Este es el link para ver la entrevista que me hizo Julio Patán sobre mi último libro
http://noticieros.televisa.com/foro-tv-hora-21/2016-09-09/de-winston-churchill-a-donald-trump/
lunes, 12 de septiembre de 2016
“Mandar un Mensaje Positivo para los Mercados…”
Alguna vez Bruno Kreisky* escribió “lo que caracteriza
a la tecnocracia es su tendencia a suplantar el poder político en vez de
limitarse a asesorarle… Al eliminar la división entre la política como reino de
los fines y la técnica como el terreno de los medios un gobierno cae en el error
de abandonarse a un mecanismo de toma de decisiones fundado exclusivamente en
términos meramente cuantitativos. El mundo de lo irracional y de todo aquello
que no sea técnicamente cuantificable queda desterrado del juicio del
gobernante tecnocrático que no ha sabido complementar su formación con
criterios humanistas... por eso opino que no hay peor ignorancia que la del
tecnócrata mediocre, ya que es la ignorancia del que no entiende que no entiende.”**.
Y, por cierto, esto del “no entiende que no entiende” lo retomó hace poco la
revista The Economist en un artículo titulado “El Pantano Mexicano” precisamente
para describir la forma como toma decisiones el dueto Peña Nieto-Videgaray.
Es justo en este tipo de “ignorancia tecnocrática” que
podemos ubicar el origen del colosal error histórico que cometió el gobierno
mexicano al invitar a los Pinos a Donald Trump. Ya no es un secreto que la idea
vino del gabinete económico, preocupado por “la volatilidad que implicaría un
eventual triunfo del republicano para los mercados”. Tranquilizar a los
mercados y mostrar una relación llevadera con el señor Trump, esa era la insigne
intención del gobierno mexicano. El fracaso fue estrepitoso y evidenció que no
basta con la súper especialización tecnocrática para merecer el nombre de “estadista”.
Alrededor del mundo no han sido pocos los altos funcionarios que han mostrado
expedientes académicos brillantes, sobre todo en el manejo de las finanzas
públicas, pero carentes casi por completo de cultura humanista, conocimiento de
la historia, sensibilidad social y pericia política. Claro, no quiero decir con
esto que quienes gobiernen deban despreciar alegremente a la opinión de los
expertos, pero confiar demasiado en la técnica sin sopesar otros factores más
allá de los técnicos lleva al desastre.
Un análisis, aunque fuese superficial, de esta insólita
campaña electoral norteamericana lleva al observador más desentendido a sacar
la conclusión de que el candidato republicano día a día demuestra su falta de
consistencia intelectual e incluso emocional. A leguas puede verse en Trump a
un demagogo incoherente cuyas principales armas son la mentira y el vituperio. De
manera notable se caracteriza también por su carácter irascible, su
intolerancia y su volubilidad, pero también es un histrión muy hábil en el
manejo de medios. ¿No era entonces previsible que pasaría lo que pasó? Gran
payaso mediático, se comió el escenario para hacer del encuentro un acto de
campaña. ¿De verdad pensaron Videgaray y compañía que un ególatra monumental
como lo es este iba a pedir disculpas aquí y decir a su regreso a Estados
Unidos que los mexicanos somos buenos y maravillosos?
La mayoría de nuestros tecnócratas estudian en Estados
Unidos, pero no por eso tienen la curiosidad o interés intelectual de tratar de
entender cómo es que funciona política en ese país. Ya lo habían demostrado cuando
se negoció el TLC y los funcionarios del gobierno de Salinas apostaban por una
reelección de Bush padre sin entender que el tratado tenía que ser aprobado por
un Congreso con mayoría demócrata. Hoy lanzaron esta “audaz iniciativa” y el
resultado es que en lugar de mandar un mensaje positivo para los mercados humillaron
al país, ofendieron a sus gobernados, aniquilaron lo poco que les quedaba de
popularidad, agraviaron a la candidata demócrata y, para colmo, acabaron
enfrentados con el locazo de Trump al ensartarse en una guerra de twitts.
Ah, y lo peor: todavía no entienden que no entienden
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México ese lugar sin remedio
miércoles, 22 de junio de 2016
La Ruleta Rusa de David Cameron
“Bueno,
primero iba a votar por salir, como castigo a David Cameron, pero después vino Boris
Johnson* a hacer campaña por el Brexit y, bueno, entiéndeme, no soporto su
corte de pelo. Es por eso que voy a votar por que el Reino Unido se quede en la
UE”.
La anécdota
la cuenta Richard Dawkins en el último número de la revista Prospect e ilustra perfectamente bien la
frivolidad con la que mucha gente toma el tema de la permanencia o abandono del
Reino Unido en la Unión Europea, el cual tiene repercusiones para la humanidad
entera. La salida del Reino Unido sería desastrosa para la economía mundial y
no solo para los británicos. Según informa el desesperado gobierno de Cameron, entre
otras calamidades el Brexit costaría unos 130,000 millones en los próximos
cuatro años, se registrarían recortes del gasto público social hasta por 3,000
millones de euros y el otrora gran imperio se vería aislado en la escena
internacional. Ahora bien, si tal hecatombe supone para el Reino Unido
abandonar la UE, ¿Para qué diablos el referéndum? Se trata de una de las decisiones
electoreras más irresponsables de la historia. David Cameron decidió incluirlo
en la plataforma electoral del Partido Conservador en la última campaña
electoral supuestamente para frenar el auge del partido antieuropeo UKIP, una
camarilla de malandrines xenófobos que aparecía demasiado alto en las encuestas,
y Cameron no quiso arriesgar. A final de cuentas el actual primer ministro ganó
en las urnas, pero la ligera promesita del referéndum hace hoy de ese triunfo
una victoria pírrica.
Los
referéndums son muy peligrosos. Las campañas rumbo a ellos se prestan mucho más
para la demagogia y la manipulación que en el caso de las elecciones normales
(y ya es mucho decir). También que dan lugar a una "tiranía de la
mayoría", la cual margina de toda posibilidad de representación política a
los grupos minoritarios (el famoso “juego de suma cero”). Los referéndums fuerzan una elección binaria y
excluyente entre dos opciones, lo que simplifica el debate de forma
considerable. Por eso De Gaulle tenía razón cuando dio que en un referéndum los
electores rara vez contestan lo que se les preguntan. En el caso del Brexit, es
obvio que mucha gente votará por salir de la UE como protesta contra Cameron,
rechazo a la globalización y sus injusticias o bufa nostalgia de la Inglaterra
imperial. ¡Queremos que nos devuelvan nuestro país! Claman los demagogos del
Brexit, quienes han esgrimido como principal arma el odio a los inmigrantes. Porque en referéndum hay un ingente componente
de frustración y furia, tal como sucede en Estados Unidos con Trump, en Francia
con Le Pen, en España con Podemos y un muy largo etcétera. Millones de
electores desesperados que siguen cualquier cosa que les ofrezca esperanza, la
promesa de que las cosas “van a volver ser como antes”. La eterna convocatoria
a los instintos, la futilidad del voluntarismo mágico que pretende lograr lo
imposible: un país de nuevo poderoso, sin crisis, con beneficios sociales
amplios para todos los nacionales, plenamente soberano y limpio de inmigrantes.
Eso sí, la campaña del Brexit omite datos como que, por ejemplo, la fuerza
laboral de los trabajadores inmigrantes contribuyó con más de 25,000 millones
de euros (más del 6% del total) a la economía del Reino Unido en la última
década, según un estudio del University College London.
Y no solo es
la ultraderecha. El líder laborista Jeremy Corbyn, oficialmente favorable de la
permanencia del Reino Unido en la UE, ha realizado una campaña timorata y
ambivalente. Se trata de un izquierdista de la vieja escuela (las viejas ideas
de la “nueva” izquierda) que en su oportunidad votó en contra de la integración
de su país a la entonces Comunidad Económica Europea. De corazón, Corbyn sigue
pensando que la Unión Europea es una “gran conjura del capitalismo”. Además de
que apuesta a una dimisión inminente de Cameron si triunfa el Brexit, lo que
obligaría a elecciones generales anticipadas. Otro gran irresponsable este
Corbyn, como Cameron. ¡Vaya con la frivolidad y pequeñez de miras de los actuales
líderes en la nación de Disraelí, Palmerston, Churchill y Gladstone!
La campaña
se ha visto sacudida de último momento por el cobarde asesinato de la diputada
europeísta Jo Cox a manos de un extremista de ultraderecha que al comparecer
ante el juez exclamó: “Muerte a los traidores, Gran Bretaña primero”. Quizá
este aberrante acto cambie la tendencia en favor de la permanencia, aunque
previamente parecía el Brexit contar con una apreciable ventaja. Como sea, habrá
ganado, como en tantas otras partes, el discurso pueril del odio, del
nacionalismo ramplón y del echarle la culpa a los demás. La racionalidad en
política va a la deriva en pleno siglo XXI.
*Boris
Johnson, el oportunista ex alcalde de Londres, uno de los jefes de la campaña
del Brexit.
sábado, 18 de junio de 2016
El Error de Keiko
En la pasada
elección presidencial peruana se impuso por un suspiro Pedro Pablo Kuckzynski, un
tecnócrata muy poco carismático que logró el triunfo principalmente a que supo
aglutinar el voto antifujimorista. Como pasa cada vez con más frecuencia en
todo el mundo, las elecciones son un ejercicio de votar por quien uno siente
que es el menos malo. En caso peruano es el de un sistema de partidos políticos
sumamente débil, a pesar de lo cual ha conocido una inusitada estabilidad
política y un destacado crecimiento económico en la última década. Los partidos peruanos no tienen vida más allá
de las elecciones y su apoyo electoral no es regular. Esta debilidad se traduce
en su completo fracaso en ser adecuados canales de expresión de la sociedad. Con
partidos políticos débiles, el lugar de organizaciones políticas que sirvan de
intermediación ha sido ocupado por la importancia de personalidades
individuales. Desde luego, este fenómeno para nada es privativo del Perú. Una
buena cantidad de países latinoamericanos carecen de partidos que, por lo
menos, sirvan como un mínimo de referencia ideológica o programática. Incluso
en las naciones donde existen partidos presuntamente más arraigados y con mayor
peso estructural (como México) la situación partidista es cada vez más
precaria. Sin embargo, en Perú la insignificancia de los partidos es aún más
extrema
En los
últimos diez años Perú creció a un promedio anual del 5%, incluso por encima de
Brasil y de Chile. No obstante, un 35% de la población aún vive en la pobreza.
La inclusión social es un permanente gran desafío. También es un país que
padece de corrupción política generalizada. Los tres últimos presidentes (los que
han ejercido después de la caída de Fujimori) Alejandro Toledo, Alan García y
Ollanta Humala, terminaron siendo repudiados por los ciudadanos ya que pese a
haber logrado un relativo despegue económico sus administraciones fueron
percibidas como corruptas. Por eso es que el fujimorismo ha resurgido con
fuerza pese a las históricas tropelías perpetradas por Alberto Fujimori en los
noventas. El desgaste de los sucesores jugó a favor del fujimorismo con Keiko
aportándole un perfil más democrático y un sesgo populista de rechazo a las “reformas
neoliberales” que mucho gustó en los sectores populares.
Pero a pesar
de esto, sectores amplios de la sociedad peruana siguen desconfiando del
fujimorismo y de su tendencia a aliarse con el crimen organizado. A Keiko se le
cayó de las manos un triunfo que, de acuerdo a las encuestas, parecía seguro
sobre todo a causa de la investigación periodística que reveló que Joaquín
Ramírez, secretario general del partido fujimorista, estaba involucrado en una
investigación de la DEA. Acto seguido apareció en televisión de un audio que,
como no tardó en descubrirse, estaba manipulado para desacreditar al informante
de la DEA. En esta torpeza estuvo involucrado el candidato a la vicepresidencia
de Keiko, José Chlimper. Este audio y el intento de tergiversación trajo a la
memoria de los peruanos las malas prácticas de Vladimiro Montesinos, la “eminencia
gris” de Alberto Fujimori. Keiko pierde la elección por no establecer de forma
convincente distancia con la ingente amenaza que representa parea Perú el
narcotráfico. No supo desterrar de su entorno a todo aquel sospechoso por
lavado de dinero y otras prácticas ilegales. Si aprende la lección, tiene
futuro. Además, debe reconocérsele su impecable conducta democrática al reconocer
una derrota que en otras latitudes (¡ejem!) habría generado protestas y
acusaciones de fraude.
Pedro Pablo Kuckzynski
será presidente a los 77 años sin contar, su partido, con mayoría en el Congreso,
situación nada extraña en la mayoría de las democracias actuales. Veremos si es
capaz de establecer canales de diálogo para relanzar un acuerdo nacional. Deberá,
por necesidad, ser receptivo con la izquierda, que le dio un apoyo fundamental
hacia la segunda ronda, e incluyente con el fujimorismo, mayoritario en el
Congreso. Lo desgastante
de estas elecciones hace necesario un estadista que imprima esperanza, espíritu
de unidad y talante incluyente. No será fácil.
jueves, 26 de mayo de 2016
El Impeachment a Dilma y el “Presidencialismo de Coalición”
La escandalosa caída de Dilma Rousseff ha abierto
nuevamente la polémica en torno a la viabilidad del sistema presidencial. Se
critica al presidencialismo porque, presuntamente, propicia la personalización
del poder, da lugar a una legitimidad democrática dual parlamento/presidente, establece
mandatos rígidos y prevalece en él un “juego de suma cero” donde el jefe del
Ejecutivo puede integrar a su gobierno exclusivamente con miembros de su
partido sin importar el margen con el que haya obtenido la victoria en las urnas.
Pero un análisis de la experiencia histórica reciente de América Latina nos demuestra
la insuficiencia de datos empíricos para sustentar la afirmación de que el
sistema presidencial irremediablemente lleva al caos.
No todos los presidencialismos son idénticos. En cada
país el sistema presidencial se adapta a las circunstancias nacionales
específicas, creándose así diferentes variantes. En algunos casos se han
adoptado algunos rasgos propios de los sistemas parlamentarios que coadyuvan a
la implantación de una relación más fluida entre el Ejecutivo y el Legislativo,
tales como el nombramiento de un primer ministro políticamente responsable -en
mayor o menor grado- ante el parlamento; la aprobación de los miembros del
gabinete por parte del Poder Legislativo; la censura parlamentaria a los
miembros del gabinete; y la solicitud gubernamental de la cuestión de confianza
al Legislativo. Pero el mecanismo que ha resultado clave en la renovación del
presidencialismo latinoamericano es la capacidad demostrada por los partidos de
formar coaliciones estables de gobierno, lo que algunos analistas han llamado
“presidencialismo de coalición”.
El estudio de las coaliciones se ha circunscrito casi
siempre a los sistemas parlamentarios, donde su conformación es casi siempre un
imperativo institucional, y se relega su importancia en los regímenes
presidenciales. La formación de coaliciones es hoy clave en la consolidación de
los presidencialismos latinoamericanos. Desde principios de los años sesenta a
la fecha se han formado casi 90 coaliciones en América Latina, destacando los
casos de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Uruguay. El
éxito del presidencialismo de coalición llevó a México a aprobar una reforma constitucional
en virtud de la cual el presidente tiene la facultad de optar “en cualquier
momento” por formar un gobierno de coalición.
Particularmente exitosa había sido la experiencia de
Brasil en el presidencialismo de coalición, país que vivió una estabilización
palmaria durante los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso, Luis Ignacio “Lula”
da Silva y el primer mandato de la propia Dilma. Las coaliciones contribuyeron al
funcionamiento del régimen democrático al garantizar a los gobiernos un apoyo
parlamentario efectivo y estable para sus políticas, factor que redujo
considerablemente los riegos de inestabilidad producto de un eventual
enfrentamiento entre los Poderes del Estado. Sin embargo, esta estabilización
tuvo un precio: las alianzas se lograban en buena medida gracias que se
“aceitaban” mediante pactos clientelares y tolerancia a la corrupción, defecto
que, por cierto, mucho se ha visto en regímenes parlamentarios (Italia y Japón
son buenos ejemplos de ello). Hoy que ante la crisis económica se ha desvergüenzas
añicos la coalición de gobierno en Brasil, los críticos del presidencialismo
han vuelto al ataque, pero a pesar de lo desenfrenos a veces grotescos del impeachment a Dilma, lo cierto es que no
se ha verificado todavía una debacle institucional. En todo caso, los electores
sabrán cobrarle en las urnas a aquellos políticos y partidos que hayan cometido
desvergüenzas y atropellos.
El presidencialismo de coalición ha demostrado su
efectividad y no debe ser abandonado como opción de estabilización política, mucho
menos ahora que los partidos tradicionales encaran una profunda crisis de
credibilidad y que la ciudadanía es cada vez más plural y exigente.
viernes, 1 de abril de 2016
Malos Vientos
Malos, muy malos vientos corren por el mundo y lo
seguirán haciendo por algún tiempo, no cabe duda. Los atentados terroristas en
Bruselas servirán para fortalecer electoralmente, todavía más, a los partidos xenófobos
y anti-inmigracionistas en Europa. Asecha la pesadilla de ver a Marine Le Pen
presidenta de la otrora gloriosa Quinta República francesa, como también es
ahora más factible que se robustezcan regímenes “iliberales” de corte autoritario-nacionalista
como el de Vladimir Putin en Rusia, Victor Orban en Hungría, Jaroslaw Kaczynski
en Polonia y Recep Tayyip Erdogan en Turquía. También se agrava el deterioro de
la Unión Europea y hace más probable el triunfo del No en el próximo referéndum
británico. Sin embargo, no me queda claro que la incidencia terrorista en
Europa favorezca a Donald Trump en la campaña electoral de Estados Unidos.
Desde tiempos inmemoriales el miedo ha sido utilizado
como uno de los principales instrumentos de los partidos políticos en sus
intentos por ganar elecciones. Atentados terroristas dan la oportunidad a los
gobiernos de mostrarse “fuertes y decididos” frente al peligro y de aparecer
como la opción más segura en momentos de incertidumbre. Así sucedió, por citar
sólo algunos de los casos más connotados y recientes, en Estados Unidos con el
11 de septiembre, en Rusia con los atentados chechenos y en Turquía -apenas el
año pasado- con los bombazos perpetrados por fundamentalistas. El miedo es el
recurso favorito de los partidos de derecha y extrema derecha. Les da la
oportunidad de justificar su hábito de culpar de los males del país a los
inmigrantes, a las influencias externas, a los enemigos identificados, etc. Para
las opciones más conservadoras, el miedo ha tenido siempre un
efecto movilizador sobre los propios votantes y una secuela desmovilizadora sobre
los votantes más moderados y liberales. Cuando la seguridad rebasa a otros
temas dentro de la lista de preocupaciones del electorado (economía, bienestar
social, empleo, libertades ciudadanas), los beneficiarios son los postulantes
de la mano dura. Por otro lado, un mal manejo en torno a un acto terrorista
puede ser extremadamente contraproducente para el partido que lo intenta, y ahí
está el gobierno de Aznar y su torpe actitud ante los atentados del 11 M para
probarlo.
Todo esto nos invitaría a pensar que los
atentados de Bruselas favorecerían a un candidato radical de supuesta “mano
dura” como Donald Trump, que propone erigir muros en las fronteras reducir a
cenizas al Estado Islámico y de fortalecer “como nunca” la defensa nacional. El
millonario ha llegado a declarar que no excluye el uso de armas nucleares para
terminar con ISIS. Sin embargo, me parece que a largo plazo el tema de la lucha
contra el terrorismo se le puede revertir a Trump y convertírsele en una desventaja.
Cierto es que los republicanos han dedicado sus críticas más feroces contra la
administración Obama por su presunta “debilidad en política exterior”, y que
Hillary Clinton fue por cuatro años jefa de esta diplomacia norteamericana que
ha sido tan cuestionada. Pero la inexperiencia de Donald Trump en estos
terrenos es absolutamente palmaria, al grado que constituye una de sus
principales debilidades. Los fanfarroneos a la Trump pueden impresionar de
entrada, pero no pueden sostenerse por mucho tiempo si no van acompañadas de
estrategias más sustantivas. Por eso el impresentable Ted Cruz y el gobernador
Kasich señalan insistentemente a la novatez de su adversario y advierten que no
es posible confiarle el mando de las fuerzas armadas del país más poderoso del
mundo a un hombre tan ignorante y sin experiencia, aún menos en momentos
críticos como los que se viven ahora.
Trump ha
dicho, con la grandilocuencia que le caracteriza, que contratará “a los mejores
expertos que hay en Estados Unidos, pero no ha dado nombres. Cuando alguien le
preguntó por su equipo de asesores en política exterior, dijo textual: “Sí, hay
un equipo, bueno, no, no hay un equipo. Pero voy a montar uno cuando llegue el
momento. Yo hablo conmigo mismo, en primer lugar, porque tengo un buen cerebro
y he dicho un montón de cosas. Mi principal asesor soy yo mismo y tengo, como
sabes, un buen instinto para estos asuntos”. Por otra parte, quien ha dado la
cara últimamente por el trumpismo en
temas de política exterior es Newt Gingrich, quien posee un profundo
conocimiento de historia universal y política internacional. Pero eso no basta.
El carácter vesánico de Trump va a acabar por asustar a más electores de los
que pueda convencer. Seguramente le alcanzará para ganar la nominación republicana,
pero le va a desfavorecer hacia noviembre. O al menos, eso espero.
martes, 22 de marzo de 2016
De Winston Churchill a Donald Trump, auge y decadencia de las elecciones
miércoles, 23 de septiembre de 2015
¿Donald Trump en la Bandera de Estados Unidos?
“Donald
Trump es la quintaescencia de los gringos, debería aparecer en la bandera de
Estados Unidos”, esta contundente opinión me la dio mi padre, quien nunca ha
profesado a nuestros vecinos del norte demasiado amor, que digamos. “Quizá”
dije tras una carcajada, “pero, a final de cuentas, no olvides que los gringos eligieron
y ratificaron en su cargo a un afroamericano liberal con sólidos perfiles
intelectuales”, yo con ganas de ser equilibrado. Y es que el fenómeno Trump, la
aparición de un candidato que se maneja como “antipolítico”, en absoluto es
privativo de Estados Unidos, ahí están los Broncos, Berlusconis, Tsipras,
Iglesias y Beppes Grillo de por aquí y por allá para demostrarlo. Lo que sí es particular
de Trump es su absoluta rebelión ante la “corrección política” que ha dominado
el ambiente público norteamericano durante décadas, muchas veces (debe
reconocerse) de forma asfixiante. Por eso, mientras más dislates y salidas de
tono tiene Donald, más asciende en las encuestas, o por lo menos eso ha sido
cierto hasta el segundo debate entre los candidatos republicanos en el que Carly
Fiorina, al parecer, por fin logró ponerle un “estate quieto”.
Prototípico de
los gringos o no, lo cierto es que este millonario de Nueva York, colosal
megalómano, ha tocado el inconsciente más bajo de un sector importante del
electorado. La xenofobia, el racismo, el machismo, el más grosero materialismo
y otros oscuros instintos que se mantienen soterrados en muchísimos electores han
brotado a la superficie con toda fuerza como parte de esta rebelión de la anti
corrección política. Cualquiera de las descaradas declaraciones de Trump
hubiese aniquilado electoralmente a cualquier político común, pero este formidable
patán, dueño de una personalidad un primaria y un carácter egocéntrico y
estridente, afirma a todo viento “no tengo tiempo para la corrección política,
ni la necesito”. Es un hombre rico (“I am very rich man, indeed”, es uno de sus
mantras) que, se supone, no le debe nada a nadie. El reflejo perfecto de lo que
muchos de sus compatriotas quisieran ser, de eso no quepa duda. Además es
carismático, inteligente (a su manera), decidido, y no precisa lamerle los pies
a nadie para financiar su campaña. Eso sí está completamente descalificado para
ocupar la presidencia, pero eso lo compensa diciendo lo que mucha gente solo se
atreve a pensar Su comportamiento no es el del político tradicional, eso vende
y mucho. Los políticos se han convertido en individuos insustanciales que
hablan con discreción creyendo que podrán complacer a todo el mundo. Trump dice
lo que piensa, suma votos, le ha puesto sal y pimienta a las elecciones
internas de los republicanos donde el millonario enfrenta a una colección de
aburridos y grises personajes, algunos de ellos infumables santurrones, que se
diferencian muy poco entre sí, con la excepción de los otros dos aspirantes que
no son políticos tradicionales: Fiorina y el neurocirujano Ben Carson, que
tampoco van mal en las encuestas.
Pero no solo
son los republicanos, Trump también tiene un perfil de populista de izquierdas.
Personajes idolatrados por la progresía mundial como el economista Pau Krugman le
han elogiado ( en una columna titulada “Trump tiene razón en la economía”). Por
otra parte, muchos dentro del establisment republicano le recuerdan cosas como
que criticó la invasión de Irak de Bush Jr. También Trump pide subir los
impuestos a los más ricos, defiende el proteccionismo comercial y se opone a
los recortes en el Estado de bienestar. Esta “transversalidad”, como muchos la
han llamado, hace todavía más notable al millonario. ¿Esto se debe a que Trump
es, en el fondo, un ideólogo ecléctico, complejo y posmoderno? ¡De ninguna
manera!
Como los “anti
políticos” verdaderamente exitosos de todo el mundo, Trump es tremendamente
político, y además un showman nato. Siempre está dispuesto a decir y a hacer lo que sea
necesario para mantenerse vigente y activo en la conversación pública. Muy
probablemente empezó esta carrera con el afán de hacerse publicidad y
satisfacer su infinita megalomanía, pero se ve que su éxito lo ha engolosinado
y ahora se ha convertido en la peor pesadilla para el Partidos Republicano. Porque
si una consecuencia real puede tener el surgimiento del fenómeno Trump es una
tercera derrota consecutiva del llamado Viejo Gran Partido (Grand Old Party) en
una elección presidencial, cosa que no se ha visto desde la época de los
presidentes Roosevelt y Truman.
Hay indicios
de que la campaña de Trump puede empezar a desinflarse. Las primarias son
carreras de fondo que se celebran a lo largo de meses. Los dirigentes republicanos
ya enfilaron todas las baterías para descalificar al Donald y evitar que se
lleve la nominación del partido, lo que sería mortal para ellos. Después de todo,
revísese los resultados de las últimas elecciones y se verá que el voto de las
mujeres y de las minorías ha resultado determinante en el resultado, y son
estos sectores a los que Trump ha logrado irritar con sus descalificaciones.
Pero no solo eso, aunque no ganase la nominación, el escenario más probable, el
hecho de haber obligado a los republicanos a correrse a la derecha hará que
quien resulte ser candidato resulte inelegible en las elecciones de noviembre. De
eso pueden hablar los dos últimos candidatos republicanos: McCain y Romney
Otro
escenario sería que este incontenible egomaniaco decida lanzarse como
independiente, como Ross Perot en 1992 y 1996, arrebatándoles votos a los
republicanos, probabilidad para nada descabellada. A Trump le importa un comino
el destino de los republicanos, del Tea Party o del movimiento conservador
cristiano. Lo único que le interesa a tan noble señor es él mismo y ser
recordado por la “historia” como el gran rebelde contra la corrección política.
Por último,
la pregunta: ¿Es este personaje apayasado, ignorante y vulgar un peligro para
México? No, el peligro para México son sus propios políticos apayasados,
ignorantes y vulgares, que de eso nos sobra, ah y sus “antipolíticos” también.
miércoles, 27 de mayo de 2015
A La Imagen de Quetzalcóatl
José López
Portillo alguna vez dijo que era obligación de los expresidentes de México
entregarse a una inmolación política “semejante a la de Quetzalcóatl”, quien
después de haber sido un poderoso y sabio dios un día decidió prenderse fuego
tras descubrir que había sido burlado por Tezcaltipoca. Así debía de ser en un
sistema político donde el presidente era el protagonista principalísimo. Nadie
podría hacerle sombra al Sr. Presidente en turno, mucho menos los ex
presidentes, personajes que por precisamente haber sido Tlatoanis podían ser
potencialmente peligrosos competidores. Por eso pasaban a un proceso de
degradación, algunas veces brutal, desde el momento mismo en que entregaban la banda al sucesor.
Condenar al
ex presidente al ostracismo fue característico de la política mexicana. Se les
vilipendiaba a veces desde la mismísima presidencia, como aquel dedo
admonitorio de Ruiz Cortines con el que censuró los excesos de corrupción del
gobierno de su antecesor, o la críptica declaración de Echeverría al denunciar
a los “los emisarios del pasado”. Este
fenómeno no sucede en otros sistemas presidenciales. En Estados Unidos los
expresidentes gozan de la estima general y sus retiros son casi siempre muy
activos con la construcción de “bibliotecas presidenciales”, creación de
fundaciones e incluso –a veces- con un destacado activismo en política
internacional. En los regímenes
parlamentarios europeos tal retiro, en muchas ocasiones, ni si siquiera existe,
y así vemos a una buena cantidad de ex primeros ministros aun como jefes de sus
respectivos partidos tratando de volver al poder o como cabezas de grupos
políticos que conservan un importante grado de influencia. Pero en México de
eso, ni hablar. En las primeras décadas del dominio priista era raro ver a un
ex presidente volver a ocupar una
posición púbica. Ruiz Cortines precisaba que pertenecía "a la augusta
institución de los ex, quienes tienen como primer deber respetar al que es y
evidenciar absoluta disciplina”. La excepción la hizo el general Cárdenas,
quien ocupó la Secretaría de Defensa durante la Segunda Guerra Mundial, pero dejó el encargo en el momento preciso en
que terminó la contienda. Cárdenas también representó un cierto matiz en esto
de permanecer completamente retirado de la política al conservarse como un
referente para la izquierda, aunque siempre absteniéndose meticulosamente de
tratar de influir en las decisiones del presidente o en los vaivenes del partido
oficial.
A fines de
1961, Adolfo López Mateos llamó a los ex “valiosos activos de la Revolución” y les
otorgó inanes cargos honoríficos. Fue el hiperactivo Luis Echeverría Álvarez quien,
previendo cuál sería su papel una vez abandonada la presidencia, decretó
pensiones generosas de por vida a los ex presidentes además del acceso a hasta 103
colaboradores, entre personal administrativo y cuerpo de seguridad. Hoy los ex
presidentes nos cuestan más de 4 millones de pesos mensuales por cabeza con el
pretexto de los “valiosos servicios prestados a la nación”. También Echeverría
soñó con reconocimiento internacional a su labor en pro del Tercer Mundo, algo así
como la secretaria general de Naciones Unidas o el Premio Nobel de la Paz, pero
lo más que logró fue la embajada mexicana en Australia y las Islas Fiji. En
2006 sufrió la humillación de ser el primer ex presidente mexicano en ser
formalmente encausado judicialmente como presunto responsable de crímenes
cometidos en las represiones de los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971.
Aunque jamás pisó la cárcel y fue finalmente absuelto, el otrora “líder del
Tercer Mundo” vive una vejez de lo más oprobiosa. ¿Morirá algún día?
El destino
de los expresidentes que vinieron después de don Luis no fue mucho mejor. López
Portillo jamás volvió a ocupar un puesto público, pero nos regaló sus entretenidas
memorias, deliciosas para quienes gustan de los delirios del poder. Discreta
fue la labor de Miguel de la Madrid la dirección del FCE. Zedillo renunció a la
pensión y “sobrevive” de chambitas que se ha conseguido por aquí y por allá. Salinas
escribió una de las páginas más pintorescas en la historia de los expresidentes
con su huelga de hambre. A la mala entendió que su desprestigio lo anulaba para
cualquier intento de regreso a la vida pública, por lo menos a terreno abierto.
Con la
alternancia llegó el debilitamiento de la figura presidencial y un
redimensionamiento de la función política formal de los expresidentes. Fox
imita a sus contrapartes gringas con su famoso Centro de Estudios-Museo-Rancho de
Guanajuato, además de que no nos ha privado de sus siempre geniales
declaraciones. Calderón demuestra sus ganas
de ser factor dentro de su partido: declara en torno a candidatos (¡Está
pedo!) y promueve a su señora como posible candidata a la presidencia en el
2018. ¡Pobre Margarita, su verdadera ambición es ser algún día directora del
Instituto Asunción!
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México ese lugar sin remedio
martes, 24 de marzo de 2015
Fin de Patida: El Estado Islámico
Este es el enlace para el programa que hice con Julio
Patán en Fin de Partida sobre el Estado Islámico:
http://noticieros.televisa.com/foro-tv-final-de-partida/1503/bienes-culturales/
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Pedro Arturo Aguirre Ramírez
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