El periódico milanés Corriere de la Sera destaca hoy las coincidencias trágicas que han marcado a tres importantes dinastías políticas: Los Kennedy, Los Gandhi y los Bhutto. Desde su punto de vista, Benazir Bhutto no pudo escapar a su destino. El poder y la tragedia siempre fueron de la mano en su familia la cual, a comienzos de la década del 70, parecía tener un destino idoneo. El entonces primer ministro paquistaní Zulfikar Ali Bhutto era puro carisma, y su mujer, Nusrat, un modelo de belleza. Tenían tres hijos: Shahnawaz, Murtaza y Benazir. Todo cambió en 1977, cuando el general Zia ul-Haq protagonizó un golpe de Estado que dos años después llevaría a Ali Bhutto a la horca. Sus dos hijos varones debieron exiliarse, pero no pudieron escapar de una muerte prematura. En 1985, Shahnawaz fue encontrado muerto en extrañas circunstancias en su departamento en Cannes, y en 1996 Murtaza, de vuelta en Paquistán, fue tiroteado por la policía en Karachi. Según su familia, ajusticiado por grupos de inteligencia paquistaníes. Benazir parecía destinada a esquivar la maldición de su clan. Tras dos gestiones como primer ministra, había regresado a su país en octubre luego de ocho años de exilio en Londres, y buscaba erigirse en el nuevo emblema de la democracia paquistaní. Pero ayer un atacante suicida selló su suerte y la tragedia volvió a apoderarse de los Bhutto.
Asombrosamente, destaca Il Corriere, la historia de este clan tiene muchos puntos en común con la de otra poderosa dinastía política de la vecina India, los Gandhi. Hija del primer premier de la India, Jawaharlal Nehru, Indira Gandhi siguió los pasos de su padre y en 1966 se convirtió en primera ministra de su país. Pero en 1984, durante su segundo mandato, fue asesinada por sus guardaespaldas luego de haber ordenado un asalto en el templo más sagrado de la religión sikh. Indira había preparado a su hijo Sanjay para sucederla, pero éste murió en 1980 en un accidente aéreo. Entonces asumió el cargo de primer ministro otro de sus hijos, Rajiv, que no contó con mejor suerte: en 1991 fue asesinado por un suicida de los Tigres Tamiles.
Un destino similar al de los Bhutto y los Gandhi protagonizaron los Kennedy en Estados Unidos. El 22 de noviembre de 1963, el mundo se estremeció cuando el presidente norteamericano John F. Kennedy fue abatido en Dallas. Las dudas sobre la autoría real del asesinato aún persisten, pero no la certeza de que fue apenas la primera tragedia que envolvió a esta prominente familia de origen irlandés. En 1968, su hermano Robert, entonces senador por el estado de Nueva York y posible candidato a la presidencia, recibió varios disparos mortales por parte de un joven de origen palestino en un hotel de Los Angeles. Su hijo Michael murió casi 30 años después en un insólito accidente de esquí en Aspen. Y el mismo destino encontró en 1999 John F. Kennedy Jr., hijo del presidente asesinado, cuando el avión que piloteaba se estrelló.
Abría que añadir al recuento de Il Corriere que en América latina la dinastía de los Somoza, que gobernó Nicaragua entre 1936 y 1979, también fue blanco de violentos magnicidios. En 1956, tras gobernar el país durante 20 años, Anastasio Somoza García recibió cuatro balazos de un joven poeta marxista, durante una fiesta que iba a volver a proclamar al dictador como candidato. Su hijo Anastasio Somoza Debayle sufrió un final parecido. En 1980, la limusina en la que viajaba en Asunción, donde se había refugiado tras ejercer una dictadura de trece años, explotó al ser baleada por un grupo comando del ERP. Desde luego, en este caso se cumplió aquello de que qien a hierro mata...
En contraste, también habría de citar la historia de una disnastía feliz que si bien se ha salvado de tener un destino trágico, si que ha representado una tragedia para todo el resto del mundo. Me refiero a los Bush. El padre, que fue un presidente competente en política exteror pero muy deficiente en lo interno; George Jr., cuya presidencia ha sido una catástrofe mundial; Jeb, el hemano mayor, ex gobernador de Florida que podría da de que hablar en 4 años y, bueno, habrá que ver las sorpresitas que nos tengan reservadas para el futuro las nuevas generaciones de ñoños ignorantes y retrógrados pero, eso sí, muy suertudos, Bush.
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