domingo, 2 de marzo de 2008

Titanes de la Sátira: Woody Allen


Una de mis debilidades ha sido siempre el cine de Woody Allen, a mi gusto (y el de muchísimos) uno de los mejores cineastas de la historia y también un satirista excepcional -además de músico- Su películas Zelig y Bananas son joyas del genero en cinematográfico satírico. Pero el maestro Allen ha incursionado en varias formas de escritura. Comenzó con chistes que vendía a columnistas de los diarios, luego hizo lo propio para personalidades de la radio, más tarde escribió para programas de televisión e hizo libretos para humoristas. Finalmente comenzó a interpretar sus propios trabajos y se transformó en el guionista, actor y director que el mundo conoce. Las contribuciones a la revista The New Yorker, sitio donde cualquier satitrista querría ver publicado su material, se remontan a 1966 cuando apareció su primera historia, "Correspondencia" (The Gossage-Vardebedian Papers), una divertidísima partida de ajedrez jugada a distancia en forma epistolar entre dos maestros en la que ambos ganan mientras se acusan mutuamente de tramposos. La relación siguió en forma periódica; en la década de los ochenta había publicado más de cincuenta artículos en The New Yorker.

Veintisiete años han pasado desde que apareció su última recopilación de relatos. En los tres volúmenes que integraban su obra -Cómo acabar de una vez por todas con la cultura (Getting even, 1971), Sin plumas (Without feathers, 1975) y Perfiles (Side effects, 1980)- existía una unidad de estilo en los relatos aunque también podían notarse algunas diferencias. A las tradicionales parodias humorísticas del primer volumen se agregaron obras de teatro en Sin plumas -las excelentes "Dios" y "Muerte" de la que surge la idea original de la película Sombras y nieblas- y relatos de una estructura más cuentística con desarrollo de personajes y otra ambición literaria en Perfiles.

A fines de los ochenta, Allen le confesaba a su biógrafo Eric Lax que las pequeñas parodias lo habían aburrido. Se notaba que sus conocidos autocuestionamientos habían llegado a su actividad literaria. La mayoría de los relatos incluidos en los tres tomos, al igual que sus primeros trabajos cinematográficos, eran una colección de bromas, juegos de palabras, filosas observaciones y búsqueda del absurdo con un solo objetivo: lograr la sonrisa del lector. Un buen ejemplo es "¡Viva Vargas! " de su primer libro, donde parodia una revolución latinoamericana a través del diario personal de uno de los combatientes, relato que despierta más de una carcajada y se preludia su película Bananas.

Pero la que es, sin duda, su mejor obra satírica es su nuevo libro Pura Anarquía. Los dieciocho relatos que componen el libro, diez de los cuales fueron publicados alguna vez más en The New Yorker, integran ese universo neoyorkino del que el autor no desea escapar. Varios cuentos surgen de fragmentos de noticias publicadas en el diario The New York Times, las que son utilizadas como disparador para agregar todo el absurdo posible e inventar una historia. Con velocidad de vértigo Allen introduce broma tras broma intentando sorprender y hacer reír al lector. Aquellos que prefieren sus primeras películas y critican sus obras más "profundas", se verán complacidos.

La temática es variada aunque siempre apegada al entorno de Manhattan. Actores contratados como dobles de luz fotográficos, ropas con olores, peripecias experimentadas con contratistas que realizan reformas en una casa, técnicas de autoayuda en tiempos del new age, demenciales obras musicales, juicio a un ejecutivo de Disney donde el principal testigo es Mickey y ridículas ofertas en grandes casas de remates sirven al autor para buscar el absurdo en cada situación. Muchos podrán alegar que la temática siempre refiere a cosas que interesan a la clase alta neoyorkina pero eso también ocurre en gran parte de la filmografía de Allen.

"Gloria aleluya ¡adjudicada!" plantea la posible contratación de escritores para redactar oraciones religiosas a ser vendidas a través de eBay. Un guionista que ha sido despedido de la televisión intenta obtener el empleo escribiendo salmos originales. Otro relato donde Allen demuestra puntería es "El rechazo": una familia de la clase alta de Nueva York sufre la tragedia de que su hijo sea rechazado de una exclusiva guardería para pre-escolares. Su vida ha quedado marcada; ante el rechazo, el niño ya no podrá acceder en un futuro a una buena universidad y solo aspirará a empleos tales como ayudante de cocina. Sus padres intentan todos los recursos, legales e ilegales, para torcer ese destino mientras deben ir disfrazados a restaurantes de donde serán invariablemente echados. El absurdo que plantea la extrema competitividad de estos tiempos está impecablemente planteado.

Pero quizás sea "Pluma de alquiler" el mejor de los relatos. Un escritor de poco éxito es buscado por un productor cinematográfico para "novelizar" películas: "Se hace cuando una película da dinero. El productor contrata a un zombi para que saque de ella un libro". Cuando el productor quiere alentar al escritor para que acepte, le dice: "...quería comentarte que, la semana pasada, tu último libro captó la atención de mis ojos azules en un tendajón de pueblo. Para serte sincero, nunca había visto los saldos de un libro en la sección de leña para la chimenea. No es que lo leyera de cabo a rabo, pero las tres páginas que conseguí tragarme antes de entrar en estado de narcolepsia me indicaron que me encontraba ante uno de los más insignes maestros de la palabra desde Papá Hemingway".

Dice Allen que en sus primeros tiempos escribir una historia le llevaba unos siete u ocho días y usualmente las ideas surgían cuando estaba filmando. Para el director la parte más satisfactoria del día era cuando escribía esos relatos. Concordaba con Tennessee Williams en que lo peor de una obra es llevarla a escena: "sería muy agradable solo escribirlas y luego guardarlas en un cajón". Poco tiempo después confesó que "Me gustaría desarrollarme como escritor... quisiera escribir cuentos cortos divertidos y, con algo de suerte, alguna divertida novela... no quiero mirar un día en las estanterías de las librerías y ver diez colecciones de lo mismo... como a todo el mundo, me hubiera gustado escribir las grandes novelas rusas".

Woody Allen es un excelente guionista y, por tanto, un sólido escritor. Ha recibido por dicha tarea catorce nominaciones al Oscar -ganándolo con las películas Annie Hall (1977, con Diane Keaton y Shelley Duvall) y Hanna y sus hermanas (1986, con Diane Keaton y Michael Caine)- y ha obtenido un Globo de Oro por el genial guión de La rosa púrpura de El Cairo (1985, con Jeff Daniels y Mia Farrow), sin olvidar que en el año 2002 recibió el Premio Príncipe de Asturias en reconocimiento a su carrera. Pura Anarquía es un libro gracioso y desparejo que se integra sin dificultad a los tres títulos anteriores.
Allen es un genio de mayúsculas proporciones, he aquí algunas de sus mejores citas:

Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida.
El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores.
Sólo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo y la segunda no me acuerdo.
En realidad, prefiero la ciencia a la religión. Si me dan a escoger entre Dios y el aire acondicionado, me quedo con el aire.

El sexo es lo más divertido que se puede hacer sin reír.
El sexo sólo es sucio si se hace bien.
El miedo es mi compañero más fiel, jamás me ha engañado para irse con otro.
El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia.
El amor es la respuesta, pero mientras usted la espera, el sexo le plantea unas cuantas preguntas.

La vocación del político de carrera es hacer de cada solución un problema
La vida está dividida en buenos y malos. Los buenos duermen mejor, pero los malos disfrutan más las horas de vigilia.
No sólo no hay Dios, traten de encontrar un plomero los fines de semana.
Ser rico es mejor que ser pobre, aunque sólo en cuestiones financieras.
Mi único reproche a la vida es que no soy alguien más.
El 80% del éxito es farolear.
Y esta semana en Palacio Arpinati: ¿Hay un anarquismo de derecha?, más de tedio y pesimismo, sigue la historia de la megalomanía y poesía.

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