el poder económico que lo mantiene. La diferencia entre usted y yo, señor Humala, es que yo vivo de mi trabajo y usted vive cómodamente de las propinas generosas de sus amigos. Por lo demás, es idiota suponer que el poder económico quiere dispersar el voto de la derecha".
Al ex presidente Alejandro Toledo también se le preguntó sobre la candidatura. A su modo de ver, "en democracia todos son libres de postular. Esperemos que sea una candidatura seria, porque luchar contra la pobreza que involucra a 12 millones de peruanos, esa lucha es un asunto serio, no es un asunto de chacota (broma), es un asunto de gran envergadura". Bayly, que atacó duramente a Toledo en la campaña electoral de 2001 cuando no reconoció en su momento a una hija, dijo que "es el mismo señor Toledo que se negó a reconocer a su propia hija. Es el mismo señor que se tomó a la chacota a su hija biológica".
Hasta el presidente Alan García opinó, aunque de manera más sensata, demostrando que aún tiene muy activos sus insuperables instintos políticos. "La veo (a la candidatura) con simpatía, porque ha puesto en el tapete una serie de temas que nadie pone y que sirven para que la gente piense, en los que se puede estar o no de acuerdo, pero es bueno que todos pensemos, como la relación con las religiones, el matrimonio entre homosexuales". Obviamente esta opinión de García ha sido la que más le ha gustado a Bayly. En El Francotirador agradeció las palabras presidenciales e incluso le pidió perdón por criticar su sobrepeso: "Le ofrezco mis disculpas a García. Él me ha dado una gran lección de lectura del debate. Que este gordo es problema suyo y de su esposa". Agregó que "como bien dice García, yo he planteado temas que otros candidatos no los tocan pero García, como buen político, no ha opinado si está de acuerdo o no con aquellos temas. Tampoco ha dicho si votará por mí, escudándose en el voto secreto, pero creo que le convendría que yo gane".
Desde esta humilde tribuna le deseamos mucha suerte a nuestro hermano satirista Jaime Bayly.
Claro, hay que reconocer que nuestro amigo rema contra corriente, cual debe de ser en un país tan profundamnete conservador como lo es Perú. Las propuestas económicas y sociales de este liberal irrestricto incluyen cosas como legalizar las drogas, despenalizar el aborto, permitir los matrimonios homosexuales, desaparecer a las Fuerzas Armadas en el Perú y eliminar las subvenciones económicas a la Iglesia Católica, son demasiado controvertidas para la derecha, mientras que la izquierda radical lo detesta por sus constantes críticas y burlas a los populistas latinoamericanos (en especial Chávez), mismas que no se cansa de erigir en su programa de televisión El Francotirador. Desde luego, en un país con políticos tan mediocres, la sola presencia de Bayly causa revuelo y ha recibido críticas de sus más probables oponentes, a los que el genial satitista ha dado puntual respuesta en su columna del diario Perú 21. He aquí algunas de sus respuestas
A Lourdes Flores, líder del Partido Popular Cristiano (PPC), quien señaló que la candidatura del periodista y escritor no debería tomarse en serio ya que "la gente busca encauzar su descontento con un personaje como él. Pero no siento que sea una propuesta válida", Bayly respondió de forma rápida e irónica: "El problema con Lourdes es que no ha tenido suerte en el amor. Yo le deseo suerte, pero ella lo que necesita no es ser presidenta del Perú, sino conseguir un buen esposo que le dé las satisfacciones que ella se merece". Además, apuntó que "la señorita debería aprender a usar mejor las palabras. Puede decir que mi candidatura no le gusta o le da miedo, pero la validez o invalidez no la decidirá ella, sino la autoridad electoral competente".
Por su parte, Ollanta Humala, el populista candidato de Hugo Chávez en las pasadas elecciones de 2006, dijo que "Jaime Bayly podría ser propuesta de un sector del poder económico" y que se buscaba con ello "dispersar el voto de la derecha(sic)"algo que el presentador del programa "El francotirador" respondió claramente: "Sabemos que es un mantenido, pero no sabemos el poder económico que lo mantiene. La diferencia entre usted y yo, señor Humala, es que yo vivo de mi trabajo y usted vive cómodamente de las propinas generosas de sus amigos. Por lo demás, es idiota suponer que el poder económico quiere dispersar el voto de la derecha".
Al ex presidente Alejandro Toledo también se le preguntó sobre la candidatura. A su modo de ver, "en democracia todos son libres de postular. Esperemos que sea una candidatura seria, porque luchar contra la pobreza que involucra a 12 millones de peruanos, esa lucha es un asunto serio, no es un asunto de chacota (broma), es un asunto de gran envergadura". Bayly, que atacó duramente a Toledo en la campaña electoral de 2001 cuando no reconoció en su momento a una hija, dijo que "es el mismo señor Toledo que se negó a reconocer a su propia hija. Es el mismo señor que se tomó a la chacota a su hija biológica".
Hasta el presidente Alan García opinó, aunque de manera más sensata, demostrando que aún tiene muy activos sus insuperables instintos políticos. "La veo (a la candidatura) con simpatía, porque ha puesto en el tapete una serie de temas que nadie pone y que sirven para que la gente piense, en los que se puede estar o no de acuerdo, pero es bueno que todos pensemos, como la relación con las religiones, el matrimonio entre homosexuales". Obviamente esta opinión de García ha sido la que más le ha gustado a Bayly. En El Francotirador agradeció las palabras presidenciales e incluso le pidió perdón por criticar su sobrepeso: "Le ofrezco mis disculpas a García. Él me ha dado una gran lección de lectura del debate. Que este gordo es problema suyo y de su esposa". Agregó que "como bien dice García, yo he planteado temas que otros candidatos no los tocan pero García, como buen político, no ha opinado si está de acuerdo o no con aquellos temas. Tampoco ha dicho si votará por mí, escudándose en el voto secreto, pero creo que le convendría que yo gane".
Desde esta humilde tribuna le deseamos mucha suerte a nuestro hermano satirista Jaime Bayly.
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