viernes, 9 de noviembre de 2007
Suiza la Hipócrita.
Suiza es un país atípico. Estado federal compuesto por 26 cantones con mecanismos de democracia directa utilizados más que en ninguna otra parte del mundo y con una característica identitaria que los une: la voluntad, casi obsesión de ser distintos a los demás. Con su centenaria neutralidad radical como norma, rechazan categóricamente su ingreso en la Unión Europea, en cuyo corazón territorial forman una isla que a muchos parecerá absurda. Hasta hace siete años se negaban incluso a ingresar en las Naciones Unidas.
El problema de los suizos es que están demostrando que su exclusividad es la de montañeses intolerantes y obtusos. Los resultados de las pasados elecciones legislativas, en las que un sujeto de apellido Blocher y su partido reiteraron el triunfo que lograron hace cuatro años, son una prueba de que les va a ser muy difícil evitar los males que surgen en su entorno en este siglo XXI con tanto éxito como evitaron los sufridos por el resto de Europa en el anterior. Blocher es un desagradable sujeto prepotente e ignorante que ha hecho política usando un vulgar mensaje populista y xenófobo. Desde luego, no es el único país que ha sido testigo del crecimiento de organizaciones de este tipo en Europa (recuérdese a Haider en Austria o Fortuyn en Holanda) pero lo que hace que pone en serias dudas la jaleada “alta civilidad” de los suizos es la contundencia del triunfo de esta lamentable opción, que se ha convertido en la más votada del país. Una vergüenza
Los suizos son unos hipócritas. Navegando con su banderita de “neutralidad” han hecho pingues negocios durante las dos guerras mundiales (incluso con bienes de judíos que fueron eliminados por los nazis), han sido y son refugio de una miríada de capitales mal ávidos de dictaduras y gobernantes corruptos del tercer mundo y ahora se distinguen por su racismo y su soberbia. Baste ver el desagradable cartel electoral con el que lograron ganar la pasada elección, un monumento al mal gusto donde dos “inocentes” ovejitas” bancas expulsan de su “paraíso” de cucús y chocolates una oveja negra. ¿Qué se necesita tener en la cabeza para votar una opción así? Pues casi uno de cuatro ciudadanos de este país de gazmoños lo hizo.
Lo que sucede con estos montañeses es lo que sucede con los aldeanos de todos lados: tienen miedo a los cambios Con su mensaje en contra de Bruselas (sin estar en la UE) y de los inmigrantes -una quinta parte de la población-, a los que achaca la criminalidad por completo, Blocher gana votos irracionales del miedo de una sociedad obtusa que teme a los cambios Ni siquiera su éxito económico, con un exiguo desempleo del 4% y una renta per cápita de las más altas del mundo, inmunizan a los suizos del miedo a los nuevos tiempos.
El triunfo de este demagogo, Blocher, representará un giro hacia la reducción de las libertades que garantizan una democracia liberal. Suiza y sus vacas tendrán leyes más hostiles a inmigrantes y minorías, menos gasto en integración, menos calidad democrática en suma, de la que ya se ha producido en esta isla de bienaventurados reales o imaginarios.
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