Esta es la Declaración de Estilo de Giovanni Papini:
Yo no escribo para ganar dinero, no escribo para presumir, no escribo para alcahuetear con las chicas modestas y con los hombres gordos, no escribo ni siquiera para colocar sobre mi sombrero negro raído el carnavalesco ramo de laurel de la fama ciudadana. Escribo únicamente para desahogarme en el sentido más albañalero que podáis pensar, ¡oh, delicadas imaginaciones de barítonos aficionados! No digo -fijaos bien- para liberarme, como vuestro melenudo héroe epónimo, como el sublime genio Wolfgang Goethe, consejero íntimo del duque de Weimar y del espíritu de los Prometeos rehabilitados.Él se liberaba con las trágicas frivolidades de un Werther de las sutiles desesperaciones de una lejanía ansiada, y el producto de esta liberación descansaba en los comodines de bellezas sentimentales y en las almohadas de futuros suicidas, cual muñeco mortal recamado con todos los contrapuntos de la literatura corriente.Yo, en cambio, me desahogo; y lo hago con los más plebeyos y asquerosos epítetos. Lanzo el gargajo desde lo más profundo de mi garganta inflamada y vuela como por encanto en infinita llovizna para dar de lleno en todos los rostros que yo abofetearía dignamente. Lanzo el vómito de la bilis que ha ido destilando mi sangre ante el espectáculo de nuestra vida. Arrojo la podre que fluye de las pústulas, de las llagas y de los bubones de mi personalidad inmoral expuesta al contagio en los más concurridos lazaretos.
Yo no escribo para ganar dinero, no escribo para presumir, no escribo para alcahuetear con las chicas modestas y con los hombres gordos, no escribo ni siquiera para colocar sobre mi sombrero negro raído el carnavalesco ramo de laurel de la fama ciudadana. Escribo únicamente para desahogarme en el sentido más albañalero que podáis pensar, ¡oh, delicadas imaginaciones de barítonos aficionados! No digo -fijaos bien- para liberarme, como vuestro melenudo héroe epónimo, como el sublime genio Wolfgang Goethe, consejero íntimo del duque de Weimar y del espíritu de los Prometeos rehabilitados.Él se liberaba con las trágicas frivolidades de un Werther de las sutiles desesperaciones de una lejanía ansiada, y el producto de esta liberación descansaba en los comodines de bellezas sentimentales y en las almohadas de futuros suicidas, cual muñeco mortal recamado con todos los contrapuntos de la literatura corriente.Yo, en cambio, me desahogo; y lo hago con los más plebeyos y asquerosos epítetos. Lanzo el gargajo desde lo más profundo de mi garganta inflamada y vuela como por encanto en infinita llovizna para dar de lleno en todos los rostros que yo abofetearía dignamente. Lanzo el vómito de la bilis que ha ido destilando mi sangre ante el espectáculo de nuestra vida. Arrojo la podre que fluye de las pústulas, de las llagas y de los bubones de mi personalidad inmoral expuesta al contagio en los más concurridos lazaretos.
¡No señores! Os advierto que nada delicado saldrá de mi pluma al correr por las cuartillas.Yo quisiera que en vez de la tinta pálida que fluye de la gastada punta de acero manase sangre oscura y caliente como la que gotea del pecho del héroe de una pendencia nocturna; quisiera que el hierro de mi pluma agujerease y devorase el papel que toca cual hierro candente; y que de los surcos requemados brotase una acre fumarada benéfica que atufase la despierta nariz del lector.Yo no soy de aquellos respetable público que escriben con el aire compungido y premioso de servidores que tienden el capote y la pelliza. Hay quienes se ponen ante el imaginario lector como un falso napolitano apoyado contra el muro. con la guitarra colgada del cuello y atravesada ante el pecho abierta de par en par la boca que lanza al viento patética melodía bajo las ventanas de las pensiones de los generosos invernantes. Otros, en cambio, se postran a sus pies semejantes a melenudas y desmelenadas Magdalenas y extraen de las redomas bálsamos y ungüentos para todas las escoriaciones y callosidad es del alma. Y otros, finalmente, me recuerdan los monaguillos revestidos de roquete que los domingos mecen acompasadamente el incensario de bronce ante el altar durante la misa cantada.
Yo soy de otra raza. Al nacer no percibí el pacifico aliento del buey y del asno, ni los mansos pastores vinieron a hacer me compañía el primer día de mi vida. Yo he nacido revolucionario y ni siquiera estoy seguro de que al salir de la sangrienta puerta materna haya entonado en vez de los habituales vagidos de sorpresa los recios sones de alguna incómoda Marsellesa.Sea cual sea el gobierno del mundo estaré siempre en la oposición. La expresión natural de mi espíritu es la protesta; la actitud espontánea de mi cuerpo es la de asalto a la bayoneta; mis palabras preferidas son la invectiva y el insulto.
Cualquier canto de amor se trueca en mis labios en estribillo revolucionario; las efusiones más cordiales se cambian de repente en carcajadas, en mofas, en iracundos empellones.¡Ah! ¡Si cada palabra mía fuese una bala de fusil silbando en la libertad del aire; cada frase mía. una llamarada de fuego; cada capítulo. una barricada bien defendida; cada libro mío un peñasco descomunal capaz de aplastar los cráneos peludos de un pueblo!Hay palabras blancas frágiles y olorosas como jazmines; hay otras dulzonas y pegajosas como el azúcar de los confites de los niños pobres; hay otras mórbidas tibias y viciosas como la carne de las amantes de cuarenta años; hay luego las que son tan paradisiacas, frágiles y delicadas que únicamente las plumas de ave de los antiguos santos anacoretas pudieron trazarlas sobre el papel como trémulas mariposas hechas de polvorientos reflejos: hay finalmente aquellas tan públicas e insulsas que la prosa escrita con ellas se desmenuza como una migaja de pan duro.Mas no son éstas las palabras que elijo y que prefiero: las mías han de ser duras como la roca; escabrosas, ásperas y desagradables como los pedruscos que ruedan por el precipicio; han de ser libres, sinceras y desnudas como salieron originariamente de las bocas vinosas de la plebe creadora. Y con estas palabras toscas y naturales quiero escribir una prosa cuadrada, compacta, sólida, sana y robusta, que avergüence a los perfumistas y a los libertos de todas las más literarias literaturas.
Y cuando haya agotado la saliva, la podre, la hiel y la sangre viciada; cuando me haya desahogado de todo con todos, entonces también me volveré yo suave como los lirio del valle, y escucharé con recogimiento al amanecer el piar de los gorriones que saltan brincando sobre las tejas removidas; y me conmoveré al oír repicar las campanas de los campanarios bajos y desconchados de olvidadas iglesias, y pasearé por las avenidas de los jardines fuera de la ciudad cabizbajo para no aplastar ninguna hormiga que se cruce en mi camino.
Entonces oiréis cómo mi corazón liberado entona un canto placentero tan henchido de ternura y empapado de lloroso amor que nadie de vosotros podrá escucharlo sin recordar el instante más esplendoroso y apasionado de su juventud, sin languidecer por su excesiva dulzura.
1 comentario:
Mi querido Oso Bruno:
Pase por lo suyo a:
http://ombloguismo.blogspot.com/2008/06/premio-al-esfuerzo-personal.html
Un abrazo fraterno,
Guillermo Vega Z.
Publicar un comentario