Malos, muy malos vientos corren por el mundo y lo
seguirán haciendo por algún tiempo, no cabe duda. Los atentados terroristas en
Bruselas servirán para fortalecer electoralmente, todavía más, a los partidos xenófobos
y anti-inmigracionistas en Europa. Asecha la pesadilla de ver a Marine Le Pen
presidenta de la otrora gloriosa Quinta República francesa, como también es
ahora más factible que se robustezcan regímenes “iliberales” de corte autoritario-nacionalista
como el de Vladimir Putin en Rusia, Victor Orban en Hungría, Jaroslaw Kaczynski
en Polonia y Recep Tayyip Erdogan en Turquía. También se agrava el deterioro de
la Unión Europea y hace más probable el triunfo del No en el próximo referéndum
británico. Sin embargo, no me queda claro que la incidencia terrorista en
Europa favorezca a Donald Trump en la campaña electoral de Estados Unidos.
Desde tiempos inmemoriales el miedo ha sido utilizado
como uno de los principales instrumentos de los partidos políticos en sus
intentos por ganar elecciones. Atentados terroristas dan la oportunidad a los
gobiernos de mostrarse “fuertes y decididos” frente al peligro y de aparecer
como la opción más segura en momentos de incertidumbre. Así sucedió, por citar
sólo algunos de los casos más connotados y recientes, en Estados Unidos con el
11 de septiembre, en Rusia con los atentados chechenos y en Turquía -apenas el
año pasado- con los bombazos perpetrados por fundamentalistas. El miedo es el
recurso favorito de los partidos de derecha y extrema derecha. Les da la
oportunidad de justificar su hábito de culpar de los males del país a los
inmigrantes, a las influencias externas, a los enemigos identificados, etc. Para
las opciones más conservadoras, el miedo ha tenido siempre un
efecto movilizador sobre los propios votantes y una secuela desmovilizadora sobre
los votantes más moderados y liberales. Cuando la seguridad rebasa a otros
temas dentro de la lista de preocupaciones del electorado (economía, bienestar
social, empleo, libertades ciudadanas), los beneficiarios son los postulantes
de la mano dura. Por otro lado, un mal manejo en torno a un acto terrorista
puede ser extremadamente contraproducente para el partido que lo intenta, y ahí
está el gobierno de Aznar y su torpe actitud ante los atentados del 11 M para
probarlo.
Todo esto nos invitaría a pensar que los
atentados de Bruselas favorecerían a un candidato radical de supuesta “mano
dura” como Donald Trump, que propone erigir muros en las fronteras reducir a
cenizas al Estado Islámico y de fortalecer “como nunca” la defensa nacional. El
millonario ha llegado a declarar que no excluye el uso de armas nucleares para
terminar con ISIS. Sin embargo, me parece que a largo plazo el tema de la lucha
contra el terrorismo se le puede revertir a Trump y convertírsele en una desventaja.
Cierto es que los republicanos han dedicado sus críticas más feroces contra la
administración Obama por su presunta “debilidad en política exterior”, y que
Hillary Clinton fue por cuatro años jefa de esta diplomacia norteamericana que
ha sido tan cuestionada. Pero la inexperiencia de Donald Trump en estos
terrenos es absolutamente palmaria, al grado que constituye una de sus
principales debilidades. Los fanfarroneos a la Trump pueden impresionar de
entrada, pero no pueden sostenerse por mucho tiempo si no van acompañadas de
estrategias más sustantivas. Por eso el impresentable Ted Cruz y el gobernador
Kasich señalan insistentemente a la novatez de su adversario y advierten que no
es posible confiarle el mando de las fuerzas armadas del país más poderoso del
mundo a un hombre tan ignorante y sin experiencia, aún menos en momentos
críticos como los que se viven ahora.
Trump ha
dicho, con la grandilocuencia que le caracteriza, que contratará “a los mejores
expertos que hay en Estados Unidos, pero no ha dado nombres. Cuando alguien le
preguntó por su equipo de asesores en política exterior, dijo textual: “Sí, hay
un equipo, bueno, no, no hay un equipo. Pero voy a montar uno cuando llegue el
momento. Yo hablo conmigo mismo, en primer lugar, porque tengo un buen cerebro
y he dicho un montón de cosas. Mi principal asesor soy yo mismo y tengo, como
sabes, un buen instinto para estos asuntos”. Por otra parte, quien ha dado la
cara últimamente por el trumpismo en
temas de política exterior es Newt Gingrich, quien posee un profundo
conocimiento de historia universal y política internacional. Pero eso no basta.
El carácter vesánico de Trump va a acabar por asustar a más electores de los
que pueda convencer. Seguramente le alcanzará para ganar la nominación republicana,
pero le va a desfavorecer hacia noviembre. O al menos, eso espero.
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