De todos los populistas latinoamericanos recientes, el de Rafael Correa es un caso singular. Es quien mayores reconocimientos recibe por haber dejado a su país mejor social y económicamente de cómo lo encontró, y por iniciar un importante programa de construcción de mega infraestructuras para impulsar a Ecuador al futuro.
Además, Correa tiene una destacada formación académica e intelectual, cosa imposible de decir de colegas suyos como Chávez, Maduro, Morales, Ortega y algunos otros populistas de por ahí y por allá.
Sin embargo, como sucede de manera característica con el populismo, muchas de sus políticas asistencialistas se convirtieron en mecanismos clientelares y la construcción de infraestructuras desembocó, en algunos casos, en pozos de corrupción y endeudamiento.
Los críticos también señalan su incapacidad y/o desinterés de impulsar una economía más diversificada y no tan dependiente de los hidrocarburos, y le reprochan no haber ahorrado más durante la épocas de la bonanza
Muy reprensibles fueron, también, su autoritarismo y sus rasgos de megalomanía. Suprimió instituciones de contrapeso al Ejecutivo, se asumió como la “genuina voz del pueblo” opuesto a los “enemigos de la Patria”, despreció el pluralismo y describió a la oposición como parte del viejo orden “oligárquico y corrupto”.
Víctima favorita de sus cotidianos vituperios fueron los periodistas críticos. Los acusaba de “manipuladores, golpistas y corruptos”, y de ser “sicarios de la tinta”.
También promovió su imagen de manera constante en los medios. Era adicto a emitir juicios y opiniones sobre prácticamente todos los temas.
Hacía los comicios de 1917, y no sin antes hacer ciertos escarceos en el sentido contrario, renunció a la reelección. Pero para cuando abandonó el poder, Ecuador exhibía serios problemas económicos consecuencia, sobre todo, de la baja del petróleo.
Su sucesor, Lenin Moreno dio un viraje de 180 grados. Entre las medidas adoptadas para afrontar la crisis fiscal, el gobierno decidió eliminar los subsidios a la gasolina. La semana pasada, grupos afectados decidieron protestar, pero en las manifestaciones pronto se hicieron presentes infiltrados violentos, los cuales perpetraron actos vandálicos, entre ellos el incendio de la sede de la Contraloría Nacional donde, casualmente, se encuentran pruebas de casos penales iniciados contra Rafael Correa.
El expresidente llamó al pueblo ecuatoriano a “resistir” y llamó a su sucesor "el traidor más grande de la historia ecuatoriana y latinoamericana". Exigió su renuncia y se declaró dispuesto a hacer un “nuevo sacrificio”, y presentarse de nuevo como candidato presidencial.
Moreno anunció antier la suspensión de sus reformas económicas. Como le sucedió a Macri en Argentina, no supo aplicar remedios a la crisis con el debido consenso político y con la aplicación de medidas compensatorias. Los ejemplos de Ecuador y Argentina son claros: insistir en fórmulas meramente tecnocráticas no es el antídoto correcto contra el delirio populista.
Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna Hombres Fuertes
16 de octubre de 2019
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