jueves, 26 de diciembre de 2019

Más Allá de Modelos y Voluntarismos




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América Latina arde, y sucede tanto en naciones con gobiernos populistas encabezados por “hombres fuertes” como en países supuestamente fieles al llamado modelo “neoliberal”.


En Nicaragua y Venezuela las protestas se han dirigido contra el autoritarismo de los regímenes personalistas de Daniel Ortega y Nicolas Maduro. En Bolivia, el presidente Evo Morales pretendió hacer un fraude, no pudo, y hoy el país navega a la deriva. 


En Chile, Haití, Ecuador y ahora Colombia la gente ha salido a las calles para protestar contra las medidas de austeridad, exigir mejores condiciones de vida y reclamar la reducción de los desequilibrios en la distribución del ingreso


Esto, sin olvidar la insurgencia ciudadana manifestada en las urnas en Argentina y Uruguay, además de asomarse en el horizonte indicios de intranquilidad en Brasil y Perú. 


No es, entonces, el motivo de todo este descontento la vigencia de una ideología o modelo determinado. Sus orígenes son más complejos y, por ende, las soluciones no son sencillas. 


En esta inestabilidad regional hay razones estructurales. Nuestros países dependen aún demasiado del fluctuante precio de las materias primas. Y ni los populismos ni las democracias han logrado superar esta excesiva subordinación. 


Los presidentes a los que les toca gobernar en tiempos de vacas gordas pueden expandir el gasto y mejorar las condiciones de vida de su población, pero cuando llega la fase descendente del ciclo los cimientos de ese Estado benefactor se muestran muy precarios.


Por eso, ni tirios ni troyanos han sido capaces de generar condiciones sostenibles para el crecimiento económico y la eliminación de la pobreza.

No existen atajos y, por supuesto, pretender solucionarlos a base de buena voluntad, carisma, popularidad o manotazos demagógicos solo conducirá al agravamiento de la crisis. La fórmula segura del fracaso consiste en pretender aplicar medidas diseñadas en tratar de “quedar bien” con todos y en fundamentar decisiones únicamente en la voluntad y de espaldas a la realidad.


El voluntarismo es suicida. Las cosas no cambian solo a base de buenos deseos, experiencia fatal de nuestra historia. La realidad nunca se equivoca.

Por supuesto,  las salidas posibles pasan, necesariamente, por establecer amplios consensos sociales. Hoy en América Latina no está ni para el confrontacionismo populista, ni para la intransigencia tecnocrática.  

La sustitución de las instancias de intermediación (partidos y parlamentos) por un liderazgo caudillista no es garantía de éxito. Avanzar superficialmente contra la pobreza y fortalecer el asistencialismo clientelar no es sinónimo de buen gobierno.


Indispensable es asentar las bases de un desarrollo sólido y sostenido, a la vez de conmutativo, distributivo y social. Las expectativas son equidad económica e igualdad de acceso a la educación y las oportunidades, pero también son las de la alternancia democrática y la salud institucional.


Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna "Hombres Fuertes"
27 de noviembre de 1019

El Mito del BRICS




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Pasó casi desapercibida la cumbre anual del BRICS, el grupo de las economías emergentes más importantes del mundo, celebrada la semana pasada en Brasilia. Fue irrelevante  porque entre sus distintos miembros prevalece un ambiente de ralentización económica, una obsesión por la defensa a ultranza de la soberanía y una notable disparidad de intereses y objetivos en sus políticas exteriores. 


Estuvieron presentes en la capital de Brasil cuatro de los principales “hombres fuertes” de la actualidad: Xi Jinping, Vladímir Putin, Jair Bolsonaro y Narendra Modi, además del sudafricano Cyril Ramaphosa.

Con la Unión Europea metida en un grave atolladero, Estados Unidos en plena pérdida relativa de hegemonía y el mundo multilateral lleno de nuevos acrónimos y de grupos a 5, 7, 8, 20 y hasta 77 bandas con sus viabilidad cuestionada, muchos veían la creación (en 2009) de un bloque integrado por las potencias emergentes como una alternativa de poder incontenible. No ha sido así.


En principio impresiona una supuesta alianza de enormes naciones las cuales, juntas, ocupan el 22% de la superficie terrestre, amasan el 27% del PIB y congregan el 41.6% de la población mundial. 


Pero más allá del tamaño de sus economías y de sus tasas de crecimiento anual, los BRIC tienen poco en común. Prevalecen discrepancias de tipo territorial (disputas fronterizas), económicas, ideológicas y migratorias. Y los BRICS no impresionan tanto si atendemos el Índice de Desarrollo Humano. Ahí Brasil ocupa el 70 lugar mundial, seguido de Rusia (73), China (94), Sudáfrica (113) y la India (123). Es decir, se trata de naciones con profundas disparidades sociales y regionales internas.


Existe consenso entre los estudiosos de la geopolítica en el sentido de nombrar a tres elementos fundamentales para considerar a una nación una superpotencia: poseer un poderío militar de largo alcance, gozar de un margen aceptable de estabilidad política y mantener fuertes intereses económicos y estratégicos extraterritoriales. 


Si atendemos a estos criterios tradicionales, nos daremos cuenta que solo China cubre a cabalidad las tres condiciones. En el resto, las carencias más graves se presentan en lo relativo a la estabilidad política y cohesión nacional.



Más importante aún, ningún grupo de naciones grandes o pequeñas, poderosas o modestas podrá tener éxito o alcanzar relevancia si no cuentan con una coherencia básica en las visiones globales de sus integrantes y si no existe una base mínima de comunidad de intereses.


El G7 tuvo sus referentes esenciales en el enfrentamiento contra un enemigo común (la URSS), la decisión compartida de defender la democracia y los derechos humanos, y su fe inquebrantable en el libre mercado. De ahí su indiscutible viabilidad durante la guerra fría. 


Estas ópticos comunes, estos pisos referenciales básicos no existen aún para las potencias emergentes, cuyos elementos integradores son sumamente circunstanciales y vagos.



 Pedro Arturo Aguirre


Publicado en la columna "Hombres Fuertes"
20 de noviembre de 1019

sábado, 16 de noviembre de 2019

Las Dos Lecciones del Domingo




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El pasado domingo 10 de noviembre tanto los defensores de la democracia liberal como quienes creen en los regímenes de los “hombres fuertes” recibieron importantes lecciones las cuales, todos, deben aquilatar en todas sus justas proporciones

En España, la incapacidad de los partidos tradicionales de llegar a un acuerdo de coalición obligó a la celebración de unas nuevas elecciones generales, las cuartas en cuatro años. El resultado fue un preocupante ascenso electoral de Vox, partido de extrema derecha nacionalista de los añorantes del franquismo, sintonizado con las nuevas corrientes autoritarias europeas y norteamericanas.

La crisis de representatividad de las opciones políticas tradicionales mucho debe al abuso de prácticas y componendas muy mal comprendidas y ampliamente reprobadas por los ciudadanos. Los absurdos estira y afloja protagonizados en España por el PSOE, el PP, Ciudadanos y Podemos han sido castigados en las urnas por un electorado harto de politiquerías e irresponsabilidad.

Este “voto de castigo” ciudadano por lo general se manifiesta en beneficio de opciones personalistas y autoritarias con posturas maniqueas y demagógicas, pero cuyo simplismo es fácilmente comprendido por la gente.

El panorama español se complica. El PSOE y Podemos han anunciado un acuerdo de coalición, pero los efectos del ascenso de la extrema derecha son todavía difíciles de evaluar. España sigue la senda de Italia, polarizada por demagogo Matteo Salvini .

Mientras los políticos no entiendan las causas de su crisis de representatividad, ésta seguirá profundizándose.

Mientras tanto, en Bolivia, Evo  Morales cayó víctima de su soberbia. Nadie niega los éxitos de su gobierno en los terrenos sociales y económicos, logrados, por cierto, gracias a favorables coyunturas y a políticas la cuales pueden calificarse como “neoliberales”. Pero gobernó polarizando y dividiendo a la sociedad, y si alguien ha querido dar un golpe de Estado ha sido precisamente él. 


Modificó la Constitución para reelegirse, más tarde la reinterpretó para no contabilizar el primer periodo, de ahí celebró un referéndum para reelegirse por cuarta vez y lo perdió, pero no le importó, presionó para declarar inconstitucional ese impedimento y, como corolario, pretendió hacer fraude para evitar una segunda vuelta.


Las estrategias de atentar contra las instituciones democráticas, atizar el confrontacionismo populista y acentuar los liderazgos personalistas tienen límites. 


En el referéndum de 2016 los bolivianos rechazaron una nueva reelección. El Presidente no escuchó ese reclamo de alternancia. El domingo, evidenciado por un lapidario informe de la OEA, ofreció la celebración de nuevas elecciones, pero el ejército sugirió su dimisión para asumir, en mala hora, el papel de árbitro. Lamentable situación cuyo único responsable es Evo.


España fue muestra del hartazgo ciudadano ante los hábitos y manejos de quienes dicen representarlos en democracia.

Bolivia impuso un límite a las arbitrariedades de un gobernante megalómano y autoritario.   

Pedro Arturo Aguirre

¿Mujer Fuerte?




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El fenómeno peronista es una desventura cuyos efectos en la política y economía de Argentina han sido y son devastadores, por eso resulta increíble su recurrente capacidad de recuperar el poder. Muchas veces se le ha dado por muerto, pero tarde o temprano resucita. 


La semana pasada volvió a hacerlo al conquistar un convincente triunfo en las urnas, ratificando su indudable vitalidad.


Eso sí, cada una de las etapas peronistas han sido distinta. Esta será su quinta resurrección tras el primer Perón, el regreso del general en los setentas y las presidencias de Menem y los Kirchner. Cada etapa ha sido diferente, y si tenemos a la historia de guía eso mismo sucederá ahora con el gobierno de Alberto Fernández.


La etapa peronista previa, la de los Kirchner, tuvo rasgos típicamente populistas, con políticas económicas no son sustentables generadoras de desequilibrios macroeconómicos y debilitamiento de las instituciones democráticas. 


Le dejaron una onerosa carga a sucesor, Mauricio Macri, quien aunado a ello, equivocó muchas decisiones, estuvo siempre en minoría en el Congreso y las gubernaturas y el poder sindical se mantuvo en manos los peronistas. 


Ahora con Cristina Kirchner como vicepresidente muchos especulan si no será ella la verdadera “mujer fuerte” del nuevo gobierno.


Difícilmente será así. Los peronistas ganaron gracias a una reconciliación la cual unificó a sus distintas facciones en la coalición Frente de Todos, necesaria, precisamente, por la gran división creada en el peronismo por el estilo personalista y autoritario de la ex mandataria. 


Alberto Fernández enfrentará una economía desastrosa, condicionantes internacionales severos y la necesidad de garantizar la gobernabilidad del país con una actitud conciliadora, renunciado al intenso confrontacionismo tan del gusto de Cristina y de muchos dirigentes populistas.


El presidente electo renunció como jefe de Gabinete de Cristina Kirchner y se convirtió en uno de sus más incisivos críticos. En 2015 describió al gobierno de la entonces señora presidenta como “definitivamente malo, donde es muy difícil encontrar algo ponderable". 


Hoy asegura no implementara medidas polémicas impuestas por Cristina en su presidencia como controles de cambios, subsidios a rajatabla y falsificación de estadísticas oficiales, ni recaerá en formas autoritarias como el constante enfrentamiento con la oposición y descalificación de la prensa.

El desprestigio de Cristina es ingente, pese a contar con el fervor de un sector del peronismo. Su populismo exacerbado solo acarreó corrupción, bancarrota y enfrentamiento social. 


La nueva administración no tendrá un cheque en blanco. En el Congreso no existirá la hegemonía de un bloque unívoco. Las distintas corrientes peronistas y de oposición mantendrán  sus diferencias de origen y votarán en conjunto solo cuando lo consideren necesario.

Existen razones para el optimismo y para pensar para la Argentina en un gobierno respetuoso de la Constitución capaz de arribar a consensos democráticos. 

Pedro Arturo Aguirre Ramírez
Publicado en la columna Hombres Fuertes
6 de noviembre de 2019

El Fraude de Evo






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Es muy larga la lista de dictadorzuelos y caudillos en la sufrida historia de América Latina,  y a ella se ha sumado, en mala hora, Evo Morales, y a la manera tradicional: mediante un burdo fraude electoral.

Nadie puede negar los logros de Bolivia en materia económica y social. El país goza de un vigoroso crecimiento económico, su índice de desempleo es el más bajo de la región y la pobreza se redujo a la mitad.

Esi sí, el “milagro” boliviano debe mucho a las aperturas propiciadas por Evo para atraer inversión extranjera y presencia de transnacionales petroleras y  agroindustriales.

La estrategia económica también mucho descansa en el extractivismo excesivo y en la sobreexplotación agroindustrial.  

Muchas empresas petroleras multinacionales han recibido favores y condiciones muy favorables gracias al gobierno de Evo, ello pese al discurso nacionalista.

Y darle vía libre a los agroindustriales fue una de las causas de los pavorosos incendios forestales en el Amazonas.

Todas estas políticas son consideradas como “neoliberales”.

Como sea, Evo ha logrado ser un eficaz e inteligente promotor del cambio en un país pobre y atrasado.

Pero el poder se la ha subido a la cabeza. Cada vez su presidencia es más personalista y autocrática. Abusa constantemente de la amplia mayoría de su partido en la Asamblea Legislativa para minar la independencia del Poder Judicial, del Tribunal Constitucional y del Tribunal Electoral.

Asimismo, se ha entregado, alegremente, a un cada vez más grotesco culto a su persona, además de recortar cotidianamente las libertades de sus compatriotas,

La gran diferencia en estos comicios fue la estrategia del principal rival de Evo, Carlos Mesa, candidato de centroizquierda quien supo hacer una campaña constructiva. Evitó cuestionar los logros sociales y económicos del gobierno, pero ofreció terminar con el personalismo, extirpar la corrupción y recuperar la institucionalidad.

Nada de dar giros radicales o adoptar medidas draconianas de ajuste sin arribar, primero, a un consenso social, como sucedió con Moreno en Ecuador o Macri en Argentina.

El éxito de Mesa ofrece un importante lección para quienes combaten al populismo en América Latina: no es posible desconocer condiciones de injusticia económica y fractura social si se quiere presentar una alternativa eficaz contra la demagogia populista

El Tribunal Electoral, en manos de seguidores del gobierno desde el año pasado, le ha entregado a Evo una reelección espuria. El presidente denuncia ahora un supuesto “golpe de Estado” en su contra y al grito de “Evo de Nuevo” moviliza a sus seguidores y a empleados del gobierno en una escalada violenta de imprevisibles consecuencias, convirtiéndose él, de esta forma, en el verdadero golpista.

Hoy nadie sabe cómo va a terminar esta triste confrontación, pero sea cual fuere el resultado, la imagen de Evo Morales nunca volverá a ser la misma.

Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna Hombres Fuertes
30 de octubre de 2019

Conservador y Populista


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Jaroslaw Kaczynski, hombre fuerte de Polonia,  es cabeza indiscutible tanto del partido Ley y Justicia (PiS) como del gobierno polaco a pesar de no ocupar formalmente puesto administrativo alguno. 


Desde 2015 se dedica a erigir un régimen autoritario, personalista y conservador. Ha debilitado al Poder Judicial, limitado la libertad de expresión, disminuido a la Comisión Electoral, secuestrado a la televisión pública e instaurado un andamiaje clientelar muy efectivo.  


Contrariamente a un prejuicio extendido y equivocado, los gobiernos de derecha también saben ser generosos al aplicar políticas redistributivas y estrategias clientelares. Coinciden  actualmente casi todos los populistas a izquierda y derecha en asignar gastos sociales elevados, sobre todo aquellos capaces de garantizar clientelas electorales.


En Polonia, estas políticas sociales se combinan con una vocación claramente conservadora de defensa de los valores tradicionales, crítica constante a las élites urbanas, odio a los homosexuales y al Islam y un nativismo feroz contrario a los inmigrantes, la Unión Europea, Alemania y Rusia. 


El PiS otorga 500 zloty (114 euros) de prestaciones mensuales a las familias con hijos, y sus promesas para la próxima legislatura son generosas: bonos extra para los pensionistas, subsidios agrícolas, exención de impuestos para los jóvenes y un aumento del salario mínimo. 


Para todo esto aún hay dinero. La economía polaca crece a buen ritmo desde mucho antes de la llegada al poder de PiS. 


Al frente de este Estado bienestar al mismo tiempo conservador y autoritario está un líder de personalidad anodina, insufrible moralino de escasa formación intelectual, pero quien sabe el secreto de comunicarse eficazmente con  su electorado nacionalista y tradicionalista, los “normales” como él los llama. Las cosas son para este mojigato son “buenas” o “malas”. No hay más. Quienes no piensan como él son  "Polacos de una categoría peor". 


Kaczynski habla muy seguido con un discurso pedestre y fácil de entender. Es adicto a los viejos dichos populares y a los lugares comunes, constantemente denuncia “conspiraciones” fraguadas por las élites. Anunció el establecimiento de una nueva "Cuarta República" y llama a su cruzada "dobra zmiana" (buen cambio). Acusa a las élites por “corruptas” y “antipolacas” y las contrapone al “pueblo bueno”, en un ejercicio muy del gusto populista.


La oposición, por su parte, crítica al PiS por comprar votos y por no implementar reformas estructurales. También advierte  de una inevitable crisis fiscal si los conservadores cumplen sus promesas de campaña. Pero está dividida y sus mensajes son equívocos.


Regalar dinero desde el gobierno  es fácil y ello no define a un político como “progresista” o “conservador.” Más allá de sus subsidios y dádivas, Kaczynski es esencialmente un conservador, porque aspira imponer su moral personal y limitada visión del mundo a sus gobernados por medio de un régimen patriarcal y de inspiración religiosa. Eso es ser conservador.


Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna Hombres Fuertes
23 de octubre de 2019

sábado, 19 de octubre de 2019

Ecuador y el Antídoto contra el Populismo




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De todos los populistas latinoamericanos recientes, el de Rafael Correa es un caso singular. Es quien mayores reconocimientos recibe por haber dejado a su país mejor social y económicamente de cómo lo encontró, y por iniciar un importante programa de construcción de mega infraestructuras para impulsar a Ecuador al futuro.

Además, Correa tiene una destacada formación académica e intelectual, cosa imposible de decir de colegas suyos como Chávez, Maduro, Morales, Ortega y algunos otros populistas de por ahí y por allá.

Sin embargo, como sucede de manera característica con el populismo, muchas de sus políticas asistencialistas se convirtieron en mecanismos clientelares y la construcción de infraestructuras desembocó, en algunos casos, en pozos de corrupción y  endeudamiento.

Los críticos también señalan su incapacidad y/o desinterés de impulsar una economía más diversificada y no tan dependiente de los hidrocarburos, y le reprochan no haber ahorrado más durante la épocas de la bonanza

Muy reprensibles fueron, también, su autoritarismo y sus rasgos de megalomanía. Suprimió instituciones de contrapeso al Ejecutivo, se asumió como la “genuina voz del pueblo” opuesto a los “enemigos de la Patria”, despreció el pluralismo y describió a la oposición como parte del viejo orden “oligárquico y corrupto”.

Víctima  favorita de sus cotidianos vituperios fueron los periodistas críticos. Los acusaba de “manipuladores, golpistas y corruptos”, y de ser “sicarios de la tinta”.

También promovió su imagen de manera constante en los medios. Era adicto a emitir juicios y opiniones sobre prácticamente todos los temas.

Hacía los comicios de 1917, y no sin antes  hacer ciertos escarceos en el sentido contrario, renunció a la reelección. Pero para cuando abandonó el poder, Ecuador exhibía serios problemas económicos consecuencia, sobre todo, de la baja del petróleo.

Su sucesor, Lenin Moreno dio un viraje de 180 grados. Entre las medidas adoptadas para afrontar la crisis fiscal, el gobierno decidió eliminar los subsidios a la gasolina. La semana pasada, grupos afectados decidieron protestar, pero en las manifestaciones pronto se hicieron presentes infiltrados violentos, los cuales perpetraron actos vandálicos, entre ellos el incendio de la sede de la Contraloría Nacional donde, casualmente, se encuentran pruebas de casos penales iniciados contra Rafael Correa.

El expresidente llamó al pueblo ecuatoriano a “resistir” y llamó a su sucesor "el traidor más grande de la historia ecuatoriana y latinoamericana". Exigió su renuncia y se declaró dispuesto a hacer un “nuevo sacrificio”, y presentarse de nuevo como candidato presidencial.

Moreno anunció antier la suspensión de sus reformas económicas. Como le sucedió a Macri en Argentina, no supo aplicar remedios a la crisis con el debido consenso político y con la aplicación de medidas compensatorias. Los ejemplos de Ecuador y Argentina son claros: insistir en fórmulas meramente tecnocráticas no es el antídoto correcto contra el delirio populista.

Pedro Arturo Aguirre 
Publicado en la columna Hombres Fuertes
16 de octubre de 2019

¿Un Gran Timonel para el Siglo XXI?




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Celebró la República Popular China el pasado 1 de octubre su septuagésimo aniversario con un colosal desfile militar. Marcharon unos quince mil soldados y se verificó un magno despliegue de armamentos de última generación, entre ellos los nuevos misiles intercontinentales Dongfeng 41, los cuales pueden alcanzar cualquier punto de los Estados Unidos.

Presidió el líder absoluto de China, Xi Jinping quien, vestido a la Mao, apareció en el mismo balcón de la Puerta de Tiananmen desde donde el Gran Timonel proclamó la fundación de la República. Afirmó Xi en su discurso: "Ningún poder puede detener el progreso de la nación y el pueblo chinos… China ya no es más, ni volverá a ser jamás, el país liberado por Mao, empobrecido y humillado internacionalmente”.


Fue la reafirmación del culto a la personalidad de Xi Jinping uno de los aspectos más notables de estos de estos festividades además, claro, de la obscena exhibición armamentista. 


Desde hacía varios días se veían por doquier en las ciudades chinas grandes arreglos florales glorificando la promesa del dirigente máximo de “realizar el sueño chino”, y miles de pancartas rojas invitaban al pueblo a acercarse al Partido Comunista “con el camarada Xi Jinping como su núcleo".

Porque Xi fue nombrado en el 2016 “núcleo” del partido.


Este culto va en contra de lo dispuesto por Deng Xiao Ping, quien calificó la adoración pública de los gobernantes como “una falta de dignidad política”.

Pero para Xi la personalización  del poder es indispensable. Así, piensa él, China evitará el destino de la Perestroika soviética, fracasada por los excesos en la apertura política, la corrupción y el liderazgo débil de Gorbachev


Por eso, el año pasado, los legisladores aprobaron una reforma constitucional para permitirle mantenerse en el poder de manera indefinida y su ideología “el pensamiento de Xi Jinping sobre socialismo con características chinas para una nueva era”, fue inscrito en la Constitución.

Por eso se intensificará la influencia del partido en  todos los ámbitos de la vida con un “Sistema de Crédito Social” diseñado para evaluar la conducta de cada ciudadano, y con una técnica de reconocimiento facial capaz de identificar -en segundos- a cada uno de los habitantes de este súper poblado país.


Pero Xi deberá enfrentar retos ingentes. Los años  próximos serán de desafíos en los terrenos económico y político. El crecimiento se ralentiza, las tensiones comerciales con Estados Unidos se mantienen y la deuda pública crece en proporciones astronómicas. 


Pero el frente político será el más significativo. Las protestas en  Hong Kong y la negativa de Taiwán a integrarse a China desmienten a quienes descartan a la falta de libertades como un factor destinado a minar el gran poder de China y de su nuevo “Gran Timonel”.


Pedro Arturo Aguirre

Publicado en la columna Hombres Fuertes
9 de Octubre 2019