Las nuevas tecnologías de la información poseen un
enorme potencial para contribuir al robustecimiento democrático al constituir
espacios abiertos y muy incluyentes de deliberación y rendición de cuentas.
Muchos incluso llaman a las redes sociales “modernas
ágoras de la democracia deliberativa posmoderna”.
Experiencias internacionales recientes como los
indignados en España, la Primavera Árabe y movimientos políticos similares en
distintos países confirman a las redes sociales como una nueva posibilidad de
ejercer una política de participación directa, impulsar el derecho de expresión
y promocionar el acceso a la información.
Pero las redes sociales han demostrado también tener
un potencial peligrosamente autoritario al ser vehículo ideal para los facilones
mensajes los políticos populistas, las desfachatadas mentiras de los demagogos
y los discursos de odio.
Es famosa la anécdota de cuando, un día del ya lejano
año de 2012, Donald Trump envió uno de sus más famosos Tuits: "Me encanta
Twitter, es como ser dueño de tu propio periódico, pero sin las pérdidas".
Y desde entonces ha crecido una tendencia natural de
los líderes populistas de derecha e izquierda a usar con especial intensidad
las redes sociales. Por cierto, lo hacen con habilidad. Humillan en este
terreno a sus rivales moderados.
A ellos se les da mucho mejor la estrategia de los
mensajes cortos, la parafernalia de los 140 caracteres y la banalidad de las
lecturas rápidas y superficiales.
De esto abundan ejemplos. El más célebre es el de
Matteo Salvini, campeón indiscutible del inescrupuloso uso de redes sociales
como promotoras de una personalidad frívola y de posturas políticas maniqueas y
simplonas.
Pero también personajes como Geert Wilders, Pablo
Iglesias, Nigel Farage e incluso Marine Le Pen tienen hordas de fieles
seguidores en redes sociales, y les ganan por mucho a Macron, Sánchez o Merkel.
En la India mucho debe el éxito electoral de Modi al
buen manejo en redes sociales y a una gigantesca
maquinaria de propaganda virtual.
Otro mago de las redes es el joven nuevo presidente de
El Salvador, Nayib Bukele.
Para estos líderes políticos es especialmente
importante poder establecer una conexión más personal con sus simpatizantes,
algo estupendo para fortalecer la imagen de ser los genuinos “representantes
del pueblo”, quienes se acomodan poco y mal con los más exigentes medios
tradicionales.
Ello porque las redes sociales tienen, por naturaleza,
un efecto maximalista en donde las opiniones moderadas tienden a ser
silenciadas en beneficio de las más estentóreas, extremistas y/o triviales.
Hoy vivimos en todo el mundo un momento polarizador, donde
la confrontación irrestricta es arma casi infalible de éxito electoral
Por eso todos los actores políticos, y cada vez más
incluso los moderados, se van contagiando de esta epidemia polarizadora, cuyas
consecuencias son la ruptura de los consensos básicos en aras de un mayor
autoritarismo.
Pedro
Arturo Aguirre