Sarkozy está celoso, y se le nota. Celoso de la inmensa popularidad y el porte de Obama. Y es que desde su arribo a la presidencia estaba acostumbrado a que él y su divina esposa eran siempre en centro de atención de cuanta cumbre se realizaba. A Sarko le bastaba su personalidad de padrotillo napoleónico para sobresalir sobre el anodino e impopular presidente Bush Jr. y el resto de los descoloridos lídres del "mundo libre": la insulsa Merkel, el petimetre Brown, el gris Aso (o "el grisazo", como gustéis), el bobalicón Zapatero etc. Pero ahora que llegó el fenómemo Obama con su carisma de rockstar y su gracil figura deportista, a Sarko lo han mandado a un odioso (para él) segundo plano. Por eso, y para demostrar que el también vale lo suyo, el chaparrín mandamás de Francia se aventó la puntada de colocar su mano en el trasero de su esposa, la majestuosa Carla Bruni, justo en el momento en que los fotógrafos disparaban, tras lo cual se volvió hacia ellos les y sonrió como queriendoles decir: "es mía, putos". Pos que le aproveche, por qué día a día la popularidad de Obama crece como la espuma. Aunque ya quisiera uno tener un consuelo como Carla Bruni en la casa, ¿Verdad? Y si no, que le pregunten al gordo Carstens.
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