En estos tiempos sombríos son frecuentes las “añoranzas autoritarias” en países donde funcionaron dictaduras en algún período durante el tumultuoso siglo XX. Vemos, entre varios ejemplos, al inefable Bolsonaro halagar constantemente al régimen militar brasileño, a Duterte exaltar a Ferdinand Marcos, a los ultras españoles de Vox evocar nostálgicos al régimen franquista y a varios países árabes sacudidos por la “primavera árabe” extrañar a personajes como Hosni Mubarak o, incluso, Muammar Gadafi. Y ni hablar de la sempiterna obsesión peronista, poderosa en el imaginario político argentino.
Dentro de esta ola de añoranza autoritaria, quizá los casos más grotescos los ofrece la revaloración de las figuras históricas de dos de los grandes monstruos de la pasada centuria: Mussolini y Stalin.
En Italia, la revaluación de Benito Mussolini no es precisamente nueva. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial han existido grupos extremistas dedicados a glorificar la figura del Duce. Pero con el ascenso del populismo xenófobo de Matteo Salvini esta devoción se ha acentuado considerablemente.
Abundan los sitios en internet dedicados a “limpiar” el recuerdo de Mussolini y cada vez son más los libros dedicados al tema. El caso más polémico es el de la novela de Antonio Scurati "M. El hijo del siglo", una suerte de autobiografía imaginaria convertida en el best seller del año.
Para los populistas de derecha, Mussolini “era un patriota” quien hizo cosas muy buenas como importantes carreteras, un sistema ferroviario puntual y el saneamiento de zonas pantanosas.
Todo ello, claro, son mitos o verdades a medias, y en todo caso las presuntas virtudes empalidecen ante crímenes como la utilización de armas químicas en la guerra de Etiopía, la aprobación de leyes raciales o las infamias fascistas perpetradas de mano de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
En Rusia, una nueva narrativa sobre Stalin es alentada por Vladimir Putin, ello pese al pavoroso compendio de terror y sangre herencia del sátrapa georgiano.
Durante el Gran Terror (1936-1938), la máquina de represión estalinista liquidó a aproximadamente 715 mil personas, la inmensa mayoría de ellas del todo inocentes pero tachadas, repentinamente, como “enemigos del pueblo”. La gran hambruna provocada en Ucrania por las políticas de colectivización de Stalin (Holodomor) causó entre 6 y 8 millones
No obstante, según una encuesta reciente un 58 por ciento de los encuestados consideraban “bueno o muy bueno” a Stalin, mientras tan solo un 22 por ciento dijeron lo mismo de Gorbachov.
Los hombres fuertes de hoy promueven la nostalgia de una época presuntamente “esplendorosa y triunfal” gracias a la voluntad de un líder enérgico o a la hegemonía autoritaria de un solo partido. Tergiversan la historia para tratar de encubrir los legados siniestros de dictadores sanguinarios. Y en ello se hacen eco del “inconsciente colectivo”.
Pedro
Arturo Aguirre
Publicado en la columna Hombres Fuertes
11 de septiembre de 2019
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