lunes, 10 de diciembre de 2007

Alan García: un “progre” redimido (en buena hora)


Basta de farsas, señores. El populismo revivido por Chávez y compañía no sirve para garantizar el desarrollo de los pueblos. Lo único que le queda a América Latina es construir economías sólidas mediante la liberalización y los consensos democráticos. Desde luego que el camino no es fácil, ni se trata de una receta mágica, además de que se requerirá tiempo para que una economía sana se consolide, pero no hay de otra. Nuestros “progres” harían bien en asomarse a lo que está sucediendo en Perú y tomar buena nota de ello, en lugar de promover soluciones facilotas y demagógicas como esa del ingreso mínimo ciudadano. La semana pasada, el Senado estadounidense aprobó el tratado de libre comercio con Perú, algo que no pudo haber ocurrido en un mejor momento, ya que esa nación andina se destaca cada vez más en la región como una democracia de mercado exitosa. Más de cinco años de crecimiento sostenido (el país creció 8% el año pasado) están transformando la economía y esparciendo el desarrollo a regiones tradicionalmente marginadas. A diferencia de otros países en la región, tales como Argentina o Venezuela, que también están experimentando crecimiento alto, el desarrollo de Perú se caracteriza por la inversión y la creación de riqueza en vez de la redistribución o los meros efectos de los altos precios mundiales de las materias primas.

¿Por qué Perú tiene éxito? Porque a diferencia de otros países sudamericanos ha mantenido las reformas de mercado de principios de los 90, ha profundizado algunas de ellas y ha sostenido políticas macroeconómicas sólidas. Las políticas de apertura y estabilidad están rindiendo frutos. Cualquiera que haya visitado el Perú durante los últimos 15 años se da cuenta de las impresionantes mejoras en un sinnúmero de áreas de la vida nacional, incluyendo el notable progreso en los últimos años. Esa es la verdad y punto.

Un cambio en valores orientados más hacia la sociedad moderna también podría estarse dando a un paso lento. La mayoría de los peruanos apoyaron el TLC con EE.UU. La calidad del servicio y la atención al detalle parecen haber mejorado entre los trabajadores y administradores peruanos en una amplia gama de negocios. Mario Vargas Llosa recientemente señaló que ahora él está más esperanzado por el Perú, no debido a sus indicadores económicos positivos, sino más bien porque "algo profundo parece haber cambiado en la cultura del país. Habría que ser ciego para no verlo".
En su excelente libro nuevo, La Revolución Capitalista en el Perú, el conocido periodista peruano Jaime Althaus documenta detalladamente algunos cambios en la sociedad peruana. Las exportaciones tradicionales y no tradicionales están experimentando una bonanza, con las últimas aumentando a un ritmo mayor. Perú ahora se ha convertido también en exportador de software.
La clase media está creciendo. La brecha entre los ricos y los pobres y entre Lima y el resto del país también se ha reducido. Los aumentos en el ingreso han sido proporcionalmente mayores para los pobres que para los ricos.

Las empresas peruanas -muchas de ellas nuevas- han logrado éxito a nivel nacional e internacional, no sólo exportando al extranjero, sino también estableciendo fábricas y oficinas en otros países en áreas tan diversas como textiles, bebidas, minería, productos lácteos, ropa, banca y detergentes. Por cierto que algunas empresas peruanas han sido víctimas de nacionalización en la Bolivia de Evo Morales, idolazo de los “progres” mexicanos que está llevando aceleradamente a su país al desastre con su constitución sin consenso.

Amplias regiones de la costa peruana que han sido puro desierto por mucho tiempo se han vuelto verdes como resultado de la "revolución agroindustrial silenciosa", que también se ha dado en algunas partes del interior. El agro peruano ahora es diverso, abarca “desde azúcar hasta páprika y espárragos”, según dice el propio Althaus. El crédito personal como proporción del crédito total se ha triplicado en los últimos diez años y ahora constituye 24% del mismo. Las tiendas de departamento y otros negocios ahora regularmente atienden al sector popular. Centros comerciales inmensos han sido construidos y ahora prosperan en algunas de las secciones más pobres de Lima.

El Presidente Alan García, cuyo primer gobierno en la segunda mitad de los 80 fue pero que un cataclismo natural, está capitalizando este progreso y -hasta ahora ha resultado ser buen Presidente. Es un progre redimido que tuvo la virtud de aprender de sus errores. García se ha propuesto que el Perú crezca a niveles asiáticos durante muchos años. Él ha acusado a los burócratas y a los intereses especiales de obstaculizar importantes cambios en las políticas públicas que aumentarían el crecimiento y reducirían la pobreza. También ha hecho propuestas específicas para permitir la inversión privada en amplias zonas de la selva para exportar madera y para proteger más efectivamente a la región de aquellos que la talan ilegalmente; ha propuesto la titulación de grandes áreas de tierra para que aquellos con recursos puedan explotar las mismas; ha planteado que se aumente dramáticamente la inversión privada en la minería y en otros recursos naturales del Perú; ha propuesto que el Estado renuncie a su propiedad sobre activos que no usa y que renuncie a funciones que son mejor desempeñadas por otros. Y así sigue la lista.


A Perú le queda todavía mucho por hacer antes de que pueda ser declarado una historia de éxito. Pero el tratado de libre comercio ayudará porque le dará permanencia a la política comercial y la estabilidad de políticas y la competencia han sido la clave para el éxito peruano hasta ahora. Si Alan García avanza la agenda incompleta del Perú, por fin habrá empujado al país hacia la modernidad y será recordado no sólo como uno de los grandes presidentes del Perú, sino de Latinoamérica, en un momento crítico para la región.

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