miércoles, 4 de septiembre de 2019

Los Siete ya no tan Fuertes



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El G-7 es una institución atípica. Fue fundada en el ya muy lejano año de 1975 como  un esfuerzo para tratar de otorgar liderazgo político colectivo del más alto nivel al bloque capitalista en el mundo de la Guerra Fría mediante la reunión anual de los líderes de las, a la sazón, siete naciones más industrializadas.

Su tarea fue servir como instancia informal creada con el propósito de evitar los grandes e ineficaces encuentros multilaterales los cuales, la mayor parte de las veces, concluían en atrofia y burocratismo. Se pretendía agilizar las relaciones entre “los verdaderamente importantes” mediante un mecanismo de diálogo directo y espontáneo.

Hoy, muchos ven en el G-7 una obsolescencia del siglo XX. Los  integrantes de este grupo hace tiempo dejaron de ser las únicas y verdaderas potencias económicas del planeta. En los años setenta los siete acumulaban poco más del 70 por ciento del PIB mundial, pero hoy representan poco menos del 40 por ciento.

Peor aún, hoy en un mundo contaminado por el auge de populismos, nacionalismos y nuevos autoritarismos, los siete ya no defienden con  el mismo ahincó del principio sus pretendidos  valores comunes: democracia, libre mercado, derechos humanos y vigencia del derecho internacional.
Dos de sus miembros más conspicuos, Donald Trump y Boris Johnson, son políticos poco afectos al multilateralismo y a los compromisos globales.
A ello debe sumarse la debilidad actual de tres gobernantes: Italia tiene un gobierno de transición (y la amenaza demagógica de Salvini), Trudeau enfrentará pronto una difícil elección y Merkel va de salida.

Fue el anfitrión de la pasada cumbre en Biarritz, Emmanuel Macron, el único más o menos capaz de echarse al hombro la agenda global. Algo logró en la cuestiones de seguridad mundial en los casos de Irán y Libia. Pero con la principal potencia mundial gobernada por el proteccionista y nacionalista Trump es imposible avanzar demasiado en el renglón  de la liberalización de mercados, así como en la protección del ambiente y la promoción mundial de la democracia y los derechos humanos.

¿Puede hacer algo el G-7 para renovarse? Durante la crisis financiera de 2008 surgió el G-20 con un formato más representativo, pero el cual pronto demostró sus limitaciones y su falta de capacidad para arribar a decisiones de envergadura.

Una propuesta de realpolitik consiste en incluir en el G-7 a India y China, readmitir a Rusia (expulsada tras la invasión de Crimea) y convertirlo en un foro de diálogo periódico dedicado primordialmente a los temas de seguridad global como el desarme, la lucha contra el terrorismo y las amenazas contra la paz, para dejar -en general- el resto de los asuntos a otras instancias. Una triste y limitada opción, pero quizá la única viable en este momento.


Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna

Hombres Fuertes, 28 de agosto de 2019

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