jueves, 14 de marzo de 2013
martes, 12 de marzo de 2013
¿Va en serio?
Mucho me sorprendió que mi amigo Raúl Trejo Delabre, uno de los expertos más reputados en el tema de medios que hay en nuestro país, se haya referido ayer en una nota de su perfil en Facebook sobre la iniciativa de reforma constitucional presentada ayer los dirigentes de los partidos y el presidente de la República como “un avance enorme hacia la pluralidad y la competencia en medios y telecomunicaciones”, para añadir que : “De aprobarse esas reformas y la ley reglamentaria, México tendría uno de los regímenes más avanzados en dicho terreno.” Alentadoras palabras de quien siempre ha sido un sólido crítico de las retrogradas políticas en materia de comunicaciones aplicadas por los pasados gobiernos de la República.
No conozco a fondo las características de la iniciativa. Mañana entrevisto al especialista Joaquín Álvarez del Castillo en Canal México para que me su versión. Pero, ojalá, de verdad ojalá la voluntad reformadora mostrada hasta el momento por la presente ad ministración vaya en serio. Urge incluir a México en la lista de “potencias emergentes”, y tal cosa no será posible mientras nuestro país sigo ocupando posiciones desfavorables en los �índices de competitividad internacional. ¡Ya basta de perder oportunidades para realizar cambios indispensables que contribuyan a meternos de lleno en la competencia mundial! Porque eso es lo que hemos hecho, perder oportunidades, una tras otra, y el caso de los dos pasados gobiernos panistas es uno de los más flagrantes. A pesar de los grandes beneficios que reportó al país el boom petrolero registrado a nivel mundial durante las administraciones de Fox y Calderón, los mexicanos no fuimos capaces de aprovechar la situación para para reducir de forma significativa los índices de pobreza, volvernos más productivos, dinamizar nuestras estructuras económicas, mejorar nuestros niveles educativos, y dotar a nuestros jóvenes de más y mejores conocimientos, herramientas y habilidades técnicas y científicas, tal y como ha ocurrido en países considerados hoy como exitosos, es decir, las famosas “potencias emergentes. Aunque tuvimos más dinero, no fuimos capaces de tomar mejores decisiones ni de generar mejores políticas públicas.
Los fracasos suceden una vez que las necesidades del corto plazo y/o las consideraciones políticas clientelares se imponen sobre las medidas de Estado y los proyectos visionarios. No podemos seguir siendo perennemente un país que pierde todas las oportunidades. México puede acelerar su crecimiento económico y colocarse a la par de países altamente competitivos si nos decidimos de una vez por todas a aprovechar nuestras ventajas, a hacer cambios trascendentales al modelo seguido hasta ahora (es falso que sea “neoliberal”) y a desplegar una estrategia moderna y más práctica de desarrollo, pero ello demanda -debe entenderse- la remoción de prejuicios y una vigorosa revaluación intelectual, anímica y organizacional de nuestra sociedad y del mundo en el que vivimos.
lunes, 11 de marzo de 2013
Dejemos de Hablar de Bufones
Dejemos de hablar de bufones como Hugo Chávez o Berlusconi para honrar un poco la memoria de políticos de otra estatura intelectual. Uno de mis favoritos de todos los tiempos es Benjamín Disraeli, descomunal estadista y escritor inglés quien fue también un artista de la sátira. Nacido en Londres en una familia judía de origen italiano, fue hijo de un muy agradable señor que estaba entregado por completo a sus tareas literarias. En la escuela y siendo muy niño, D. cobró conciencia de la diferencia que existía entre él y el resto de los párvulos, por eso su padre, convencido de que se judío sólo podría acarrearle dificultades en el seno de la intransigente sociedad inglesa, decidió bautizarlo. Disraeli siempre fue un hombre extremadamente inteligente y sensible dotado de una poderosa imaginación, dueño de una ambición que siempre lo indujo a ser el primero en todo. Sus características de líder y amor por el drama y la literatura hicieron que formase una compañía de teatro estudiantil. El estreno de su primer obra (una sátira, desde luego) le causó su expulsión del severo colegio anglicano donde estudiaba. Tenía entonces 15 años. Inició entonces una etapa de rabiosa formación autodidacta en la que leía todo cuanto había a su alcance. Esto llegó a preocupar a su padre, que decidió ponerle a trabajar, consiguiéndole un puesto como secretario.
Por las mañanas acudía al execrable trabajo y por las tardes leía pero obviamente tal rutina no satisfacía en absoluto sus altas aspiraciones. Por eso decidió tratar de hacer negocios. No obtuvo éxitos, pero lejos de desanimarse intentó sacarle provecho a la adversa situación sirviéndose de las experiencias adquiridas como tema de una novela que escribió en cuatro meses y que se tituló Vivían Grey, publicada en forma anónima y la cual fracasó rotundamente. Abatido por el nuevo revés, enfermó y sus padres decidieron abandonar Londres e instalarse en una casa en el campo. En medio de la tranquilidad rural, Disraeli escribió dos relatos satíricos Popanilla y The Young Duke y, más tarde, tras un intenso recorrido por Europa dos novelas: Alroy y Contarini Fleming. La primera es un relato del viaje en forma epistolar y la segunda es una autobiografía también llena de deliciosos tonos satíricos. Es justo tras publicar Contarani Fleming que llegó a la conclusión de que su verdadera vocación era la política, ya que la literatura no colmaba sus amplias ambiciones. Regresó a Londres e inició una larga y fructífera carrera política que mucho contribuyó a consolidar el poderío imperial del Reino Unido. Pero la política no interrumpió nunca su vocación literaria. Disraeli se daría tiempo para seguir escribiendo. Fue ya siendo un prominente líder que publicó su obra más importante: Coningsby, o La Nueva Generación, una preciosa sátira sobre el mundo de la política.
Desde luego, más allá de lo que puede leerse en sus escritos, la sátira disraeleana conoció sus mejores momentos en las sesiones parlamentarias. Dueño de una abismal cultura, de un supremo sentido del humor y de incomparable agilidad mental, Disraeli solía hacer pedazos a cuanto político se atrevía ponérsele enfrente. ¡Y de qué políticos hablamos! En el Parlamento de Westminster entonces se encontraban gigantes como Robert Peel, William Gladstone, John Russell y un largo etcétera de eminencias. La rivalidad más enconada (una de las más famosas de la historia, dicho sea de pasada) la tuvo con Gladstone, líder del partido liberal, cuyo fervor moral sólo era comparable a su capacidad fenomenal para el trabajo duro y el dominio de arcanos detalles financieros y administrativos, pero que también era capaz de hablar con notable fuerza de seducción al Parlamento y al público. Disraeli se especializaba en el empuje del sarcasmo fino y el epigrama envenenado, estrategia que orientada a la acritud en el debate parlamentario muy a menudo dejaba fuera de balance al severo y poco imaginativo Gladstone quien, por otro lado, podía ser contundente cuando se trataba del frío manejo de cifras y el conocimiento específico de temas.
Creo que no es necesario decir que actualmente México carece casi por completo de Disraelis y de Gladstones. Nuestra funesta clase política comparte, toda, de izquierda a derecha graves limitaciones intelectuales, escasa formación cultural y académica, nula capacidad de persuasión (que no sea la que da el marketing) y nuestra vida parlamentaria - foro donde en tantas otras latitudes se forman los líderes- es absolutamente impresentable. El mejor de los últimos tiempos fue, quizá, Porfirio Muñoz Ledo y eso es para ponerse a llorar, francamente.
jueves, 7 de marzo de 2013
¡QUÉ IMPORTA QUE EL SUEÑO NOS ENGAÑE, SI ES HERMOSO!
La muerte de Chávez y las desenfrenadas muestras de luto y elogios excesivos de sus fans en Venezuela y en el resto de América Latina me recuerda que desde siempre me han dado tirria quienes se toman la vida demasiado en serio: los moralistas, los iluminados, los mesiánicos, y en general aquellos antipáticos personajes que viven para, según ellos, salvarnos a nosotros de nosotros mismos. ¡Cuídense, amigos de los iluminados! ¡Huyan de aquellos que creen estar siempre del lado del bien (o más bien, que creen que ellos son el bien) y de los que suponen que todo lo saben y todo lo pueden, y en el ejercicio perverso de ese delirio no tienen reparos en deformar la realidad objetiva que los rodea y a los seres humanos que la habitan!
Fue Anatole France quien escribió aquello de "¡Qué importa que el sueño nos engañe, si es hermoso!". Muy bien, pero debemos saber distinguir la calidad de los sueños. No son precisamente los sueños, por más desmesurados que sean, los que agravian, sino sus encarnaciones arbitrarias. Los políticos populistas como Chávez, Berlusconi y tantos más viven de las grandes mentiras, de enseñar espejos de humo, de vender sueños. Es cierto es que el origen del problema político consiste en que el aspirante a gobernar debe excitar en quienes serán sus gobernados la ilusión de que él tiene en las manos la llave de la solución, pero la realkidad es que cuando adquiere el poder no se juega con ilusiones o ideas absolutas sino con situaciones concretas, ordinarias, coyunturales. Benedetto Croce decía que “El hombre no es, sino que deviene incesantemente". En ese devenir perpetuo que sólo con la muerte termina hace que el ser humano viva en la constante aventura de lo incógnito. Es todos los días el mismo y, cotidianamente, distinto. Esta realidad elemental y por lo tanto fundamental, hace que la incertidumbre forme parte de la naturaleza humana. La política es un intento de resolver esas incertidumbres, por lo que sus afanes por la misma naturaleza de su origen, están condenadas a ser circunstanciales y momentáneos. Pretender soluciones absolutas y definitivas es intentar congelar la historia. Los intentos de esos absolutos en el siglo XX fueron la causa y la razón de los totalitarismos.
El estadista, es aquel que puede anudar lo que anhelaba Jeremías Bentham: "Ser un soñador de realidades y un realizador de sueños". Coordinar esfuerzos e interpretar anhelos, decía un amigo mío. Conoce, en primer lugar, sus propias limitaciones. Por eso, entre otras cosas puede y debe tener sentido del humor como para reírse de sí mismo. Los tiranos, los dictadores y la mayor parte de los políticos fallidos sobredimensionan sus aptitudes. Se toman demasiado en serio, y sobredimensionar las situaciones que uno vive lleva, irremediablemente, al ridículo.
Los Twitts del Oso
Dicen que la Maira era solo un tigre de papel....¡pero de
papel higiénico, la cabrona!
Elba Esther Gordillo acaba de conocer la diferencia entre
aprender y aprehender.
La retórica extremista de Beppe Grillo y otros por el estilo
muy bien ilustra como la antipolítica radical puede llevar al fascismo.
Confirmamos lo que ya sabíamos: ¡¡Seth MacFarlane es un
absoluto genio!!
Enternece ver que el
fervor con el que muchos izquierdistas profesan sus ideas es mucho más hondo y
ciego que la fe del religioso más beato.
La incuestionable honorabilidad del presidente Pepe Mujica
está por encima de posiciones políticas y trincheras ideológicas.
Noticias del atletismo: Pistorius cambio las carreras por el
lanzamiento de bala.
El rayo sobre la cúpula de San Pedro y el meteorito en
Rusia, ¿Son berrinches de Dios por la renuncia de B16 o anuncios de una nueva
era?
Renunció un líder ineficaz, endeble e incapaz de entender los tiempos que vivimos. ¿Cuántos por aquí y por allá deberían seguir su ejemplo?
No deja de ser triste cuando se reconoce que la mayor virtud de un líder fue que tuvo el valor de renunciar.
Desde hoy tengo el honor de ser amigo en Facebook del gran
general romano Marco Agrippa. Sólo espero que no me vaya a contagiar.
El procurador tiene sentido del humor. Bien por él!
Lozoya heredó de su padre el cariz de tecnócrata frio y
distante.
La explosión fue como la burocracia mexicana: lenta y
difusa.
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Casa de Citas del Oso Bruno
martes, 5 de marzo de 2013
Don’t cry me for me…Venezuela.
La muerte de
Chávez es una pésima noticia para la democracia en América Latina. Ahora se
convertirá en leyenda, una especie de “Evito”, quizá hasta con su musical y
todo (al tiempo). Mi esperanza era que sobreviviera y se responsabilizara del
desastre en el que dejó a su país. Chávez mantuvo su popularidad a golpe de
despilfarros, incluso después una larga temporada en el poder marcada por la
mala administración, la inflación galopante, la irresponsabilidad financiera,
el autoritarismo, la corrupción y el crimen rampante. El clientelismo masivo
proporcionado por las millonarias ganancias petroleras le permitió contar con
una presencia indudablemente poderosa en numerosos sectores populares de
Venezuela, ello auxiliado por la ausencia de todo mecanismo institucional que
asegure un gobierno limitado, rendición de cuentas o división de poderes. Eso
sí, sería un muy grave error negar que el chavismo haya calado hondo en ciertos
sectores sociales. El fenómeno chavista fue posible gracias a que la oligarquía
venezolana gobernó de forma sesgada, incompetente y con una visión clasista,
eso nadie puede negarlo, pero la solución populista siempre resulta, a la
larga, mucho peor que la enfermedad.
Chávez y sus
muy numerosos seguidores dentro y fuera de Venezuela subrayan los logros de la revolución
bolivariana en términos de reducción de la pobreza, la erradicación del
analfabetismo y un mayor acceso a la salud, pero la estructura económica ha
sido destruida sistemáticamente durante estos años. La inflación ha sido la más
alta del continente americano en los últimos once años, mientras Venezuela es
hoy más dependiente del exterior: las importaciones de bienes de consumo y de
servicios ascienden de forma astronómica y el país importa el 80% del alimento
que consume su población. Sectores independientes del sector salud reportaron
la reaparición en el territorio nacional de enfermedades endémicas que ya
habían sido erradicadas. El Estado de derecho no existe, la criminalidad (sobre
todo el narcotráfico) aumenta constantemente de manera alarmante y Venezuela es
el segundo país más corrupto de América Latina, únicamente superado por Haití,
según la Organización no Gubernamental Transparencia Internacional.
Es cierto
que gracias al uso clientelar, meramente asistencialista y sesgado que el
régimen chavista dio a la riqueza generada por el boom petrolero verificado la
primera década se este siglo -con precios promedio superiores a los 100 dólares
por barril-, unos ocho millones de pobres lograron incrementar sus ingresos y
mejorar sus condiciones de vida, pero esa realidad amenaza con esfumarse al
primer enfriamiento de la economía, ante vertiginoso ascenso de la inflación y
con el contante deterioro de los servicios públicos y la creciente
criminalidad. Uso asistencial y clientelar porque ataca exclusivamente
necesidades perentorias y de corto plazo sin atender la urgencia de establecer
en el país condiciones para que el desarrollo social sea sustentable y de largo
plazo. Sí, los sectores más humildes mejoraron su situación, pero eso sólo se
logró de la “puerta para adentro” de sus casas, puesto que en lo que se refiere
a servicios públicos estructurales como vivienda de calidad, vialidad, sistema
de recolección de basura, drenajes, electrificación, las cosas empeoraron en
los últimos años.
El gobierno
de Chávez impulsó a cerca de una decena de programas sociales, conocidos como
las “misiones” y unas redes de mercados estatales, que beneficiaron de manera
directa a decenas de miles de personas en todos los estados del país y
permitieron paliar, momentáneamente, las deficiencias de los servicios de salud
y los efectos de la inflación. A esto se sumó el favorable desempeño que tuvo
la economía entre 2004 y 2007, años en los que se dieron crecimientos entre
diez y ocho puntos dl PIB venezolano. Pero los años de prosperidad económica
comenzaron a hacer agua a partir de 2008 tras estallar la crisis financiera
mundial que originó el desplome de los precios del petróleo, de donde proceden
¡90 de cada cien dólares que ingresan al país por exportaciones! Todo esto
aderezado por el incontrolable crecimiento de la burocracia y el sector
público.
La riqueza
generada por el boom energético sirvió a Chávez para fomentar su popularidad
mediante un grosero clientelismo, descuidando en el camino las inversiones de
largo plazo garantes de la sustentabilidad del desarrollo social y económico de
su país al futuro. Y es que quizá el principal pecado de la revolución bolivariana
fue no superar la excesiva dependencia de la economía venezolana respecto al
petróleo: más del 90% de los ingresos vienen del rubro energético a más de una
década de régimen chavista.
Por cierto,
que es en el renglón del comercio internacional donde se cae el mito principal
del chavismo: el supuesto “acoso imperialista”.
El “inicuo imperialismo norteamericano” es, hoy por hoy, a más de diez
años de iniciada revolución bolivariana, el principal socio comercial de Venezuela.
En sus coloridas peroratas, Chávez afirmaba que buscaba nuevos mercados para
sus hidrocarburos, pero lo cierto es que es sumamente alta la porción de sus
ventas que destina a Estados Unidos. Rara forma la gringa de tratar de aplastar
a un supuesto enemigo: comerciando con él en ingentes proporciones. Gobierna regalando dinero y serás popular. Tienes recursos, luego alivias problemas perentorios a la gente más desprotegida, repartes, compras lealtades y votos, y ya está, ¡a refocilarse con la adoración popular y el fomento del culto a la personalidad! El problema es que el cuerno de la abundancia suele agotarse y si para entonces no has construido una alternativa viable para la distribución sostenible del ingreso todo se cae como un castillo de naipes. A final de cuantas el espejismo chavista terminará por difuminarse, sin que se haya conseguido superar la pobreza a largo plazo y sin lograr que la economía sea sustentable para un futuro carente de petróleo, pero ya el comandante no estará para rendir cuentas de ello. A otros tocará el desastre. Chávez está destinado a subir al olimpo de los héroes del imaginario de la izquierda latinoamericana al grado, quizá, del mismísimo Che Guevara. Y eso, insisto, es de lamentarse.
lunes, 4 de marzo de 2013
¿Cómo debe llamarse un papa?
A punto de
empezar el cónclave donde habrá de ser
electo el sucesor de Pedro, el mundo se plantea un gran interrogante: ¿qué nombre
elegirá el próximo papa? No es detalle menor. Nada de que “no por llamarse rosa
la rosa tiene su perfume”. El nombre será la primera decisión importante que tome
quien encabece los próximos años a la iglesia Católica y puede significar un mensaje del perfil político que
tenga el próximo papado. Muchos son los nombres que han adoptado los papas,
pero solo un puñado son los que han repetido de forma reiterada: Juan ha habido
23, siendo el apelativo más socorrido en la larga historia del papado, seguido por
Gregorio y Benedicto (16), Clemente (14), Inocencio y León (13), Pío (12), Esteban
y Bonifacio (9) Urbano y Alejandro (8). En el último siglo se han utilizado los
nombres de Pío, León, Juan, Pablo, Benedicto y -por supuesto- Juan Pablo,
primer y único nombre compuesto usado por los papas hasta la fecha. Escoger un
nombre en mucho puede identificar al nuevo papa con el precedente inmediato
anterior. Si el futuro sucesor de Pedro eligiera ser Benedicto XVII sería inevitable
deducir una continuidad con los ocho años del pontificado de Ratzinger, quien a
su vez escogió este nombre en homenaje al hombre que encabezó la Iglesia
durante el duro período de la Primera Guerra Mundial.
Se podría
pensar que un eventual Benedicto XVII estaría abocado a concluir con los
proyectos ya iniciados por su renunciante antecesor o incluso con la reforma de
la curia romana. Ahora bien, si el nuevo pontífice escogiera ser Juan Pablo
III, pues tendría que resignarse a vivir bajo la sombra del carismático Wojtila.
¿Qué tal Pablo VII? Dicen los que saben de estos temas que el Papa Montini,
quien fue Pablo VI, eligió ese nombre porque sugería una gran apertura
apostólica. Cultísimo y profundo, fue el papa que concluyó el histórico Concilio
Vaticano II, iniciado por el adorable Juan XXIII. ¿Un sucesor con el nombre de
Pablo o Juan? ¿Un pontífice que podría convocar a un nuevo Concilio? Ninguno de
los dos sería un nombre fácil de llevar.
El nombre
Pío está bastante quemado en virtud a que ha sido el nombre de algunos de los papas
más reaccionarios y controvertidos de la historia. Pío VII fue encarcelado por
Napoleón. Pío IX fue intensamente anti republicano y antidemocrático y vio
extinguirse el poder terrenal de los papas, Pío X condenó las nuevas tendencias de la modernidad,
Pío XI fue el artífice de los Pactos de Letrán con Mussolini, el siniestro
papel de Pío XII es objeto de gigantescos cuestionamientos. Es por todo esto que llamarse Pío XIII sería
considerado como una iniciativa conservadora muy en línea con la tradición
preconciliar. De este nombre, mejor ni pío. Gregorio evocaría, también, a antecedentes
de papas demasiado oscurantistas. León
está disponible desde 1903, cuando murió el papa Pecci, o sea León XIII,
artífice de la encíclica Rerum Novarum. El tema de los derechos sociales consagrados
en ese documento es de enorme actualidad.
Inocencio se
prestaría a tremendas cabuleadas: ¡Ay Inocencio, otra vez! se oiría exclamar en
las regiones de habla hispana cada vez que la regara. Sixto sería simpático, ya
que le tocaría ser Sixto Sexto. Clemente se han llamado algunos de los más
infames papas de la historia, tan malos que aun después de siglos son difíciles
de olvidar. Alejandro es un nombre poco modesto que, además, evocaría los malignos
recuerdos de los Borgia. Nadie ha osado llamarse Pedro II, o al menos hasta hoy
ninguno lo ha intentado. Improbable será también que el nuevo Papa se decidiese
por algún nombre en franco desuso como Simaco, Teófilo, Sósimas, Lino, Hilario
o Telesforo. Más neutral y políticamente correcto sería decidirse por nombres
como el de Esteban, Nicolás, Sergio, Martín o Adriano cuyos antecedentes son
demasiado lejanos y desconocidos como para sacarle ronchas a nadie. En fin,
veamos cual es el mensaje que le manda al mundo el próximo Papa.domingo, 3 de marzo de 2013
30 días, la nueva y original alternativa de periodismo digital.
Tengo el honor de haber sido elegido director general del diario digital 30 Días, una nueva y original alternativa de periodismo digital.
Las propuestas de portales informativos por internet son competidos. El balance entre lo atractivo y lo actual puede hacer que muchas veces aquello que se presente pueda no ser siempre lo más interesante, lo más verídico, o incluso lo más relevante.
30 Días nace de la necesidad de alimentar el pensamiento de una audiencia que reconoce lo necesario que es estar informado, pero también lo aburrido que puede llegar a ser. Al ser internet, el“cómo” de las noticias se hace flexible, dejando el “qué” igual de directo y conciso que siempre.
El tiempo siempre ha sido algo fundamental, y conforme las generaciones pasan, la información debe ser más corta y eficaz, pero sin dejar de ser objetiva e incluso crítica. El internet se caracteriza por ser el contenedor de una mezcla heterogénea de contenidos capaces de satisfacer todo tipo de gustos y necesidades, los cuales pueden ir desde un simple texto hasta un video en HD. Lo que hace a 30dias diferente a los demás es precisamente eso: lo conciso de su contenido, así como lo variado y lo entretenido. ¡Ojalá lo disfruten!
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Pedro Arturo Aguirre Ramírez
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