miércoles, 2 de abril de 2008

Argentina: Tropezar con la Misma Piedra


Dice The Economist en su edición de esta semana que pocas naciones han sido tan afortunadas como Argentina en lo que se refiere a recursos naturales pero que a su vez pocas naciones han sido tan mal gobernadas. Evidentemente, al leer esto me acordé de México como otro de los paradigmas de nación bendecida por la naturaleza por condenada por la atroz y perenne incompetencia de sus políticos. En cuanto al mal gobierno argentino, lo cierto es que la fortuna kirchnerista está llegando, precipitadamente a su fin. Muchos pensaron que con Cristina en la presidencia habría un cambio hacia la moderación frente al talante confrontacioncita de su marido y antecesor. Sin embargo, ya de entrada -recordemos cómo increpó al Presidente uruguayo ante todo el mundo el día de su asunción-, rápidamente empezó a dar señales preocupantes y de cualidades de estadista, poco y nada.
Para un país agrícola como la Argentina resulta vital que el gobierno procure la manera de ayudar y proteger al sector rural, pero el gobierno de Cristina ha puesto en el lugar del enemigo al sector agropecuario, y se ha mostrado decidida a fomentar el despoblamiento de la campiña, al tiempo que empuja al pequeño y mediano productor en brazos de los más poderosos, los únicos que pueden tener las espaldas lo suficientemente grandes como para aguantar el embate fiscal proveniente del gobierno, el cual, no contento con aplicarle retenciones del 30% o el 35% a las exportaciones de granos, prohibir las exportaciones de carne o interferir en la producción láctea, ahora se descerrajó con otro aumento que supone hasta el 45%, lo que representa un aumento del 17% en los tres meses que lleva Cristina en la Casa Rosada. El gobierno pretende llevarse la mitad de lo que produce un productor Soyero (o sojero, como se dice allá). Un camión va para él y el otro para el Estado.

Con lo que le queda debe afrontar el pago de semillas, agroquímicos, alquileres, fertilizantes, contratistas, siembra, fumigación, cosecha, seguros, combustibles, repuestos, maquinarias, etc. Y con el saldo, debe pagar también el impuesto a las ganancias. Encima, si subiera el precio internacional, el gobierno ya previó una escala móvil para aumentar la retención.
Y las famosas retenciones, cuyo último empuje fue a través de un decreto anunciado por el nuevo Ministro de Economía, con una energía digna de mejor causa, son impuestos encubiertos. Su elaboración esquiva lo que manda la Constitución; que los impuestos deben ser votados en el Parlamento. Por lo que se trata de una constante desviación de las normas constitucionales, gracias a los poderes especiales de los que dispone el gobierno.
Esto hace que las provincias no reciban nada de estos dineros, lo cual tiene molestos a los gobernadores, los cuales empezaron a mirar con simpatía la espontánea y masiva movilización de la gente del campo, a la que se sumaron miles de otros ciudadanos, en rechazo a tanta arbitrariedad y prepotencia gubernativa.

Ante ello el gobierno respondió de la peor manera, haciendo un indisimulado uso de los matones piqueteros para asustar y golpear a los manifestantes, como un tal sr. D’elía, recordado por la toma de una comisaría con muerto incluido, entre otros vergonzosos y criminales antecedentes.
Pero, sobre todo, lo que ha llamado la atención de la opinión pública argentina es el agresivo primer discurso de la Presidenta, que no sólo fue revelador de su ignorancia sobre mucho de lo que hace al trabajo en el campo, sino que tuvo una retórica que instaba a la división entre el campo y la ciudad. Sin tener en cuenta que si al sector le va bien, mejor así, porque el productor invierte el 80% de lo que gana, en alambrados, camionetas, maquinaria, silos, galpones, etc. El mecanismo de las retenciones distorsiona los mercados y violenta el acuerdo en la materia que rige al Mercosur. Y mientras se mantiene a ultranza una cotización del dólar artificialmente alta, (en realidad para los productores no es tal, debido a las retenciones), los daños provocados por estas políticas ya se hacen notar. Además perjudican en mayor medida, justamente a las zonas de tierras más pobres del Norte argentino, que hasta hace poco habían mejorado gracias a los precios compensatorios. Al mismo tiempo, muchos de los grandes buques han enfilado hacia otros rumbos, como Estados Unidos.

La desmesura fiscal que ha llevado a la Argentina a la crisis que padece es un síntoma (uno más) del agotamiento de las recetas populistas. Es país Austral se debate ahora entre una elevada inflación real (muy por encima del 9% reconocido oficialmente y, ahora, con claros y graves síntomas de rupturas sociales.

¿Cuántas veces estamos condenados los latinoamericanos a tropezarnos con las mismas piedras?

No hay comentarios: