Esta es una posición interesante sobre el tema del Ingreso Universal y las políticas sociales. Fue publicada en el periódico argentino La Nación, Domingo 20 de abril.
Para Nicholas Barr, economista del London School of Economics y una de las mayores autoridades del mundo en materia de política social, los gobiernos deben convertirse en "verdaderos malabaristas" a la hora de establecer estrategias para instrumentar planes asistenciales. Y así lo grafica con gestos y con palabras: "Los gobiernos deben mover varias bolas al mismo tiempo y dar buenos resultados. Una de esas bolas debe ser la de tener una estrategia sensata, otra debe ser la de mantener un plan sustentable y la tercera bola es aquella que tenga la capacidad de implementar políticas de manera eficaz". Pero este inglés de modales refinados no dice todo esto desde la comodidad que muchas veces brindan los claustros académicos. Lo expresa desde la vivencia propia. Es que Barr no sólo es uno de los economistas más prestigiosos de Gran Bretaña, que protagonizó los acalorados debates de las reformas sociales de su país en los últimos años. Como consultor del Banco Mundial también estuvo al frente de las reformas económicas aplicadas en Rusia, Hungría y Polonia tras la caída del muro de Berlín. Barr estuvo la semana pasada en Buenos Aires, invitado por el Banco Mundial para dar una conferencia sobre políticas sociales en la Universidad de Buenos Aires, y expresó a LA NACION que está convencido de que los académicos deben comprometerse mucho más con los gobiernos en el armado de políticas sociales.
A la vez, para sorpresa de muchos, destacó que los sindicatos y las ONG deberían administrar y controlar los planes sociales, para darles mayor eficacia. "No quiero hablar mucho sobre las políticas sociales aplicadas en la Argentina porque no las conozco en profundidad", dijo Barr en tono diplomático y desde la serenidad de una librería porteña. Pero inmediatamente aclaró: "Si los gobiernos no tienen una buena orientación estratégica, siempre terminan aplicando políticas netamente populistas".
Autor de varios libros sobre política social y educación, Barr lleva además mucho tiempo recorriendo el mundo en busca de soluciones para erradicar la pobreza. Y opina que parte de la respuesta podría pasar por la aplicación de un beneficio social universal.
-¿Qué tipo de política social se debe emplear en un país para salir de la pobreza e instrumentar planes que no sean sólo subsidios?
-Las políticas para reducir o aliviar la pobreza se pueden hacer con elementos muy simples. Ahora, las políticas para incrementar el empleo son más complejas y diferentes. Históricamente, las políticas para aliviar la pobreza se sustentaron en seguros sociales contributivos o asistencia social basada en el método de la prueba de ingresos. Pero cada uno de estos elementos enfrenta problemas.
-¿Qué tipo de problemas? -Las políticas basadas en el principio contributivo estaban sustentadas en un mundo en que la gente tenía empleo en el largo plazo y donde los matrimonios duraban largos años. Eso era hace 50 años. Ahora la gente tiene una diversidad de relaciones en el plano laboral y esto hace que sean menos estables. Igual que las relaciones familiares, que son más inestables y más diversas. Eso significa que un sistema basado sólo en contribuciones incluirá problemas de sustento tanto para los trabajadores que sostienen el sistema como para los beneficiarios.
-Pero si hablamos de la gente que está fuera del sistema, ¿no cree que las políticas sociales a veces buscan retener a la población porque es redituable en términos electorales? -Lo que decía antes es que el sistema contributivo ya no funciona bien tampoco en los países más avanzados. Y eso me lleva a pensar que el mejor camino es otorgar una contribución social universal. Es decir, que incluya al trabajador formal y al informal y cubra, así, a la pobreza en su conjunto.
-¿Y este beneficio debería cubrir a toda la población que está sumergida en la pobreza?
-No, lo que digo es que hay que separar a los pobres ancianos y a los niños. Creo que para ellos el mejor camino es el beneficio universal. Y en cuanto a las personas que están desempleadas pero en condiciones de trabajar, creo que los gobiernos deberían hacer dos cosas. Primero, exigirles que se presenten al trabajo y salgan a buscar semanalmente un trabajo. Pero, a la vez, se les debe mostrar las mejores herramientas para aumentar su capacidad de encontrar con mayor facilidad trabajos genuinos.
-¿Por qué cree que muchos gobiernos se niegan a dar beneficios universales?
-El economista Keynes dijo una vez que tanto los hombres de negocios como los políticos promueven las políticas que aprendieron cuando eran jóvenes, pero las aplican cuando son viejos y esas políticas están desactualizadas. Hace 50 años, la política se apoyaba en beneficios contributivos respaldados en los ingresos con la idea de que con los años, con el ingreso de las personas y las mejoras no se iba a necesitar más, pero eso no ocurrió. Y los políticos siguen pensando que ése es el camino a seguir. Hemos aprendido cosas nuevas y creo que los que diseñan políticas sociales no reconocen esta realidad como deberían.
-¿Qué cosas aprendieron?
-Hemos aprendidos dos cosas: lo malo es que el testeo sobre los ingresos no sirvió y lo bueno es que hay diferentes maneras de focalizar los beneficios. Yo tuve una postura muy crítica hacia el gobierno británico recientemente por este tema de los beneficios en función de la prueba de ingresos. Porque desalientan el esfuerzo en el trabajo y desalientan la capacidad de ahorro. El otro tema es que hay mecanismos mejores de focalizar los beneficios para erradicar la pobreza.
-¿Como cuáles?
-El ejemplo que doy es el siguiente: vamos a suponer que todos los pelirrojos son pobres y que no hay tecnología que permita cambiar el color del cabello. Si uno introduce un beneficio sólo para los pelirrojos va a ver soluciones en el tema de la pobreza sólo para los pelirrojos, focalizados de manera perfecta. Uno consigue cobertura para los pelirrojos y eso es lo que uno procura encontrar en este tipo de sistema: que esté relacionado directamente con la pobreza, que no pueda ser influenciado por los individuos y que sea fácil de visualizar.
-Es decir que éste es un sistema universal pero que focaliza a un sector de la población...
-Justamente: lo que digo es que una buena variable para otorgar estos beneficios y bajar la pobreza es la edad. Entonces sí se armaría un beneficio universal para los niños y los más ancianos y se solucionaría un problema importante.
-¿Pero qué pasa en nuestro país, donde hay una importante cantidad de población pobre en la franja media de la sociedad?
-Le voy a dar un ejemplo que ocurre en Sudáfrica. Allí hay un beneficio universal para los niños y ancianos y no tanto en el medio. Pero si uno lleva el dinero a la familia por un extremo o por otro ayuda a la familia en general. No digo que sea la solución completa pero creo que es una solución. Creo que a los países les interesa la productividad nacional y que la gente trabaje. En los países donde hay interés en focalizar los sectores medios no hay interés en aliviar la pobreza.
-¿Usted sólo habla como economista cuando evalúa esto?
-Como economista y académico. Ahora, si usted me pregunta si los gobiernos tienen una pureza total en el diseño de sus políticas, le digo que no. Pero por ello es importante que los académicos nos involucremos en este debate, porque cuando un gobierno tiene una razón política para ayudar a un grupo siempre hay una mala manera de hacerlo y también una mejor manera de hacerlo, y desde el mundo académico podemos ayudar a que esta política sea más sensata.
-¿Por qué aquí, en Europa o en cualquier lugar del mundo siempre se tiende a pensar mal de los políticos cuando aplican políticas sociales?
-Es que los políticos siempre van a ser políticos. Pero si yo no estuviera convencido de que hay que tender un puente entre la política y los académicos no estaría involucrado en esto. Lo que debemos cuidar los académicos es que sean congruentes las políticas con la realidad de la gente. Si los gobiernos no tienen una buena orientación estratégica, terminan siempre aplicando políticas netamente populistas.
-¿Y cree que hay políticas populistas en América latina?
-El ejemplo que mejor conozco y el que creo que hace lo mejor en aunar el pensamiento estratégico de la política pura es el sistema de pensión universal de Chile. La presidenta [Michelle Bachelet] estableció como prioridad ayudar a los ancianos pobres, y eso es política. Pero luego constituyó una comisión para controlar y ver cómo hacer esto de manera sensata. -¿Qué papel debería tener el Estado en relación con los organismos de crédito internacional a la hora de fijar políticas sociales?
-Los que deben implementar las reformas son los Estados y no el Banco Mundial u otros organismos de crédito. Le puedo hablar de los casos de Polonia y Hungría, que conocí de cerca. Las autoridades polacas tuvieron intensas discusiones con el Banco Mundial y el FMI y los escucharon. Pero decidieron encarar una reforma polaca, doméstica. Hicieron privatizaciones tardías porque las querían hacer bien. En el caso de Hungría, las autoridades hablaron con el Banco Mundial y el FMI y ellos recomendaban un recorte del gasto público, y así hablaron durante cuatro años, hasta que se dieron cuenta de lo que tenían que hacer y lo hicieron. Respondiendo su pregunta, no se trata de controlar a los organismos de crédito sino que lo importante es que los gobiernos se enfoquen en que haya la mayor cantidad de expertos posibles para implementar las reformas.
-¿No cree entonces que hubo errores de parte de los organismos financieros?
-No estoy diciendo que la falla estuviera sólo del lado de los países. Se cometieron errores desde los dos lados.
-¿Qué papel le otorga usted a la Iglesia, a las ONG o a los sindicatos a la hora de instrumentar políticas sociales?
-A la hora de definir estrategias, los académicos deben tener un rol importante porque, como no necesitan ser reelegidos, tienen el privilegio de poder decir lo que quieran. Pero a la hora de implementar los planes sociales o beneficios sociales, creo que es bueno que los planes sean administrados por los sindicatos o por una ONG.
-¿Eso le otorgaría mayor transparencia al sistema?
-Puede que sea así, pero la transparencia debería venir con la política que se aplique desde el gobierno. La delegación en tal caso le daría mayor eficacia. En Gran Bretaña el control de los planes está dado por la Auditoría General, que controla toda la operación. Sus informes son públicos y entonces el gobierno puede o no aceptar las recomendaciones.
-¿Y qué ocurre si no acepta esas recomendaciones?
-Es difícil para un gobierno avanzar con una política determinada cuando la Auditoría dice que está mal. Por Martín Dinatale El perfil Economista y asesor Nacido en Gran Bretaña, se doctoró en Economía en la Universidad de Berkeley, en California, y se especializó en políticas sociales. Trabajó en el Banco Mundial y fue asesor de los gobiernos británico, chino, chileno y sudafricano. Prestigio internacional Autor de varios libros, el último de los cuales es Investing in Human Capital: A Capital Markets Approach to Student Funding , de 2007, Barr es considerado como uno de los máximos expertos en materia de política social, en las áreas de educación y pensiones.