Comentamos en el pasado post la cumbre del BRIC que tuvo lugar la semana pasada en Brasil y la cumbre del IBSA, organismo inventado por Lula para darle su lugar a Sudáfrica, nación que miembro del G5 pero no de los BRIC, al que el presidente brasileño quiso, sin embargo, darle su lugar, marginando de pasada -pero de forma conspicua, hay que insistir- al único miembro del G5 que no tuvo presencia en estos fastos brasileños: México.
Cabe preguntarse si este mundo multilateral lleno de nuevos acrónimos y de grupos a 7, 8, 5, 2, 20 y hasta 77 bandas tendrá alguna viabilidad. Por ejemplo, tenemos a este BRIC, el cual, en principio impresiona por tratarse de las potencias emergentes, que juntas ocupan el 22% de la superficie continental, amasan el 27% del PIB mundial y reúnen el 41.6% de la población mundial. Pero más allá del tamaño de sus economías y de sus tasas de crecimiento anual, los BRIC tienen poco en común. Cabe hacerse la pregunta de qué tan efectiva será la reunión de potencias tan disímiles entre sí en lo que a las perspectivas culturales, políticas e ideológicas concierne. Se dice que buscan formas para materializar su potencial y concretas posiciones conjuntas en la política mundial, pero los resultados, hasta el momento, han sido solo retóricos, y prevalecen los indicios de que lo seguirán siendo.
Las diferencias son mayores que las coincidencias dentro de los BRIC, e incluso aún prevalecen varios temas que podrían convertirse en serias desavenencias entre los integrantes, Desavenencias de tipo territorial (disputas fronterizas), económicas, ideológicas y migratorias, por ejemplo. Estos BRIC no impresionan tanto si atendemos el Índice de Desarrollo Humano que realiza el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo que mide variables como la educación, la esperanza de vida, la tasa de alfabetización y la calidad de vida en 179 países. Ahí Brasil ocupa el 70 lugar, seguido de Rusia (73), China (94) y la India (123). Es decir, se trata de naciones con profundas disparidades sociales y regionales internas. En términos de Producto Bruto Interno, los cuatro en cuestión están bien posicionados: China actualmente es el quinto del mundo, seguido por Brasil (10), Rusia (11), y la India (12). Sin embargo, en un análisis de PIB per cápita, Rusia actualmente ocupa el 53 lugar, seguido por Brasil (80), China (101) y la India (129), en el ranking de los 181 países que lleva el FMI. En materia de defensa, clave para las aspiraciones de toda verdadera gran potencia, los BRIC están aún lejos de disputarle el liderazgo militar a Estados Unidos, hoy responsable del 46% del gasto militar mundial, seguido por el Reino Unido (5%), Francia (5%), China (4%), Japón (4%), Alemania (3%), Rusia (3%), Italia (3%), Arabia Saudita (3%) y la India (2%).
¿Dónde radica el potencial de estos BRIC? Existe consenso entre los estudiosos de la geopolítica en el sentido de que son tres los elementos fundamentales para considerar a una nación una superpotencia: poseer un poderío militar de largo alcance, gozar de un margen aceptable de estabilidad política que sirva de base al desenvolvimiento de una política exterior vigorosa, y mantener fuertes intereses económicos y estratégicos extraterritoriales.
Para que una fuerza militar pueda ser considerada “de largo alcance”, evidentemente deberá contar con un considerable arsenal nuclear y capacidad misilística intercontinental. Dicho arsenal deberá ser lo suficientemente grande como para poder sobrevivir a un ataque sorpresa del enemigo. Asimismo, una superpotencia debe tener la posibilidad de desplazar divisiones de infantería y tanques a cualquier parte del mundo y poder aprovisionarlas durante todo el tiempo que sea necesario. Es decir, la posesión de un arsenal nuclear no basta por sí misma para hacer una superpotencia.
Estabilidad política y coherencia nacional es también indispensable para cualquier nación que aspire al rango de superpotencia. Nada debilita más a un país que los escenarios de descomposición nacional y los cismas. Una nación en estado de anarquía no es capaz de desarrollar una política exterior vigorosa o agresiva. Muchos han argumentado que es por esta razón que una dictadura puede ser más eficaz que una democracia para la consecución de objetivos geopolíticos o de conquista, pero lo cierto es que una buena dosis de sobreconfianza sobre sus posibilidades como regímenes dictatoriales fue lo que inició la decadencia de la URSS, lo que provocó la derrota en Chipre de la dictadura de los coroneles en Grecia y la principal razón de la caída del gorilato argentino.
El tercer aspecto es la existencia de intereses globales. Una superpotencia que se precie de serlo debe tener la necesidad material de dejar sentir su presencia en diversas regiones del planeta, ya sea para garantizar sus suministros de energéticos o la obligación garantizar abastecimiento alimentario a una población creciente, o el aprovisionamiento de materias primas. Es obvio que a una nación con intereses globales concierne todo lo que está sucediendo en el mundo, mantiene un ojo vigilante y está dispuesta a actuar enérgicamente para cambiar el rumbo de los acontecimientos, si tal cosa le es indispensable.
Si atendemos a los criterios tradicionales, nos daremos cuenta que ninguno de los BRIC cubre a cabalidad las tres grandes condiciones de las súper potencias y que sus carencias más graves se presentan en lo relativo a la estabilidad política y cohesión nacional. De ahí que estas pretendidas potencias emergentes basen sus aspiraciones casi exclusivamente en los criterios económicos y demográficos, aunque no del todo, desde luego, pensando en el inconmensurable potencial militar Ruso y el muy importante chino. En términos económicos, se estima que China, primera población mundial, sobrepasará el PIB de los Estados Unidos para el 2050. Hecho que cobra mayor relevancia con la actual crisis financiera, que relativiza cada vez más el liderazgo de Estados Unidos como polo indiscutido de la economía mundial. Rusia es el mayor país en términos territoriales, lleno de recursos energéticos y materias primas, además de su incuestionable poderío militar. La India es la segunda nación en población mundial y no sólo cuenta con tecnología nuclear sino que, además, apostó por formar y radicar mano de obra calificada llevándola a ser hoy el principal exportador de tecnología en el mundo. Brasil es el quinto país más poblado del mundo y ocupa el mismo puesto en términos territoriales, pero, a diferencia de sus tres pares, no tiene la bomba atómica. Es justo el gobierno de Lula da Silva el más interesado en consolidar al BRIC, más que el G5 o el G20, como el ámbito elegido para posicionar a Brasil se como protagonista jugador global. El canciller brasileño, Celso Amorim, anunció con bombo y platillo la muerte del G8. Junto a la Cancillería, la política del BRIC se planifica dentro de la Secretaría de Asuntos Estratégicos, un organismo creado durante el segundo mandato de Lula da Silva y que depende directamente de la presidencia. El hombre quien la conduce es Mangabeira Unger, un intelectual brasileño que fue profesor de Barack Obama en sus años de Harvard, y hoy tiene a su cargo la coordinación de Brasil en el ámbito de los BRIC, siendo naturalmente su mayor entusiasta y quien permanentemente aboga por su institucionalización. El sólo hecho, ha dicho Mangabeira, de que las potencias emergentes se sienten a discutir los temas más importantes de la agenda mundial al margen de los Estados Unidos y del grupo de países que conforma el G8 (sin Rusia) es un dato de gran significado político. Nadie duda de la vocación de poder de los BRIC, pero si es de cuestionarse su capacidad de coordinarse dentro de la enorme heterogeneidad política, social y cultural que presentan.
Volvamos a las características tan disímiles de este BRIC. Brasil y Rusia dependen principalmente de los recursos naturales y en la última década se han beneficiado del alza de los precios. Por su parte, China e India tienen poblaciones gigantescas que les dan relevancia mundial como productores de bienes y consumidores de recursos, siempre y cuando sus economías sigan creciendo rápidamente. Los cuatro países son actualmente los más importantes de los mercados emergentes, pero puede que este dominio no dure para siempre. Hay por ahí una buena cantidad de naciones aspirantes a ser potencias emergentes. China padece la opresión de un régimen totalitario y varias tendencias secesionistas en algunas regiones. India es una democracia consolidada, pero padece un desastroso sistema educativo, profundas diferencias sociales y regionales, y aspiraciones secesionistas en varios de sus estados. Otros serios peligros son la fragmentación constante de la de por sí ineficiente estructura administrativa del país y su tasa de endeudamiento, que supera el 80% del PIB.
Paradójicamente Rusia, con asiento permanente en el consejo de seguridad de la ONU y único BRIC miembro del G8, es el eslabón más débil de la cadena. Enfrenta enormes dilemas: depende demasiado de las materias primas, su población decrece y está plagada de serias tendencias centrífugas. En cuanto a Brasil son indiscutibles su consolidación democrática y su ascenso económico, pero aún depende demasiado de las materias primas y su presencia en el comercio internacional aún es relativamente pobr. Padece de graves distorsiones en la distribución del ingreso.
Por todas estas razones es que nos atreveos a pensar que el BRIC es una asociación artificial de países que tienen poco en común, impulsadas por un político, Lula, que tiene un interés político muy concreto a corto plazo: lograr la victoria de su candidata en las elecciones presidenciales de fin del año 2010. Eso sí, la crisis de 2008 y la recesión pusieron de manifiesto que los intereses como colectivo de los emergentes a veces pueden diferir considerablemente de los de los países desarrollados occidentales que dominan actualmente la producción mundial. Las economías de los BRIC se vieron muy afectadas por la crisis financiera cuando disminuyeron los créditos comerciales y, pese a ello, su recuperación ha sido más sólida que la de la mayoría y ha causado un rápido aumento de los precios mundiales de los productos básicos y la energía. Pero todo esto no deja de ser sumamente circunstancial. Los líderes de los BRIC probablemente querrán seguir reuniéndose con regularidad. Quizá bajo determinadas circunstancias les convenga tomar algunas decisiones juntos. Pero no más allá de eso.
Ningún grupo de naciones grandes o pequeñas, poderosas o modestas podrá tener éxito o alcanzar relevancia si no cuentan con una coherencia básica en las visiones que sus integrantes tienen del mundo y si no existe un piso mínimo de comunidad de intereses. El G7 tuvo sus referentes esenciales en el enfrentamiento contra un enemigo común (la URSS), la decisión compartida de defender la democracia y los derechos humanos, y su fe inquebrantable en el libre mercado. De ahí su indiscutible viabilidad durante la guerra fría. Estas ópticos comunes, estos pisos referenciales básicos no existen aún para jugadores emergentes deficientes aún en su pretendida condición de “potencias” y cuyos elementos integradores son sumamente circunstanciales y vagos.