El G 20 avanza en medio de la duda. La cumbre de Seúl arrojó muy pocos resultados concretos y muchas incertidumbres. Se cierne sobre la economía mundial el riego de guerras económicas y comerciales en torno, sobre todo, la creciente rivalidad monetaria entre entre China y Estados Unidos. Estados Unidos acusa a China de devaluar artificialmente el yuan para que sus productos sean más competitivos en el extranjero y Pekín afirma que el plan de la Fed implica una devaluación encubierta del dólar y dificulta la recuperación económica mundial, al encarecer las exportaciones hacia Estados Unidos De perdurar esta guerra de divisas, la economía mundial podría derivar en una destructiva guerra comercial. En el resto del mundo cada uno se protege como puede de las turbulencias provocadas por esa pareja infernal. Exasperado por el aumento del yen, Japón compró 18,500 millones de dólares en septiembre, mientras Corea del Sur estaría inyectando en secreto 1,000 millones de dólares por día para evitar una apreciación exagerada del won. Gran Bretaña también ha tomado medidas para devaluar la libra esterlina.
La relidad es que cada país tiene a la vista sus nececidades nacionales propias. Estados Unidos vive demasiado del crédito y debe regresar a la virtud de un presupuesto equilibrado. China necesita con urgencia fortalecer su mercado minterno a fin de que sus ciudadanos consuman más y el país dependa menos de las exprtciones os. Europa debe esforzarse en reducir su deuda, sin asfixiar su anémico crecimiento. Japón debería salir de la deflación saneando su sistema financiero y preparándose para administrar el envejecimiento de la población. Brasil, la estrella ascendente, sólo hará durar su consistente crecimiento si limita sus déficit presupuestarios. Pero todas estas medidas difícilmente podrán asumirse de manera coordinada ni dentro del contexto de los órganos multinacionales institucionalizados como el FMI o el Banco Mundial, ni en los foros más laxos del tipo del G8 y el G20.
La relidad es que cada país tiene a la vista sus nececidades nacionales propias. Estados Unidos vive demasiado del crédito y debe regresar a la virtud de un presupuesto equilibrado. China necesita con urgencia fortalecer su mercado minterno a fin de que sus ciudadanos consuman más y el país dependa menos de las exprtciones os. Europa debe esforzarse en reducir su deuda, sin asfixiar su anémico crecimiento. Japón debería salir de la deflación saneando su sistema financiero y preparándose para administrar el envejecimiento de la población. Brasil, la estrella ascendente, sólo hará durar su consistente crecimiento si limita sus déficit presupuestarios. Pero todas estas medidas difícilmente podrán asumirse de manera coordinada ni dentro del contexto de los órganos multinacionales institucionalizados como el FMI o el Banco Mundial, ni en los foros más laxos del tipo del G8 y el G20.