lunes, 13 de marzo de 2017
miércoles, 22 de febrero de 2017
Entrevista a Pedro Arturo Aguirre por Blanca Lolbee
Mi entrevista en TV Azteca con Blanca Lolbee
http://aztecatrece.com/desafio/videos/capitulos/la-democracia-esta-en-crisis/359251
http://aztecatrece.com/desafio/videos/capitulos/la-democracia-esta-en-crisis/359251
miércoles, 25 de enero de 2017
Presentación del libro "De Winston Churchill a Donald Trump, auge y decadencia de las elecciones"
Se presentó mi libro "De Winston Churchill a Donald Trump, auge y decadencia de las elecciones", en el auditorio Gustavo Baz del Palacio de la Escuela Nacional de Medicina en pleno corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México. Tuve el inmenso honor de contar como invitados a Jorge G. Castañeda, Luis Carlos Ugalde, Jorge Javier Romero y Jesús Ramírez Bermúdez. Fue una magnífica velada. ¡Gracias a todos! En especial, gracias a revista digital Neurociencias 30 Días www.neurociencias30dias.org y a grupo interdisciplinario de neurociencias y arte.
sábado, 19 de noviembre de 2016
La Trampa de los Referéndums: El Turno de Italia
Se empeñan los referéndums en demostrar en todo el
mundo lo peligrosos que son. Primero fue el Brexit, después la paz en Colombia,
ahora toca el turno de Italia. Una vez más, el futuro de la Unión Europea está
en vilo por culpa de un referéndum. El socialdemócrata Mateo Renzi, el primer
ministro italiano que gobierna su país desde 2014, hasta hace poco era de los
pocos líderes mundiales de este alocado siglo XXI que sin apelar a los recursos
de la demagogia y el populismo despertaba esperanzas de trasformación y
superación de la crisis. Es el hombre más joven en convertirse en jefe de
gobierno (39 años) de su país. Tiene un cúmulo de ideas para cambiar el
intrincado y, muchas veces, absurdo sistema político italiano, y para superar
la aguda atonía económica que afecta Italia desde ya hace décadas. Al principio
de su administración le fue bien. Convenció a los sindicatos y al sector más a
la izquierda de su propio partido de aceptar severas medidas de ajuste
económico, al mismo tiempo que ponía en marcha una nueva norma educativa y la primera
ley que regula las uniones civiles entre parejas del mismo sexo. Con ello, y con
una política exterior más asertiva, Italia empezó a recuperar su extraviada presencia
en el ámbito europeo.
El verdadero corazón de sus aspiraciones
transformadoras reside en una propuesta de reforma constitucional profunda con la
que quiere acabar con la aguda inestabilidad política que caracteriza a la República
Italiana desde su fundación. Esta iniciativa pondría punto final al “bicameralismo
perfecto” que equipara, como sucede en México, las facultades Cámara de la
Cámara de Diputados y del Senado, con el agravante de que en el sistema
parlamentario italiano los gobiernos para poder formarse requieren de un voto
de confianza en ambas cámaras legislativas. Italia mantendría un sistema
parlamentario basado en dos Cámaras, pero con poderes diversos. La de los
Diputados sería la única que daría confianza al Gobierno y votaría las
principales leyes, y el Senado reduciría sus dimensiones: de 315 miembros se
pasaría al centenar y se ocuparía exclusivamente a materias relacionadas con la
legislación regional. Asimismo, el Estado Italiano volvería a hacerse cargo de algunas
competencias que habían sido transferidas a las regiones, como es el caso de
energía, infraestructuras estratégicas, turismo y sistema nacional de
protección civil. Esta ambiciosa propuesta será sometida a referéndum el
próximo 5 de diciembre.
Pero desde principios de 2016 la crisis económica
volvió a asomar su espeluznante cabeza. En el segundo trimestre de este año el
país registró un crecimiento cero. Italia va a la cola de Europa en este rubro,
y eso que aún es la tercera economía de la Eurozona. El panorama lo empeora una
deuda pública fuera de control y unos bancos al borde del cataclismo. Este
panorama estropeó muy pronto la incipiente popularidad de Renzi. Los comicios
locales de junio de 2016 propinaron el primer gran revés al premier, al sufrir
su partido graves derrotas en Roma e, inesperadamente, en Turín ante el
Movimiento 5 Estrellas, formación “antipolítica” del cómico Beppe Grillo que
parecía apenas hace unos meses haberse evaporado y ahora ha resurgido con
fuerza. Y este es el centro del problema: los italianos irán a un referéndum
diseñado para atender problemas de largo plazo que afectarán a las generaciones
futuras con la mente ocupada en la popularidad personal del primer ministro
actual.
Todos los observadores concuerdan en que un triunfo
del “no” sería catastrófico para Italia.
Si Matteo Renzi pierde el referéndum le pasaría lo que al imprudente
David Cameron, ya que el primer ministro cometió el error de personalizar el
referéndum. Prácticamente lo planteó como un plebiscito sobre su persona y
reiteró que, si lo perdía, se marchaba a casa. El riesgo es que muchos
electores sufren los efectos de la crisis económica y muy probablemente se
inclinarán por un voto negativo contra un Gobierno cada vez más impopular. Acto
seguido se celebraría unas elecciones generales, con el riesgo de que 5
Estrellas pueda hacerse del poder, escenario que hace temblar a Europa porque,
entre otras razones, Grillo y sus seguidores plantean realizar un referéndum
sobre la salida de Italia del euro.
Otra vez la gran quimera del referéndum que se
presenta como un mecanismo democrático “en su forma más pura”, pero que en realidad
distorsiona la democracia en vez de reforzarla por depender de factores
demasiado volátiles y coyunturales, y por ser ejercicios donde los votantes
deben tomar sus decisiones complejas con poca información. Lejos de ser
“democráticos” o “ciudadanos”, los referéndums son susceptibles a ser
manipulados por políticos expertos en operar mensajes directos y simplistas. En
Gran Bretaña el debate económico y social sobre las consecuencias objetivas del
Brexit se vio sustituido por un exaltado duelo de valores y prejuicios. En Colombia
el pasado se impuso al futuro y el voto por la paz fue eclipsado por el temor
de dejar impunes a las FARC. Por eso es un sofisma eso de que cualquier
decisión mayoritaria tomada al calor de una determinada coyuntura necesariamente
es “democrática”. Más bien es una perversión de la democracia y,
lamentablemente, en una época en la que la credibilidad de los partidos y otros
mecanismos de representación va a la deriva esta lección es muy difícil de
entender.
domingo, 2 de octubre de 2016
El Debate de la Sinrazón
De cara a la tan inusual elección presidencial estadounidense de 2016 es
pertinente recordarlo: las decisiones humanas son, en gran medida, irracionales
y la política no es la excepción. Rara vez votamos a un candidato como
resultado de un proceso razonado, minucioso, en el que sopesamos factores de
fondo como ideas, propuestas, experiencia y carácter. Las más de las veces nos
dejamos llevar por las filias y las fobias, las pasiones y los prejuicios.
Siempre ha sido, pero esta campaña podría pasar a la historia electoral del
mundo como la apoteosis de la sinrazón.
En el pasado debate presidencial vimos la versión más fiel de Donald
Trump: incoherente, impreparado, inmaduro y mentiroso. Ni siquiera le ayudo su
supuesto gran manejo mediático. De plano falló en la prueba de comportarse con
un mínimo de talante “presidenciable”, que en realidad era lo único que sus
estrategas pedían de él. Hillary demostró experiencia, sensatez y
profesionalismo, pero robótica como siempre ha sido careció de pasión. Le falto
dar un golpe irónico a las peroratas de su absurdo rival. “Presumir
reiteradamente de tener carácter, como tú lo haces Donald, es precisamente el
principal síntoma de la gente que no tiene carácter”, pudo haberle dicho al
republicano, por ejemplo, ya por no hablar de lo que se pudo hacer para
devastar esa tontería de la “estamina”. Ganadora Hillary, pero sin noquear, lo
que no basta para garantizar el triunfo de la demócrata en noviembre.
Actualmente no basta con mostrar mayor competencia y sensatez. Quizá
contemplamos en el mundo la llegada de una nueva era de la sinrazón. Por
doquier aparece con ahínco la irracionalidad de demagogos y populistas. Tomar
una decisión es un proceso complicado, y que si bien para ello la razón es lo
más efectivo, el corazón tiene razones que la razón no conoce, como dijo
Pascal. Dice la neurociencia que lo irracional es algo tan necesario al ser
humano para centrarse y orientarse en el mundo como pueda serlo la misma
conciencia racional Las emociones más elementales detentan una potestad sobre
la razón muchas más veces de lo que nos imaginamos. Y en política, como lo
escribió Manuel García Pelayo, se necesita en este tiempo crítico “recoger y
analizar las manifestaciones irracionales como una parte válida del quehacer
político y no descartarlas como una simple desviación del paradigma
racional-legal”. Por eso hay que analizar y tratar de entender las razones de
los que votan a Trumpo, el Brexit o el Peje en lugar de descartarlos alegremente
desde la torre de la soberbia intelectual.
Tanta irracionalidad provoca perplejidad. ¿A qué se debe el triunfo del
odio en política? La política de lo irracional ha encontrado en Donald Trump a
su avatar más emblemático: un gran payaso que en medio de estridencias y con un
discurso llano y elemental promete acabar con todos los problemas. Nunca entra
en los molestos detalles de explicar los “cómo”, porque hablar de cifras,
análisis y hechos es parte del juego de los tramposos políticos. A más razonamiento,
más desconfianza. Así soplan los tiempos.
Comenta la mayor parte de los expertos en esto de las campañas
electorales que los debates muy rara vez son decisivos en el resultado de una
elección. Habrá que ver si en esta ocasión tan particular se produce una
excepción a esta regla, pero en este ambiente político tan corrosivo que padece
Estados Unidos la iracundia tiene más atractivo que la experiencia. Quizá a
Trump no le baste con una mayoría de electores blancos poco educados, pero
Hillary necesita ganar terreno no solo entre las minorías, las mujeres y los
blancos educados, sino entre los jóvenes que votan por primera o segunda vez,
los llamados “millenials”, que se ven tentados a no votar o hacerlo por
terceras opciones. La candidata demócrata tiene poco tiempo para hacerlo. De
fracasar, prepárese el planeta a ingresar de lleno en una oscura etapa de
sinrazón e incertidumbre
*Publicado en la Tribuna de Milenio 28 de septiembre 2016
lunes, 12 de septiembre de 2016
Entrevista en Hora XXI De Winston Churchill a Donald Trump
Este es el link para ver la entrevista que me hizo Julio Patán sobre mi último libro
http://noticieros.televisa.com/foro-tv-hora-21/2016-09-09/de-winston-churchill-a-donald-trump/
http://noticieros.televisa.com/foro-tv-hora-21/2016-09-09/de-winston-churchill-a-donald-trump/
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Pedro Arturo Aguirre Ramírez
“Mandar un Mensaje Positivo para los Mercados…”
Alguna vez Bruno Kreisky* escribió “lo que caracteriza
a la tecnocracia es su tendencia a suplantar el poder político en vez de
limitarse a asesorarle… Al eliminar la división entre la política como reino de
los fines y la técnica como el terreno de los medios un gobierno cae en el error
de abandonarse a un mecanismo de toma de decisiones fundado exclusivamente en
términos meramente cuantitativos. El mundo de lo irracional y de todo aquello
que no sea técnicamente cuantificable queda desterrado del juicio del
gobernante tecnocrático que no ha sabido complementar su formación con
criterios humanistas... por eso opino que no hay peor ignorancia que la del
tecnócrata mediocre, ya que es la ignorancia del que no entiende que no entiende.”**.
Y, por cierto, esto del “no entiende que no entiende” lo retomó hace poco la
revista The Economist en un artículo titulado “El Pantano Mexicano” precisamente
para describir la forma como toma decisiones el dueto Peña Nieto-Videgaray.
Es justo en este tipo de “ignorancia tecnocrática” que
podemos ubicar el origen del colosal error histórico que cometió el gobierno
mexicano al invitar a los Pinos a Donald Trump. Ya no es un secreto que la idea
vino del gabinete económico, preocupado por “la volatilidad que implicaría un
eventual triunfo del republicano para los mercados”. Tranquilizar a los
mercados y mostrar una relación llevadera con el señor Trump, esa era la insigne
intención del gobierno mexicano. El fracaso fue estrepitoso y evidenció que no
basta con la súper especialización tecnocrática para merecer el nombre de “estadista”.
Alrededor del mundo no han sido pocos los altos funcionarios que han mostrado
expedientes académicos brillantes, sobre todo en el manejo de las finanzas
públicas, pero carentes casi por completo de cultura humanista, conocimiento de
la historia, sensibilidad social y pericia política. Claro, no quiero decir con
esto que quienes gobiernen deban despreciar alegremente a la opinión de los
expertos, pero confiar demasiado en la técnica sin sopesar otros factores más
allá de los técnicos lleva al desastre.
Un análisis, aunque fuese superficial, de esta insólita
campaña electoral norteamericana lleva al observador más desentendido a sacar
la conclusión de que el candidato republicano día a día demuestra su falta de
consistencia intelectual e incluso emocional. A leguas puede verse en Trump a
un demagogo incoherente cuyas principales armas son la mentira y el vituperio. De
manera notable se caracteriza también por su carácter irascible, su
intolerancia y su volubilidad, pero también es un histrión muy hábil en el
manejo de medios. ¿No era entonces previsible que pasaría lo que pasó? Gran
payaso mediático, se comió el escenario para hacer del encuentro un acto de
campaña. ¿De verdad pensaron Videgaray y compañía que un ególatra monumental
como lo es este iba a pedir disculpas aquí y decir a su regreso a Estados
Unidos que los mexicanos somos buenos y maravillosos?
La mayoría de nuestros tecnócratas estudian en Estados
Unidos, pero no por eso tienen la curiosidad o interés intelectual de tratar de
entender cómo es que funciona política en ese país. Ya lo habían demostrado cuando
se negoció el TLC y los funcionarios del gobierno de Salinas apostaban por una
reelección de Bush padre sin entender que el tratado tenía que ser aprobado por
un Congreso con mayoría demócrata. Hoy lanzaron esta “audaz iniciativa” y el
resultado es que en lugar de mandar un mensaje positivo para los mercados humillaron
al país, ofendieron a sus gobernados, aniquilaron lo poco que les quedaba de
popularidad, agraviaron a la candidata demócrata y, para colmo, acabaron
enfrentados con el locazo de Trump al ensartarse en una guerra de twitts.
Ah, y lo peor: todavía no entienden que no entienden
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México ese lugar sin remedio
miércoles, 22 de junio de 2016
La Ruleta Rusa de David Cameron
“Bueno,
primero iba a votar por salir, como castigo a David Cameron, pero después vino Boris
Johnson* a hacer campaña por el Brexit y, bueno, entiéndeme, no soporto su
corte de pelo. Es por eso que voy a votar por que el Reino Unido se quede en la
UE”.
La anécdota
la cuenta Richard Dawkins en el último número de la revista Prospect e ilustra perfectamente bien la
frivolidad con la que mucha gente toma el tema de la permanencia o abandono del
Reino Unido en la Unión Europea, el cual tiene repercusiones para la humanidad
entera. La salida del Reino Unido sería desastrosa para la economía mundial y
no solo para los británicos. Según informa el desesperado gobierno de Cameron, entre
otras calamidades el Brexit costaría unos 130,000 millones en los próximos
cuatro años, se registrarían recortes del gasto público social hasta por 3,000
millones de euros y el otrora gran imperio se vería aislado en la escena
internacional. Ahora bien, si tal hecatombe supone para el Reino Unido
abandonar la UE, ¿Para qué diablos el referéndum? Se trata de una de las decisiones
electoreras más irresponsables de la historia. David Cameron decidió incluirlo
en la plataforma electoral del Partido Conservador en la última campaña
electoral supuestamente para frenar el auge del partido antieuropeo UKIP, una
camarilla de malandrines xenófobos que aparecía demasiado alto en las encuestas,
y Cameron no quiso arriesgar. A final de cuentas el actual primer ministro ganó
en las urnas, pero la ligera promesita del referéndum hace hoy de ese triunfo
una victoria pírrica.
Los
referéndums son muy peligrosos. Las campañas rumbo a ellos se prestan mucho más
para la demagogia y la manipulación que en el caso de las elecciones normales
(y ya es mucho decir). También que dan lugar a una "tiranía de la
mayoría", la cual margina de toda posibilidad de representación política a
los grupos minoritarios (el famoso “juego de suma cero”). Los referéndums fuerzan una elección binaria y
excluyente entre dos opciones, lo que simplifica el debate de forma
considerable. Por eso De Gaulle tenía razón cuando dio que en un referéndum los
electores rara vez contestan lo que se les preguntan. En el caso del Brexit, es
obvio que mucha gente votará por salir de la UE como protesta contra Cameron,
rechazo a la globalización y sus injusticias o bufa nostalgia de la Inglaterra
imperial. ¡Queremos que nos devuelvan nuestro país! Claman los demagogos del
Brexit, quienes han esgrimido como principal arma el odio a los inmigrantes. Porque en referéndum hay un ingente componente
de frustración y furia, tal como sucede en Estados Unidos con Trump, en Francia
con Le Pen, en España con Podemos y un muy largo etcétera. Millones de
electores desesperados que siguen cualquier cosa que les ofrezca esperanza, la
promesa de que las cosas “van a volver ser como antes”. La eterna convocatoria
a los instintos, la futilidad del voluntarismo mágico que pretende lograr lo
imposible: un país de nuevo poderoso, sin crisis, con beneficios sociales
amplios para todos los nacionales, plenamente soberano y limpio de inmigrantes.
Eso sí, la campaña del Brexit omite datos como que, por ejemplo, la fuerza
laboral de los trabajadores inmigrantes contribuyó con más de 25,000 millones
de euros (más del 6% del total) a la economía del Reino Unido en la última
década, según un estudio del University College London.
Y no solo es
la ultraderecha. El líder laborista Jeremy Corbyn, oficialmente favorable de la
permanencia del Reino Unido en la UE, ha realizado una campaña timorata y
ambivalente. Se trata de un izquierdista de la vieja escuela (las viejas ideas
de la “nueva” izquierda) que en su oportunidad votó en contra de la integración
de su país a la entonces Comunidad Económica Europea. De corazón, Corbyn sigue
pensando que la Unión Europea es una “gran conjura del capitalismo”. Además de
que apuesta a una dimisión inminente de Cameron si triunfa el Brexit, lo que
obligaría a elecciones generales anticipadas. Otro gran irresponsable este
Corbyn, como Cameron. ¡Vaya con la frivolidad y pequeñez de miras de los actuales
líderes en la nación de Disraelí, Palmerston, Churchill y Gladstone!
La campaña
se ha visto sacudida de último momento por el cobarde asesinato de la diputada
europeísta Jo Cox a manos de un extremista de ultraderecha que al comparecer
ante el juez exclamó: “Muerte a los traidores, Gran Bretaña primero”. Quizá
este aberrante acto cambie la tendencia en favor de la permanencia, aunque
previamente parecía el Brexit contar con una apreciable ventaja. Como sea, habrá
ganado, como en tantas otras partes, el discurso pueril del odio, del
nacionalismo ramplón y del echarle la culpa a los demás. La racionalidad en
política va a la deriva en pleno siglo XXI.
*Boris
Johnson, el oportunista ex alcalde de Londres, uno de los jefes de la campaña
del Brexit.
sábado, 18 de junio de 2016
El Error de Keiko
En la pasada
elección presidencial peruana se impuso por un suspiro Pedro Pablo Kuckzynski, un
tecnócrata muy poco carismático que logró el triunfo principalmente a que supo
aglutinar el voto antifujimorista. Como pasa cada vez con más frecuencia en
todo el mundo, las elecciones son un ejercicio de votar por quien uno siente
que es el menos malo. En caso peruano es el de un sistema de partidos políticos
sumamente débil, a pesar de lo cual ha conocido una inusitada estabilidad
política y un destacado crecimiento económico en la última década. Los partidos peruanos no tienen vida más allá
de las elecciones y su apoyo electoral no es regular. Esta debilidad se traduce
en su completo fracaso en ser adecuados canales de expresión de la sociedad. Con
partidos políticos débiles, el lugar de organizaciones políticas que sirvan de
intermediación ha sido ocupado por la importancia de personalidades
individuales. Desde luego, este fenómeno para nada es privativo del Perú. Una
buena cantidad de países latinoamericanos carecen de partidos que, por lo
menos, sirvan como un mínimo de referencia ideológica o programática. Incluso
en las naciones donde existen partidos presuntamente más arraigados y con mayor
peso estructural (como México) la situación partidista es cada vez más
precaria. Sin embargo, en Perú la insignificancia de los partidos es aún más
extrema
En los
últimos diez años Perú creció a un promedio anual del 5%, incluso por encima de
Brasil y de Chile. No obstante, un 35% de la población aún vive en la pobreza.
La inclusión social es un permanente gran desafío. También es un país que
padece de corrupción política generalizada. Los tres últimos presidentes (los que
han ejercido después de la caída de Fujimori) Alejandro Toledo, Alan García y
Ollanta Humala, terminaron siendo repudiados por los ciudadanos ya que pese a
haber logrado un relativo despegue económico sus administraciones fueron
percibidas como corruptas. Por eso es que el fujimorismo ha resurgido con
fuerza pese a las históricas tropelías perpetradas por Alberto Fujimori en los
noventas. El desgaste de los sucesores jugó a favor del fujimorismo con Keiko
aportándole un perfil más democrático y un sesgo populista de rechazo a las “reformas
neoliberales” que mucho gustó en los sectores populares.
Pero a pesar
de esto, sectores amplios de la sociedad peruana siguen desconfiando del
fujimorismo y de su tendencia a aliarse con el crimen organizado. A Keiko se le
cayó de las manos un triunfo que, de acuerdo a las encuestas, parecía seguro
sobre todo a causa de la investigación periodística que reveló que Joaquín
Ramírez, secretario general del partido fujimorista, estaba involucrado en una
investigación de la DEA. Acto seguido apareció en televisión de un audio que,
como no tardó en descubrirse, estaba manipulado para desacreditar al informante
de la DEA. En esta torpeza estuvo involucrado el candidato a la vicepresidencia
de Keiko, José Chlimper. Este audio y el intento de tergiversación trajo a la
memoria de los peruanos las malas prácticas de Vladimiro Montesinos, la “eminencia
gris” de Alberto Fujimori. Keiko pierde la elección por no establecer de forma
convincente distancia con la ingente amenaza que representa parea Perú el
narcotráfico. No supo desterrar de su entorno a todo aquel sospechoso por
lavado de dinero y otras prácticas ilegales. Si aprende la lección, tiene
futuro. Además, debe reconocérsele su impecable conducta democrática al reconocer
una derrota que en otras latitudes (¡ejem!) habría generado protestas y
acusaciones de fraude.
Pedro Pablo Kuckzynski
será presidente a los 77 años sin contar, su partido, con mayoría en el Congreso,
situación nada extraña en la mayoría de las democracias actuales. Veremos si es
capaz de establecer canales de diálogo para relanzar un acuerdo nacional. Deberá,
por necesidad, ser receptivo con la izquierda, que le dio un apoyo fundamental
hacia la segunda ronda, e incluyente con el fujimorismo, mayoritario en el
Congreso. Lo desgastante
de estas elecciones hace necesario un estadista que imprima esperanza, espíritu
de unidad y talante incluyente. No será fácil.
jueves, 26 de mayo de 2016
El Impeachment a Dilma y el “Presidencialismo de Coalición”
La escandalosa caída de Dilma Rousseff ha abierto
nuevamente la polémica en torno a la viabilidad del sistema presidencial. Se
critica al presidencialismo porque, presuntamente, propicia la personalización
del poder, da lugar a una legitimidad democrática dual parlamento/presidente, establece
mandatos rígidos y prevalece en él un “juego de suma cero” donde el jefe del
Ejecutivo puede integrar a su gobierno exclusivamente con miembros de su
partido sin importar el margen con el que haya obtenido la victoria en las urnas.
Pero un análisis de la experiencia histórica reciente de América Latina nos demuestra
la insuficiencia de datos empíricos para sustentar la afirmación de que el
sistema presidencial irremediablemente lleva al caos.
No todos los presidencialismos son idénticos. En cada
país el sistema presidencial se adapta a las circunstancias nacionales
específicas, creándose así diferentes variantes. En algunos casos se han
adoptado algunos rasgos propios de los sistemas parlamentarios que coadyuvan a
la implantación de una relación más fluida entre el Ejecutivo y el Legislativo,
tales como el nombramiento de un primer ministro políticamente responsable -en
mayor o menor grado- ante el parlamento; la aprobación de los miembros del
gabinete por parte del Poder Legislativo; la censura parlamentaria a los
miembros del gabinete; y la solicitud gubernamental de la cuestión de confianza
al Legislativo. Pero el mecanismo que ha resultado clave en la renovación del
presidencialismo latinoamericano es la capacidad demostrada por los partidos de
formar coaliciones estables de gobierno, lo que algunos analistas han llamado
“presidencialismo de coalición”.
El estudio de las coaliciones se ha circunscrito casi
siempre a los sistemas parlamentarios, donde su conformación es casi siempre un
imperativo institucional, y se relega su importancia en los regímenes
presidenciales. La formación de coaliciones es hoy clave en la consolidación de
los presidencialismos latinoamericanos. Desde principios de los años sesenta a
la fecha se han formado casi 90 coaliciones en América Latina, destacando los
casos de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Uruguay. El
éxito del presidencialismo de coalición llevó a México a aprobar una reforma constitucional
en virtud de la cual el presidente tiene la facultad de optar “en cualquier
momento” por formar un gobierno de coalición.
Particularmente exitosa había sido la experiencia de
Brasil en el presidencialismo de coalición, país que vivió una estabilización
palmaria durante los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso, Luis Ignacio “Lula”
da Silva y el primer mandato de la propia Dilma. Las coaliciones contribuyeron al
funcionamiento del régimen democrático al garantizar a los gobiernos un apoyo
parlamentario efectivo y estable para sus políticas, factor que redujo
considerablemente los riegos de inestabilidad producto de un eventual
enfrentamiento entre los Poderes del Estado. Sin embargo, esta estabilización
tuvo un precio: las alianzas se lograban en buena medida gracias que se
“aceitaban” mediante pactos clientelares y tolerancia a la corrupción, defecto
que, por cierto, mucho se ha visto en regímenes parlamentarios (Italia y Japón
son buenos ejemplos de ello). Hoy que ante la crisis económica se ha desvergüenzas
añicos la coalición de gobierno en Brasil, los críticos del presidencialismo
han vuelto al ataque, pero a pesar de lo desenfrenos a veces grotescos del impeachment a Dilma, lo cierto es que no
se ha verificado todavía una debacle institucional. En todo caso, los electores
sabrán cobrarle en las urnas a aquellos políticos y partidos que hayan cometido
desvergüenzas y atropellos.
El presidencialismo de coalición ha demostrado su
efectividad y no debe ser abandonado como opción de estabilización política, mucho
menos ahora que los partidos tradicionales encaran una profunda crisis de
credibilidad y que la ciudadanía es cada vez más plural y exigente.
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