A partir del próximo día 22, Japón tendrá su cuarto primer ministro en tres años, el tercero que llega al cargo sin ser elegido en las urnas. Lo más probable es que ocupe el cargo Taro Aso, un ex titular de Asuntos Exteriores de 67 años nieto del primer ministro Shigeru Yoshida, quien negoció la rendición del imperio del Sol Naciente durante la Segunda Guerra Mundial.
En una votación interna, la formación política en el poder, el Partido Liberal Democrático (PLD), escogerá a su presidente y, dos días después, éste será investido primer ministro por la Cámara Baja del Parlamento nipón gracias a la mayoría que conforman dicho grupo y sus socios de coalición, los budistas del Nuevo Komeito.
En esta especie de primarias competirán también el ministro de Economía, Kaoru Yosano, una presentadora de televisión y antigua titular de Defensa, Yuriko Koike, quien es sido abiertamente apoyada por el dinámico ex primer ministro Koizumi; otro ex ministro de Defensa, Shigeru Ishiba; el viceministro de Exteriores, Ichita Yamamoto; y Nobuteru Ishihar, hijo del ultraconservador y controvertido gobernador de Tokio.
El elegido sucederá a Yasuo Fukuda, un gris e ineficaz político de 71 años que dimitió cuando llevaba menos de un año como jefe del Gobierno. A su vez, Fukuda había revelado como primer ministro a Shinzo Abe, quien subió al poder en septiembre de 2006 y dejó el cargo al cabo de un año tras haber sido uno de los fiascos políticos más grandes en la historia contemporánea del país. Pocas veces se ha visto a un gobernante tan inepto en Asia entera su balance: cuatro ministro dimitidos y uno suicidado por escándalos de corrupción, desaparición de los registros informáticos de las cotizaciones de 50 millones de contribuyentes y pérdida de la mayoría absoluta en la Cámara Alta de la Dieta (Parlamento) en una humillante derrota en las elecciones legislativas.
Este burro dejo al dimitir un panorama muy distinto al que había heredado de su antecesor, Junichiro Koizumi, quien arrasó en los comicios celebrados en septiembre de 2005 tras adelantarlos en un arriesgado órdago a la oposición para sacar adelante su polémica privatización del servicio de Correos, que incluía a la mayor caja de ahorros del país. A pesar de su arrolladora victoria, Koizumi abandonó la jefatura del PLD al cumplir los cinco años de rigor al frente del mismo y, por extensión, dimitió de su cargo como primer ministro. Desde entonces, su partido no da pie con bola y ha estallado en mil pedazos la estabilidad que aportara Koizumi .
Tras su marcha, han vuelto al archipiélago nipón los peores tiempos de la incertidumbre política, aquellos días en que, tras la crisis financiera de 1997, los gabinetes apenas duraban un par de meses en el poder. Este escenariode sempiterna crisis ministerial, que ya se prolonga durante dos años, es resultado directo del anquilosamiento del PLD, el partido dominante que ha venido dirigiendo Japón casi ininterrumpidamente desde 1955, salvo los once meses en que una coalición de fuerzas de izquierdas gobernó a mediados de los 90.
Qué sucede en el PLD? Desde luego es una pregunta muy compleja de responder. Tiene que ver con el agudo faccionalismo que domina en su interior y que es la cacterística fundamental de la política japonesa. Por otra parte, faltan ideas y líderes carismáticos. Prevalece una aguda endogamia de un partido donde figuras como Aso, Fukuda y Abe son parientes de antiguos políticos. También hay que citar al empeoramiento de la economía, que volvió a arrojar datos negativos en el segundo trimestre.
Aunque algunos magníficos, pero obcecados, niponófilos se nieguen a reconocerlo, Japón en una grave crisis de difícil solución. Hoy el principal problema de la economía nipona es que todavía sufre el impacto del estallido de la burbuja bursátil de principios de los 90. Además, por razones políticas se mantiene el statu quo económico y social en lugar de adaptarse a los nuevos tiempos y circunstancias, lo que conlleva una pérdida de competitividad y, a la postre, poder adquisitivo porque, por ejemplo, no se potencian aspectos básicos como el ahorro de energía mediante fuentes renovables y se desperdicia un gran capital humano por la falta de incorporación de la mujer o de los inmigrantes al panorama laboral en un momento crítico en el que la población está descendiendo.
El PLD está dividido entre los defensores de la política tradicional, que mantiene pequeños negocios que no son competitivos ni aportan nada a la economía nacional, y aquellos que, como Koizumi, quieren reformas liberales dando primacía al mercado y reduciendo impuestos y regulaciones, pero sin una visión constructiva del Estado.
Aunque algunos magníficos, pero obcecados, niponófilos se nieguen a reconocerlo, Japón en una grave crisis de difícil solución. Hoy el principal problema de la economía nipona es que todavía sufre el impacto del estallido de la burbuja bursátil de principios de los 90. Además, por razones políticas se mantiene el statu quo económico y social en lugar de adaptarse a los nuevos tiempos y circunstancias, lo que conlleva una pérdida de competitividad y, a la postre, poder adquisitivo porque, por ejemplo, no se potencian aspectos básicos como el ahorro de energía mediante fuentes renovables y se desperdicia un gran capital humano por la falta de incorporación de la mujer o de los inmigrantes al panorama laboral en un momento crítico en el que la población está descendiendo.
El PLD está dividido entre los defensores de la política tradicional, que mantiene pequeños negocios que no son competitivos ni aportan nada a la economía nacional, y aquellos que, como Koizumi, quieren reformas liberales dando primacía al mercado y reduciendo impuestos y regulaciones, pero sin una visión constructiva del Estado.
Yo sigo pensando que Koizumi debe volver al poder. Desde luego, el señor no es dueño de una “varita mágica” con la que, de repente, se superen los problemas económicos y se domen los intereses de las facciones, pero su visión de Estado y su innegable popularidad le dan l fuerza y legitimidad necesarias para emprender reformas de envergadura. El hombre juega, hasta la fecha, a no interesarse por regresar al poder, pero quizá sólo sea estrategia. Ya verá a las facciones y a rogarle a sus puertas