El del bienestar público es un tema imposible en el debate político gringo. Hoy el New York Times presenta un interesante resumen de la infortunada historia de los fracasados intentos por emprender una reforma a fonde de uno de los sistemas de salud más ineficientes del mundo. Hay que reconocer en Obama la valentía de abordar un asunto que sólo le dará dolores de cabeza e, indefectiblemente, le restará popularidad. El problema cardinal: el exceso de grupos de interés que pululan en torno a la salud pública en un país que dice aborrecer las intromisiones gubernamentales y la burocracia, pero que tolera de bien grado las onerosas y constantes intromisiones burocráticas de las aseguradoras privadas.
Según el repaso del NYT, la campaña del presidente Obama para reformar y mejorar el sistema de salud es un vigoroso episodio de una historia que se remonta a Theodore Roosevelt y al año 1912. No salió bien un siglo atrás, como no salió bien en todos los intentos sucesivos de reforma y, seguramente, no saldrá bien ahora. TR convirtió al sistema de salud en un tema importante de su última campaña electoral, que jugó como independiente a los dos grandes partidos, y perdió. No ha cambiado el problema básico: lograr un sistema de salud asequible para todos los estadounidenses.
La amplia propuesta de Obama, que le deja todos los detalles al Congreso, tiene poco en común con el proyecto de 1,300 páginas que el presidente Bill Clinton ni siquiera consiguió que se votara en 1993 en un Senado demócrata y que fue responsabilidad de elaborar de la enonces primara dama Hullaey Clinton. La estrategia de Obama se articula con la idea de evitar los errores que Clinton cometió al enfrentar al Congreso con una ley mastodóntica y esencialmente al decirles a la Cámara de Representantes y al Senado que la aprobaran o la rechazaran sin más. Clinton amenazó con vetar cualquier ley que no garantizara asistencia médica universal. Y no le ofrecieron nada para vetar. El equipo de Obama ignoró parte de esa lección cuando el presidente presionó para que la Cámara baja y el Senado aprobaran una ley antes de que el Congreso entrara en el receso de verano, para que de ese modo pudieran negociar una versión final cuando reanudaran su actividad en septiembre. La presión creó una meta que los demócratas no pudieron cumplir y que engendraba el riesgo de un revés psicológico innecesario. Ahora dice que no era tan importante, y que en realidad lo que quiere es una ley de reforma para fin de año, que dé seguro médico a todos los estadounidenses y reduzca los costos médicos.
Se trata de un tema que implica un ingente riesgo político. Franklin D. Roosevelt quería un seguro nacional, pero, incluso con el poder que tenía en el Congreso de la era del New Deal, no se atrevió a hacerlo depender del Programa de Seguridad Social en 1935, por temor a perder el programa completo. Harry S. Truman impulsó la propuesta en un Congreso que la rechazó. Aunque Dwight D. Eisenhower era reacio a la idea de un sistema de salud nacional, intentó que el Congreso respaldara un programa de seguros médicos para apuntalar a las aseguradoras privadas y conseguir cobertura para los pacientes de alto riesgo y para los necesitados. El Congreso le dijo que no, dos veces. John F. Kennedy empleó el sistema de salud como tema principal de su campaña de 1960. Se concentró en lo que se denominaba asistencia médica para los ancianos (Medicare). No logró la aprobación del Congreso. Lyndon B. Johnson lo consiguió, pero aun con su legendaria pericia legislativa y la arrasadora mayoría demócrata en el Congreso después de las elecciones de 1964, le insumió más de un año de duras pulseadas conseguir la aprobación del sistema Medicare. Tuvo una dura confrontación con los demócratas conservadores, un problema semejante hoy al de Obama.
Se trata de un tema que implica un ingente riesgo político. Franklin D. Roosevelt quería un seguro nacional, pero, incluso con el poder que tenía en el Congreso de la era del New Deal, no se atrevió a hacerlo depender del Programa de Seguridad Social en 1935, por temor a perder el programa completo. Harry S. Truman impulsó la propuesta en un Congreso que la rechazó. Aunque Dwight D. Eisenhower era reacio a la idea de un sistema de salud nacional, intentó que el Congreso respaldara un programa de seguros médicos para apuntalar a las aseguradoras privadas y conseguir cobertura para los pacientes de alto riesgo y para los necesitados. El Congreso le dijo que no, dos veces. John F. Kennedy empleó el sistema de salud como tema principal de su campaña de 1960. Se concentró en lo que se denominaba asistencia médica para los ancianos (Medicare). No logró la aprobación del Congreso. Lyndon B. Johnson lo consiguió, pero aun con su legendaria pericia legislativa y la arrasadora mayoría demócrata en el Congreso después de las elecciones de 1964, le insumió más de un año de duras pulseadas conseguir la aprobación del sistema Medicare. Tuvo una dura confrontación con los demócratas conservadores, un problema semejante hoy al de Obama.
Esa única victoria importante del sistema de salud fue una excepción en la pauta de empezar cada intento desde cero en vez de desarrollar las propuestas anteriores. Proporcionaba un seguro de salud gubernamental a los 65 años, dependiente del área de Seguridad Social. Una cobertura más amplia, algo que tanto Franklin D. Roosevelt, Truman y Johnson hubieran deseado lograr, estaba fuera de su alcance en el terreno político. Y también fuera del alcance del republicano Richard Nixon, que propuso un seguro de salud universal en 1974. La iniciativa gozó de apoyo bipartidario, pero luego explotó el caso Watergate y...
2 comentarios:
Te recomiendo que veas el documental titulado "Sicko" dirigido por Michael Moore.
BRUNO BRU-NO
Sí, amore
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