sábado, 10 de noviembre de 2007

Nuestros Políticos, ¿Maquiavélicos?, ¡Ojalá asi fuera!


La inquina popular contra los políticos que prevalece en toda América Latina se basa en su supuesta inmoralidad. Pero sea esta acusación cierta o falsa, hay otro defecto menos visible que los ha dañado más gravemente todavía: su falta de profesionalidad. Antes de que podamos juzgar a un cirujano por moral o inmoral es preciso que cumpla una condición previa: que sea, efectivamente, un cirujano. Que tenga "profesionalidad". ¿Por quién preferiríamos ser operados? ¿Por un cirujano sospechado de cobrarles demasiado a sus pacientes o por un aficionado irreprochable pero incompetente?

Esto es, al menos, lo que preguntaría Maquiavelo. Pero nuestros políticos o no lo leen con atención o, de plano, no leen nada para “ser más felices”, como alguna vez sentenciara Vicente Fox. Eso es lo que sugieren sus gruesos errores operativos. Si recorrieran las páginas del florentino con cuidado, si lo tuvieran como lectura de cabecera, otro sería su rendimiento.

Lo que han hecho genios como Federico el Grande de Prusia y Napoleón ha sido vituperar a Maquiavelo en público y estudiarlo en secreto. Es que el lenguaje del florentino es de una crudeza tan desagradable para la sensibilidad moderna que pocos se atreven a respaldarlo abiertamente. Si se dejaran llevar sólo aparentemente por la mojigatería de condenarlo pero estudiaran con atención los consejos que les da, nuestros políticos elevarían considerablemente su rendimiento profesional. Y esto es lo que el pueblo espera de ellos: simplemente, el éxito.

Es posible sublimar además los feroces consejos de Maquiavelo, volviéndolos compatibles con la "corrección política" de nuestra época. Para ejercer el poder con eficacia, hoy ya no hacen falta ni el veneno ni el puñal preferidos en el Renacimiento pero siguen siendo necesarias la astucia del zorro y la fuerza del león que Maquiavelo predicaba, adaptándolas, eso sí, a las costumbres más suaves de la democracia.

En sus obras, Maquiavelo ofrece numerosos consejos a los actores políticos. Mencionaré aquí solamente algunos de los que han violado nuestros dirigentes políticos, con nefastas consecuencias para México y para ellos mismos.

Maquiavelo repite casi obsesivamente que el gobernante debe comportarse como un amigo o como un enemigo, evitando los comportamientos intermedios. Lo peor que se puede hacer en esta materia es ofender a un enemigo sin sacarlo del medio, dejándole intacta su capacidad de venganza. Si al enemigo no se lo puede eliminar hay que convertirlo en amigo, porque no hay nada más peligroso que un enemigo herido.

Otro de los consejos de Maquiavelo, ligado al anterior, es que la primera obligación profesional del nuevo gobernante es desprenderse cuanto antes de aquellos que lo encumbraron. Dependiente de sus patrocinadores políticos al comenzar su gestión, le urge al nuevo gobernante emanciparse de ellos porque, de otro modo, nunca ejercerá el poder, sin que cuente en este caso la virtud de la gratitud porque tampoco los patrocinadores obraban, después de todo, por amor. Para liberarse de ellos, Maquiavelo le aconseja al gobernante dos operaciones: buscar nuevos aliados que le deban su posición a él y no a la inversa, y apoyarse en el pueblo.

Una de las recomendaciones más fuertes que hace Maquiavelo al gobernante es que haga todo el mal de golpe y el bien de a poco. Si el mal es inevitable, desencadenándolo de un solo golpe dejará atónitos a sus gobernados pero, al ver después éstos que ningún mal se agrega al inicial sino que, al contrario, asoman pequeños bienes, sentirán alivio por el mal que no aumenta y esperanza por el bien que se anuncia hasta que la esperanza se vuelva aprobación, y ésta, aclamación.

Supongamos que la comunidad vive en un insostenible nivel 10 y que el gobernante sabe que deberá empezar de nuevo desde un nivel 4. Si desciende el nivel de golpe y empieza a recuperarlo lentamente, ya con un 5 o un 6 la comunidad empezará a conformarse. Si baja de a poco de 10 a 4, en cambio, la irritación de los gobernados irá creciendo hasta un punto tal que impida, finalmente, toda recuperación.

Los economistas discuten de continuo entre políticas gradualistas o de choque. De lo que aconseja Maquiavelo se deduce que el ajuste hacia abajo debe ser de choque, en tanto el retorno a la bonanza debe ser gradual. El choque ascendente es ilusorio: una burbuja. En tanto el gradualismo ascendente es aconsejable después del choque descendente, el gradualismo descendente es, simplemente, letal

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