sábado, 6 de febrero de 2021

El Peor Presidente de la Historia

 




Donald Trump, cuyo controvertido único mandato termina -para bien- el día de hoy, empieza a ser considerado por los historiadores como el peor presidente en la historia de Estados Unidos. Véanse los rankings publicados periódicamente por dos instituciones académicas dedicadas a calificar la actuación histórica de los mandatarios, basados en las opiniones de 160 politólogos, historiadores, economistas, etc. Para el Siena College Trump quedó en antepenúltimo, sólo por detrás de James Buchanan y Andrew Johnson, y para la Brandon Rottinghaus de la Universidad de Houston (conocida como la "Encuesta de Grandeza Presidencial") ocupó el último lugar. Incluso entre los encuestados identificados como conservadores Trump salió mal parado: lugar número 40 (de 45). Entre los moderados y liberales, Trump fue clasificado el peor.

Ahora bien, estas encuestas fueron realizadas en 2019, antes del desastre del coronavirus, de las protestas del movimiento "Black Lives Matter", de la debacle económica, de las acusaciones sin fundamento propaladas por Trump sobre un supuesto fraude electoral y del grotesco asalto al capitolio y del sin precedente segundo juicio de impeachment. ¡Pobre Dony! El gran ególatra auguraba tomar un lugar prominente en la lista de grandes ex presidentes, e incluso llegó a sugerir hacerse un lugar en el monumento presidencial de Monte Rushmore en Dakota del Sur junto con Washington, Jefferson, Lincoln y Ted Roosevelt. No es broma. El gobernador republicano del estado, Kristi Noem así lo platicó:  “¿Sabes cuál es mi sueño?”, me preguntó, ansioso, el presidente, “ ¡Tener mi cara esculpida en el Monte Rushmore!”. A mi me ganó la risa, pero Trump se puso serio y me reclamó, “no te rías, lo digo en serio, nunca he hablado más seriamente en mi vida”.

Ahora en lugar de Mont Rushmore, a Donny le espera la continuación del impeachment aprobado en la Cámara de Representantes la semana pasada. Muchos dudan sobre la constitucionalidad de este hecho. ¿Se puede hacer impeachment a un presidente cuyo mandato ha finalizado? Pero hay antecedentes de funcionarios sometidos a este proceso una vez abandonado el cargo público. El más conspicuo es el del Secretario de Guerra William Belknap, procesado y juzgado en el Senado en 1876 pese a haber dimitido previamente. “Nada en la Constitución sugiere que un presidente que ha demostrado ser una amenaza mortal para nuestra supervivencia como república constitucional debería ser capaz de agotar nuestra capacidad de condenar su conducta y asegurar que nunca pueda repetirse", afirman algunos constitucionalistas, pero no hay consenso sobre el tema. Sólo la Corte Suprema puede dar una sentencia definitiva. Eso sí, de proceder el impechment “a posteriori”, los republicanos deberían considerar seriamente si es digna de aprovecharse esta oportunidad para deshacerse de Trump y reducir al máximo su muy perniciosa influencia en el partido.

Pedro Arturo Aguirre

Hombres Fuertes

20/Ene/21


El desafío de Joe Biden

 



La escena no es nueva, se ha repetido incontables veces a lo largo de la azarosa historia mundial: un demagogo feroz incitando con un inmundo discurso de odio y ominosa ostentación de mendacidad y cinismo a una turba de fanáticos a entregarse al caos. Otra despreciable ocasión en los anales de la infamia. Las simas de la sordidez política son insondables, como también lo son los enigmas de la insensatez humana. ¡Tanta necesidad de creer en el errático liderazgo de individuos deleznables sin anteponer un mínimo de raciocinio, un poco capacidad crítica o algo de empatía por quien piensa diferente!

Pero pese a toda la violencia exhibida por sus adeptos e incluso pese a los famosos 74 millones de votos a su favor, Trump careció de la autoridad y el apoyo masivo necesario para robar la elección en la cual salió derrotado de forma abrumadora. Megalómano desaforado, a final de cuentas torpe aprendiz de brujo carente de la inteligencia estratégica de un político maquiavélico, el sátrapa hace tiempo extravió el sentido de realidad. Confió en la supuesta incondicionalidad de los funcionarios electorales estatales de orientación republicana y en los jueces nombrados por él mismo (en particular los de la Corte Suprema), a quienes consideraba simples empleados. Jamás entendió, y muchísimo menos respetó, la lógica institucional del sistema político del país al cual mal gobernó por cuatro muy largos años. Ahora es imprescindible para la salud democrática de la todavía potencia más importante del mundo enjuiciar y castigar al fallido dictadorzuelo, quien durante su mandato violó repetidamente las normas jurídicas, promovió descaradamente sus propios intereses económicos, interfirió en el buen funcionamiento del Departamento de Justicia, rechazó la supervisión del Congreso, insultó a jueces, acosó a los medios de comunicación, chantajeó a gobiernos extranjeros para tratar de obligarlos a apoyarlo electoralmente y, finalmente, incitó a una rebelión al no aceptar su derrota.

Hoy se vota un sin precedentes segundo juicio de impeachment, tardío y sin visos realistas de prosperar en el Senado. Será el gran desafío de Biden y de su fiscal general, Merrick Garland, continuar con las investigaciones ya abiertas e iniciar todas las pertinentes  sobre las fechorías perpetradas por Trump en el cargo, e incluso sobre las cometidas antes de convertirse en presidente. Pero el tema es espinoso. El trumpismo  se mantendrá vivo y actuante por mucho tiempo.  Trump procurará victimizarse con los juicios en su contra y mantener a sus hordas movilizadas. Sería un garrafal error caer en este chantaje. No hacer nada representa una amenaza mayor para la democracia al tolerar la impunidad de líderes deshonestos y sus secuaces. Imposible admitir esta preponderancia ante la ley. Biden tendrá la prioridad de defender al estado de derecho, base de la democracia estadounidense.

Pedro Arturo Aguirre

Hombres Fuertes

13/Ene/21


Vacuna y Geopolítica

 




La pandemia del COVID-19 representa un  reto para todos los habitantes del planeta. Sin embargo, los gobiernos protagonizan una carrera nacionalista por la vacuna ajena a los valores de solidaridad, multilateralismo y colaboración internacional. El tema se ha convertido en una nueva fuente de rivalidad geopolítica entre China, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos, entre otros. De nada valieron los exhortos a la cooperación por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), al contrario, incluso se han reportado ataques cibernéticos entre las naciones en competencia con el propósito de tratar de ganar ventajas. Asimismo, los demagogos han pretendido hacer de la vacuna un timbre de prestigio personal. “Nadie debe mentirles: esta es la vacuna de Donald Trump, no se dejen engañar por quienes pretendan decirles que es la vacuna de Joe Biden. ¡Es la vacuna de Donald Trump!” advirtió en alguna ocasión, enfático y pueril como siempre, el nefando presidente norteamericano.

En particular, China y Rusia son las potencias más interesadas en ver crecer su influencia internacional con la explotación de sus respectivas vacunas. China despliega una a ofensiva diplomática con su vacuna Sinovac destinada a países en vías de desarrollo de Asia y de África, justo donde el régimen de Beijing desarrolla su Nueva Ruta de la Seda. Evidentemente, no solo se trata solo de altruismo, sino de la ampliación de intereses comerciales y estratégicos, sobre todo en áreas y zonas geográficas donde Beijing mantiene disputas territoriales, como en el mar del sur de China. Asimismo, Xi Jinping pretende eliminar la imagen de su gobierno como responsable de la pandemia.

Notable en este sentido es lo sucedido en Argentina. Este país tiene comprometidas 51 millones de dosis con varias de las farmacéuticas internacionales, pero por razones de índole geopolítico e ideológico por ahora la única vacuna disponible es la rusa Sputnik V. Se ha iniciado una campaña masiva de vacunación, pero sin haber despejado todas las dudas sanitarias. Bien conocida es la cercanía de la vicepresidenta Kirchner con el gobierno de Putin, razón por la cual se le dio fast track al asunto y se omitieron muchas disposiciones preventivas. Las dudas sobre la vacuna crecieron días antes de iniciarse la campaña. El presidente Alberto Fernández prefirió ser cauto y rompió su promesa de ser el primero en vacunarse. Quizá hizo bien, la semana pasada el Ministerio de Salud comunicó 317 reacciones adversas posteriores a la aplicación. Cosas similares se empiezan a ver en el resto de los regímenes populistas a lo largo de todo el mundo, los cuales tienen la intención  de fortalecerse mediante el uso ideologizado, arbitrario y clientelar de las campañas de vacunación a riesgo de erosionar la confianza del público y de poner a miles de vidas en peligro.

Pedro Arturo Aguirre

Hombres Fuertes

6/ene/21

2020: Otro mal año para la democracia

 




La pandemia del coronavirus ha contribuido de manera notable en el deterioro de la democracia a nivel mundial. Si en 2019 fuimos testigos de intensos movimientos democratizadores en lugares como Hong-Kong, Iraq, Chile, Ecuador, Colombia y Líbano (entre otros), en 2020 las calles se vaciaron y permanecieron estrechamente vigiladas por policías y soldados. La pandemia vino “como anillo al dedo” para algunos gobiernos autoritarios, los cuales encontraron el pretexto ideal para limitar libertades, controlar la información, sacar a los ejércitos de los cuarteles, cerrar las fronteras a la migración y exaltar el nacionalismo. Así sucedió en Egipto, Hungría, Rusia, Turquía Filipinas y otros casos de países con instituciones públicas débiles o en entredicho.

En América Latina esta situación de deterioro democrático ha sido particularmente grave. Según el informe anual del Instituto para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA) más de la mitad de las democracias latinoamericanas aceleraron su declive. En Nicaragua, por ejemplo, el dictador Daniel Ortega hizo aprobar una serie de reformas legales para anular las posibilidades electorales de la oposición al permitir procesar penalmente a quienes el régimen decida calificar como “golpistas” o “traidores a la patria” por promover protestas sociales. En Venezuela hace unas semanas se consumó un grotesco fraude en las elecciones  para la Asamblea Nacional, las cuales fueron marcadas por el boicot de los principales partidos y líderes de la oposición y por una masiva abstención. De acuerdo a las estadísticas oficiales, apenas un 31 por ciento de los electores se presentó en las urnas, más de 40 puntos porcentuales por debajo de la participación registrada en los comicios de 2015, los cuales fueron ganados por la oposición.

 

IDEA también informa sobre la implementación muchas veces desproporcionada, arbitraria e incluso innecesaria de medidas de emergencia por parte de doce gobiernos democráticos (o al menos aún formalmente democráticos). Ello produjo una restricción de derechos fundamentales, campañas oficiales de desinformación y serias limitaciones al ejercicio de la libertad de expresión. También se utilizó al coronavirus como arma política con la manipulación de datos, la puesta en marcha políticas clientelares y el debilitamiento de la división de poderes. También dentro del contexto de la pandemia se recurrió a las fuerzas armadas para reforzar cuarentenas y mantener el orden público. En algunos países esta medida se tradujo en abusos por parte de la autoridad.

Como lo escribió Daniel Zovatto, director para América Latina y el Caribe de IDEA, “En una región marcada por el malestar ciudadano, la pobreza, la desigualdad y el desempleo, la violencia y la corrupción, nos encontramos en una coyuntura estratégica: elegir líderes competentes y responsables con respuestas oportunas, efectivas y democráticas a las demandas ciudadanas o abrir aun más las puertas al autoritarismo populista”.

Pedro Arturo Aguirre

publicado en la columna Hombres Fuertes

30 dic 2020

martes, 22 de diciembre de 2020

Polonia y Hungría: nacionalismo y dictadura

 

 


Hungría y Polonia son desde hace años un dolor de cabeza para la Unión Europea debido al surgimiento de dirigentes populistas dedicados a socavar la democracia en pleno corazón del viejo continente. Ambos países tenían paralizadas  las negociaciones para aprobar tanto los presupuestos europeos para los próximos siete años como el Fondo de Recuperación de 750 mil millones de euros destinado a paliar los efectos de la pandemia del Covid en todos los países miembros. Esta actitud se debía a una disputa en torno al llamado  Mecanismo de Protección del Estado de Derecho, un instrumento el cual permite a la UE, en casos excepcionales, congelar los fondos comunitarios a los países cuyos gobiernos violen el Estado de derecho o los valores comunitarios democráticos. Este instrumento es considerado como una amenaza directa por los gobiernos populistas húngaro y polaco. La negociaciones, finalmente se destrabaron, pero quedó una nueva constancia de las enormes dificultades de Europa con esta pareja de socios díscolos.

¿Cómo estos dos países ex comunistas cayeron en su actual deriva autoritaria cuando, inclusive, sus líderes actuales, Jaroslaw Kaczynski en Polonia y Viktor Orbán en Hungría, combatieron tenazmente contra los regímenes totalitarios impuestos en sus respectivos países por la URSS tras la Segunda Guerra Mundial? Muchos analistas apuntan a la necesidad de Hungría y Polonia de reivindicar sus identidades nacionales y fortalecer su soberanía, minusvaloradas por mucho tiempo por los imperios austrohúngaro, ruso y soviético. Justifican los líderes nacionalistas el nuevo autoritarismo con la presunta necesidad de “proteger” a sus ciudadanos de posibles “nuevas colonizaciones” y señalan a Europa occidental como la posible nueva potencia hegemónica. Por ello se han dedicado a endurecer las legislaciones nacionales con medidas cada vez más restrictivas contra la libertad de prensa, opinión y educación y se han dedicado a debilitar la división de poderes, Actualmente Hungría y Polonia viven una democracia Iliberal donde si bien es cierto se celebran elecciones periódicas y la Constitución formalmente consagra un régimen democrático, los gobiernos recortan libertades a sus ciudadanos, acosan a la oposición y establecen una vigilancia cada vez más rígida en los renglones social, cultural y educativo con el pretexto de las amenazas a la integridad territorial e identitaria nacionales.

Sin embargo, desde hace un par de años hay visos de cambio. algunos sectores de la sociedad en el mundo de la cultura y la educación han comenzado a organizarse y han adoptado estrategias de resistencia parecidas a las asumidas por los disidentes en los tiempos de la lucha anticomunista, las cuales aun se conservan en el imaginario colectivo, tales como la desobediencia civil y resistencia pacífica. Estas movilizaciones de protesta son fundamentalmente de carácter urbano, en contraposición a los ámbitos rurales, más conservadores y fieles a los gobiernos popular-nacionalistas.


Pedro Arturo Aguirre

Hombres Fuertes  23/XII/20

 

Los coletazos finales de Trump

 



El hombre fuerte de Marruecos es su rey, Mohammed VI, y no solo porque ostenta lo corona. La Constitución del país le reconoce “su misión divina y personalidad inviolable y sagrada” y le otorga tanto la suprema autoridad religiosa como extensas prerrogativas políticas, muy superiores a las de los monarcas parlamentarios europeos, y aunque una reforma efectuada a la Carta Magna durante la Primavera Árabe significó una reducción en los poderes de la Casa Real en beneficio del primer ministro, en los últimos años Su Majestad ha sabido recuperar e incluso incrementar su tradicional autoridad.

Con Mohamed VI (rey desde 1999) inició un proceso de modernización. En dos décadas el país registró un considerable crecimiento económico, las infraestructuras se modernizaron, la deuda externa se redujo y se verificó una exitosa liberalización de las telecomunicaciones. Pero el progreso se ha ralentizado desde 2011y sectores importantes de la población siguen rezagados. El Índice de Desarrollo Humano es bajo, muchas regiones del país siguen desamparadas, un tercio de los marroquíes es analfabeto y poco se ha hecho para reformar las administraciones pública y de justicia.

En lo concerniente a los derechos humanos la situación es precaria. Cierto, se ha liberado a algunos presos políticos, hay menos desapariciones forzadas, Marruecos firmó la convención internacional contra la tortura y se adoptó un nuevo código familiar con nuevos derechos para las mujeres, restringiendo la poligamia y facilitando el divorcio. Pero en la práctica las violaciones siguen siendo constantes y se aún ve remota una genuina equidad de género.

El tema de la violación a los derechos humanos es particularmente grave en el Sahara Occidental, ocupado militarmente por Marruecos desde 1975. La ONU ha declarado ilegal esa ocupación y  considera a esta región un "territorio no autónomo", en proceso de descolonización y en espera de un referéndum de autonomía, el cual nunca llega. La situación saharaui es desesperada, sobre todo la de los más de 170 mil refugiados asentados en la zona de Tindouf, en territorio de Argelia. Estados Unidos había apoyado desde el inicio del conflicto la postura de la ONU. Ya no. A Donald Trump su inmenso (y herido) ego le exige acrecentar en la mayor medida posible su “legado” presidencial. Por eso a pocas semanas de abandonar la Casa Blanca ha decidido dar un “coletazo” internacional. La semana anunció su apoyo a las ilegales ambiciones territoriales de Marruecos a cambio de su reanudación relaciones diplomáticas con Israel.

La actitud representa un severo golpe para las aspiraciones del pueblo saharaui y al derecho internacional. Tocará a Biden decidir si mantiene esta actitud, la revierte a riesgo de descarrilar la normalización de relaciones entre Marruecos e Israel, o mantener el compromiso pero imponiendo condiciones a los países implicados.

Pedro Arturo Aguirre

publicado en Hombres Fuertes 16/XII/20

¿Rumbo a la guerra civil?

 



 Donald Trump, arquetipo del narcisista maligno, dejará la Casa Blanca desplegando una actitud asaz egoísta y destructiva. Intenta dejar a su sucesor un campo minado y deteriorar a ultranza las instituciones del país. La idea es hacer Estados Unidos ingobernable. Es una transición de tipo “neroniana”, con el psicópata emperador tocando la lira mientras arde Roma. Sin embargo, para algunos optimistas los rumores sobre la muerte de la democracia estadounidense son prematuros. A final de cuentas, Trump perdió, nos dicen. Pero los eventos post elección son síntomas inequívocos de una grave enfermedad. Hay ingentes tensiones entre lo urbano y lo rural, blancos y negros, elitistas y “pueblo”, cosmopolitas y nacionalistas. Y, sí, hay un riesgo significativo de violencia.

En Estados Unidos la gente está armada hasta los dientes y las ventas de armas se han disparado en los últimos meses. Aunque nadie augura una guerra civil abierta, sí puede intensificarse una especie de “conflicto civil de baja intensidad” el cual ya está presente y podría prolongarse durante años con  ciberataques, campañas de difamación, divulgación de teorías conspirativas aun más absurdas, desobediencia civil, agresiones racistas y de toda índole de violencias, incluso asesinatos selectivos.

Millones de republicanos “de base” creen a pie juntillas en la teoría del fraude electoral de Trump, aunque su cruzada judicial contra los comicios es todo un esperpento. El torpe equipo legal del presidente ha perdido en todas y cada una de las demandas presentadas en los estados donde el resultado electoral fue reñido. Pese a ello, el presidente saliente ha recaudado más de 200 millones de dólares a favor de un comité destinado a  favorecer sus actividades pospresidenciales. Trump aparece como el claro favorito para ser el candidato presidencial republicano en el 2014. Claro está, sus infinitos problemas legales podría acabar con sus aspiraciones futuras: las deudas de su grupo empresarial, temas de obstrucción a la justicia, fraude fiscal, financiación ilegal de campaña. Sin duda va a procurar perdonarse a él mismo y a su familia, pero no será posible hacerlo tratándose de delitos como fraude fiscal y bancario. De ahí parte de su obsesión (aparte de su narcisismo) por desplegar esta violenta y atrabiliaria cruzada contra el “fraude”. Claro, sería delicioso verlo procesado y condenado por todas sus tropelías, aunque no se descarta un exilio vergonzante, como ha sucedido con tantos dictadores y presidentes corruptos de por aquí y por allá.

Los retos para Biden son hercúleos. Mucho le ayuda su pragmatismo. Carecer de una visión política fija le servirá para tratar de cuadrar el muy difícil círculo de encontrar suficientes republicanos dispuestos a cooperar en su programa de gobierno y en iniciar una reforma estructural de las lastimadas instituciones. Quizá sea demasiado peso para sus envejecidos hombros.

Pedro Arturo Aguirre

Publicado en Hombres Fuertes 9/XII/20

El Calígula de Bangkok

 




Desde que ascendió al trono de Tailandia en 2016, el excéntrico rey de Maha Vajiralongkorn (Rama X) pretende reimplantar la monarquía absoluta. Ha asumido el mando efectivo de las fuerzas armadas, tomado el control personal de las propiedades de la corona y sus intervenciones en política son cada vez más frecuentes y arbitrarias. Como consecuencia, desde el verano de este año -y a pesar de la pandemia- han estallado multitudinarias protestas exigiendo el fin de los abusos de Su Majestad.

La monarquía absoluta terminó en 1932 para dar paso a un sistema formalmente democrático, aunque sumamente inestable. Desde entonces Tailandia ha sufrido doce golpes de Estado, redactado veinte constituciones y el ejército se ha erigido en el árbitro final de la política. El rey Bhumibol (Rama IX, padre del actual rey) gozó del cariño del pueblo porque siempre supo manutenerse respetuoso de su papel constitucional, pero Maha Vajiralongkorn tiene todos los rasgos de un decadente emperador romano. Obliga a sus colaboradores a arrastrase en su presencia, manda afeitar las cabezas de los cortesanos desobedientes y nombró a su perrito caniche Foo Foo “mariscal del aire”. Para enfrentar al Covid decidió encerrarse en un lujoso castillo en Baviera con una veintena de concubinas.

Este nuevo Calígula ha tenido cuatro esposas. Los divorcios con las tres primeras fueron asaz escandalosos. Pocos meses después de su cuarto matrimonio elevó a una concubina a la condición de "noble consorte real". Es la primera mujer en tener este título desde la implantación en Tailandia de la monarquía constitucional. Dicha mujer cayó de la gracia poco después de su elevación y desapareció de la vista pública por varios meses, pero en septiembre fue reinstalada y declarada "no contaminada".

La deriva autoritaria en Tailandia no empezó con el rey “bala perdida” actual. En 2014 un golpe de Estado (uno más) reimpuso la ley marcial y disolvió al movimiento Futuro Adelante, el cual enarbolaba un discurso antimilitarista. Pero desde la llegada de al trono la tendencia es a una concentración de poder en manos del monarca. Este año la gota derramó en el vaso. Estallaron las protestas. El 14 de octubre miles de manifestantes marcharon frente a la Casa de Gobierno. Esa noche el gobierno decretó el Estado de emergencia, prohibió las reuniones de más de cuatro personas y censuro la información sobre temas "dañinos a la seguridad nacional". Advirtió a los manifestantes sobre la vigencia de una ley de delitos “lesa majestad” por la cual quienes insulten a la monarquía pueden ser procesados y condenados a penas de hasta quince años de prisión. Pero lejos de menguar, el movimiento crece y ahora incluye la remanda de una Constitución democrática, el fin  del régimen militar y una reforma a la monarquía.

Pedro Arturo Aguirre 

publicado en Hombres Fuertes 2/XII/20

Evo: La Sombra del Caudillo

 




Hace unos días tomó posesión de la presidencia de Bolivia Luis Arce, artífice de las reformas que llevaron al despegue económico del país andino durante los años del gobierno de Evo Morales. Durante sus años de gestión como ministro de Economía se incrementaron las reservas internacionales, se amplió la clase media y se registraron tasas de crecimiento sin precedentes, pero no se cumplió con la promesa de diversificar la economía nacional. Hoy, Bolivia sigue dependiendo en extremo de la explotación, muchas veces abusiva, de las materias primas.

Arce logró una apabullante victoria en las urnas en buena medida gracias a la notable incompetencia del Gobierno de transición encabezado por Jeanine Áñez, quien aplicó torpes medidas enfocadas tratar de revertir las políticas de Evo Morales, reprimió de forma salvaje manifestaciones en su contra y gestionó de forma catastrófica la pandemia del coronavirus.

La postulación de Arce como candidato del Movimiento al Socialismo (MAS)  tuvo sus dificultades. El nuevo presidente es un académico de clase media, no un militante de las organizaciones sindicales y campesinas las cuales conforman gran parte de las bases del MAS. Logró ser candidato exclusivamente gracias a la insistencia de su mentor, Evo Morales. Es decir, sus bases reales de sustentación y autonomía política son cuestionables. Esto es grave porque los retos de Arce como presidente son ingentes. Recibirá una economía muy castigada por la crisis del coronavirus y una sociedad gravemente polarizada. Bolivia se enfrenta a su peor recesión desde los años ochenta y la situación actual es muy diferente a la experimentada por el país en los buenos tiempos, cuando los precios de las materias primas estaban por las nubes. La pandemia ha reducido el comercio de las materias primas a nivel global, perjudicando mucho a los países productores. Asimismo, la oposición boliviana se ha fortalecido, sobre todo un sector de extrema derecha encabezado por el empresario Luis Fernando Camacho. El nuevo presidente deberá procurar un gobierno menos confrontacionista para ampliar su base social y calmar los ánimos en el país.

Pero ello se ve difícil. El principal reto de Arce será lidiar con la sombra del caudillo. La megalomanía de Evo Morales es grande, se siente un “líder indispensable elegido por la historia”. Según el nuevo presidente, Evo se mantendrá al margen del gobierno, pero tal cosa es imposible de creer. Véase si no: Morales adelantó su regreso a Bolivia y organizó para ello una marcha triunfal de tres días con una caravana formada por más de 800 vehículos la cual recorrió más de mil kilómetros desde la frontera con Argentina (donde lo despidió el presidente Alberto Fernández) hasta Chimoré, enclave cocalero en Cochabamba donde los recibieron unas 100 mil personas ¡Ni Napoleón tras su regreso de Elba!

Pedro Arturo Aguirre

Columna Hombres Fuertes publicada 18/XI/20


miércoles, 11 de noviembre de 2020

¿Comienza el Ocaso de los Hombres Fuertes?

 



La victoria de Joe Biden en las elecciones presidenciales constituye una buena noticia para quienes consideramos a la democracia como el mejor sistema de gobierno, pero Trump deja a su país y al mundo un pernicioso legado. El encono y la discordia política amenazan paralizar la vida institucional de Estados Unidos por años. Biden promete reconciliación y los más optimistas apuestan por considerar a Trump como una mera "aberración histórica" la cual se podrá superar con algo de esfuerzo y buena voluntad. Pero la aún principal potencia del mundo está contaminada por el odio y de ello Trump no es el único responsable, sino sólo es síntoma de una crisis mucho más profunda.

Más de setenta millones de estadounidenses votaron y aún hoy defienden con locura a quien muy probablemente sea considerado por los historiadores del futuro el peor presidente en la historia del país. Nada impidió a los trumpistas idolatrar a su chocante adalid: ni su mitomanía, ni su corrupción, ni su notable incompetencia, ni su abierto cinismo y crasa vulgaridad, ni la catastrófica mala gestión de la pandemia, parcialmente responsable de las más de 220 mil muertes. Creyeron y todavía creen en el universo paralelo de verdades alternativas creado por este personaje y divulgado con fruición por múltiples medios radicales activos en internet. Nunca antes en la historia un presidente había dañado tanto al tejido de la democracia estadounidense en tan poco tiempo. Tomará años reparar el daño. Además, se cierne sobre la todavía potencia más importante del mundo la sombra de la violencia política.

Narcisista y mal perdedor, Trump clama fraude y  ha iniciado una serie de erráticas iniciativas legales con el fin de torcer el resultado, pero ninguna argucia prosperará sin el apoyo decidido y unificado del Partido Republicano y éste no “come lumbre”, mucho perdería si se decidiera a “quemar la casa” por defender a ultranza al vesánico presidente. Pero en la oposición los republicanos difícilmente retomaran el camino de la institucionalidad democrática. Lo más deseable sería ver a republicanos y demócratas reaprender a trabajar juntos y alcanzar acuerdos tal y como lo hicieron durante décadas. Pero tal esperanza es quimérica. Difundir el odio reditúa en las urnas. Los republicanos seguirán en la senda de la demagogia y la verdad alterna.

La derrota de Trump tendrá repercusiones mundiales. Al desaparecer del escenario el principal populista global cabe la esperanza de un rebrote de la democracia y de contemplar el principio del ocaso de esta época de hombres fuertes y nuevos autoritarismos. Pero las cosas no son tan sencillas. Tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo falta recorrer un muy largo y difícil trecho en la tarea de la reconstrucción democrática.


Pedro Arturo Aguirre

publicado en la columna Hombre Fuertes

11 noviembre 2020