Estos son los hechos: el comandante Reyes, con decenios de subversión violenta preguevarista, de raíz maoísta y de cosmovisión socialista-leninista, pasa con sus hombres la frontera de Colombia hacia Ecuador, que usan como "santuarios". Nadie puede suponer que estaban invitados. El ejército colombiano pasa la frontera y los abate. Los que conocen bien el drama colombiano afirman que Reyes es el verdadero comandante ante la fatiga de Marulanda. Colombia tiene derecho, entonces, a presumir que el grupo guerrillero pensaba organizar un ataque . Habría legítima defensa en este caso. Si atacó a subversivos de su propio país sin clara autorización, a sólo tres kilómetros de la frontera, sería un pecado venial entre países que defienden el Estado de Derecho. Pero Correa decide plegarse a lo que le pide Chávez y presenta su reclamo. El hecho no costó vidas ecuatorianas. La voluntad del atacante es eliminar a connacionales que declararon la guerra al "Estado burgués" colombiano hace cuatro décadas. Ahhhh, pero aparece el inefable Hugo Chávez con los insultos y actitud tono sherif ("general, mándeme 10 batallones a la frontera"). ¿Qué vela tiene Chávez vela en ese entierro? ¿O tenía una vela oculta, la de un ominoso pacto con las FARC? Unica explicación del exabrupto. Hizo suya la posible ofensa a otro país. Chávez viene en caída libre, enfrenta una fuerte crisis económica. Tiene combustible para sus avioncitos Sukhoi con los que amenazó a Uribe, pero no hay leche para los niños. Puede crear un incendio imprevisible. Mora en él el peligroso "sueño de los héroes".
El gorila decreta un minuto de silencio en homenaje a un "revolucionario consecuente", víctima de un "asesinato cobarde". Chávez debe estar muy deschavetado como para ofender tan burdamente la sensibilidad de millones de colombianos que hace menos de un mes, en la mayor movilización en la historia del país, salieron a las calles a gritar su repudio a todo lo que representa Raúl Reyes. La reacción del mandatario venezolano revela, además, que su relación con los dirigentes de las FARC es más profunda y emotiva de lo que se temía. Insólito y paradójico, pues, que un hecho recibido por la inmensa mayoría de los colombianos como un logro legítimo de su Estado haya generado al mismo tiempo un choque diplomático con Ecuador y haya llevado a Chávez a escalar su enfrentamiento con Colombia a niveles sin precedentes. Y es sintomático el cambio de actitud del presidente Correa luego de su conversación con Chávez. Pese a eso, el gobierno colombiano debe hacer todos los esfuerzos por aclarar su posición frente al ecuatoriano y normalizar las relaciones. En cuanto a la tensión con Venezuela, al prudente silencio con el que se ha respondido hasta ahora, quizá sea hora de añadir una mediación internacional.
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