No, no se equivoquen. A mi nunca me gusto el grupillo ese de Kiss, pero el título de una de sus principales bodrios que hacían pasar por canciones viene al caso para comentar un libro de reciente aparición que trata de la importancia del carisma en la política, ahora que Estados Unidos se dispone a elegir un nuevo presidente aunque, desde luego es un tema que compete a todas las sociedades políticas del mundo. El libro fue escrito por Joseph Nye, de la Universidad de Harvard, creador del término "poder suave (soft power)" hace aproximadamente 20 años. En The Powers to Lead ( Los poderes para conducir ), desglosa justamente qué hace falta para gobernar. Existen muchas cualidades de liderazgo, claro está, y Nye examina muchas de ellas. Pero lo que capta más la atención en esta temporada electoral en Estados Unidos son sus consideraciones acerca del "carisma". La palabra viene del significado griego de "don divino, o "don de gracia", y entre quienes tienen el don están, según Nye, Mahatma Gandhi, Adolf Hitler, Martin Luther King, Winston Churchill, Benito Mussolini, Tony Blair, Fidel Castro, Nelson Mandela, Osama bin Laden, Jack Kennedy, Franklin Roosevelt, Juana de Arco y Eva Perón.
El carisma puede ser una gran fuente de poder, como en el caso del poder para convencer en vez usar la fuerza, pero el mismo poder suave puede ser empleado para hacer el mal. Hitler llegó al poder a través de elecciones libres, y sus discursos llevaban a sus públicos a un frenesí, y Bin Laden disemina su letal inclinación mediante la persuasión más que a través de la coerción. "¿Acaso el carisma tiene su origen en el individuo, en los seguidores o en la situación?", se pregunta Nye. Al parecer la respuesta está en los tres. Sigmund Freud pensaba que los líderes carismáticos representaban el retorno al padre primigenio. El sociólogo Max Weber argumentó que el carisma representaba un ideal que sólo es una aproximación en la realidad, y que el carisma surgía de la relación entre el líder y sus seguidores. Así, el carisma dura "mientras tenga reconocimiento y sea capaz de satisfacer al seguidor..." El carisma de Winston Churchill no fue reconocido universalmente sino hasta que su país estuvo en una guerra desesperada. Pero él tenía un don innato para la oratoria del que hizo buen uso. Según John Kennedy, Churchill tomó el idioma inglés y lo hizo marchar a la guerra. No obstante, cuando la guerra casi había terminado, la opinión pública del Reino Unido lo expulsó del cargo mediante el voto. Peor aún, perdió ante Clement Attlee, hombre modesto que tenía mucho por lo cual ser modesto, en las palabras de Churchill, y probablemente el político menos carismático de su generación (y de la historia).
Con el tiempo, la gente puede cansarse del carisma, en particular si empiezan a pensar que esa característica enmascara defectos de la personalidad. Pregúntenle, si no, a los amigos venezolanos, que tienen que soportar a Chávez todos los días, aunque los italianos aun tienen cuerda para tolerar al zafio de Berlusconi. Allá ellos y su mal gusto. Como dijo el político conservador, Michael Portillo, respecto de Tony Blair: "En buena medida, lo que fue capaz de lograr se debió a su carisma ..." En un tiempo él fue el amo de la interpretación política, pero "ahora resulta difícil encontrar a una sola persona que crea una sola palabra de él".
Es obvio que el buen Barack Obama tiene la carta del carisma. Al igual que Reagan y Kennedy logra emitir las palabras que inspiran, para gran pesar de Hillary Clinton, condenada “más a impresionar en vez de inspirar”, según palabras de Nye. También están los elementos no verbales del carisma. Nye destaca estudios académicos que demuestran la ventaja de que goza un hombre guapo sobre un rival feo (yo por eso no soy político: arrasaría a mis rivales). Para una mujer, la ventaja es incluso mayor (pero pos como no, mamacita). Dice Nye que algunos focus groups pudieron pronosticar a los ganadores al ver imágenes de candidatos en elecciones que no les eran familiares. Las predicciones fueron menos precisas cuando a las imágenes se sumaron las voces. Cuenta Nye que la periodista Martha Gellhorn escribió en 1946 que podía notar que Sukarno, de Indonesia, era un gran orador "al observar sus manos y seguir su voz, así como los ojos y rostros de los niños. Era posible sentir su poder", aun cuando no podía entender una sola palabra. "Te recordaba a Hitler." Pero el carisma para un grupo étnico o lingüístico puede ser contrario para otro. El indudable magnetismo de Hitler podría no haber funcionado con los italianos. De manera similar, el estilo operístico de Mussolini habría parecido hilarante para los británicos. Y hay que considerar también que los británicos nunca produjeron un Verdi, un Donizetti o un Rossini. Tal vez, Obama resulte aburrido en Birmania y Clinton electrizante en Pekín.
En México hemos tenido Políticos carismáticos que han resultado un desastre (López Mateos, Fox). Grises burócratas que han resultado un desastre (De La Madrid, Zedillo). Personajes anticarismáticos pero enjundiosos que, igual, han resultado un desastre (Salinas, Echeverría). Chaparritos voluntariosos, acomplejados y grillos que están resultando un desastre (Calderón). Y oradores de buena voz y mejor oratoria que, sí, adivinaron otra vez: han resultado un desastre (Díaz Ordaz, López Portillo). Total, que en México con carismáticos o aburridos, siempre acabamos en el desastre.
3 comentarios:
El Oso Bruno dice:
“Nye destaca estudios académicos que demuestran la ventaja de que goza un hombre guapo sobre un rival feo…”
Y yo digo: Hasta en eso andamos mal, que tal Montiel, Marín o Calderón.
En fin Oso Bruno, ya nos debes una explicación de por qué en México nos gustan los feos.
Pos la verdad no se, mano. Como yo soy re guapote...
Te veías mejor con el cabello corto, aunque las canas de tu última foto le dan un toque especial a tu personalidad.
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