martes, 22 de septiembre de 2009

La tragedia de Dominique Villepin



Es una pena que un político de la categoría y peso intelectual de Dominique Villepin este a punto de ir al bote implicado en un escándalo con el que, torpemente, quiso hundir a su principal enemigo político, Nicolas Sarkozy, y es de lamentarse porque políticos como Villepin hay ya muy, muy pocos. Como lo describe el periódico español el país, "Villepin mide 1.93, es elegante, culto, distante, de maneras y corte aristocrático, historiador, poeta, amante del buen vino francés, alguien que, según dicen, jamás visita Berlín sin acudir a las tumbas de Brecht o Hegel". El mismo periódico describe a Sarkozy de esta manera: "es más bajo de estatura, mucho más nervioso, menos apuesto, menos culto, bebedor de coca cola, víctima de varios tics y con varios complejos arrastrados desde la adolescencia. Pero es un fajador nato, ha ganado elecciones y posee un certero instinto político. Villepin admira ese olfato pero desprecia un tanto el resto. También El País nos informa la opinión del exquisito Villepin sobre el burdo actual mandatario francés: "Nicolas no tiene pasta de hombre de Estado. Carece de laberinto interior. Con él, todo es evidente, todo está sobre la mesa".

Efectivamente, los políticos cada vez tienen menos peso intelectual y se limitan a hacer bien su chamba; cosa que, desde luego, no es que este mal. Finalmente la política es un oficio que hay que saber hacer. ¡Ya quisiéramos en México un Sarkozy o una Angela Merkel de día domingo! Bien sabido es que en nuestro país, además de soberanamente incultos y absolutamente carentes de clase, nuestros gobernantes son unos auténticos pendejazos para hacer su trabajo. Pero Sarkozy me recuerda a un conductor de taxi y Angela a una campesina de Meklenburgo. Se ha perdido cachet. Sólo hay "buenos grillos", en el mejor de los casos, hombres y mujeres "de instinto", como los animalitos (zoon politicon, diría Aristóteles). Ya no hay sentido de grandeza. Los políticos contemporáneos carecen de cultura y se extraña en ellos la profundidad intelectual y espiritual de un Helmut Schmidt o un Giscard, por no hablar de Churchill o de la grandeur del general De Gaulle. Algo tiene Obama o Gordon Brown (quien, dicho sea de paso, no deja de ser un pobre diablo empapado en Gramsci). Pero les falta, les falta.

Eso sí, la vieja de Sarkozy siempre estará para envidiarse.

3 comentarios:

julian bazaldua dijo...

daaahhh!!! malditooo!!! jajaja, exigo derecho de replica por el post anterior, me dejaste muy mal parado (ay, me sono a albur, pero bueno)... mira mira, pues que te pasa calabaza, si yo soy fiel seguidor de la ava devine, jijiji

Pedro Arturo Aguirre dijo...

¡Anda, Canijo! Si eres mi lector consentido

Anónimo dijo...

¿Y yo?

Vas a ver BRU-NO.

Solo porque es julian te perdono.

Saldudos.