Una de las novelas menos logradas de ese mediano novelista que es Carlos Fuentes es Gringo Viejo, una ficción sobre el supuesto fin de uno de los personajes más interesantes de la literatura y el periodismo norteamericano. La película, dirigida por Luis Puenzo, con Gregory Peck y Jane Fonda, es infame. Y es una lástima, porque el tema sí que estaba para dar mucho. Ambrose Bierce, periodista y narrador, nació en 1842 en el Estado de Ohio, Estados Unidos, pero no se sabe cuándo murió porque en 1913, después de haber preparado le edición de sus obras completas, recorrido los lugares en los que luchara en su juventud durante la Guerra de Secesión y cedido su tumba en California a su hija, se internó en el México revolucionario a los 71 años sin que haya vuelto a saberse nada más de él.
Bierce fue uno de los primeros columnistas independientes de la historia del periodismo. Trabajó para los periódicos y revistas más importantes de la época, entre ellos para la omnipresente, a la sazón, cadena de William Randolph Hearst, el rey del periodismo amarillo. También fue un extraordinario narrador. Destacando sus cuentos fantásticos o de fantasmas. Ambrose Bierce era el noveno hijo de un calvinista apocado y de una sargento de caballería; probablemente el odio que tuvo a toda su familia (con excepción de su hermano Albert) unido a su viveza e inteligencia, debieron afinar la mordacidad que luego manifestaría en prosa; pero, además, su experiencia de juventud está señalada, sobre todo, por su experiencia de la Guerra de Secesión, que lo marcó para siempre. A partir de entonces su carrera de periodista iniciada en San Francisco lo lleva a los más altos reconocimientos hasta que, como decíamos, tras llegar a ser un narrador de talento, inició el viaje inverso (cierre de su obra, regreso a los lugares de batalla, entrega de su tumba formal) hacia el fin de sus días.
Bierce es, en sus mejores cuentos, es un escritor de extrema hondura y sugerencia. Léase, simplemente, Suceso en el puente sobre el río Owl también conocido como El puente sobre el río del búho, que también fue llevado al cine (no he visto la película). El empleo del tiempo y del ritmo que animan este relato de un último anhelo, que contiene y muestra toda una vida, suspendido en el transcurso de unos escasos segundos, es un prodigio de invención, imaginación y técnica literaria.
Los relatos de Bierce están llenos de muertos, parajes desolados y solitarios, cabañas abandonadas y fantasmas. Casi todos suceden en el ámbito rural de la época y están contados, por lo general, por un narrador que tiende a adoptar el tono de un contador de historias que se dirige a una concurrencia, lo cual le permite distanciarse en bien del lector lo que, unido al empleo del humor, obliga a una lectura placenteramente inteligente. Tiene un estilo directo, sí, aunque muy preciso y casi diría que animoso, a la hora de transmitir la historia que cuenta. Hay una mezcla de humor y horror que estos cuentos muestran todas las gradaciones, desde el humor negro hasta lo macabro, desde lo siniestro hasta la crueldad.
Bierce no era precisamente un amante de la humanidad, su infancia y su juventud le proveyeron, al parecer, de una mezcla de misantropía y desconfianza en el ser humano que sólo por medio del humor podía hacer expresable. A veces, sin embargo -como en El suplicante o Un vagabundo infantil-, queda impregnada la crueldad del relato por un ramalazo de compasión. Se expresaba maravillosamente a las claras; véase esta formidable imagen a título de ejemplo: "Hacía una noche especialmente fría y clara, como el corazón de un diamante".
Sin embargo, la verdadera especialidad de Bierce fue la sátira, esencia de su inmenso trabajo periodístico, así como de su libro más conocido y celebrado, “El Diccionario del Diablo”. Aquí el humor parece más jovial y el ingenio se hace valer más por sí mismo. Bierce se lanzó a componerlo cuando estaba en la plenitud de su éxito. Veamos algunos ejemplos de su genial “Diccionario del Diablo”.
Ambición, s. Deseo obsesivo de ser calumniado por los enemigos en vida, y ridiculizado por los amigos después de la muerte.
Caníbal, s. Gastrónomo de la vieja escuela, que conserva los gustos simples y la dieta natural de la época preporcina.
Cínico, s. Miserable cuya defectuosa vista le hace ver las cosas como son y no como debieran ser. Los escitas acostumbran arrancar los ojos a los cínicos para mejorarles la visión
Cobarde, adj. Dícese del que en una emergencia peligrosa piensa con las piernas
Conservador, adj. Dícese del estadista enamorado de los males existentes, por oposición al liberal, que desea reemplazarlos por otros.
Crítico: "Persona que alardea de ser difícil de complacer porque nadie pretende complacerle".
Destino, s. Justificación del crimen de un tirano; pretexto del fracaso de un imbécil.
Diplomacia, s. Arte de mentir en nombre del país.
Economía, s. Compra del barril de whisky que no se necesita por el precio de la vaca que no se tiene.
Egoísta, s. Persona de mal gusto, que se interesa más en sí mismo que en mí.
Fanático, adj. Dícese del que obstinada y ardorosamente sostiene una opinión que no es la nuestra.
Futuro, s. Época en que nuestros asuntos prosperan, nuestros amigos son leales y nuestra felicidad está asegurada.
Patriota, s. El que considera superiores los intereses de la parte a los intereses del todo. Juguete de políticos e instrumento de conquistadores
Político, s. Anguila en el fango primigenio sobre el que se erige la superestructura de la sociedad organizada. Cuando agita la cola, suele confundirse y creer que tiembla el edificio. Comparado con el estadista, padece la desventaja de estar vivo.
Religión, s. Hija del Temor y la Esperanza, que vive explicando a la Ignorancia la naturaleza de lo Incognoscible.
Tedio, s. Ennui, estado o condición en que uno está aburrido. Se han sugerido muchas fantasiosas etimologías de la palabra, pero el sabio Padre Jape dice que deriva de una fuente muy obvia, las primeras palabras del viejo himno latino The Deum Laudamus. En esta derivación aparentemente natural hay algo que entristece
Voto, s. Instrumento y símbolo de la facultad del hombre libre de hacer de si mismo un tonto y de su país una ruina.
Bierce fue uno de los primeros columnistas independientes de la historia del periodismo. Trabajó para los periódicos y revistas más importantes de la época, entre ellos para la omnipresente, a la sazón, cadena de William Randolph Hearst, el rey del periodismo amarillo. También fue un extraordinario narrador. Destacando sus cuentos fantásticos o de fantasmas. Ambrose Bierce era el noveno hijo de un calvinista apocado y de una sargento de caballería; probablemente el odio que tuvo a toda su familia (con excepción de su hermano Albert) unido a su viveza e inteligencia, debieron afinar la mordacidad que luego manifestaría en prosa; pero, además, su experiencia de juventud está señalada, sobre todo, por su experiencia de la Guerra de Secesión, que lo marcó para siempre. A partir de entonces su carrera de periodista iniciada en San Francisco lo lleva a los más altos reconocimientos hasta que, como decíamos, tras llegar a ser un narrador de talento, inició el viaje inverso (cierre de su obra, regreso a los lugares de batalla, entrega de su tumba formal) hacia el fin de sus días.
Bierce es, en sus mejores cuentos, es un escritor de extrema hondura y sugerencia. Léase, simplemente, Suceso en el puente sobre el río Owl también conocido como El puente sobre el río del búho, que también fue llevado al cine (no he visto la película). El empleo del tiempo y del ritmo que animan este relato de un último anhelo, que contiene y muestra toda una vida, suspendido en el transcurso de unos escasos segundos, es un prodigio de invención, imaginación y técnica literaria.
Los relatos de Bierce están llenos de muertos, parajes desolados y solitarios, cabañas abandonadas y fantasmas. Casi todos suceden en el ámbito rural de la época y están contados, por lo general, por un narrador que tiende a adoptar el tono de un contador de historias que se dirige a una concurrencia, lo cual le permite distanciarse en bien del lector lo que, unido al empleo del humor, obliga a una lectura placenteramente inteligente. Tiene un estilo directo, sí, aunque muy preciso y casi diría que animoso, a la hora de transmitir la historia que cuenta. Hay una mezcla de humor y horror que estos cuentos muestran todas las gradaciones, desde el humor negro hasta lo macabro, desde lo siniestro hasta la crueldad.
Bierce no era precisamente un amante de la humanidad, su infancia y su juventud le proveyeron, al parecer, de una mezcla de misantropía y desconfianza en el ser humano que sólo por medio del humor podía hacer expresable. A veces, sin embargo -como en El suplicante o Un vagabundo infantil-, queda impregnada la crueldad del relato por un ramalazo de compasión. Se expresaba maravillosamente a las claras; véase esta formidable imagen a título de ejemplo: "Hacía una noche especialmente fría y clara, como el corazón de un diamante".
Sin embargo, la verdadera especialidad de Bierce fue la sátira, esencia de su inmenso trabajo periodístico, así como de su libro más conocido y celebrado, “El Diccionario del Diablo”. Aquí el humor parece más jovial y el ingenio se hace valer más por sí mismo. Bierce se lanzó a componerlo cuando estaba en la plenitud de su éxito. Veamos algunos ejemplos de su genial “Diccionario del Diablo”.
Ambición, s. Deseo obsesivo de ser calumniado por los enemigos en vida, y ridiculizado por los amigos después de la muerte.
Caníbal, s. Gastrónomo de la vieja escuela, que conserva los gustos simples y la dieta natural de la época preporcina.
Cínico, s. Miserable cuya defectuosa vista le hace ver las cosas como son y no como debieran ser. Los escitas acostumbran arrancar los ojos a los cínicos para mejorarles la visión
Cobarde, adj. Dícese del que en una emergencia peligrosa piensa con las piernas
Conservador, adj. Dícese del estadista enamorado de los males existentes, por oposición al liberal, que desea reemplazarlos por otros.
Crítico: "Persona que alardea de ser difícil de complacer porque nadie pretende complacerle".
Destino, s. Justificación del crimen de un tirano; pretexto del fracaso de un imbécil.
Diplomacia, s. Arte de mentir en nombre del país.
Economía, s. Compra del barril de whisky que no se necesita por el precio de la vaca que no se tiene.
Egoísta, s. Persona de mal gusto, que se interesa más en sí mismo que en mí.
Fanático, adj. Dícese del que obstinada y ardorosamente sostiene una opinión que no es la nuestra.
Futuro, s. Época en que nuestros asuntos prosperan, nuestros amigos son leales y nuestra felicidad está asegurada.
Patriota, s. El que considera superiores los intereses de la parte a los intereses del todo. Juguete de políticos e instrumento de conquistadores
Político, s. Anguila en el fango primigenio sobre el que se erige la superestructura de la sociedad organizada. Cuando agita la cola, suele confundirse y creer que tiembla el edificio. Comparado con el estadista, padece la desventaja de estar vivo.
Religión, s. Hija del Temor y la Esperanza, que vive explicando a la Ignorancia la naturaleza de lo Incognoscible.
Tedio, s. Ennui, estado o condición en que uno está aburrido. Se han sugerido muchas fantasiosas etimologías de la palabra, pero el sabio Padre Jape dice que deriva de una fuente muy obvia, las primeras palabras del viejo himno latino The Deum Laudamus. En esta derivación aparentemente natural hay algo que entristece
Voto, s. Instrumento y símbolo de la facultad del hombre libre de hacer de si mismo un tonto y de su país una ruina.
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