La detención efectuada hace algún par de semanas del genocida Radovan Karadzic, reconvertido en un encantador viejío santaclosero, me trajo, una vez más, a la memoria a quién fue el verdaderamente gran carnicero de los Cárpatos: Ante Pavelic, un repugnante fascista que masacró a casi un millón de serbios, judíos, musulmanes y gitanos al frente de una banda de fanáticos asesinos llamada la Ustasha Católica y que contó siempre con la bendición de la Iglesia Católica. Es una vergüenza y un crimen que su “santidad” el papa (im) Pío XII protegiera protegió con todas las armas de su enorme influencia diplomática y política a este sujeto para que jamás cayera en manos de la justica internacional. Los crímenes de Pavelic hacen palidecer a todos aquellos perpetrados por Karadzic, Milosevic y Mladic y deben ser recordados no sólo para que jamás se olvide esta página negra en la historia de los Balcanes, sino para evitar que el Vaticano bore de la memoria colectiva el que ha sido uno (dentro de muchos) de sus más graves crímenes lesa humanidad.
Con apoyo financiero y militar de los Nazis alemanes, Pavelic y la Ustasha instauraron una sangrienta dictadura en Croacia que se proclamó “racista y católica” y masacró a poblaciones serbias, judías, gitanas y musulmanas o las deportó a campos de exterminio. Cuando Josip Broz (Tito) liberó definitivamente de los invasores alemanes a Yugoslavia en 1945, unificándola de nuevo, el movimiento de los ustachas fue proscrito, pero Ante Pavelic consiguió huir a Sudamérica gracias a que Pío XII personalmente se preocupó por la seguridad del sátrapa.
Lo de dictadura católica ha sido paulatinamente borrado en estos últimos cincuenta años de los libros de consulta como enciclopedias, diccionarios y los libros de texto, quedando tan sólo lo de dictadura racista para calificar aquel régimen criminal. Pero la Iglesia Católica había considerado a Croacia como el último baluarte en los Balcanes contra la Iglesia Ortodoxa y no sólo recibió con beneplácito el fin de la tolerancia religiosa que había impuesto Alejandro I en la vieja Yugoslavia, sino que el clero católico apoyó al régimen Ustasha con entusiasmo fanático, como lo hizo con el nazismo alemán de Hitler y los camisas negra italianos de Mussolini.
Con apoyo financiero y militar de los Nazis alemanes, Pavelic y la Ustasha instauraron una sangrienta dictadura en Croacia que se proclamó “racista y católica” y masacró a poblaciones serbias, judías, gitanas y musulmanas o las deportó a campos de exterminio. Cuando Josip Broz (Tito) liberó definitivamente de los invasores alemanes a Yugoslavia en 1945, unificándola de nuevo, el movimiento de los ustachas fue proscrito, pero Ante Pavelic consiguió huir a Sudamérica gracias a que Pío XII personalmente se preocupó por la seguridad del sátrapa.
Lo de dictadura católica ha sido paulatinamente borrado en estos últimos cincuenta años de los libros de consulta como enciclopedias, diccionarios y los libros de texto, quedando tan sólo lo de dictadura racista para calificar aquel régimen criminal. Pero la Iglesia Católica había considerado a Croacia como el último baluarte en los Balcanes contra la Iglesia Ortodoxa y no sólo recibió con beneplácito el fin de la tolerancia religiosa que había impuesto Alejandro I en la vieja Yugoslavia, sino que el clero católico apoyó al régimen Ustasha con entusiasmo fanático, como lo hizo con el nazismo alemán de Hitler y los camisas negra italianos de Mussolini.
La Jerarquía Católica no sólo apoyó públicamente al régimen Ustasha, sino que celebró una variedad de ceremonias político-religiosas, formó parte del parlamento Ustasha y continuamente vivía santificando y adulando al Estado Ustasha, al tiempo que enviaban a sus sacerdotes de menor rango a participar directa y activamente en las conversiones forzadas, torturas y asesinatos en masa.
El historiador italiano Carlo Falconi relata que a diferencia de los exterminios en otros países durante la Segunda Guerra Mundial, “era casi imposible de imaginar una expedición punitiva Ustasha sin la presencia de un Sacerdote a la cabeza, siendo generalmente un Franciscano." Y varios curas católicos personalmente cometían atrocidades criminales en contra de todo aquél que fuera no católico, judío, serbio o musulmán a todo lo largo del territorio que comprendía la nueva Croacia de Pavelic, también desempeñaron un papel protagónico en las masacres perpetradas en los campos de concentración. El más grande y notorio campo de concentración del país, Jasenovac, fue administrado por un fraile Franciscano de nombre Miroslav Filipovic, quien no solamente regenteaba el establecimiento sino que también tomaba parte activa de las torturas y asesinatos en masa. Después de finalizar la segunda guerra mundial y ser apresado, en su juicio Miroslav Filipovic confesó haber supervisado personalmente el asesinato de miles de serbios judíos.
El historiador italiano Carlo Falconi relata que a diferencia de los exterminios en otros países durante la Segunda Guerra Mundial, “era casi imposible de imaginar una expedición punitiva Ustasha sin la presencia de un Sacerdote a la cabeza, siendo generalmente un Franciscano." Y varios curas católicos personalmente cometían atrocidades criminales en contra de todo aquél que fuera no católico, judío, serbio o musulmán a todo lo largo del territorio que comprendía la nueva Croacia de Pavelic, también desempeñaron un papel protagónico en las masacres perpetradas en los campos de concentración. El más grande y notorio campo de concentración del país, Jasenovac, fue administrado por un fraile Franciscano de nombre Miroslav Filipovic, quien no solamente regenteaba el establecimiento sino que también tomaba parte activa de las torturas y asesinatos en masa. Después de finalizar la segunda guerra mundial y ser apresado, en su juicio Miroslav Filipovic confesó haber supervisado personalmente el asesinato de miles de serbios judíos.
El entusiasmo de la prensa católica, que se encontraba bajo la directa supervisión de la jerarquía eclesiástica, mostraba su apoyo incondicional al gobierno fascista y a la campaña de limpieza étnica y religiosa.
Esta les dio la bienvenida a las tropas alemanas nazis cuando entraron en Zagreb, capital de Croacia, en 1941:
"La Iglesia Católica, que ha liderado a la Nación croata espiritualmente por mas de 1,300 años de dificultades, acompaña con regocijo y felicidad al pueblo Croata en este momento de su reconstrucción e independencia política.""....Con sincero júbilo y placer le damos la bienvenida a la fundación de la NDH. Nuestra gratitud es particularmente para aquellos sacrificados y desprendidos luchadores quienes bajo el liderazgo del líder Ustasha poglovnik Dr. Ante Pavelic, preparó el camino para la proclamación de la NDH".
El 25 de mayo de 1941, en un artículo de una publicación de la Acción Católica titulado: "Porqué los Judíos Están Siendo Perseguidos", el sacerdote Franjo Kralik justifica la persecución sobre bases religiosas:
"Los descendientes de aquéllos que odiaron a Jesús, que lo condenaron a la muerte, que lo crucificaron e inmediatamente persiguieron a sus discípulos, son culpables de excesos más grandes que los de sus antepasados... Satanás los ayudó a inventar el Socialismo y el Comunismo... El movimiento para liberar al mundo de los judíos es un movimiento para el renacimiento de la dignidad humana. El Todopoderoso y Sabio Dios está detrás de este movimiento".
Al repasar estos ominosos hechos no deja de indignar la insistencia del ex papa Juan Pablo II de santificar al llamado “Papa de Hitler” Pío XII y que hasta la fecha no haya una posición oficial del Vaticano respecto a la comprobada participación n de la Iglesia Católica en estos ultrajes. Es una más de las disculpas que a hipocresía vaticana debe al mundo.