López Obrador y el PRD están demostrando de manera cabal lo que muchos pensadores del mundo actual han señalado en reiteradas ocasiones y con muy buenos argumentos: desde hace tiempo que la izquierda es reaccionaria y conservadora. La campaña “en defensa del petróleo” que el pejelagarto ha iniciado se sostiene con argumentos esencialmente conservadores, conceptos económicos más que caducos y en las ideas de “soberanía” y “nación” que han quedado rebasadas por la realidad mundial. Alguién debería advertir a los reaccionarios de izquierda -por que sólo los reccionarios insisten obsesivamente en ver y vivir el pasado- que ya no vivimos en 1938.
En el caso de PEMEX, la izquierda mexicana defiende un ineficaz modelo estatizante que sólo ha beneficiado a la burocracia política y sindical, pero que ha hecho poco por distribuir la riqueza entre los mexicanos. Es completamente falso que el petróleo “sea nuestro”. Décadas y décadas de mala administración, corrupción y despilfarro en la paraestatal así lo demuestran. La vedad es que Pemex es una de las empresas más ineficientes del mundo, que México es una de las naciones con peor distribución del ingreso a pesar de ser rico en petróleo y que nuestras infraestructuras dejan mucho que desear a pesar del ingreso petrolero. ¿Por qué? Por la corrupción, el despilfarro y la mala administración de una de las empresas que, comprobadamente, es una de las más ineficientes del mundo: PEMEX.
Defender este esquema de ineficacia y corrupción en nombre del “nacionalismo revolucionario” o de los pobres es ofensivo y profundamente reaccionario. El discurso destructivo y ausente de propuesta de la izquierda mexicana es reflejo de la orfandad de ideas que padece la izquierda mundial. Claro, nuestros progres piensan que el Ingreso Básico Ciudadano, que consiste en regalar dinero a ricos y pobres por el simple hecho de existir, es una idea novedosa y de avanzada. Ya hemos tratado esta idea en el blog y a la que volveremos a tocar pronto, insistiendo en sus muchas desventajas. Pero, más allá de estas sandeces irrisorias, la izquierda sólo maneja ya un discurso negativo. Eso sí, han adoptado, en hora buena, ideas de ampliación de libertades individuales que, en su origen, fueron impulsados por los liberales que tanto odian. Es el caso del derechos de los homosexuales, la legalización de las drogas y el aborto y todas esas iniciativas que ahora nuestros progres se apresuran en presumir como propias. Baste un breve análisis de la historia del socialismo para darse cuenta que sólo hasta los años setentas empezaron a ser adoptadas por la izquierda. La izquierda es reaccionaria, se ha convertido en algo más que una enfermedad: es un reflejo irracional, un prejuicio, un capricho".
Defender este esquema de ineficacia y corrupción en nombre del “nacionalismo revolucionario” o de los pobres es ofensivo y profundamente reaccionario. El discurso destructivo y ausente de propuesta de la izquierda mexicana es reflejo de la orfandad de ideas que padece la izquierda mundial. Claro, nuestros progres piensan que el Ingreso Básico Ciudadano, que consiste en regalar dinero a ricos y pobres por el simple hecho de existir, es una idea novedosa y de avanzada. Ya hemos tratado esta idea en el blog y a la que volveremos a tocar pronto, insistiendo en sus muchas desventajas. Pero, más allá de estas sandeces irrisorias, la izquierda sólo maneja ya un discurso negativo. Eso sí, han adoptado, en hora buena, ideas de ampliación de libertades individuales que, en su origen, fueron impulsados por los liberales que tanto odian. Es el caso del derechos de los homosexuales, la legalización de las drogas y el aborto y todas esas iniciativas que ahora nuestros progres se apresuran en presumir como propias. Baste un breve análisis de la historia del socialismo para darse cuenta que sólo hasta los años setentas empezaron a ser adoptadas por la izquierda. La izquierda es reaccionaria, se ha convertido en algo más que una enfermedad: es un reflejo irracional, un prejuicio, un capricho".
Desgañítense todo lo que quieran los progres mexicanos y del resto del mundo, pero el liberalismo (al que los progres llaman, pomposamente, pensamiento único), ha desmontado uno a uno todos los mitos de la izquierda. Y desde el principio. Cuando Marx publicó El capital, otro economista alemán, Eugen Böhm-Bawerk, refutó la teoría de la plusvalía. Desde entonces, nadie ha podido revivir a un cadáver prematuro. Un siglo después, Ludwig von Mises y Friedrich Hayek explicaban cómo una economía regida bajo el comunismo estaba abocada a la miseria y la escasez. Ejemplos como éstos vienen a probar que la libertad sí que funciona, y que todo intento sistemático de coacción estatal inspirado por el socialismo conduce a la pobreza.
El liberalismo ha padecido muy “mala prensa” sobre todo en América Latina. De ahí que haya tan pocos partidos que se confiesen liberales. Es anatema de los populistas y progres, pero debo decir que gracias a internet se expande progresivamente echen un día un vistazo a la gran cantidad de blogs y periódicos digitales liberales y verán que lo que digo es cierto. Creo que en algún momento del siglo XXI se dejará a un lado la mitología izquierdista y retorne al liberalismo, que hizo de Occidente una civilización sin igual en derechos y libertades.
En la Europa actual, los gobiernos de izquierda o de derecha, reivindicando casi todos el "centro", apenas si se diferencian salvo en cuestiones de matiz que pueden, desde luego, ser importantes: más o menos impuestos, más o menos reglamentos en el mundo económico y laboral, más o menos privatizaciones, más o menos Estado, más o menos Europa, etc. Pero, en esencia, los paridos socialdemócratas han entrado al aro del liberalismo y lo hacen como única medida para poder sobrevivir electoralmente. Ni siquiera la “fabulosa” idea del ingreso básico ciudadano ha sido plenamente adoptada por los socialdemócratas europeos. De hecho, ha sido relegada por partidos como el PSOE y el socialista francés sólo para ser recogida del basurero por Izquierda Unida el ERC y La Izquierda” de Alemania. Los que se van a los extremos están condenados a la eterna oposición. El liberalismo gana espacios. Los gobiernos del centro derecha, casi siempre, más progresistas que los de centroizquierda, entendiendo por progresista más progreso, más libertad individual, mayor bienestar y, desde luego, menos Estado.
La izquierda tradicional, convertida en social-burocracia, retiene importantes feudos electorales, sindicales, en las burocracias estatales, los servicios públicos y la enseñanza (remember el patético caso de Elba Esther). Se han convertido en fortalezas conservadoras que se resisten con uñas y dientes a toda evolución, a toda reforma por esencial que sea, por temor a perder sus privilegios frente a los desempleados, los pobres y los marginados. Su sacralización del Estado todopoderoso constituye el freno más conservador bajo sus oropeles históricos a la autonomía de los individuos y al desarrollo económico y cultural de las sociedades tan desprovistos de libertad. Y en cuanto a la ultraizquierda, no hablemos, se ha convertido en una vociferante minoría ultra reaccionaria, con sus exponentes milenarios y su odio tanto al progreso científico como industrial, en una palabra a la modernidad.
Desde luego, es importante subrayar que no toda la derecha es progresista. La tradicional derecha conservadora sigue tan reaccionaria como siempre, y buena muestra de ello nos lo da nuestro sacrosanto Partido Acción Nacional. Por eso es bueno que los liberales simpre recuerden aquello que dijo el tory inglés Michael Portillo: "Si eres un liberal en lo económico también deberías serlo en lo social. No corresponde al Gobierno decir a la gente cómo debe vivir su vida".
De este modo, podremos decir a nuestros pejelagarto y a su caterva de reaccionarios de izquierda y, de pasada, a los intelectuales progres: la revolución será liberal o no será...
1 comentario:
Estimado Pedro:
En general, estoy de acuerdo contigo. Sobre el punto de la presunta izquierda mexicana actual y los liberales del siglo XIX, iría más lejos: haciendo de lado su laicismo (el de ambas partes), Juárez es antitético a quienes hoy se dicen juaristas: el primero era proyanqui (me refiero a su admiración del modelo político de los federalistas), antiindigenista, no nacionalista, aperturista cosmopolita, pro libre mercado, etc., los segundos antiyanquis (“antiimperialistas”), indigenistas, nacionalistas, costumbristas, globalifóbicos (hipócritamente) y estatizantes (en el sentido de burocratizantes). Vamos, no son ni pueden ser liberales. No sólo son efectivamente conservadores sino que, temáticamente, están hermanados con los conservadores decimonónicos. (En Replicante publiqué hace varios meses un artículo sobre todo esto; antes de que Krauze escribiera al respecto).
Dos comentarios. El liberalismo que es auténtico no es enemigo del Estado como tal sino de un tipo de Estado: el autoritario y, por tanto, contrario al individuo libre. No es cierto que los liberales (los verdaderos) deseen y busquen por sistema, donde sea y cuando sea, la reducción y debilitamiento del Estado. Sí la limitación de su poder en relación a la vida privada de los miembros de la sociedad; sí que no impida el desarrollo de los mercados (para que no sólo se beneficien las elites). Frente a los problemas de la sociedad en cuanto tal, tampoco reniegan de la acción estatal, sobre todo si la supervivencia del individuo y/o su acceso a y capacidad de ejercicio de la libertad (las condiciones materiales de ello) se ven en entredicho, lo que me lleva al segundo comentario. La idea de la renta básica aparece -por lo anterior- en la obra de liberales como Stuart Mill y Von Hayek; en ellos se pueden encontrar antecedentes y equivalentes de lo que hoy conocemos como esa propuesta particular de política. En tus escritos la renta básica aparece como cosa antiliberal (o al menos iliberal), como algo ajeno al liberalismo e incompatible con él, pero no es así. A mí no me lo parece. Asimismo, tu crítica específica de la renta básica me resulta plenamente válida para contextos como el mexicano, de sociedades atrasadas (por eso te pedí tu nota para publicarla). Para contextos diferentes, hay que continuar el análisis y el debate.
Te mando muchos saludos,
José Ramón López Rubí C.
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