sábado, 19 de noviembre de 2016

La Trampa de los Referéndums: El Turno de Italia

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Se empeñan los referéndums en demostrar en todo el mundo lo peligrosos que son. Primero fue el Brexit, después la paz en Colombia, ahora toca el turno de Italia. Una vez más, el futuro de la Unión Europea está en vilo por culpa de un referéndum. El socialdemócrata Mateo Renzi, el primer ministro italiano que gobierna su país desde 2014, hasta hace poco era de los pocos líderes mundiales de este alocado siglo XXI que sin apelar a los recursos de la demagogia y el populismo despertaba esperanzas de trasformación y superación de la crisis. Es el hombre más joven en convertirse en jefe de gobierno (39 años) de su país. Tiene un cúmulo de ideas para cambiar el intrincado y, muchas veces, absurdo sistema político italiano, y para superar la aguda atonía económica que afecta Italia desde ya hace décadas. Al principio de su administración le fue bien. Convenció a los sindicatos y al sector más a la izquierda de su propio partido de aceptar severas medidas de ajuste económico, al mismo tiempo que ponía en marcha una nueva norma educativa y la primera ley que regula las uniones civiles entre parejas del mismo sexo. Con ello, y con una política exterior más asertiva, Italia empezó a recuperar su extraviada presencia en el ámbito europeo.

El verdadero corazón de sus aspiraciones transformadoras reside en una propuesta de reforma constitucional profunda con la que quiere acabar con la aguda inestabilidad política que caracteriza a la República Italiana desde su fundación. Esta iniciativa pondría punto final al “bicameralismo perfecto” que equipara, como sucede en México, las facultades Cámara de la Cámara de Diputados y del Senado, con el agravante de que en el sistema parlamentario italiano los gobiernos para poder formarse requieren de un voto de confianza en ambas cámaras legislativas. Italia mantendría un sistema parlamentario basado en dos Cámaras, pero con poderes diversos. La de los Diputados sería la única que daría confianza al Gobierno y votaría las principales leyes, y el Senado reduciría sus dimensiones: de 315 miembros se pasaría al centenar y se ocuparía exclusivamente a materias relacionadas con la legislación regional. Asimismo, el Estado Italiano volvería a hacerse cargo de algunas competencias que habían sido transferidas a las regiones, como es el caso de energía, infraestructuras estratégicas, turismo y sistema nacional de protección civil. Esta ambiciosa propuesta será sometida a referéndum el próximo 5 de diciembre.
Pero desde principios de 2016 la crisis económica volvió a asomar su espeluznante cabeza. En el segundo trimestre de este año el país registró un crecimiento cero. Italia va a la cola de Europa en este rubro, y eso que aún es la tercera economía de la Eurozona. El panorama lo empeora una deuda pública fuera de control y unos bancos al borde del cataclismo. Este panorama estropeó muy pronto la incipiente popularidad de Renzi. Los comicios locales de junio de 2016 propinaron el primer gran revés al premier, al sufrir su partido graves derrotas en Roma e, inesperadamente, en Turín ante el Movimiento 5 Estrellas, formación “antipolítica” del cómico Beppe Grillo que parecía apenas hace unos meses haberse evaporado y ahora ha resurgido con fuerza. Y este es el centro del problema: los italianos irán a un referéndum diseñado para atender problemas de largo plazo que afectarán a las generaciones futuras con la mente ocupada en la popularidad personal del primer ministro actual.
Todos los observadores concuerdan en que un triunfo del “no” sería catastrófico para Italia.  Si Matteo Renzi pierde el referéndum le pasaría lo que al imprudente David Cameron, ya que el primer ministro cometió el error de personalizar el referéndum. Prácticamente lo planteó como un plebiscito sobre su persona y reiteró que, si lo perdía, se marchaba a casa. El riesgo es que muchos electores sufren los efectos de la crisis económica y muy probablemente se inclinarán por un voto negativo contra un Gobierno cada vez más impopular. Acto seguido se celebraría unas elecciones generales, con el riesgo de que 5 Estrellas pueda hacerse del poder, escenario que hace temblar a Europa porque, entre otras razones, Grillo y sus seguidores plantean realizar un referéndum sobre la salida de Italia del euro.


Otra vez la gran quimera del referéndum que se presenta como un mecanismo democrático “en su forma más pura”, pero que en realidad distorsiona la democracia en vez de reforzarla por depender de factores demasiado volátiles y coyunturales, y por ser ejercicios donde los votantes deben tomar sus decisiones complejas con poca información. Lejos de ser “democráticos” o “ciudadanos”, los referéndums son susceptibles a ser manipulados por políticos expertos en operar mensajes directos y simplistas. En Gran Bretaña el debate económico y social sobre las consecuencias objetivas del Brexit se vio sustituido por un exaltado duelo de valores y prejuicios. En Colombia el pasado se impuso al futuro y el voto por la paz fue eclipsado por el temor de dejar impunes a las FARC. Por eso es un sofisma eso de que cualquier decisión mayoritaria tomada al calor de una determinada coyuntura necesariamente es “democrática”. Más bien es una perversión de la democracia y, lamentablemente, en una época en la que la credibilidad de los partidos y otros mecanismos de representación va a la deriva esta lección es muy difícil de entender.

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