sábado, 18 de junio de 2016

El Error de Keiko



En la pasada elección presidencial peruana se impuso por un suspiro Pedro Pablo Kuckzynski, un tecnócrata muy poco carismático que logró el triunfo principalmente a que supo aglutinar el voto antifujimorista. Como pasa cada vez con más frecuencia en todo el mundo, las elecciones son un ejercicio de votar por quien uno siente que es el menos malo. En caso peruano es el de un sistema de partidos políticos sumamente débil, a pesar de lo cual ha conocido una inusitada estabilidad política y un destacado crecimiento económico en la última década.  Los partidos peruanos no tienen vida más allá de las elecciones y su apoyo electoral no es regular. Esta debilidad se traduce en su completo fracaso en ser adecuados canales de expresión de la sociedad. Con partidos políticos débiles, el lugar de organizaciones políticas que sirvan de intermediación ha sido ocupado por la importancia de personalidades individuales. Desde luego, este fenómeno para nada es privativo del Perú. Una buena cantidad de países latinoamericanos carecen de partidos que, por lo menos, sirvan como un mínimo de referencia ideológica o programática. Incluso en las naciones donde existen partidos presuntamente más arraigados y con mayor peso estructural (como México) la situación partidista es cada vez más precaria. Sin embargo, en Perú la insignificancia de los partidos es aún más extrema

En los últimos diez años Perú creció a un promedio anual del 5%, incluso por encima de Brasil y de Chile. No obstante, un 35% de la población aún vive en la pobreza. La inclusión social es un permanente gran desafío. También es un país que padece de corrupción política generalizada. Los tres últimos presidentes (los que han ejercido después de la caída de Fujimori) Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala, terminaron siendo repudiados por los ciudadanos ya que pese a haber logrado un relativo despegue económico sus administraciones fueron percibidas como corruptas. Por eso es que el fujimorismo ha resurgido con fuerza pese a las históricas tropelías perpetradas por Alberto Fujimori en los noventas. El desgaste de los sucesores jugó a favor del fujimorismo con Keiko aportándole un perfil más democrático y un sesgo populista de rechazo a las “reformas neoliberales” que mucho gustó en los sectores populares.

Pero a pesar de esto, sectores amplios de la sociedad peruana siguen desconfiando del fujimorismo y de su tendencia a aliarse con el crimen organizado. A Keiko se le cayó de las manos un triunfo que, de acuerdo a las encuestas, parecía seguro sobre todo a causa de la investigación periodística que reveló que Joaquín Ramírez, secretario general del partido fujimorista, estaba involucrado en una investigación de la DEA. Acto seguido apareció en televisión de un audio que, como no tardó en descubrirse, estaba manipulado para desacreditar al informante de la DEA. En esta torpeza estuvo involucrado el candidato a la vicepresidencia de Keiko, José Chlimper. Este audio y el intento de tergiversación trajo a la memoria de los peruanos las malas prácticas de Vladimiro Montesinos, la “eminencia gris” de Alberto Fujimori. Keiko pierde la elección por no establecer de forma convincente distancia con la ingente amenaza que representa parea Perú el narcotráfico. No supo desterrar de su entorno a todo aquel sospechoso por lavado de dinero y otras prácticas ilegales. Si aprende la lección, tiene futuro. Además, debe reconocérsele su impecable conducta democrática al reconocer una derrota que en otras latitudes (¡ejem!) habría generado protestas y acusaciones de fraude.


Pedro Pablo Kuckzynski será presidente a los 77 años sin contar, su partido, con mayoría en el Congreso, situación nada extraña en la mayoría de las democracias actuales. Veremos si es capaz de establecer canales de diálogo para relanzar un acuerdo nacional. Deberá, por necesidad, ser receptivo con la izquierda, que le dio un apoyo fundamental hacia la segunda ronda, e incluyente con el fujimorismo, mayoritario en el Congreso. Lo desgastante de estas elecciones hace necesario un estadista que imprima esperanza, espíritu de unidad y talante incluyente. No será fácil.

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